Entre muchos españoles existe la idea –a veces, paranoia-,
de que Sudamérica es un continente muy inseguro, pero lo cierto es, que el
viajero no debería de tener problemas –de hecho, nosotros no tuvimos ninguno,
en tres meses y medio por el continente-, si se mantienen de forma rigurosa,
unas adecuadas líneas de actuación
Mina de Cerro Rico, en Potosí (Bolivia)
Al margen,
de las precauciones habituales y básicas, por todos conocidas, no se debe ascender
solo o en pequeño grupo, a los numerosos cerros, caminar de noche por la calle
en las grandes ciudades o traspasar las líneas rojas de las mismas, hacia
barrios marginales. Normalmente, todo lo interesante para el turista, se halla
en zonas seguras. Además -para no sufrir estrés-, conviene no leer las portadas de los diarios, llenas
de titulares, tipo :”Asaltan con celulares, que emiten descargas eléctricas”.
Dicho todo
lo anterior, en Potosí (Bolivia), somos concientes de tres sucesos, que a
continuación se relatan.
Nos acercamos a la terminal de
autobuses. Flor y Flopa quieren, conocer los horarios para Tupiza, para última
hora de la tarde de mañana y nosotros, a Sucre, para el martes. Al volver
paseamos por el mercado y ocurre la tragedia. A Flopa, que es tan cariñosa como
confiada, no se le ha ocurrido mejor cosa, que guardar la cartera en un
bolsillo de la chaqueta, sin cremallera y en un momento dado, en que estamos
arremolinados mirando unas películas en CD, se da cuenta de que le ha
desaparecido, con parte de la documentación, la tarjeta del cajero y los
sesenta dólares, que le quedaban. La rabia y la pena nos invaden por momentos,
aunque ella muestra una entereza no habitual, en una chavala de 20 años
Lo peor de
todo va a ser, cuando se lo cuente a su madre, que le había comprado un
bolsillo interior, precisamente, para que llevara el dinero y los documentos, a
buen recaudo. El incidente da lugar, a que nos pasemos un buen rato hablando de
robos en los viajes. A Flopa, ya le desapareció otra vez, una cámara nueva, de
300 euros y a Flor, le robaron no hace mucho, dinero del equipaje en la
frontera, entre Argentina y Brasil. A nosotros, afortunadamente, no nos han
desvalijado nunca, pero conocemos muchas historias muy tristes, en esta
materia.
Pasa la
noche. El día ha empezado algo convulso, porque a lo que le ocurrió la anterior
tarde, a Flopa, hay que añadir, que a otra argentina, de las que viajan en
nuestro grupo, a la mina de Cerro Rico, ayer también la robaron, mediante la
técnica del “escupitajo”, que es una variante de la de la “mancha”. Alguien, se
acercó y la escupió en la cara y seguidamente, dos buenos y amables
samaritanos, fueron a ayudarla y a limpiarle la saliva y lo que realmente le
limpiaron, en ese momento de confusión, fue la cartera.
También, la dueña de nuestro
hostal nos ha contado, que a una de sus huéspedes, la asaltaron, la jornada
precedente, a punta de cuchillo.
En otro
orden de cosas, nos estamos empezando a acostumbrar, a cierta hostilidad, de
algunos radicales bolivianos, que ya no solo están molestos con nuestros
antepasados lejanos, sino con nosotros. ¡Qué culpa tendremos!. Estas
conversaciones suelen concluir siempre, con la famosa frase: “Con la plata, que
os llevasteis, se podría construir un puente, entre España y Bolivia”.
El paisaje entre Uyuni y Potosí
es fantástico, pero la carretera resulta peligrosa y vemos, hasta nevar. La
terminal está lejos del centro y hay que subir para llegar, una empinada
cuesta. Estamos a casi 4.300 metros de altitud y llevamos las mochilas a
cuestas, pero subimos tan campantes. Parece, que ya estamos completamente
adaptados a la vida en el altiplano. Podemos incluso, beber alcohol, sin
deteriorar nuestro estado físico.
Potosí es preciosa. Las calles cuentan
con casas de colores y hay un montón de iglesias. Esta ciudad tiene un cierto
aire provinciano, que le da un gran encanto
La visita a
la cercana y mencionada mina de Cerro Rico, dura unas tres horas, aunque se
podría hacer en algo menos de tiempo. Puede, resultar un poco agobiante y
entraña su peligro, para personas que no estén muy en forma o que tengan alguna
discapacidad, dado que hay que afrontar tareas tales, como subir en vertical
por una angosta escalera, una distancia de 15 metros, a casi 4.300 de altitud.
También, es fácil poder tropezar y caer por alguno de sus pasillos e incluso –y
así mueren decenas de mineros cada año-, resbalar y precipitarse por agujeros,
que van a llevar hasta la muerte.
Pero, merece la pena hacer esta
pequeña expedición, para sentir lo que es el trabajo duro, al menos por un rato
y ver las condiciones medievales en las que laboran los mineros. Y es, que en
la mina, hay unos cincuenta muertos cada año, bien fruto de las duras
condicione de trabajo o de descuidos e imprudencias, motivada porque los
trabajadores están casi todo el día, en un estado de drogadicción y perpetua
borrachera, provocadas por las hojas de coca y el alcohol de 98 grados.
Por supuesto, las viudas de estos
hombres no tienen ningún derecho, ni pensión. Los mineros trabajan sin
contrato, pueden ser despedidos en cualquier momento y sin indemnización
alguna. No disponen de seguridad social, ni derecho a bajas laborales
remuneradas, a invalidez permanente o transitoria. Y aún así, se sienten unos
privilegiados, porque ganan unos cien bolivianos al día –unos 10 euros-, cuando
el salario medio mensual en el país es de unos 500.
Mina de Cerro Rico, en Potosí
Todas estas cuestiones, nos dejan
bastante impresionados. Realmente, mucho más que ver los procesos habituales de
la mina y a los obreros picando el mineral, trasladándolo en carretillas o
escuchar las explosiones, que provocan la apertura de las vetas y un gran
estruendo, a través de las galerías.
Uno de los momentos estelares de
la mañana, es el encuentro con el Tío, el amigo de los mineros y el dueño de la
mina, representado en forma de pintura, en una de las paredes de una estrecha
galería. También se nos explica el tipo de ofrendas que se realizan a la Pacha
Mama (la tierra) La más básica siempre consiste, en derramar sobre el suelo
algo del líquido, que a continuación, va a ser bebido.
Antes de
encaminarnos a La Paz, acometemos la visita de Sucre. ¡Es una ciudad colonial
maravillosa, a la que debimos, dedicar algo más de tiempo
Sucre