Sobre las diez de la mañana, cuando comenzaban a abrir las tiendas del zoco del oro, dejamos atrás nuestro confortable y fresco hotel de Deira, para tomar la barca -no existen puentes -,que en escasos minutos cruza la ría y te deja en Burj Dubái, zona en la que se encuentran también, la estación de autobuses, la tienda de la cerveza y el alcohol -para comprar, hay que presentar un pasaporte extranjero, a diferencia de Abu Dhabi- y el Carrefour.
Burj Dubái es un núcleo urbano más desordenado y con menos encanto, donde contemplar algunas mezquitas,un fuerte y el barrio histórico, bonito en nuestras anteriores visitas y desastroso en la actualidad, debido a las numerosas y entorpecedoras obras.
Cambiar dinero en Dubái, resulta mucho más ventajoso, que hacerlo en Abu Dhabi, donde se imponen las costosas comisiones, que llegan casi, a la usura. Conseguimos incluso, canjear las rupias sobrantes a una buena tasa cuando pensábamos, que nos las íbamos a comer con patatas (alu, en hindi)
Pero para cambio, el de la temperatura. El cuerpo sufre lo suyo, cuando pasas de los soleados cincuenta grados de la calle, a los dieciséis, al entrar en un zoco o en un centro comercial.
A las dos de la tarde y después de tomar comida preparada del Carrefour, nos subimos al bus, hacia Abu Dhabi ( dos horas y veinte). Y lo hicimos enfadados. No por la casi ausencia de aire acondicionado, que también, sino porque el sistema de transporte público, es claramente perjudicial para el turista. Te obligan a comprar una tarjeta, aunque sea para un solo viaje, en vez de darte un billete individual. Y además, una para cada uno. A eso, hay que añadir, otra para el metro -tampoco venden billete sencillo y en Abu Dhabi, una temporal -para un mes-, con una recarga mínima de unos ocho viajes, aunque, como era nuestro caso, solo hicieramos uno.
En este caso, nos tomamos cumplida venganza: no la validamos en la máquina del vehículo, con lo que el plazo no ha empezado a correr y nos servirá entera para un futuro viaje a la ciudad (llevamos tres este año)
En Abu Dhabi hacia mucho calor, pero a diferencia de julio, donde no aguantábamos ni un cuarto de hora, paseamos durante casi doscientos minutos. Llegamos hasta la Corniche, cosa imposible hace dos meses
La tarde y tras las últimas compras de alcohol y comida, nos trajo un último susto. Por segunda vez en este viaje, mi pareja perdió la mochila y tuvimos, que bajarnos en marcha del bus del aeropuerto. Afortunadamente, aquí la gente es bastante honrada y no se llevan lo ajeno.
En la terminal comenzó la recolección de lo que se va dejando la gente, antes de tirarnos, a dormir : bombones de dos clases, chocolatinas, bolsas de té con leche y cardamomo, champús, almendras y nueces, ropa, salsa fuerte de queso, mayonesa, cr.ema para la cara y toallitas limpiadoras.
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