Pues sí. Los viajes recurrentes de este último cuatrimestre del año están formados por situaciones, que inexorablemente, tienden a repetirse, una y otra vez.
- Los imposibles precios de los alojamientos los fines de semana, especialmente, los sábados. Y no hablo solo de Madrid capital, sino de toda la comunidad autónoma. En el primero de los casos, es casi imposible encontrar una habitación doble -las literas de hostel son algo menos caras- por menos de 80-100 euros. En el segundo, no las hay casi nunca, por menos de cuarenta y muchas veces, están a cincuenta o sesenta kilómetros del núcleo central capitalino y no comunicadas por el servicio de cercanías.
- Yo he vivido casi dos décadas, en Madrid, entre los ochenta y los noventa y no recuerdo ni de lejos, las multitudes, que se desplazan hoy en día, por la zona centro. No es cuestión de las Navidades -que también -, sino que lo llevamos contemplando cada fin de semana desde el pasado verano. ¿A dónde van?. Ni idea, pero lo más probable es, que a alguna cola.
- Y es, que Madrid es, la capital mundial de las colas. Me río yo del Moscú o de la Varsovia de los años ochenta. En un relajado paseo, te puedes encontrar veinte o treinta de ellas. Da igual, para qué: para recibir un pequeño regalo de promoción del último estreno cinematográfico, para comer paella en un mercado, para comprar helados o tomar chocolate, para hacerse un escaneo de la mano en el museo de la Fundación Telefónica, para pedir un cóctel, para una tienda de ropa...
- Los madrileños y asimilados son especialistas en andar de prisa -para ello, no dudan en llevarte por delante, sin miramientos - y cruzar en rojo, dando igual la anchura de la calle o la densidad del tráfico. Da lo mismo, que vayan a llevar a cabo una gestión urgente o que estén de puro paseo. Supongo, que los veinte años, en los que viví allí, yo actuaba de la misma manera, pero no soy consciente de ello.
- Los vigilantes de las mascarillas en los trenes de cercanías. Si tienes algún problema serio de seguridad o de integridad física, nunca los encontrarás. Pero, ¡Ay amigo, como lleves bajada o no portes en tu cara la maldita mascarilla!.
- Las tiendas de turrones. De un tiempo a esta parte y no de modo estacional, se han puesto muy de moda en el centro de la capital. Nosotros tenemos controladas más de una decena y a todas las horas del día ofrecen degustaciones de variados tipos de este dulce. Gracias a ellas, nosotros endulzamos nuestras vidas cada fin de semana. Hay, que decir, que los trozos son bastante generosos y que no dan mucho la lata, para que compres.
- La falta de cervezas, durante el sábado y el domingo, en los supermercados, que funcionan las veinticuatro horas del día. Ocurre en los Carrefour, ubicados en las plazas de Tirso de Molina y de Lavapiés y especialmente, afecta a las de cristal de litro
- Los revisores del último media distancia de los domingos, entre Príncipe Pío y Valladolid. O, más bien, que nunca los haya y no te convaliden el billete, por lo que si no lo haces antes en los tornos correspondientes, tu viaje no consta y podrías perder el bono frecuente y la fianza.
- Las reservas fantasmas. Aunque parezca mentira, hay 75000 hijos de puta en España, que han adquirido el bono, solamente, para fastidiar a los demás. Reservan plazas para completar los trenes y después no viajan. Y así, semana, tras semana, con total impunidad hasta hace bien poco.
- La RENFE o el aeropuerto de Barajas se pasan el día machacándonos con repetitivos mensajes por la megafonía. Pero, ya no solo es eso, sino que muchos de ellos están mal construidos, gramaticalmente. Es el caso de "un tren puede ocultar otro" - es, a otro - o "recuerda que tienes que estar a tu hora en la puerta de embarque para embarcar tu vuelo " -es, para embarcar en tu vuelo-.
- Los sitios recurrentes y gratuitos para hacer tus necesidades en el centro de Madrid. El centro comercial de la estación de Principe Pío, la Casa Encendida, Caixa Forum, el FNAC, la Fundación Telefónica, las galerías Canalejas...
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