Este es el blog de algunos de nuestros últimos viajes (principalmente, de los largos). Es la versión de bolsillo de los extensos relatos, que se encuentran en la web, que se enlaza a la derecha. Cualquier consulta o denuncia de contenidos inadecuados, ofensivos o ilegales, que encontréis en los comentarios publicados en los posts, se ruega sean enviadas, a losviajesdeeva@gmail.com.

domingo, 22 de diciembre de 2024

Adiós a 2024: el año más viajero de nuestras vidas

           Termina el año viajero más prolijo de nuestras vidas, superando al ya lejano 2011, cuando visitamos por primera vez, India.

          De los casi 300 vuelos, que hemos llevado a cabo a lo largo de nuestra existencia, 51 se han producido este año. El primero, el dos de enero, entre Roma y Asturias, que ponía fin al noveno viaje largo. El último, el diecisiete de diciembre, entre Stanted y Castellón.

          Stanted siempre está plagado de viajeros españoles y en nuestra noche allí, antes del regreso, apareció una pareja de jóvenes sevillanos, que se seguían comiendo a besos, a pesar de haber perdido su vuelo. Ella decía, que a diez personas le había pasado lo mismo y en su caso alegaba, que le había ocurrido, porque la habían sometido al control de drogas. ¿Estupefacientes? No conocemos ningún control aleatorio de ese tipo de sustancias en ningún aeropuerto del mundo. Como mucho, el de explosivos, pero es muy rápido. Hemos visto hacérselo en los pies, hasta a bebés de meses.

          El caso fue, que habían tenido, que comprar un nuevo billete con la misma Ryanair para el día siguiente, pagando 180€ cada uno y no se les veía muy afectados. ¡Bendita juventud!

          A lo que íbamos al principio: 2024 será recordado por ser nuestro año más viajero, en el que hemos realizado dos viajes largos -en torno a los tres meses cada uno-, dos interair por el norte de Europa, cinco periplos por Marruecos, uno por Turquía, algunas escapadas cortas y decenas de viajes recurrentes, a Madrid. Gracias gobierno, por mantenerlos hasta junio de 2025.

          No hay más vuelos, ni viajes, de aquí, a Nochevieja. Después de Reyes, probablemente, hagamos un periplo triangular Madrid - Dakla - Lanzarote, con los dos nuevos vuelos de Ryanair. Y os lo contaremos, como siempre.

          Hasta entonces, os deseamos unas Felices Fiestas y un próspero 2025.¡Que buena falta nos hace a todos!

sábado, 21 de diciembre de 2024

La Turquía de hoy en día, se parece muy poco a la de hace una docena de años (parte II)

           -Restaurantes: en el old town de Fethiye hay muchísimos, pero el 95%de ellos están cerrados, por lo que parece una zona fantasma, donde hubiera caído la bomba neutrónica. En Kas, la mayoría si están abiertos.

          Vamos a explicar, la diferencia entre Kebab, doner y durum. El primero, en general, se refiere a una carne -cordero, pollo, incluso ternera - elaborada a la parrilla. En el segundo, la carne se extrae de un pincho, que da vueltas y se coloca en un pan plano , de pita o pide. Y el tercero, es una versión enrollada del anterior, con masas mas finas.

          El día, en que llegamos a Fethiye y vimos, que los precios del kebab superaban los 2€ para 70 gramos -pagábamos en 2012 entre 0,4-0,8€ por casi el doble de peso-, nos pareció caro. Pero,cuando llegamos a Kas, casi nos da un infarto: 10€ por un kebab Adana o Sanliurfa, 8 por unas patatas fritas con queso y 18 por unos espaguetis con pollo. Comer en un restaurante en la costa turquesa -no sé en el resto del país - es un lujo, al alcance de muy pocos.

          -Beber en los bares y terrazas: preparad la cartera. Un café negro, dos euros; un capuchino, cuatro y una jarra de cerveza entre 4 y 8.

          -Supermercados: hay muchos más, de los que recordábamos en 2012, siendo las cadenas más importantes -no las únicas -, BIM, Migros y Carrefour. La primera la usamos para la comida, la segunda para la cerveza y el alcohol y la tercera para nada 

          Se encuentran casi vacíos y la mayoría de los que lo usan, llevan a cabo compras pequeñas. No me extraña, porque los precios son imposibles. A modo de ejemplo, una decena -no docena- de huevos, más de dos euros y el kilo de queso gouda, a 26. Solo hemos visto cuatro cosas baratas en ellos: las insípidas sopas de bolsa para hervir, el pan, el tabaco y el cig kofta. Este último es un preparado de carne cruda con aditamentos de verduras y especias, todo triturado. Está bueno, pero por su bajo coste intuimos, que hoy en día y de la primera, lleva muy poca cantidad.

          -Cerveza y alcohol: en la costa turquesa no te das cuenta de estar en un país musulmán, ni siquiera los viernes. Las mujeres visten de forma bastante occidental y la cerveza y el alcohol están en todas partes (no el cerdo). Hay tiendas exclusivas para su venta, aunque también se comercializan en Migros y Carrefour (no en BIM). Sin embargo, el precio es elevado. La cerveza de medio más barata, 1,35 y el vodka más económico de 70 centilitros, 17€.

          -Entradas: en Turquía, entrar a cualquier lugar de interés suele costar dinero. No son importes muy elevados, pero el goteo constante acaba formando un buen charco.

          -Duty Free: las tiendas libres de impuestos de los aeropuertos de Turquía son con mucha diferencia las más caras del mundo. No se les sonroja la cara por cobrar 16€ por medio litro de Efes Pilsen o 59€ por un benjamín de Champán por muy Moet Chandon que sea.

La Turquía de hoy en día, se parece muy poco a la de hace una docena de años (parte I)

           Hacia doce años, que no visitábamos Turquía y evidentemente, desde entonces, muchas cosas han cambiado, allí. Es más, en nuestra anterior comparecencia por el país otomano, lo que hicimos fue, cruzar la nación de oeste a este en autobús, camino hacia Georgia y Armenia, que eran nuestros objetivos. Solo a la vuelta, llevamos a cabo breves paradas en Kars, Sivas, Kaiseri y un par de días en Estambul, para acabar en Bulgaria y Macedonia.

          Pero vayamos al lío y hablemos de cambios:

          -Visados: por entonces, era necesario obtenerlo en el aeropuerto o frontera terrestre y dicho trámite costaba 20€. Se suprimió en marzo de 2020, en plena pandemia.

          -Dinero: en 2012, un euro eran 2,30 liras turcas. En la actualidad, ascienden a más de 36 por unidad europea. Pero la inflación es tal -supera el 45% anual-, que esto no supone una ventaja para el viajero, sino todo lo contrario. La mayoría de las cosas básicas son más caras de largo, que en España, rondando el salario medio turco, los 500€ mensuales. ¡Ya me diréis, como viven!

          -Cambio de divisas: bastante bueno en todas partes -incluido el aeropuerto -, con comisiones entre el 2 y el 3%. Por eso, en ningún momento, tiramos de cajero.

          -Alojamiento: muchos y en buenas condiciones en Fethiye y Kas, siendo menos en Kalkan, aunque en esta época del año, buena parte de ellos están cerrados. El problema es el precio. Cuesta muchísimo encontrar habitaciones por menos de 40 o 50€ la noche cuando en 2012, pagábamos entre 10 y 15€. Es verdad, que aquellas alcobas eran mucho más básicas. Desconocemos, si estos precios son extrapolables a zonas menos turísticas, como el este de Turquía.

          -Transporte: es de lo poco, que mantiene unos importes razonables, costando más o menos, entre 4 o 5€, cada cien kilómetros de autobús. Aunque los vehículos son más viejos e incómodos, que hace una década.

          Sin embargo, los microbuses, que recorren los alrededores de Fethiye salen carísimos. Te cobran más de dos euros por recorridos de 10 o 15 kilómetros, aunque la frecuencia es muy buena, sobre todo teniendo en cuenta, que estamos en época invernal.

          -Excursiones a las distintas bahías, desde Fethiye o Kas: a pesar de haber decenas de agencias, no existe competencia y los tours tienen precios estratosféricos. En esta época, la única salida, que se ofrece y solo los sábados es, visitar la isla griega de Meis, en un ferry rápido, que tarda 20 minutos y que sale ¡por 35 eurazos!

viernes, 20 de diciembre de 2024

La larga, pero tranquila vuelta desde Fethiye

           La segunda noche en el hotel de Fethiye dormimos gratis, porque los propietarios del establecimiento no contestaron a nuestros WhatsApps, sobre como pagársela. No insistimos más. Como teníamos el dinero calculado con este gasto, nos sobraban unos 25 euros en moneda local. Así, que nos pasamos todo el domingo bebiendo cervezas hasta la hora de tomar el bus para el aeropuerto.

          Sobre las seis y cuando estábamos ya en la parada, comenzó a caer la tormenta más bestial, que hemos vivido en los últimos años y eso, que vamos sobrados de monzones, en Asia.

          Al llegar a la terminal aérea constatamos, que varios vuelos habían sido suspendidos y cruzamos los dedos, para que a la mañana siguiente todo se hubiera normalizado. Dormimos, como angelitos, sobre los bancos de listones de madera, sin ser molestados.

          El lunes amaneció algo fresco, pero soleado. El día anterior y con sorpresa, habíamos obtenido nuestras tarjetas de embarque digitales, a pesar de que Ryanair indica en su web, que en Turquía, Marruecos y Albania, se debe acudir al mostrador. Desayunamos a base de unos bocadillos vegetales y de queso, procedentes de un hotel, que alguien había abandonado.

          El vuelo partió en hora y a pesar de ir más gente, que a la ida, pudimos juntarnos. Nos habían dado asientos a trece filas de distancia. Ni un solo contratiempo, ni una sola turbulencia, por lo que dormimos la mitad del camino.¡Menuda diferencia con la ida!

        En Londres, el mismo mal tiempo, que hace ocho días, aunque menos jaleo en la terminal, que entonces. Dormimos con algo de frío lo más lejos, que pudimos de los famosos y molestos secadores de manos.

        El vuelo a Castellón partió puntual. Casi completo, pero pudimos juntarnos, gracias a una amable chica.

          Un autobús nos llevó desde el aeropuerto a Torreblanca y un tren regional, hasta Valencia. Nuestro plan era coger el AVE a Madrid, a las nueve de la noche, pero había subido mucho de precio y adquirimos billetes para las 15:30 del día siguiente.

          Tocaba pasar la noche en la ciudad che, a unos cinco grados. Paseamos largamente y nos sentimos parte y solidarios con los numerosos mendigos, que nos encontramos, envueltos entre cartones.

          Al final y a partes iguales, dormitamos en las escaleras de una estación de metro y en el interior de  una oficina de atención al discapacitado de ADIF de donde nos acabaron echando. ¡Pusimos una reclamación!. Solo faltaría 

Kalkan y retorno a Fethiye

          Después de la intensa noche gatuna de Kas, resultó un alivio encontrar un fantástico y céntrico hotel, donde descansar la siguiente. Ya por la mañana y con una temperatura envidiable para ser 13 de diciembre, dimos la última vuelta por la zona del puerto exterior. Muchos enormes barcos han sido sacados del agua para limpiar sus cascos de las impurezas, grasas, vegetación y moluscos diversos , perfectamente adheridos. El proceso es completamente manual, aunque se ayudan de una especie de rudimentario soplete.

          Tomamos dos plazas en un microbús y nos dirigimos, a Kalkan, pequeña ciudad situada a unos 30 kilómetros al oeste. La carretera va, bordeando el mar azul intenso y ofrece bellísimas vistas. Pasamos por una espléndida cala, llamada Kaputas.

          Este lugar es más pequeño y menos interesante, que Kas. Un no muy dilatado e irregular paseo te traslada de un lado a otro de la bahía, cruzando por un parque, la mediocre playa y el puerto, desde donde se observan las mejores vistas de esta villa escalonada y de casas claras, que rodean a la estelar mezquita. Es viernes al mediodía y se encuentra en plena actividad cantarina. Es lo único, que altera la tranquilidad del lugar, sin gente por las calles, con un solo hotel y restaurante abiertos y con los negocios con carteles, en los que se indican, que vuelven en abril. Un perro rabioso nos termina echando del lugar.

          Tras cuatro horas de visitas, ponemos rumbo de regreso,a Fethiye, esta vez, en un abarrotado y caluroso autobús grande. El paisaje es feo, lejos de la linea del mar y el tráfico resulta infinito, por lo que para este tramo, tardamos tres cuartos de hora más, que a la ida.

          En Fethiye y con mucha suerte, encontramos habitación en el hotel de la vez anterior. Pillamos a sus propietarios de milagro, ya montados en el coche para irse de fin de semana. No teníamos plan B, de haber fallado está opción.

         El sábado lo destinamos a llegar a la zona de Calis, tras caminar unos 8 kilómetros. Una laguna, un enorme y cuidado parque, un recinto de atracciones cerrado a cal y canto y la playa de Fethiye, son sus principales reclamos. La arena está realmente sucia y llena de todo tipo de envases, a pesar de que no hay nadie sobre ella. Resulta extraño, porque las ciudades suelen estar por aquí bastante limpias.

          Rematamos el día en el paseo marítimo del centro. Está tan plagado de barcos, que casi no se ve el mar y delante de ellos y cada dos metros aparecen los mostradores de las carísimas agencias, esperando a que llegue la primavera y con ella los turistas.

          Abandonamos el lugar, precipitadamente , después de que me embistiera un perro en la rodilla. ¡Un viaje rodeados de problemas con los animales, incluidos los de dos patas!.      

sábado, 14 de diciembre de 2024

Kas

           Antes de encontrar hotel sobre las once de la mañana, ya habíamos explorado Kas de día de arriba a abajo. Y decimos tal cosa, porque los atractivos de esta encantadora ciudad de unos cinco mil habitantes -que en temporada alta son muchísimos más-, se extienden en varias direcciones.

          Lo primero, que hicimos, fue acercarnos a la llamada zona de la península. Se trata de un brazo de tierra con el mar a ambos lados. En uno de ellos existe un puerto pequeño y el otro da a un mar más abierto y paisajístico. El paseo está muy bien acondicionado con nuevas y espléndidas aceras y el final es un buen punto para ver la puesta del sol. Allí estaban, incluso, rodando un anuncio de televisión.

          El centro de la ciudad gira en torno a una enorme y armónica plaza, que distribuye en su contorno el bonito barrio histórico peatonal, lleno de todo tipo de negocios  tusticos. Su calle más famosa fue la ascendente empedrada, que en la antigüedad era una calzada romana.

          Saliendo de este ágora y hacia la izquierda, se halla oto puerto de mar más abierto. En el no muy lucido paseo marítimo están los mostradores de las decenas de agencias, que ofrecen las excursiones por las bahías de los alrededores, incluyendo Kekova y la isla griega de Meis, a través de un ferry rápido. Sus atractivos son los restaurantes de pescado, una panadería y un duty free y en temporada baja es la única ruta turística, que funciona, aunque tan solo los sábados. Si se continúa el paseo -con oficina de policía incluida y los gatos de la noche anterior -, se obtienen inmejorables vistas de la ensenada y de sus aguas azules y transparentes.

          Pero Kas, que es la ciudad que más nos ha gustado del viaje, también tiene una zona absolutamente sórdida, llena de hormigón indecente y de calles parking sin aceras, donde se ubican algunos de los más caros y espantosos hoteles del lugar.

         Kas es al menos, en cuanto a restauración y bares, un 50% más caro que Fethiye. Por ejemplo, un triste café turco cuesta dos euros en una terraza y 20 centilitros de raqui , más de quince. No ocurre lo mismo con los precios de los hoteles, que resultan similares. Nosotros por 25, nos alojamos en el Puya, muy nuevo por dentro, céntrico y con buenas prestaciones.

La inquietante noche de los gatos de Kas

           Nos las prometíamos muy felices después de regresar de Kayakoy y Ulodeniz. Aunque había, que tener paciencia. Acababa de anochecer sobre las seis de la tarde y nuestro bus hacia Antalya no salía hasta la 1:15 de la madrugada. Pero todo se torció. Cuando fuimos a la ventanilla a comprar los billetes nos dijeron, que el autobús costaba cien liras más, de lo que nos comentaron ayer. Se trataba de un malentendido, no de un engaño, porque cada bus tiene un precio diferente dependiendo de la hora del dia. El caso es, que con esos cálculos económicos, el viaje de ida y vuelta a ese destino ya no compensaba, debido a la larga distancia y a que el lugar solo es relativamente interesante.

          ¿Volver al hotel de anoche o marcharnos a Kas? Inicialmente, optamos por lo primero, pero reculamos. Nos fuimos a otra oficina de autobuses a preguntar, a qué hora salía el último vehículo para el nuevo destino. Nos indicaron, que a las nueve de la noche y que tardaba tres horas y media. Nos extrañó este último dato, porque son solo 105 kilómetros, pero aún así y sabiendo que afrontamos una situación de riesgo, compramos los boletos. De las opciones disponibles, ninguna era claramente favorable. 

          Partimos a las hora prevista, con tan solo el conductor y otros tres viajeros, con el techo abierto y muriéndonos de frío. A gran velocidad, sin apenas tráfico y sin paradas en una hora y tres cuartos estábamos en Kas. Afortunadamente aquí, hacia cinco grados más, que en Fethiye. 

          La estación se encuentra muy cerca del centro y no tardamos ni cinco minutos en toparnos con los primeros hoteles. El 80% de ellos estaban cerrados por temporada baja y los restantes estaban disparados en precio y más, para la hora que era. Lo mismo ocurría con los restaurantes, aunque no con los bares de copas. Había unos cuantos en plena actividad, con las musicas clásicas de hace tres o cuatro décadas, pero sin apenas clientes. 

          Dimos vueltas y más vueltas, para descubrir el lugar y para encontrar un sitio relativamente seguro para dormir. Al final y siendo más de la una de la madrugada, recalamos en una terraza cerrada con vistas al mar, ubicada en una plataforma protegida y mecidos por el estruendo salvaje de las olas, después de tumbarnos en el suelo.

          Sobre las cuatro nos despertamos con frío, entre otras cosas, porque habíamos comido muy poco el día anterior. Cenamos algo y buscamos un lugar, en el que no estuviéramos en contacto con el suelo y hallamos una especie de columpio con un techado por encima. El problema era, que estaba ocupado por un gato. Y decimos tal, porque resultaba imposible desamarrarlo de allí. 

          Finalmente, lo logramos y aliviados por una mejor temperatura, nos pusimos a dormitar. En un momento, en que despertamos, el felino se había colocado entre los dos, buscando nuestro calor y dándonos el suyo. No quisimos echarlo, porque constatamos, que tenía aquí su arraigo y los invasores éramos nosotros.

          Seguimos durmiendo y al rato un compañero se había puesto al otro lado mío. Tampoco lo desalojamos. Empezaba a amanecer y descubrimos, que nos encontrábamos frente a una tienda de reparación de objetos diversos y que su dueño roncaba en una visible cama dentro. Más gatos continuaron llegando, hasta sumar nueve, formando una alborotada y hambrienta manada. 

          Intuimos, que era la hora del desayuno y así fue. Al poco tiempo, el hombre salió con unos cuencos de bolas gatunas, leche y agua y comenzó el festín. A nosotros no nos dijo nada y no nos dio de comer, pero entendimos, que era la hora de largarnos de allí de forma discreta.     

          Pero aún quedaba por contar un pequeño detalle. Nuestros amigos felinos estuvieron rascándose durante toda la noche y ahora, a media mañana, los que soportamos severos picores en nuestro cuerpo descubierto, éramos nosotros. ¿ Nos habríamos hecho también íntimos de las pulgas?

          Postdata: dos días después, ni hemos ido al médico, ni siquiera hemos necesitado de los servicios de una farmacia.

Playa 👙🏖️ de Calis, en Fethiye


 

viernes, 13 de diciembre de 2024

Kayakoy y Oludeniz

           Paralelamente, a buscar alojamiento y visitar la ciudad el día anterior, habíamos cambiado mentalmente el recorrido del viaje varias veces. La realidad es, que nada de lo que pone en nuestra guía hoy tiene sentido -no sabemos, si lo tuvo alguna vez- y la escasa información, que hemos encontrado en internet, tampoco. Vayamos por partes: desde Fethiye, se puede llegar en caros minibuses locales, a Kayakoy, Ulodeniz y Faralya. Descartamos este último lugar, que comunica con una bella playa y el valle de las mariposas, porque según todos los indicios, el descendente trekking es altamente complicado.

          Por otro lado, volvemos a valorar -y ya hemos cambiado de opinión veinte veces -, llegar hasta Antalya. Dos son los motivos: en temporada baja no hay forma de llegar hasta Ucagiz y Kekova y  además ahorraríamos dos noches de hotel,  viajando en buses nocturnos .

           Al fin, empezamos el día en manga corta, con el cielo despejado y cayendo el sol sobre nuestras cabezas, que faltamos hacia. No tarda demasiado en pasar el micro hacia Kayakoy, donde nos plantamos en poco más de media hora. A un lado de la carretera, minúsculo pueblo. Al otro, las impresionantes y ascendentes ruinas. En un cartel se indica, que debemos pagar 115 liras si queremos visitarlas y después continuar por el sendero, que a largo de seis kilómetros, conecta con Oludeniz. Preguntamos a la chica de la taquilla, si resulta difícil afrontarlo y nos dice que no. Algo igual aunque de manera poco detallada habíamos leído en internet, así, que nos animamos  a pesar de qué somos conscientes , por experiencias anteriores, de qué hay mucha gente que escribe por lo que ha leído en otros blogs o solo de oídas .

          Pues bien: os vamos a dar todos los detalles y vosotros valoráis si hacerlo aunque advertimos, que el grado de dificultad es elevado y solo lo recomendamos para personas experimentadas y en buena forma física. En nuestro caso, aún lo cosa se complicaba más, porque había llovido copiosamente los tres días anteriores, los barros eran eternos y muchas rocas estaban resbaladizas.

          Tras cruzar la puerta, el camino siempre es ascendente. Primero se observan estás edificaciones de una antigua ciudad griega -entre dos mil y cuatro mil- y poco a poco, se van dejando atrás. Nosotros teníamos la idea, de que el ascenso sería breve. Después, transitariamos por una pista de pinares, pero la realidad es que el kilómetro y medio, que hicimos hacia el infinito, es un conglomerado de rocas muy desiguales -a veces, de un pie a otro, debes dar pasos de más de medio metro hacia arriba-; sorteando enormes piedras, que ruedan o se desprenden y mucha vegetación y maleza. Lo peor, las desproporcionadas ramas, que se te enganchan al cuerpo o las raíces, que se te enredan en las piernas y los pies. 

          El camino, que empieza a estar bien señalizado con flechas rojas, deja de estarlo una vez se acaban las casas licias. Google Maps tampoco sirve de mucho, porque su bolita azul te ubica en mitad de la nada

          Sin tener más indicios de donde y cuando acabaría ese peligroso y vertiginoso ascenso, decidimos abortar el plan y acometimos un descenso de altísimo riesgo, resbalando varias veces. Con mucho esfuerzo, llegamos hasta la base, pero las enormes agujetas en las piernas no tuvieron, que esperar al día siguiente. Decidimos entonces, que iríamos hasta Ulodeniz caminando por la carretera. Son 4 kilómetros más y hay muchos tramos rompe piernas, pero menuda diferencia. 

          Se va todo recto hasta la localidad de Hisaronu y después, se desciende una larga carretera hacia la derecha.

          Oludeniz, no es, que este a medio gas, sino que en temporada baja, se le agota todo el butano. El 95% de los negocios están cerrados y solo permanecen muy activas las agencias de parapente. A través de un funicular se sube al monte Baba y desde allí, se lanzan junto a un monitor, aterrizando en la playa, que es muy normalita, aunque es extensa y con un buen marco paisajístico montañoso. Tiene bastante mierda y parece raro, porque en esta zona las ciudades y pueblos suelen estar bastante limpios.

           Además, tiene otra playa de pago con -algunos servicios que podríamos llamar premium -, que está dentro del Parque Nacional de Oludeniz. Lo mires por donde lo mires Oludeniz es una mierda.