Una vez agotadas las placenteras vacaciones navideñas, por Puglia, tocaba volver a los viajes recurrentes por la Comunidad de Madrid, habiendo ya renovado nuestro bono cuatrimestral gratuito (por cierto, ya nos han devuelto la fianza de los anteriores de media distancia y de cercanías).
Desde el ya lejano puente de diciembre, habíamos tenido la idea de un reencuentro con la noche madrileña de nuestra época juvenil y de estudiantes de periodismo, allá por finales de los años ochenta.
Diseñamos un viaje exprés a la capital, de tan solo veinticuatro horas de duración. Nosotros somos muy buenos preparando y llevando a cabo viajes, porque actuamos de memoria, pero este plan nocturno nos generaba cierta inquietud, porque si quitamos reuniones en casas de familiares y amigos hasta la madrugada, no pisamos un garito de copas desde hace casi treinta años. La aventura tenía posibilidades de convertirse en un fiasco y así fue.
Llegamos a media tarde, cuando casi anochecía. No queríamos quemarnos desde muy temprano, porque ya tenemos una edad respetable, aunque estemos bastante sanos. Así, que paseamos hasta las diez, consumiendo solo algunas cervezas de mantenimiento. Hasta ahí, todo normal, contemplando, como la Gran Vía estaba tan llena de gente, como siempre y que la decoración navideña se hallaba a medio desmontar
Nuestro objetivo después, era pasar parte de la noche en un par de locales, que aún aguantan desde aquel entonces: Chapandaz -nos apetecía un montón volver a recordar el sabor de su leche de pantera- y el Yasta. Estuvimos a punto de acudir a la fiesta navideña de este último bar, el pasado 30 de diciembre, pero es que a la tarde del día siguiente volábamos a Nápoles y no era plan.
Antes de entrar en faena, pasamos por los bajos de Argüelles, que también frecuentamos mucho en aquellos tiempos. Caminar por allí, estando activos tan solo un par de garitos y sin casi clientes, da pena, teniendo en cuenta, lo que aquello fue. Sin embargo, el bar de bocadillos colindante, donde matar entonces aquel hambre de madrugada, aún sigue existiendo.
De camino, en el tren y mirando en Google Maps, algo nos empezó a descuadrar. Chapandaz sigue existiendo, pero nos daba una dirección distinta. Comprendimos, que han cambiado de local y así es. De todas formas, no está demasiado lejos de su antigua ubicación.
Llegamos a la puerta y la primera en la frente. Una cola de más de cincuenta personas -muy jóvenes en su mayoría- esperando para entrar. Solo, a medida, que iban saliendo los de dentro, se permitía el acceso. Por supuesto, no nos quedamos.
Decidimos sobre la marcha, cambiar el Yasta por La Vía Láctea, legendario sitio situado en el corazón de Malasaña. En este caso, no eran cincuenta, pero si más de veinte - de edades rondando o pasando la treintena-, los que aguardaban para poder entrar. Acaso, ¿la forma de diversión nocturna hoy en día es pasarse largos ratos en una cola, en pleno mes de enero?
Nos deprimimos. Tratamos de buscar un bar normal, porque a las tres de la madrugada hace tres décadas los había a cientos, para resguardarnos del frío y tomar unas cañas o unas copas. Aunque éramos conscientes, de que hoy en día no lo íbamos a encontrar. Así fue.
Ya solo nos quedaba un cercano MacDonalds, que abre las veinticuatro horas, para buscar un poquito de calor . Nuestro gozo en un pozo: abierto está, pero tiene cerrada la zona de mesas, por lo que solo puedes pedir para llevar.
Desesperados, recalamos en los bajos de la plaza de los Cubos, cercanos a la plaza de España y donde se encuentra la discoteca ,Cuenca Sorpresa. El frío aquí es más soportable. En el exterior se sobrellevan mejor los tres grados de temperatura. Hay mucha gente, que ha salido a fumar. Y entonces, ocurre lo siguiente :
Segurata fornido: "¿Vais a entrar a la discoteca?. Os lo digo, porque cerramos a las seis..."
Mi pareja: "No, no, gracias"
Segurata: " Ah, si ya os tengo yo calados. Vosotros venís a buscar a algún hijo. Si queréis, yo os lo puedo localizar"
Mi pareja, con buenos reflejos: " No. Es que no estamos seguros, de si está en este local o en otro. Mejor, esperamos, a que nos llame"
Segurata:" No os preocupéis. Me decís el nombre y yo os lo busco por el QR"
¡Huimos!.
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