Y vimos, nuestro gozo en un pozo. Porque pensamos: " como nos llevan a Nápoles, nos dejarán en el centro y nos ahorraremos el robo de los cinco euros para cuatro kilómetros del transporte del aeropuerto". Pero no. Nos desalojaron ante las puertas de llegadas, sin más opciones. Cuando pusimos nuestros pies en la estación de trenes de Puerta Garibaldi estaba amaneciendo el día de Año Nuevo.
Los severos rescoldos de la Nochevieja, tanto en el casco histórico, como en el paseo marítimo de la ciudad eran evidentes hasta para el más despistado o el más ciego. Toneladas de basura, entre las que resultaba difícil moverse, pero también, muchos productos, que serían perfectamente aprovechables, como botellas de champán casi enteras, pizzas a medias todavía templadas, botes de aceitunas machacadas recién abiertas, panetones rebosantes de chocolate frutas, snacks... Los bares, ya cerrados, aunque desprendiendo aún olores bodegueros, mantenían encendidas sus luces exteriores navideñas.
Si algunas cosas recordábamos de nuestras dos visitas anteriores, a Nápoles, eran la mencionada y omnipresente basura; los vibrantes y coloridos puestos callejeros de los inmigrantes -comida y complementos, fundamentalmente -, hoy casi inexistentes, aunque si han montado a medio gas uno de los mercadillos y los altares por todas partes, también desaparecidos en combate. Tal vez, porque los santos no debían ver de ninguna de las maneras, todos los desmanes y excesos cometidos en la última noche del año.
Pero, no todo ha sido Sodoma y Gomorra en esta madrugada infernal. Porque con el sol y el calorcito mañanero, el paseo de la bahía se llena de gente bien despierta y de runners, que contemplan, como los barrenderos llevan a cabo su trabajo, con más tedio, que efectividad.
En nuestro regreso a la estación, para tomar el tren a Caserta se hace el milagro y no es precisamente, obra del afamado San Genaro. Aparece un supermercado, de nombre Dodecá, que ha abierto a las 7 de la mañana y así continúa hasta las diez de la noche. Algo impensable, en la Italia de hace tan solo unos pocos años.
Como hoy en la capital de Campania los hoteles son caros, nos vamos a dormir, a Benevento, tras un cambio, en la mencionada Caserta. Los trenes regionales van llenos, aún siendo festivo.
Nos estamos dando cuenta a estas horas, que estás han sido las navidades menos navidades de nuestras vidas, desde que pasamos las de 2010, en Botswana, Sudáfrica y Zimbabue.
No hay comentarios:
Publicar un comentario