Pues sí, son algo pijos, mean colonia, visten con estilo -para envidia de foráneos y turistas-, pero desde luego, los santanderinos se lo montan bien. No sólo, como en casi todas partes -menos en La Cistérniga, nuestro lugar de residencia -, se sienten orgullosos de sus fiestas patronales y constantes conciertos veraniegos de bastante calidad y éxito, sino, que prolongan la diversión y las relaciones humanas, a lo largo de toda la estación estival.
Nuestra tercera estancia en Santander en el último mes y medio, ya no contó con los carruseles festivos, las casetas de los bares, las verbenas o los chiringuitos regionales (no prestan demasiada atención a los fuegos artificiales, según vimos en el programa). Pero, si, encontramos actividades para pasar tres días muy entretenidos. Destacó tres, aunque hubo más:
1. La vibrante feria del disco
2. Un mercado interminable en el lugar, en el que en julio, estaba ubicado el Marinero, de venta de productos artesanales, abalorios y alimentos -dan degustaciones, sobre todo de queso- y lo completan con bares exóticos, muy bien recreados en su decoración, como el de temática andalusí y el turco
3. El más importante, junto al Sardinero. Aunque les gustan los eventos localistas o regionales, no se conforman con ellos. Y así, han montado el Festival de las Naciones, con conciertos, eventos varios y sobre todo, mucha comida representativa de más de veinte países, desde carne de canguro, a cocodrilo, pasando por la de avestruz. ¡Ya me diréis donde van a comprar eso en los mercados de la ciudad!
Por cierto, el de La Esperanza, es magnífico, con una alta gama de pescados y mariscos, que quita el hipo. Naturalmente, todo a precio de Santander.
En el primer caso, una caipiriña nueve euros o una triste empanadilla, tres, por poner dos ejemplos.
En el segundo, anchoas- bocartes, para ellos- a ocho euros, una ostra, dos o una zamburiña a uno la unidad.
Por cierto, dentro de nada, comienza el Festival de Cine, así que la vida no para.
No hay comentarios:
Publicar un comentario