Pero en los días calurosos de verano el fresco y potente aire alivia por lo que nos sentamos en su plaza principal, después de ser ligeramente intimidados por unos lugareños cerveceros y fumetas sin tabaco. A unos 15 metros y al lado de un banco -yo estoy de espaldas- mi pareja divisa una cartera extraviada. No estamos seguros, si ellos también la han visto, aunque parece probable. Pasan los minutos de observación discreta, cuando aparece otra persona, que sin ninguna cautela, se la lleva y trata de huir . Pero, uno de los cerveceros le persigue y le da el alto, diciendo que es de alguien que el conoce de todos los días, del parque.
Amenaza con llamar a la policía, pero antes, mira lo que tiene. Solo hay 15 euros, entonces se pone más digno y la llama. Por supuesto, la madera no aparecerá hasta más de media hora después y de forma timorata. ¿Que pasó en este tiempo?
Que el ladrón -extranjero, probablemente por el acento, de los Balcanes -, trató de negociar, quedarse con el dinero y dejar la documentación. Primero, de forma pacífica y después, agresiva, contra tres se fue y volvió, creyendo que lo de la policía era una trola. A todo esto, aparece el de la cartera, un viaje achacoso y cojo que no puede ni caminar, pero que ahora, casi corre.
Aún en su presencia, el balcánico sigue queriéndose quedar con el dinero y pide al anciano, que demuestre con pruebas la propiedad del billetero y nosotros contemplando todo. Cuando llega la madera, todo estaba resuelto y lo único, que se le ocurrió al poli decir al viejo fue:" pues págueles unas cervezas por haberla recuperado".
A los fumetas no les hacía falta, porque ya las estaban bebiendo, lo que normalmente es perseguido -aunque sea con amonestación - en zonas públicas. A nosotros nos vino bien, porque estábamos haciendo lo mismo.
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