Todas las fotos de este post son, de Phuket (Tailandia)
Llegamos a Phuket, de noche y lloviendo. Entre el caótico tráfico y los charcos, nos costó encontrar nuestro alojamiento, a pesar de que habíamos estado en el, tan solo hace año y medio. Habitación sin ventana y está vez, las cuatros noches de austeridad nos pasaron factura psicológica, a pesar de volver a disfrutar de las playas.
Sin embargo e inesperadamente, Krabi obróde efecto bálsamo, también, abordamos la ciudad habiendo oscurecido y os tocó caminar por sus calles. Pero, dentro de lo que es el tercer mundo,esta metrópoli es ordenada, posee aceras y ofrece algunos inesperados atractivos, al margen de ser el acceso hacia las islas Phi-Phi. Eso sí, evitad el mercado de abastos, hediondo hasta casi provocar el vómito.
Sin embargo, el largo y confortable paseo junto al río -donde también se ubica el mercado nocturno-, resulta reconfortante, a pesar del omnipresente calor húmedo. Al fondo esos promontorios alargados y verdes hasta rebosar, que encontraréis en todos los folletos de esta zona. Y es que, entre Phuket y Krabi, son numerosísimos, según va transcurriendo la carretera.
La explosión de la naturaleza en este área del sur de Tailandia es impresionante y llega a abrumar. Los insectos campan y cantan a sus anchas, durante todas las horas del día, especialmente por la noche y en todas partes - incluso, las más pobladas-, aunque no llegan a aturdir. Las desbrozadoras de Still deben tener aquí muy buena acogida.
Para nuestra suerte, nos alojamos en dos de los mejores hoteles del viaje (cambiamos de uno a otro, porque el primero era caro, aunque de rico desayuno y potente aire acondicionado). En el segundo, disfrutamos en soledad y concordia de la mejor y transparente piscina de nuestro octavo periplo largo.
Pero Tailandia, aún nos tenía preparada una desagradable y amarga sorpresa, que a punto estuvo de costarnos nuestro punto final de viaje y colofón, en Taiwán y que os detallamos en el siguiente post.
Llegamos a Phuket, de noche y lloviendo. Entre el caótico tráfico y los charcos, nos costó encontrar nuestro alojamiento, a pesar de que habíamos estado en el, tan solo hace año y medio. Habitación sin ventana y está vez, las cuatros noches de austeridad nos pasaron factura psicológica, a pesar de volver a disfrutar de las playas.
Sin embargo e inesperadamente, Krabi obróde efecto bálsamo, también, abordamos la ciudad habiendo oscurecido y os tocó caminar por sus calles. Pero, dentro de lo que es el tercer mundo,esta metrópoli es ordenada, posee aceras y ofrece algunos inesperados atractivos, al margen de ser el acceso hacia las islas Phi-Phi. Eso sí, evitad el mercado de abastos, hediondo hasta casi provocar el vómito.
Sin embargo, el largo y confortable paseo junto al río -donde también se ubica el mercado nocturno-, resulta reconfortante, a pesar del omnipresente calor húmedo. Al fondo esos promontorios alargados y verdes hasta rebosar, que encontraréis en todos los folletos de esta zona. Y es que, entre Phuket y Krabi, son numerosísimos, según va transcurriendo la carretera.
La explosión de la naturaleza en este área del sur de Tailandia es impresionante y llega a abrumar. Los insectos campan y cantan a sus anchas, durante todas las horas del día, especialmente por la noche y en todas partes - incluso, las más pobladas-, aunque no llegan a aturdir. Las desbrozadoras de Still deben tener aquí muy buena acogida.
Para nuestra suerte, nos alojamos en dos de los mejores hoteles del viaje (cambiamos de uno a otro, porque el primero era caro, aunque de rico desayuno y potente aire acondicionado). En el segundo, disfrutamos en soledad y concordia de la mejor y transparente piscina de nuestro octavo periplo largo.
Pero Tailandia, aún nos tenía preparada una desagradable y amarga sorpresa, que a punto estuvo de costarnos nuestro punto final de viaje y colofón, en Taiwán y que os detallamos en el siguiente post.
No hay comentarios:
Publicar un comentario