El viaje a Aranda de Duero y Peñafiel llevado a cabo a mediados de julio, tuvo sus mejores momentos en los diversos transportes públicos y su aire acondicionado. Nos pilló la enésima e insoportable ola de calor de este verano, lo que nos llevó a tomar dos medidas: reducir el tiempo de viaje, de cuatro días a día y medio. Los otros , los aprovechamos para disfrutar de un concierto en las fiestas de nuestra localidad y alguna degustación, y por otro lado, decidimos no salir del hotel, entre las tres y las siete de la tarde, algo no muy habitual en nosotros.
La primera mañana, visitamos el casco histórico vertebrado a través de las tres plazas: Mayor, del Trigo y del Rollo. Bonitas iglesias, tres ríos recorren Aranda: el Duero, el Bañuelos y el Arandilla. Por la tarde y de ida y vuelta anduvimos unos 8 kilómetros de la novena etapa de la Ruta del Duero con bellos paisajes fluviales, calor y soledad.
Mal hotel y axfisia, dieron paso a la jornada siguiente. Por la mañana visitamos una ermita, la de la Virgen de las Viñas y nos olvidamos de ir hasta un monasterio por estar a 4 kilómetros. Luego paseamos junto al Duero, después de haber caminado por el cauce del río Bañuelos hasta el puente de piedra. Visitamos una cascada y unos molinos de agua.
Por la tarde, nos esforzamos en llevar a cabo algunos kilómetros de la etapa 10 de la Senda del Duero. Pero en este caso el camino se aleja del río y transcurre por campos y naves industriales.
A pesar de terminar horneados y gratinados, nuestro retorno a Peñafiel resultó vibrante. Su casco histórico de bellas iglesias, el coso y el castillo -en obras-, bien merecen asarse durante medio día.
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