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viernes, 20 de diciembre de 2024

Kalkan y retorno a Fethiye

          Después de la intensa noche gatuna de Kas, resultó un alivio encontrar un fantástico y céntrico hotel, donde descansar la siguiente. Ya por la mañana y con una temperatura envidiable para ser 13 de diciembre, dimos la última vuelta por la zona del puerto exterior. Muchos enormes barcos han sido sacados del agua para limpiar sus cascos de las impurezas, grasas, vegetación y moluscos diversos , perfectamente adheridos. El proceso es completamente manual, aunque se ayudan de una especie de rudimentario soplete.

          Tomamos dos plazas en un microbús y nos dirigimos, a Kalkan, pequeña ciudad situada a unos 30 kilómetros al oeste. La carretera va, bordeando el mar azul intenso y ofrece bellísimas vistas. Pasamos por una espléndida cala, llamada Kaputas.

          Este lugar es más pequeño y menos interesante, que Kas. Un no muy dilatado e irregular paseo te traslada de un lado a otro de la bahía, cruzando por un parque, la mediocre playa y el puerto, desde donde se observan las mejores vistas de esta villa escalonada y de casas claras, que rodean a la estelar mezquita. Es viernes al mediodía y se encuentra en plena actividad cantarina. Es lo único, que altera la tranquilidad del lugar, sin gente por las calles, con un solo hotel y restaurante abiertos y con los negocios con carteles, en los que se indican, que vuelven en abril. Un perro rabioso nos termina echando del lugar.

          Tras cuatro horas de visitas, ponemos rumbo de regreso,a Fethiye, esta vez, en un abarrotado y caluroso autobús grande. El paisaje es feo, lejos de la linea del mar y el tráfico resulta infinito, por lo que para este tramo, tardamos tres cuartos de hora más, que a la ida.

          En Fethiye y con mucha suerte, encontramos habitación en el hotel de la vez anterior. Pillamos a sus propietarios de milagro, ya montados en el coche para irse de fin de semana. No teníamos plan B, de haber fallado está opción.

         El sábado lo destinamos a llegar a la zona de Calis, tras caminar unos 8 kilómetros. Una laguna, un enorme y cuidado parque, un recinto de atracciones cerrado a cal y canto y la playa de Fethiye, son sus principales reclamos. La arena está realmente sucia y llena de todo tipo de envases, a pesar de que no hay nadie sobre ella. Resulta extraño, porque las ciudades suelen estar por aquí bastante limpias.

          Rematamos el día en el paseo marítimo del centro. Está tan plagado de barcos, que casi no se ve el mar y delante de ellos y cada dos metros aparecen los mostradores de las carísimas agencias, esperando a que llegue la primavera y con ella los turistas.

          Abandonamos el lugar, precipitadamente , después de que me embistiera un perro en la rodilla. ¡Un viaje rodeados de problemas con los animales, incluidos los de dos patas!.      

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