El avión de Ryanair, rumbo a Marrakech debía salir a las 22:45, pero lo hizo tres horas más tarde, con sorpresa incluida. Por superar los 120 minutos de retraso y con mensaje a través de la aplicación, nos obsequiaban con 4 euros a cada uno para gastar en unos cuantos establecimientos del aeropuerto, aunque al ser de madrugada, solo hubiera abierto uno. Nos dió para una coca cola de medio y un café, pero se agradece el inédito detalle.
El aeropuerto de Marrakech no resulta muy confortable para dormir, pero al menos, no te molesta nadie y está vez, los trámites de inmigración fueron más ligeros, que en recientes visitas. Los seis kilómetros hasta el centro, los hicimos andando, sin mucha complicación y con calor moderado, que fue creciendo a lo largo del día.
Hace 16 años, que no veníamos a la ciudad y el cambio más notable ha sido que han peatonalizado la calle Moulay Ismail. También constatamos, que la plaza tiene menos ambiente de día, que hace años. Han desaparecido algunos gremios, como el de los aguadores, las dentaduras postizas y los remedios milagrosos y curativos. Siguen impenitentes, los de las serpientes -o monos- y la turuta, las de la hena y los de los zumos, que han mejorado sus puestos y su variedad a base de triplicar los precios.
Es precisamente, detrás de Moulay Ismail donde se encuentra muy compacta la mejor zona de alojamientos, donde los tienes desde 150 dirham hasta 500. Y los económicos, por supuesto y como marca del país, sin un maldito ventilador. El aire acondicionado y el baño dentro por una alcoba similar, duplica el precio.
Es más fácil encontrar españoles en las zonas turísticas de Marrakech, que en la Gran Vía, en Callao o en Sol, en Madrid. Creo que pululan más turistas en esta ciudad, que en toda India. Aún recordamos, como en los primeros 33 días de nuestro último viaje allí, solo vimos tres guiris.
Para los que no conocéis Marrakech deciros, que moverse en la parte vieja es bastante sencillo. Si se toma, como referencia la calle peatonal, hacia un lado se va hasta los palacios del Badi y de la Bahía y hacia el barrio judío. Para el otro y tras sortear Jemaa El Fna, la Koutobia y los malolientes y descuidados coches de caballos -deberian prohibirlos por maltrato - te adentras en la calle principal de los zocos, hasta acceder a la plaza Ben Youssef, en cuyos alrededores se hallam una medersa, una mezquita y una tumba almorávide. Algo más oculto -no mucho-, se encuentra el Jardín Secreto.
Nosotros vimos todo Marrakech, en 2005, sin abonar un solo euro. Hoy en día, cobran por todo y no es barato, es una sinvergonzonería mayúscula, donde por ejemplo, para entrar a algo, que se ve desde fuera, te soplan 10 euros. En total y si no filtras, te puedes gastar en entradas, casi cien pavos, sin esfuerzo.
Hemos encontrado tres lugares donde venden cerveza, vino y bebidas alcohólicas. Uno de ellos es el Carrefour Market, pero todos están lejos del centro y en el entorno de la estación de trenes. Todo muy caro, como siempre aquí.
En las noches de Jemaa El Fna, dos son las actividades lúdicas imbatibles y precisamente, nada tienen, que ver con la tecnología. Un minigolf de hoyo único y la pesca de botellas de refresco.
Explicamos esto último, porque resulta curioso. En el suelo, hay una especie de ruleta, donde se ubican estos espumosos. Los debes pescar con una caña con arandela y el premio es -dificil lograr ganar-, llevarte la botella del propio liquido gaseoso. Lo deprimente es, que cada jugada -5 dirham-, cuesta lo mismo, que comprarlo en una tienda y además en esta te lo venden frío.
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