Este es el blog de algunos de nuestros últimos viajes (principalmente, de los largos). Es la versión de bolsillo de los extensos relatos, que se encuentran en la web, que se enlaza a la derecha. Cualquier consulta o denuncia de contenidos inadecuados, ofensivos o ilegales, que encontréis en los comentarios publicados en los posts, se ruega sean enviadas, a losviajesdeeva@gmail.com.

miércoles, 18 de septiembre de 2024

Las últimas sensaciones del undécimo viaje largo

           Y poco a poco, fueron aflorando en mi mente, los recuerdos de los últimos días de viaje: el encontronazo con unos maderos en el aeropuerto de Delhi; las mil quinientas rupias o dieciséis euros -pasó de verdad, no fue un sueño -, que nos pidieron en el cutre y minúsculo duty free de Ahmedabad por una lata de 🍺 cerveza de medio litro; los helados de leche de camella o azafrán iraní del zoco del oro de Dubái; los bombones del aeropuerto de Abu Dhabi; el aperol y el limoncello, encontrados en Fiumicino, que consumimos gratamente, mientras escribo esto...

          Haya hueco en esta entrada para narrar las últimas sensaciones del viaje.

          -DOLOR: unos intensos y persistentes pinchazos en el abdomen me llegaron a asustar, en nuestro primer día en Chipre. Después de un par de horas y tal, como vinieron, fueron desapareciendo, el lo que fue el único dolor físico de este undécimo periplo largo.

          -BALSAMO:  después de un par de noches de aeropuerto, en Abu Dhabi y Lárnaca y antes de otras dos, en Roma, el hotel chipriota -el más caro de todo el viaje-, resultó ser un fantastico y anhelado elixir, que nos sacó durante casi un día del estresante -aunque, emocionante- dilatado retorno (cinco vuelos, por los siete de la ida)

          -OLOR A PESCADO Y MARISCOS FRESCOS: la intensa y persistente fragancia que nos habia acompañado en India, casi por dos meses y consistente, básicamente, en tufo a patatas, garbanzos y chapatis quemados, fue sustituida en Chipre por el incomparable olor a mariscos y pescados frescos de los restaurantes junto al mar, en Lárnaca. Lastima que el presupuesto solo diera para el omnipresente desayuno inglés, que por seis euros te llena a base de huevos, bacon, salchichas y alubias. 

          -CAOS DEL AEROPUERTO DE LÁRNACA: el embarque más insufrible, estresante y agónico, que hayamos padecido en casi trescientos vuelos. Hora y media después de dar la vuelta a seis largas filas para mostrar el billete y otras tantas para el pasaporte - no entendemos el motivo, porque Chipre e Italia son Unión Europea- y para el control de equipajes. Y para colmo, delante nos tocó una familia estúpida y mal educada.

          -EL FRESCO: porque al llegar a Roma y después de mucho tiempo, disfrutamos de esa agradable sensación proporcionada por la transpirable brisa.

          -FRIO: el fresco se transformó en tal, durante la última noche en Fiumicino y lo pasamos mal, rechinando los dientes, sin jersey y en pantalones cortos.

          -LAS PANTALLAS: criticamos a jóvenes y adolescentes, por estar todo el día mirándolas, pero los adultos y en los aeropuertos, tampoco tienen otra forma de entretenerse. Acabar encontrando sitio para cargar el móvil termina siendo más valioso, que una medalla olímpica o hallar un trabajo digno.

sábado, 14 de septiembre de 2024

Comiendo gratis, durmiendo caro

 


         Pasamos la mañana tomando cervezas strong en el aeropuerto de Abu Dhabi. Naturalmente, hay, que camuflarla, vaciando en el baño las latas en una botella de agua de dos litros y bebiendola dentro de una bolsa opaca de tela. Después, comimos las últimas riquísimas bondas del viaje, compradas ayer en el Lulu de al lado de la estación de autobuses. Siempre he dicho, que la mejor comida india se vende en Emiratos.

          El vuelo de Wizzair, a Larnaca, debía partir a las cuatro de la tarde pero lo hizo con una hora de retraso. Llegamos al destino a más de las nueve, por lo que ya no tenía sentido bajar a la ciudad a tratar de comprar algo. Sin embargo, recibimos una estupenda sorpresa: al lado de una papelera y en la calle, nos topamos con dos cervezas, una lata de medio litro y otra de tercio. ¡Menudo recibimiento y pudiéndolas beber sin ocultarnos!

          Dormimos extraordinariamente y por la mañana llegaron nuevos regalos, procedentes de los desayunos de los hoteles, alguno incluso, de cinco estrellas: bocadillo de jamón York y queso, otro de mortadela, dos sandwiches de bacon y queso, tomates, pepinos, fruta diversa, croissant, un plumcake, yogures, cuatro latas de refresco, zumos, agua...¡Nos ponemos a comer, como el tío Tenazas, durante todo el día!

          Después, bajamos a Larnaca, caminando. Son seis kilómetros por una cómoda acera. De camino contemplamos con pena, como el lago salado, que vimos hace doce años se ha secado.

          Tratamos de buscar cobijo en uno de los apartamentos, donde estuvimos entonces, pero están muy deteriorados y okupados por trabajadores precarios e inmigrantes. A punto de caerse y llenitos de basura.

          No cuesta mucho encontrar un hotel y finalmente, nos toca pagar el más caro del viaje (36 € y con baño compartido). 

          Salvo el paseo de la playa, la ciudad está hecha un cacharro, mucho peor de lo que recordábamos y el calor no da tregua, a pesar de encontrarnos a mediados de septiembre. Sin embargo, hemos visto más guiris aquí, que en los restantes sesenta y siete días de viaje 

          Mañana por la noche, si no hay novedad, volaremos, a Roma.

Desde Dubái, hasta el aeropuerto de Abu Dhabi

           Sobre las diez de la mañana, cuando comenzaban a abrir las tiendas del zoco del oro, dejamos atrás nuestro confortable y fresco hotel de Deira, para tomar la barca -no existen puentes -,que en escasos minutos cruza la ría y te deja en Burj Dubái, zona en la que se encuentran también, la estación de autobuses, la tienda de la cerveza y el alcohol -para comprar, hay que presentar un pasaporte extranjero, a diferencia de Abu Dhabi- y el Carrefour.

          Burj Dubái es un núcleo urbano más desordenado y con menos encanto, donde contemplar algunas mezquitas,un fuerte y el barrio histórico, bonito en nuestras anteriores visitas y desastroso en la actualidad, debido a las numerosas y entorpecedoras obras.

          Cambiar dinero en Dubái, resulta mucho más ventajoso, que hacerlo en Abu Dhabi, donde se imponen las costosas comisiones, que llegan casi, a la usura. Conseguimos incluso, canjear las rupias sobrantes a una buena tasa cuando pensábamos, que nos las íbamos a comer con patatas (alu, en hindi)

          Pero para cambio, el de la temperatura. El cuerpo sufre lo suyo, cuando pasas de los soleados cincuenta grados de la calle, a los dieciséis, al entrar en un zoco o en un centro comercial.

          A las dos de la tarde y después de tomar comida preparada del Carrefour, nos subimos al bus, hacia Abu Dhabi ( dos horas y veinte). Y lo hicimos enfadados. No por la casi ausencia de aire acondicionado, que también, sino porque el sistema de transporte público, es claramente perjudicial para el turista. Te obligan a comprar una tarjeta, aunque sea para un solo viaje, en vez de darte un billete individual. Y además, una para cada uno. A eso, hay que añadir, otra para el metro -tampoco venden billete sencillo y en Abu Dhabi, una temporal -para un mes-, con una recarga mínima de unos ocho viajes, aunque, como era nuestro caso, solo hicieramos uno.

          En este caso, nos tomamos cumplida venganza: no la validamos en la máquina del vehículo, con lo que el plazo no ha empezado a correr y nos servirá entera para un futuro viaje a la ciudad (llevamos tres este año)

          En Abu Dhabi hacia mucho calor, pero a diferencia de julio, donde no aguantábamos ni un cuarto de hora, paseamos durante casi doscientos minutos. Llegamos hasta la Corniche, cosa imposible hace dos meses

          La tarde y tras las últimas compras de alcohol y comida, nos trajo un último susto. Por segunda vez en este viaje, mi pareja perdió la mochila y tuvimos, que bajarnos en marcha del bus del aeropuerto. Afortunadamente, aquí la gente es bastante honrada y no se llevan lo ajeno. 

          En la terminal comenzó la recolección de lo que se va dejando la gente, antes de tirarnos,  a dormir : bombones de dos clases, chocolatinas, bolsas de té con leche y cardamomo, champús, almendras y nueces, ropa, salsa fuerte de queso, mayonesa, cr.ema para la cara y toallitas limpiadoras.

Mezquita de Larnaca


 

Larnaca, en Chipre

 






miércoles, 11 de septiembre de 2024

Dubái, doce años después

          En inmigración, tampoco nos trataron demasiado bien, pidiendo excesiva documentación, almacenada en la parte de abajo del baúl del correo electrónico, cuando se veía a la legua, que todo era correcto y además, nos íbamos del país.
   
          En Emiratos, también tuvimos problemas para entrar, teniendo que ir a tres mostradores diferentes, porque la máquina no tomaba bien mi foto. Pero estos árabes son otra cosa, personas mucho más amables, dicharacheras, comunicativas... Uno de los maderos se sacó de la chistera, que si íbamos a Dubái, de luna de miel, cuando se ve a la legua, que llevamos casi cuatro décadas juntos. Y ahí, nos echamos todos unas risas y la situación fluyó. Y si no, el Real Madrid y el Barsa, también son un buen recurso.

          Por lo demás, el vuelo a Dubái también salió puntual y llegó en hora. Índigo nos ha parecido una compañía bastante correcta -algo cara, pero no había nada más barato - con trato frío, pero correcto y asientos con buen espacio.

          Eran las seis de la mañana, amanecía y salimos del aeropuerto, después de haber reservado en la zona de Deira, el hotel elegido en los últimos días, sin fianzas, ni libros de familia.

          Decidimos que iríamos andando -reposando en las paradas de autobuses, cerradas, que hay por el camino, con aire acondicionado, que no existen en Abu Dhabi - y como el check -in no era hasta la una, nos vimos toda la margen de la ría Creek Dubái, ocupada por alguna mezquita y decenas de zocos. El paisaje se afea, porque están inmersos en complejas obras de mejora de la ribera.

          La tarde entera, la pasamos en la habitación y para mañana hemos dejado la otra margen de la ría, antes de tirar para Abu Dhabi.

          Hace mucho calor -47 de sensación térmica -, pero hemos aguantado ocho horas en las calles y en julio, no llegamos a una, sin entrar en un complejo comercial ( en el centro de Deira no los hay).

Desquiciante, anodino y accidentado Adiós 🫂 a India

           Tal, como habíamos previsto, apuramos hasta la hora del check out del hotel, el domingo, al calor de unas cervezas strong. La mañana resultó bastante fructífera, porque conseguimos hacer el check in on line de los dos vuelos de Índigo. No nos dieron unas tarjetas de embarque válidas, pero al menos, nos asignaron asiento gratuito, uno detras del otro en la misma letra.

          También encontramos una forma de no ir a la T3 y tener, qué coger el burocrático bus entre terminales. Combinando la línea amarilla y la magenta del suburbano, llegamos, directamente, a la T1.

          En Delhi, solo te dejan entrar al interior del aeropuerto, cuatro horas antes del vuelo, mientras en Ahmedabad, al día siguiente , fueron seis. Así, que tuvimos, que tirarnos fuera a dormir, siendo devorados por el calor, las impias moscas y una selección de mosquitos muy hambrientos.

         El vuelo -medio vacio- partió en hora y a las siete de la mañana, ya estábamos en Ahmedabad, con más de 19 horas de escala. Parecía, que nuestra combinación aérea la hubiera comprado algún desagradable enemigo.

          Como bien pensábamos, iba a resultar más fácil ir al Iskon de Hare Krishna, que al centro de la ciudad, donde ya estuvimos en 2011. Se tarda en llegar más de media hora. Arquitectónicamente, no vale mucho, pero sí los ritos, rezos y tradiciones, que allí dentro se desarrollan. Como premio a ser los únicos guiris, nos invitaron a desayunar.

          El resto  del día fue para olvidar y enterrar. Paseo arriba y abajo de una terminal a otra, evidentemente, sin pasar desapercibidos ante los militares, que tenían tomado el aeropuerto y que nos dieron tanto la brasa, que acabaron con nuestra ya escasa paciencia. ¡Que pesados son aquí todo el mundo!

          Para colmo, cayó la mundial. Menos mal, que encontramos un wifi libre y abierto, porque el del exterior  de las terminales solo está pensado para teléfonos indios (el del interior te dan un código con el pasaporte)

          A media tarde, tomamos una decisión: facturariamos las dos mochilas, porque las llevamos hasta arriba de botecitos de alcohol, que no acarreea problemas en los aeropuerto s-100 mililitros-, pero es, que los espirituosos son ilegales en este estado de Gujarat, desde 1960 -producción, compra y consumo- y aunque los traemos de Delhi, vaya a saber uno, la legislación, que nos podrían aplicar, multas, castigos... y quien sabe qué 

          Para ello, fuimos al mostrador y nos dieron el mismo coñazo, que ayer. Que después de Dubai, adonde íbamos, que les mostráramos los siguientes billetes, sin saber, que no necesitamos de boletos de continuación, porque podemos estar en el país, durante 90 días

          Pero ell@s se divierten, ponen en riesgo tus vuelos y tu viaje y cuanto más ignorantes y desinformados están, más listos se creen y más crecidos van por sus vidas de mierda.

Zoco del Oro 🥇, de Dubái


 

Zocos de Dubái


 

Dubái Creek


 

Zoco de las especies, en Dubái


 

Mezquita en Dubái


 

domingo, 8 de septiembre de 2024

Comienza la cuenta atrás: nueve días para el final del undécimo viaje largo

           Aunque habíamos estado por allí apenas hace siete meses, decidimos pasar nuestro último día completo, en Delhi, por la zona de la mezquita y de la remozada Chandni Chowk , porque además, por haber por allí mayoría musulmana, se come mejor y más barato. 

          Pero de camino al metro de New Delhi nos zampamos un biryanis de pollo y unos momos y nos entró la pereza. Y es, que en el suburbano de Delhi son también muy pesados con la separación de colas por sexos y los molestos registros. Y después, si consigues entrar al vagón, todos bien apretaditos.

          Así, que finalmente, nos quedamos por la zona del hotel y cuando completamos la logística del día, nos refugiamos en el potente aire acondicionado de la habitación, porque la sensación térmica, a pesar de no haber sol, rondaba los 40°.

          Mañana agotaremos el check out del hotel, comeremos algo y haremos las últimas compras. De madrugada , volaremos a Ahmedabad, en el que es nuestro único periplo interno aéreo de todos los viajes, a India. El metro te deja en la terminal internacional -la 3- y nosotros salimos de la de nacional (1). Pues bien: hay un autobús gratis, que une ambas, pero a lo indio. Debes mostrar tu tarjeta de embarque, rellenar un formulario -como no- y así, obtener un billete. Si no, veinticinco rupias, al canto.

          En Ahmedabad, pasaremos casi veinte horas, por lo que o bajaremos al centro o tomaremos un autobús al Iskon de Haré Krishna. Lo que sea más sencillo.

        La madrugada siguiente y también con Índigo, aterrizaremos en Dubai, ciudad, que no visitamos desde hace doce años. Estamos teniendo dificultades para reservar alojamiento, porque o piden fianzas abusivas -rondando los cien euros- o certificado de matrimonio y evidentemente, no nos hemos traído el libro de familia.

          El jueves, autobús a Abu Dhabi, para al día siguiente, volar a Larnaca, con Wizzair. Allí, haremos noche y a última hora del domingo y con la misma compañía, embarcaremos para la ciudad eterna.

          El martes de madrugada y con Ryanair, completamos el ciclo aéreo, uniendo Roma y Santander. De ahí, el  ALSA, a Valladolid, donde pretendemos llegar, durante la tarde del día 17 de septiembre, yéndonos  a un total de 71 días de viaje.

sábado, 7 de septiembre de 2024

Andanzas de monos ladrones e indios pesados (lo son casi todos)

          Dándole vueltas, hemos llegado a la conclusión, que lo del robo de las gafas por parte del mono, fue una trama organizada. Si no, sería imposible, que de repente, como ocurrió, apareciera tantísima gente de la nada. El operativo funcionaria así: al mono le han enseñado a robar objetos de valor a los turistas. Por devolverlo, el animal recibe una pequeña recompensa en forma de comida o zumo y los lugareños le sacan una cifra importante al viajero, por heroicamente, haber recuperado el bien hurtado. Pero les salió mal, porque no nos sacaron ni una rupia.
  
          De hecho, un concienzudo estudio concluye -según hemos leído -, que algo así ocurre en el templo de Uluwatu, en Bali. Aunque en este caso, el personal del lugar sagrado hacen de intermediarios entre mono y turista poco precavido, sin sacar nada a cambio. La negociación más larga fue de veinticinco minutos y los objetos favoritos de los primates son, los móviles, las billeteras y las lentes graduadas. Lo que no cuenta el artículo es, si los monos aprendieron está técnica por si mismos o fue cosa de humanos.

          En Delhi, seguimos apurando la estancia en India y aguantando la dura vida cotidiana de la ciudad, casi ya a cambio de nada. Ya casi, nos enfadamos por todo y eso, que sabemos que es lo que hay: que el tránsito a pie es imposible, que son muy mal educados y que las moscas, comparadas con los indios y en cuanto a pesadez son monjas ursulinas. Y todo mientras vemos a una vaca tragarse un plátano de una sola vez y con cáscara, escupiendo solo el rabo.

          Lo de pesados lo son a nivel individual, grupal e institucional y no se sonrojan por ello. 

          Está mañana, nos han entrado, al menos cinco ociosos indios para informarnos de algo, que no habíamos preguntado. Que si por aquí no se va al metro; que si anda para allá, que hay un mercado; que si esto es el downtown... Y todo, para romper el hielo y ver si te sacan algo.

          Después, hemos cogido el metro para ir al templo Askardam y nos han dicho, que no tenían cambio de 500 rupias para pagar sesenta en la ventanilla y se quedan tan anchos. Y tú, a buscarte la vida con los comerciantes -o como se te ocurra-, que tampoco lo tienen.Lo de la vuelta en este país es un problema tremendo y eso, que el billete mayor equivale a 5€.
  
          Y ya en el templo, ha sido el acabose, poniendo a prueba nuestra paciencia, que no es mucha porque nuestro indiómetro ya ha colapsado.

          Primero, un control no muy exigente de bultos para acceder a una zona de verjas y caminos trazados, mientras por los altavoces van recitando, los objetos prohibidos, que son casi todos, incluyendo móviles, cámaras, comida o bebida. Recuerda bastante a las películas de los campos de concentración de los nazis. Todo lo debes dejar en la consigna.

          Después, te entregan un papelito, que debes rellenar, detallando tus pertenencias. En el depósito de bultos comprueban, que has dicho la verdad y te hacen hasta una foto, para que no las pueda recoger otra persona.

          El siguiente paso es la separación en colas por sexos y un severo registro. Me libré de quitarme el cinturón y no, como les ocurrió a los indios, que estaban delante de mi.
 
          Y cuando piensas, que has terminado, pues va a ser, que no. Como llevo pantalón corto, debo pagar una fianza por un faldamento naranja, que me devolverán a la salida (dan recibo).

          El templo parece antiguo, pero fue construido en 2005. Es precioso, pero no os lo podemos enseñar, porque la única foto que puedes obtener -videos nada- es pagándosela a ellos y no es digital.

          Al menos, hoy, hemos obtenido la mejor tasa de cambio del viaje: noventa y cuatro rupias por euro.

viernes, 6 de septiembre de 2024

Parque temático de la decadencia apocalíptica, hiper excitante y adictivo

           Todavía nos sentimos impresionados por los momentos vividos ayer, en Vrindavan. Fueron poco más de tres horas allí, pero el chorro de emociones e imágenes resultó tal, que nos pareció mucho más tiempo. En todo momento, nos sentimos partícipes de esta especie de parque temático de la decadencia apocalíptica, hiper excitante y adictivo. Cuanto más horror y caos veíamos, más queríamos seguir mirando.

          Hace unos años no entendíamos por qué determinada gente repetía viaje tras viaje, a India, hasta la saciedad. Pero es, que en el sitio, donde menos lo esperas, aparece petróleo, bien en forma de patrimonio monumental, bien en emociones -generalmente contradictorias -, bien en experiencias únicas.

          Nosotros, hace un mes y después de cinco viajes y pico al país, no teníamos ni idea de la existencia de Vrindavan. Hoy, los momentos imborrables vividos allí, permanecerán en nuestras mentes de por vida.

          Estamos en Delhi, donde vamos a pasar cuatro noches en total, antes de partir el lunes próximo al mediodía para el aeropuerto. Ayer, estuvimos en el mejor hotel de todas nuestras estancias en esta ciudad -en general aquí, son bastante deficientes-, pero hoy hemos cambiado a otro, que habíamos reservado por Booking, algo más barato y con aire acondicionado (segundo en India y quinto del viaje).

          Hoy, nos hemos reencontrado con el templo sij, que supuso el pistoletazo de salida del anterior viaje largo -el décimo- y la sensación ha sido extraña. También, con los monos de los templos Ganesh y Hanuman, que nos persiguen por toda la nación, allí donde vamos.

          Estamos felices porque hemos conseguido el 95% de los objetivos. Y aliviados, por olvidarnos para siempre de las oficinas de reservas de las estaciones de tren; de los vagones de segunda clase; de las apps de Indian Railways; de los autobuses de trayectos cortos; de los eternos check in de los hoteles; del omnipresente olor a chapati y patata; del zoológico animal universal que transita por todas las ciudades; por la falta de cambio de los comerciantes; de las situaciones absurdas que cada dia se generan en este país por ser tan pesados; estrictos en lo banal y cuadriculados en el resto; en de la tardanza en las pequeñas compras...

          Y digo forever, porque tenemos la sensación y la intención, desde la calma y el disfrute actual, de que ya nunca volveremos, a India. Y alguien nos dirá: "¿No os gustaría regresar dentro de veinte años, a ver, que ha cambiado?". La respuesta es clara y contundente: ¡NADA!

          Si a alguien le apetece, nosotros regalamos cuatro meses de visado vigente, a India.😉

¡Y volvimos al mismo templo, siete 🕖 meses después!


 

Parte trasera del templo Sij, en Delhi

 


Templo de Hanuman, en Delhi


 

Templo de Ganesh, en Delhi


 

jueves, 5 de septiembre de 2024

Monos robagafas, en la ciudad de las viudas

           Nos despertamos a las cinco de la madrugada y media hora después y sin haber amanecido, ya estábamos a la captura del primer cacharro, que nos llevará a la estación de tren. Se regatea bien a esas horas, a pesar de la escasa oferta.

          Perdimos un convoy, a Matura, por segundos, pero no tardo mucho en pasar el siguiente. Nos tocó ir de pie, durante la hora de trayecto.

          En la puerta de la estación de Matura, cogimos un segundo cacharro -esta vez compartido -, que sale mas barato. En media hora estamos en Vrindavan.

          El camino hasta el centro son dos kilómetros, con no demasiado tráfico, pero con multitud de monos descontrolados y canallas. Con el madrugón, mi pareja no se había puesto las lentillas y llevaba las gafas. En un instante y sin ni siquiera rozarla, uno de ellos se las quitó y se fue al galope. Desconcierto y shock. Entonces aparecen un grupo de unas diez mujeres de diferentes edades . Pensamos, que vienen a ayudarnos, pero no. Quieren dinero: concretamente, cien rupias, no sabemos si para todas o de forma individual . Mientras un señor, ha recuperado los anteojos y también quiere cobrar por ello. Una de las patillas está  severamente mordida. ¡Huimos de allí!

          Desconcierto sí, pero sorpresa ninguna, porque habíamos leído a unos chicos, que les quitaron las de sol. Yo le dije a mi pareja en el tren, que las guardara, pero es muy tozuda y no hizo ni caso.

          Hay, que decir, que hemos salido de la ciudad de las viudas, impresionados y algo temerosos y eso, que tenemos más de cuarenta mil kilómetros por este país.

          El 33% de la población de este lugar son mujeres, que han perdido al marido y que han acabado aquí. El resto: peregrinos devotos, sadus vividores, mendigos de todas las edades y secos, maestros de rituales... Tienen todos algo en común: piden dinero.

          Además, vacas malolientes, cabras, perros vagabundos, serpientes para tocarlas y hacerse fotos, millones de moscas, los monos... Y también basura y fluidos, para aburrir y mucha policía, viendo la vida pasar, sin hacer nada.

          En ningún lugar del mundo, hemos padecido tanta agresividad global, como aquí .

          Pero el sitio está bien y es muy auténtico -demasiado quizás - con su serpenteante casco histórico de calles estrechas y abarrotadas, sus templos mal mantenidos y sus deteriorados ghats, donde se puede tomar una embarcacion para el paseo. ¡Ni de coña! 

          Y una actividad comercial trepidante, que gira en torno a las ofrendas de los templos -se pegan por ser los primeros en entregarlas-, consistentes en flores, comidas, velas y unos carísimos dulces de aspecto asqueroso (forma de albondiguillas oscuras).

          Un nuevo cacharro compartido nos devolvió a Mhatura. Por el camino vimos una tienda de alcohol. Será, que está fuera del radio prohibido de diez kilómetros de los templos.

          Tuvimos suerte y al llegar a la estación, cogimos un tren inmediato para Delhi, donde estamos ahora, esperando los vuelos de regreso. Está vez pudimos sentarnos y el convoy llegó puntual.

          Los vídeos no hacen justicia con Vrindavan. Primero, porque es muy difícil grabar en sus calles atestadas y segundo, porque obramos con mucha cautela para que nuestro móvil no cayera en las garras de los rápidos e implacables monos.

          Vrindavan ha sido la guinda premium a este sexto viaje por India y undécimo largo.

Por las caóticas calles de Vrindavan


 

Templo antiguo en Vrindavan


 

Otro de los ghats de Vrindavan


 

Ghats de Vrindavan


 

Interior de un templo de Vrindavan


 

miércoles, 4 de septiembre de 2024

Desayuno aparatoso, después de haber completado el puzzle de los vuelos de regreso.

           Aquí seguimos, en Agra, tan ricamente, gobernados por la tiranía de la vagancia, después de que la tarde anterior hubiéramos pasado once horas, buscando y reservando vuelos.

          Esta mañana después de desayunar, nos sentimos agobiados por un par de personas, que se mostraron de muy mala manera. Más de lo habitual aquí, que ya es mucho. Se acercó un hombre y nos pidió dinero y luego otro, que muy borde, nos solicitó cien rupias. Tuvimos, que mostrarnos muy agresivos para repeler la agresión y que nos dejaran en paz. De todas formas, nos extrañó, porque salvo las viudas o repudiadas, en India los adultos no suelen pedir pasta.

          Seguimos caminando y al rato, mi pareja me dice:

          - Ya sé por qué nos persiguen esos hombres árabes 

          - ¿Por qué?- le contesto yo, absolutamente intrigado-

          - Se me ha olvidado pagar los biryanis de pollo del desayuno.

          Retrocedimos aprisa y saldamos la deuda con cierta vergüenza.

          Anécdotas incómodas al margen, os detallamos como queda nuestro regreso con todos los vuelos confirmados:

          - 10 S. Delhi - Ahmedabad, con Índigo y con diecinueve horas de escala

          - 11 S. Ahmedabad - Dubai, con la misma compañía y reserva. Hemos pagado por ambos vuelos 130€, lo que es muchísimo, teniendo en cuenta, que a la ida, por algo similar, abonamos 69.

          - 13 S. Abu Dhabi - Lárnaca, con Wizzair, por 50€.

          - 15 S. Con la misma compañía y por 38 pavos, vuelo a Roma, desde Chipre.

          - 17 S. Y por 15€, Roma -Santander, con Ryanair.

          Mañana, si no nos lo ponen muy difícil, arribaremos a Vrindavan, vía Matura. Carne y alcohol no veremos, por "la santidad de los templos", pero seguro, nos atiborraremos de basura, meados, vacas malolientes y molestos monos.

Adiós 🫂 al Taj Mahal y a Agra


 

martes, 3 de septiembre de 2024

Pisando el freno: Vrindavan debe esperar

           Nos levantamos tan convencidos de irnos a Matura y a Vrindavan, que sobre las nueve, cogimos un cacharro hasta la estación de tren. El chaval, que nos llevó, era joven, honrado y prudente en la conducción.

          Ya por el camino, le fuimos dando vueltas a varias cosas. Por un lado, quizás no era buena idea pasar dos noches en Vrindavan, donde no debe de haber demasiados alojamientos, que acepten extranjeros. Por otro, ayer leímos, que en ambas poblaciones han prohibido la carne y el alcohol, desde 2021 y deben ser bastante expeditivos -los propios vecinos- con quien sospechan , que las posea y no nos apetece pasar mucho tiempo allí.

          Y por último y más importante, anoche y ya de madrugada, vimos tarifas interesantes de avión, que podríamos perder, si dedicamos el día a viajar y ver templo y ghats. Por tanto, decidimos aplazar la visita para mañana, madrugando, para llegar hasta Delhi y así, no hacer noche en Vrindavan.

          ¿Qué hacer entonces con el día de hoy? Primero, decidimos tomar un hotel en la estación, para estar cerca de ella mañana. Pero son caros y ponen demasiadas trabas. Así, que a lo tonto, nos pusimos a caminar y sin distracción -el camino es semisalvajes y cómodo -, regresamos hasta la zona del Taj Mahal, distante siete kilómetros. 

          Por no dar explicaciones, nos alojamos en otro hotel de las mismas características y de idéntico precio. Un viejo ocioso, que observó nuestro check in, nos enseñó su colección de billetes, entre los que tiene uno de cien pesetas de Falla.

          Tomamos aire, dando un paseo y contemplando en los ghats, a niños sacudiéndose de lo lindo, a chanclazos. Otros se dedican a espantar a los pájaros con muy malas artes. ¡ Así son luego de adultos! Y acto seguido, asistimos a una boda muy festivalera, en la que el anfitrión lanza billetes de diez rupias y casi se matan por ellos. Hasta el de la trompeta deja el instrumento para recoger su parte.

          A estas horas, llevamos ya nueve buscando vuelos y ya hemos comprado un par de ellos. Nuestro recorrido de vuelta será: Delhi - Abu Dhabi -Larnaca -Roma -Santander.

lunes, 2 de septiembre de 2024

Un conductor salvaje, nos devuelve a Agra diez años después

           Al final y como no habíamos conseguido reserva en slepeer, optamos por el autobús nocturno, para cubrir las seis horas y media de trayecto, entre Lucknow y Agra. Cuesta cuatro veces más, que la caótica segunda del tren, pero te garantizas un asiento, seguridad y cierta comodidad ( las empresas privadas por el mismo precio ofrecen más confort).

          La llegada a Agra resultó traumática y aún pudo ser mucho peor. Bajaba el último del autobús y el hijo de puta del conductor -condujo medio loco toda la noche-, arrancó, cuando todavía estaba en la escalera. Caí, precipitadamente, de espaldas y tuve habilidad y suerte para no golpearme en la cabeza. Los dolores en el hombro y brazo derecho son leves, aunque molestos.

          La estación de autobuses está en el quinto pino, así, que regateando ferozmente, conseguimos un cacharro, que nos llevase hasta la de trenes de Fort, donde constatamos algo, que ya sabíamos por la app: solo hay un tren directo a Matura, por lo que mañana deberemos ir a la de las afueras. Desde ahí, fuimos andando al Fuerte y al Taj Mahal, por el mismo camino que decenas de veces en el pasado.

          Poco ha cambiado en Agra en una década, salvo los precios del mítico monumento y un menor número de visitantes. Son 1.300 rupias para los guiris -50 para indios- o lo que es lo mismo, el importe de la entrada a la Alhambra de Granada, el equivalente a tres noches - si sumas los dos - de nuestro hotel actual, a 4,500 kilómetros de tren en slepeer, a 50 biryanis de pollo, a 260 samosas o bondas, a 150 botellas de agua de litro... Hemos venido cuatro veces a esta ciudad y seguimos sin entrar al Taj Mahal, sin remordimiento alguno.

          El ochenta por ciento de Agra huele a ciénaga y alcantarilla y el otro veinte a basura. Sin embargo, tiene varias zonas semi peatonales -imposible quitar las motos y las bicis - por donde el paseo resulta agradable, a pesar de la presencia importante de monos - no lo recordábamos - y de los impíos pelmas, que te agobian cada diez segundos, enlazándose unos con otros.

          Los hay de todo tipo, pero los peores son los del transporte, en lo que es un sinsentido, porque todo lo de ver, dormir y comer está al lado y el fuerte desde el pasado marzo, está conectado por el nuevo y flamante metro, que de momento, solo dispone de seis estaciones.

          Resulta imposible discernir, si aquí son más maleducados y pelmas, que en Varanasi, aunque creemos, que junto con Cuzco, en Perú, forman el desagradable podio.

          El restaurante, donde desayunábamos por 25 rupias, ha cambiado de dueño y ahora cobra 150. Estaba lleno, entonces y hoy, no hay nadie. También hemos pagado la cerveza mas cara de todo el país. 

          Ayer, en Lucknow cayó la mundial y refrescó y aquí, ni una sola gota.

          Eso sí, hemos obtenido el mejor cambio, por los euros, de todo el viaje 


El último de Agra


 

Boda 💒 india, en Agra


 

Él Taj Mahal, desde la terraza del hotel


 

Taj Mahal, desde los ghats en el río Yamuna

 


Otra mezquita de Agra


 

Mezquita, en Agra


 

Templo hindú, en Agra y montaje de fotos