Las cuatro primeras son, de Taipei (Taiwán) y el resto, de Krabi (Tailandia)
Mucho miedo me da, siquiera, tener que pensar, en lo que habría pasado si, finalmente, no hubiéramos podido comprar un extremis, esos billetes de vuelta, a España, para el día 20 de diciembre.
Lo más normal, es que hubiéramos pasado un angustioso fin de semana lleno de incertidumbres. Con la desventaja , de llevar siete horas de adelanto con España, habríamos contactado el lunes con nuestra gestora de cuentas, en Bankia. No lo podríamos haber hecho, hasta las cuatro de la tarde, de Taiwán (nueve de la mañana, en nuestro país). Le habríamos solicitado, que con la urgencia, que fuera posible, cambiará el número de recepción de mensajes de mi teléfono, por el de mi padre.
Es decir y resumiendo: como pronto y si aún seguía en vigor la tarifa elegida -cosa improbable, pero no imposible-, no habríamos podido sacar los billetes hasta primera hora de la noche del lunes, cuando pretendíamos volar, menos de veinticuatro horas después, la tarde del martes, a Shanghái, para enlazar el miércoles a las diez y media rumbo a la capital, de España. ¡De vértigo!
Si hubiéramos fracasado con este arriesgado y desesperado último recurso, pasar las Navidades, en Taiwán, no nos lo había quitado nadie. Habría resultado extraño -realmente, para echarse a llorar y no dejar gota-, haber tenido, que pasar la noche, de Nochebuena, en una de esas lúgubres y tristes habitaciones dobles compartidas, que tanto se estiman allí.
Y la cena del día 24, como mejor opción, un plato recalentado de pasta a la carbonara, del Seven Eleven o de arroz al curry con pedacitos de pollo, del Family Mart. Para brindar, como mucho, una cerveza. ¿ Y la comida de Navidad? Mejor no pensarlo, para no terminar con una depresión aguda. Ya pasamos -esa vez, voluntariamente- unas Navidades, en la sosa y anodina, Botswana y no resultó ser una experiencia para recomendar, ni siquiera a tus peores enemigos.
Antes de eso y con el número de teléfono cambiado para la recepción de SMS, habríamos tratado de reservar para otro día. La única ventana, que se nos abría en aquellos tensos momentos, en condiciones de precio similares, era el día 28 de diciembre, con la compañía aérea de Taiwán, EVA Airlines.
Si está opción hubiera fallado y la tarifa del vuelo hubiera subido, el infierno se habría cernido sobre nosotros. Moralmente destrozados, lo que habíamos previsto, en este caso, era comprar unos billetes en una compañía de bajo coste, a Bangkok, donde la estancia nos saldría mucho más barata, que en Taiwán, esperando la hora de conseguir los ansiados boletos para volver a casa.
En el mejor de los casos, la Nochevieja la pasaríamos en la capital, de Tailandia, cenando sopas picantes o de carne de cerdo, del Seven Eleven, brindando después, con siamsato y comiendo en la media noche doce cacahuetes con anchoas, doce alubias secas con sabor a wasabi o doce caramelos rellenos de chocolate y menta, todos ellos adquiridos en ese mismo establecimiento de 24 horas.
Ahora, ya pasadas las Navidades y ya entrados, en el 2019, cuando esto escribo, se me ha ocurrido hacer simulaciones de vuelo, desde Bangkok, a Madrid para los próximos diez días. Y resulta, que todavía están más caros, que en el propio periodo de Navidades. ¡Más de 550 euros cada uno!
Vistas las cosas, ¿ habríamos vuelto alguna vez a casa?. Afortunadamente, no hay ninguna obligación de proponer una respuesta.
Mucho miedo me da, siquiera, tener que pensar, en lo que habría pasado si, finalmente, no hubiéramos podido comprar un extremis, esos billetes de vuelta, a España, para el día 20 de diciembre.
Lo más normal, es que hubiéramos pasado un angustioso fin de semana lleno de incertidumbres. Con la desventaja , de llevar siete horas de adelanto con España, habríamos contactado el lunes con nuestra gestora de cuentas, en Bankia. No lo podríamos haber hecho, hasta las cuatro de la tarde, de Taiwán (nueve de la mañana, en nuestro país). Le habríamos solicitado, que con la urgencia, que fuera posible, cambiará el número de recepción de mensajes de mi teléfono, por el de mi padre.
Es decir y resumiendo: como pronto y si aún seguía en vigor la tarifa elegida -cosa improbable, pero no imposible-, no habríamos podido sacar los billetes hasta primera hora de la noche del lunes, cuando pretendíamos volar, menos de veinticuatro horas después, la tarde del martes, a Shanghái, para enlazar el miércoles a las diez y media rumbo a la capital, de España. ¡De vértigo!
Si hubiéramos fracasado con este arriesgado y desesperado último recurso, pasar las Navidades, en Taiwán, no nos lo había quitado nadie. Habría resultado extraño -realmente, para echarse a llorar y no dejar gota-, haber tenido, que pasar la noche, de Nochebuena, en una de esas lúgubres y tristes habitaciones dobles compartidas, que tanto se estiman allí.
Y la cena del día 24, como mejor opción, un plato recalentado de pasta a la carbonara, del Seven Eleven o de arroz al curry con pedacitos de pollo, del Family Mart. Para brindar, como mucho, una cerveza. ¿ Y la comida de Navidad? Mejor no pensarlo, para no terminar con una depresión aguda. Ya pasamos -esa vez, voluntariamente- unas Navidades, en la sosa y anodina, Botswana y no resultó ser una experiencia para recomendar, ni siquiera a tus peores enemigos.
Antes de eso y con el número de teléfono cambiado para la recepción de SMS, habríamos tratado de reservar para otro día. La única ventana, que se nos abría en aquellos tensos momentos, en condiciones de precio similares, era el día 28 de diciembre, con la compañía aérea de Taiwán, EVA Airlines.
Si está opción hubiera fallado y la tarifa del vuelo hubiera subido, el infierno se habría cernido sobre nosotros. Moralmente destrozados, lo que habíamos previsto, en este caso, era comprar unos billetes en una compañía de bajo coste, a Bangkok, donde la estancia nos saldría mucho más barata, que en Taiwán, esperando la hora de conseguir los ansiados boletos para volver a casa.
En el mejor de los casos, la Nochevieja la pasaríamos en la capital, de Tailandia, cenando sopas picantes o de carne de cerdo, del Seven Eleven, brindando después, con siamsato y comiendo en la media noche doce cacahuetes con anchoas, doce alubias secas con sabor a wasabi o doce caramelos rellenos de chocolate y menta, todos ellos adquiridos en ese mismo establecimiento de 24 horas.
Ahora, ya pasadas las Navidades y ya entrados, en el 2019, cuando esto escribo, se me ha ocurrido hacer simulaciones de vuelo, desde Bangkok, a Madrid para los próximos diez días. Y resulta, que todavía están más caros, que en el propio periodo de Navidades. ¡Más de 550 euros cada uno!
Vistas las cosas, ¿ habríamos vuelto alguna vez a casa?. Afortunadamente, no hay ninguna obligación de proponer una respuesta.
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