Todas las fotos de este post corresponden, al P.N. de Eduardo Avaroa y al salar de Uyuni (Bolivia)
A las ocho de la mañana, ya
estamos en la puerta de la agencia, como otros cuantos viajeros, que han
contratado la misma excursión. Nos van dividiendo en vehículos y nos toca en un
viejo minibús, que no dispone ni siquiera, de cortinas en las ventanas. Pero,
el conductor es bien simpático y en la hora que tardamos hasta la frontera con
Bolivia, nos va poniendo al día, muy animadamente, sobre lo que vamos a
contemplar en la jornada de hoy. Ya estamos a 4.000 metros de altitud. Me da un
pequeño mareo, según bajo del bus, que apenas me dura cinco segundos.
Llegamos al
puesto de inmigración, donde hay que pagar una tasa de 15 bolivianos. El
funcionario que atiende, es bien simpático, aunque se pasa de gracioso y según
nos va poniendo los sellos, hace chistes o comentarios, sobre aspectos
relacionados con nuestra nacionalidad. A nosotros, nos habla de la ETA y de la
independencia de los vascos; a una holandesa, le hace la comparación de los
países bajos con la altitud de Bolivia; a dos daneses, les pregunta por la
Sirenita…
Pagamos
también, la entrada al Parque Nacional Eduardo Avaroa (30 bolivianos) y nos
distribuimos en los vetustos y algo roñosos, 4X4. Hemos elegido a
“supercachorro”, como nuestro conductor y guía y a dos chicas argentinas –las
únicas junto a nosotros, que son de habla hispana-, como compañeras de viaje.
Las dos plazas vacantes del vehículo, las han ocupado dos divertidos y
timoratos daneses.
El programa previsto para hoy, incluye
la laguna Blanca, la Verde, las Termas, Los Géisers -Sol de la Mañana- y la laguna
Colorada, donde se encuentra nuestro refugio básico y al que llegaremos a la
hora de comer.
Las dos argentinas
–de 20 y 19 años- responden al nombre de Florencia, aunque coloquialmente, se
llaman Flopa y Flor. Son increíblemente maduras para su edad, saben lo que
quieren en la vida y resultan abiertas, cariñosas y divertidas. Desde luego, ni
en nuestros mejores pensamientos, habíamos soñado con tener una compañía tan
agradable. ¿Y el conductor/guía?. Pues, se muestra parco en palabras, pero cada
vez que abre la boca, es para decir algo interesante. Conoce la zona al dedillo.
Pasamos por el desierto de Salvador
Dalí -que en nada nos recuerda al pintor- y ya en las Termas, nos pegamos un
chapuzón, en una pequeña pileta, cuya agua tiene una temperatura por encima de
los 30 grados. Da sensación de quemazón, al entrar, pero luego, uno se siente
muy a gusto. Unos jóvenes allí al lado, juegan un partidillo de fútbol. ¡Dios
mío, como podrán, si estamos a 4.800 metros de latitud y a mi me cuesta
esfuerzo, hasta agacharme para atarme las zapatillas!.
Llegamos a los geisers y nos
deleitamos con el increíble espectáculo de la naturaleza. Hoy deben andar algo
enojados, porque escupen fumarola y agua hirviendo, con estrépito. Estamos a
5.300 metros de altitud y ahora sí, empiezo a sentir algo de malestar –ligero
mareo y dolor de cabeza-, por lo que decido separarme de los cráteres, no vaya
a marearme y a caer dentro.
Flor y Flopa,
cuando regresaban del baño, se han encontrado una botella de cerveza de medio
litro y la compartimos los cuatro, sorbo a sorbo, deleitándonos con tan
asombroso momento y con tan gratísima compañía. ¡Nunca tomamos cerveza tan
cerca del cielo!
Sobre las cuatro y dentro de una
nave herméticamente cerrada, con el techo de chapa y cayendo el sol de plano,
nos juntan a 18 personas y nos dan macarrones y patatas guisadas con pollo, que
no creo que componga entre los pequeños cachos de cada plato, más de un par de
muslos para todos. Nos quedamos con bastante hambre. ¡Pobres daneses, con lo altos que son y el estómago tan
grande, que deben tener!.
Una chica sufre un violento ataque y todos nos asustamos al
ver las convulsiones. Al final, se le acaba pasando. No sabemos si ha sido de
altura, de pánico o una insolación, dadas las lamentables condiciones, en que
estamos almorzando.
Antes, nos hemos repartido las camas de un alojamiento, más
cercano al chabolismo, que a un lugar habitable. Es sucio y frío, porque entra
gélido aire por toas partes.
Nos vamos a dar un paseo, bordeando
la laguna. Al ir, el camino se hace fácil, pero al volver, hay casi un huracán,
que nos viene de frente, lo que sumado a los 4.200 metros de altitud a los que
estamos, nos agota casi hasta la extenuación. Hay que recurrir a una aspirina,
que resulta muy efectiva
A las siete –tan solo dos horas y
media después de haber acabado de comer-, nos convocan a la cena, aún más
insustancial que el almuerzo, a base de sopa aguada de quinua y espaguetis con
salsa de tomate. Es la primera vez en mi vida, que como dos primeros platos para
comer y otros dos, para cenar.
Matamos la tarde con Flor y Flopa,
primero en animada conversación y luego, jugando a nombre, ciudad, animal…
Terminamos, viendo el espectáculo, que dan gratis la luna llena y las
estrellas Nunca antes, habíamos visto el
cielo tan nítido
La noche se ha hecho larga y he pasado algo de frío, a pesar
de dormir con tres mantas. Los baños a esas horas tienen tanta mierda, que ya
son hasta peligrosos para la salud. Desde fuera, veo a uno de los conductores
al lado de un urinario, orinando, directamente en el suelo. ¡¡Será cerdeo el
tío!!. Al entrar al de las mujeres, observo con pavor, como una escobilla llena
de restos de heces, está metida en un lavabo.
El programa para hoy, empieza por el
desierto de Silote –tras cruzar el cañón del Inca-, que nada tiene de
espectacular y prosigue por el Árbol de Piedra, que es otro mucho más bonito y
con formaciones rocosas, que nos traen enseguida a la mente, el Desierto Blanco
de Egipto. Luego vamos viendo una a una, las lagunas Ramaditas, Hedionda –tiene
muy adecuadamente elegido el nombre, por cierto- y Cañapa.
Tras la sobremesa, volvemos al jeep
y afrontamos un largo y tortuoso camino, que nos va llevando al borde de
profundos desfiladeros y a través de los encantadores pueblos altiplánicos, llenos de sonrientes
niños a los lados de la carretera. Vamos descendiendo notablemente por debajo
de los 4.000 metros y ya comienza, a aparecer alguna vegetación y la riquísima
quinua, un cereal que es más nutritivo que el arroz y que se cultiva
habitualmente en altura (a partir de los 2.500 metros).
Llegamos a un pueblo, que en su día
fue próspero, debido a que por allí pasaba el tren, que llevaba los minerales
hasta Antofagasta. Ahora, aunque continúa habitado, parece un lugar fantasma,
con las vías y los vagones abandonados.
Aún, tardamos un buen rato en penetrar, en el impresionante
Salar de Uyuni, frente al que está nuestro alojamiento, que hoy si es mucho más
confortable. La habitaciones son para seis, pero están recién reformadas y en
cuanto a la limpieza, impecables. Además, disponen de baño propio
Nos convocan, a contemplar la
puesta de sol y, realmente, resulta alucinante. Mejor, incluso, que la de tres
días atrás, en Atacama. En época de lluvias –de diciembre a marzo-, la
superficie blanca del Salar se llena de agua, provocando que con los reflejos
del astro rey, se vean imágenes simétricas del cielo y del encharcado suelo.
Al
día siguiente, se inicia la última jornada de nuestro tour. La sal parece nieve
y nos sentimos en la Antártida. Llegamos a la isla Hincauasi -la del Pescado-.
Escalamos hasta la cumbre y aunque todavía nos cansamos un poco más, que de
costumbre, estamos ya casi adaptados a la altitud, sin necesidad de haber
masticado una sola hoja de coca. La ínsula está llena de cactus y me pincho, bastante
fuerte, con uno de ellos.
Una
vez ya abajo, decidimos junto a nuestras amigas argentinas, que seguiremos los
cuatro juntos, por Bolivia, hasta el lunes, días en que ellas tienen que
iniciar el lento retorno hacia Salta, desde donde volarán el siguiente sábado,
a Buenos Aires.
De camino al hotel de sal, vamos
planificando nuestros próximos destinos y decidimos, que el primero será
Potosí. El establecimiento –construido solo con esa sustancia- es precioso por
dentro, aunque creo, que es más para verlo, que para alojarse en él.
3 comentarios:
Hay cuatro agencias en San Pedro de Atacama, que ofrecen lo mismo a idéntico precio, salvo en los tours del Salar de Uyuni, que también son iguales en el recorrido, aunque varían mínimamente, en matices.
-Cordillera: Tour de tres días y dos noches, por 52.000 CH$. Está todo incluido, incluso los boletos de ingreso al Parque Nacional Eduardo Avaroa, a la isla del Pescado y la pequeña tasa de entrada a Bolivia.
-Estrella del Sur: Por 50.000 CH$, no incluye las entradas, ni la segunda noche de hotel, dado que te dan la opción de dormir en un hotel de sal, por menos de 10 dólares.
-Pamela: Exactamente lo mismo que la anterior. Ni más, ni menos.
-Colque: 45.000 CH$. No incluyen las entradas, ni el ingreso en Bolivia y nos advierten, de que el alojamiento de la primera noche, es un tanto básico. Su web es:
www.colquetours.com/
Y la excursión concreta que proponen es:
www.colquetours.com/english/aventure/index3.htm
Vos sos un crak. Me gustaría viajar con vos en algún momento.
Gracias
Gracias, Omar.
Saludos
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