Todas las fotos de esta entrada, pertenecen a Río de Janeiro
Estamos a punto de aterrizar en Río. Es la primera vez, que
cruzamos el charco y que iniciamos un viaje largo, de una duración estimada, de
unos cinco meses y por eso, estamos nerviosos. Volamos con Air Europa, con el
localizador, YIDZT4, inolvidable para siempre.
Los
trámites de inmigración son sencillos. Es 7 de febrero y nada más salir,
notamos la agradable embestida del calor húmedo. Los 30 grados contrastan
bastante, con los dos sobre cero y la fresca brisa, que hemos dejado en
Valladolid, esta misma mañana.
Nada más
salir nos aborda un taxista, que nos saluda en perfecto español. Se ve a la
legua, que tiene tablas Además de transporte, nos ofrece un apartamento en la
zona de Copacabana. Declinamos la oferta, dado que tenemos una habitación
reservada, algo menos céntrica (Botafogo). Pero, tras un regatero, consigue
igualar el precio que traemos. No solemos romper los pactos ya fijados, pero
esta vez, lo hacemos, con bastante remordimiento.
Necesitamos
dinero y nos encaminamos al cajero. Nos llama la atención, el sistema de
funcionamiento. Debes introducir la tarjeta y sacarla a los dos segundos. Es
entonces y sin ella dentro de la ranura correspondiente, cuando se empieza a
operar. Pactamos el precio del taxi. Nuestro conductor nos va haciendo de guía,
de camino a la ciudad. A un lado, El Pao de Azúcar. Al otro, las luces que
iluminan al lejano Corcovado, pues el Cristo no se ve, al ser cerca de las doce
de la noche.
El
apartamento es agradable. Cuenta con una enorme estancia, que sirve de dormitorio
y salón y cocina y baños pequeños, con un frigorífico, que se asemeja a un
arcón congelador, de extraordinaria potencia. N
os impresiona, que disponga de
varias cerraduras, con numerosas vueltas de llave y que en el portal haya un
vigilante, con monitores de video. No es poca, la paranoia que traemos sobre la
seguridad –hemos tratado incluso, de localizar las distintas favelas, con
Google Maps-, para ahora ver esto o las enormes verjas, que protegen la mayoría
de los edificios de las zonas nobles, que hemos contemplado desde el coche. ¡A
ver si vamos a tener un percance en los primeros días del viaje y lo vamos a
arruinar!.
A pesar, de
que el leve jet lag de tres horas, nos favorece y de que nos tomamos unas
cuantas cervezas, resulta imposible dormir. Estamos absolutamente emocionados,
como en una nube, como si una fuente maravillosa de energía, se nos hubiera
metido dentro del cuerpo. Está a punto de comenzar, el viaje soñado desde la
infancia. Con el final previsto –México-, aunque con un inicio distinto –en la
tierna imaginación, se iniciaba en Patagonia-.
A la mañana
siguiente, visitamos el centro. Agradable y entretenido, aunque no
espectacular. Sin quererlo y callejeando, arribamos a lso límites de una
favela. Retrocedemos, casi corriendo Quedamos fascinados con los jugos de
maracuyá, que venden en algunas tiendas y por la variedad de oferta culinaria
–incluidas las carnes-, que encontramos en los baratos, “todo a kilo”. Y que
decir, de poder estar tomando una caipirinha al borde del mar, con pajita y en
manga corta, siendo 8 de febrero.
Al
contrario, que a la mayoría de la gente, a nosotros nos gusta más, la zona de
Copacabana, que la de Ipanema. Esta última es más pija y de gente de posibles,
mientras que la otra, nos resulta mucho más auténtica y de gente más normal,
con una vida más cercana, al habitante medio de Río. En cuanto a playas,
también nos reconforta más Copa, con sus fantásticas e interminables olas. Las
mujeres muestran el culo, pero nunca los pechas. Hay más celulitis de la esperada.
Mientras, al borde del paseo, decenas de hombres musculosos se ejercitan en los
aparatos gimnásticos, allí ubicados. Y en la arena, con sus neveras y
cachivaches, los numerosos, coloridos y agradables, vendedores ambulantes
Los tres
primeros días –de los cuatro, que estaremos-, no me frenan ni los problemas de
salud. Sea por el brusco cambio de clima, sea porque casi nos pillamos una
insolación, al hacer ida y vuelta –andando-, cuatro de las playas de Río (Leme,
Copacabana, Ipanema y Leblón) ), sea por
la comida o la bebida, me agarro una severa diarrea, una afonía, que me impide
hablar y una flojera general, que comienza a preocuparme.
Aunque, somos agnósticos, fue
llevar a cabo la visita al Corcovado –desde donde se ven las imágenes más
espectaculares de Río de Janeiro y a la mañana siguiente, estar como una rosa.
Por cierto: a este lugar hay que ir por la tarde y al Pao de Azúcar, por la
mañana. Así, el sol queda de espaldas y se hacen mejores fotos.
1 comentario:
El viaje entre Río de Janeiro y Cancún, pasando por 16 países de Sudamérica, Centroamérica y Norteamérica, transcurrió durante cuatro meses y medio, en 2.008.
Fue el primero de los cinco largos, pero el único hasta la fecha, que no contaba con entradas en este blog. Haciendo un esfuerzo de memoria y a ratos,voy a tratar de bucear en el recuerdo, para incorporar al menos, una docena de ellas.
Saludos.
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