Dos temores nos invadieron antes de comenzar este trepidante viaje. La dificultad para encontrar alojamiento y su alto precio una vez dejadas atrás las grandes ciudades de Campania y Puglia y los constantes cambios de transporte público para distancias minúsculas (a veces, un par de ellos, para 50 kilómetros). Después de cinco días de viaje -casi la mitad -, lo que hemos constatado es que de momento, lo primero está muy controlado, pero lo segundo, ha excedido incluso nuestras previsiones, para mal.
Después de Nápoles, regresamos a Benevento, donde ya habíamos estado en 2010, aunque no nos acordábamos de nada más, de que todo lo monumental estaba en una misma calle. Lo confirmamos un situ y disfrutamos de su decoración navideña y de sus gentes enfervorecidas -como casi siempre, en el sur -, jurandonos no volver a olvidarnos de este lugar.
Nuestro reencuentro con Bari fue magnífico y disfrutamos de su notable casco histórico, de noche y de día. Lastima -eso en el norte no ocurre, desde hace casi dos décadas -, que patinetes, bicicletas y motos, conducidos por gilipollas consentidos y maleducados, agrien la visita a cualquiera. El núcleo principal gira en torno al corto itinerario que discurre entre la basílica de San Nicolás, la catedral y el castillo.
Alberobello nos llevó poco más de una hora. Un .mirador, un par de iglesias discretas y un entramado de bellísimas casas con dos conos y una chimenea por tejado, pero todas iguales. Nos agobiaron las hordas turísticas de enero, así que no podemos imaginar, como serán las de agosto. Algún día no muy lejano, escribiré un post sobre esta gente. Pero, sus características básicas radican en que son personas mayores de sesenta y de ciertos posibles económicos, que recorren sitios pequeños para no cansarse y que están dispuestas a dejarse un buen dinero en restaurantes y tiendas
Taranto, nos devolvió a la tranquilidad debido, a un buen apartamento -aunque algo extraño- para alojarnos y a su bonito, aunque muy decadente casco histórico. Andan en ello, para rehabilitar lo -incluida la propia catedral- pero la cosa va lenta y perezosa, a la espera de un mirlo blanco, que se haga cargo de todo esto. Esta ciudad contó en su época con una activa urbe subterránea de vida paralela, que en buena parte, hoy se puede visitar. Su castillo es hoy en día una base militar que se puede visitar de forma gratuita pero guiada.
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