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domingo, 25 de agosto de 2024

Kamakhya y su bello templo

           Nuestro tren de regreso a New Japalguri, no salía de Guwahati, sino de Kamakhya, uno de sus suburbios. En este lugar hay un bello templo dedicado a la diosa Sakti y como teníamos hasta las seis de la tarde decidimos acercarnos a verlo.

          Pero antes había, que poner al día la logística, por lo que nos fuimos al cajero de SBI -uno de los bancos indios que no cobra comisión- y nos costó encontrar uno, que funcionara, en una pequeña sala, donde varios niños de entre uno y tres años, pedían de forma descarada y molesta, a todos los que nos acercábamos a la máquina. Aparentemente, no había madres ni padres alrededor o en las cercanías.

          También, nos acercamos a la oficina de reservas de la estación, porque al levantarnos, habíamos visto cuota Takhal para varios convoys a Varanasi para mañana, pero la respuesta fue sencillamente, wait list. Creemos, que no nos los quisieron vender, porque fueron muy poco amables.

          Sobre las doce tomamos un tren y en poco más de cuarto de hora estábamos en Kamakhya. Lo primero al bajar fue ver dos enormes carteles con los caretos de ladrones, que roban móviles en los trenes o material ferroviario. 

          Habíamos leído, que para ir al templo, había que coger un autobús verde, pero no vimos ninguno. Azuzados por el ayudante de otro, nos subimos, pero fue un error, porque nos dejó lejísimos.

          De todas formas y disponiendo de hora y media para subir y otro tanto para bajar, se puede ir andando. Se camina un par de kilómetros por la cómoda calle principal y después se gira a la izquierda -está indicado - y se acometen otros tres y medio de serpenteante ascenso por la carretera. Existe una forma de acortar, subiendo escaleras, pero no la recomendamos, porque están en muy mal estado y es más esforzado.

          Como de costumbre en estos lugares, el templo estaba lleno de gente. Menos mal, que no nos coincidió con los tres días, que está cerrado mientras la diosa tiene su menstruación, ya que aquí se encuentra su útero.

          Está rodeado de un extraordinario y animado mercado. Tiene un gopuram principal de piedra labrada, que parece antiguo y varios tejados abovedados y de colores.

          Las protagonistas principales son las cabras, a las que de la mano, les dan de comer plátanos, que engullen con la propia piel.

          Por lo demás, Kamakhya es una ciudad con aceras y una pequeña zona de mercado, por la que resulta agradable dar un paseo, sin desesperarse.

          El tren partió a la hora señalada, pero llegamos al destino con hora y media de retraso. Había unas cuantas plazas libres, por lo que no entendemos muy bien, como nos había costado tanto obtener los billetes. Dormimos poco y mal y cuando descendimos del vagón a las cinco de la madrugada, estaba amaneciendo.

¿Conocéis los nombres de todas estas 🍅🍆 verduras?


 

Mercado en torno al templo de Kamakhya


 

Kamakhya Temple


 


Templo de Kamakhya


 

viernes, 23 de agosto de 2024

Empieza la travesía del desierto, hacia Varanasi

           El día comienza con buenas noticias: ha dejado de llover y según la app, hay billetes en cuota Takhal, entre Guwahati y Gorakhpur para mañana por la noche.

          Dejamos el equipaje en el hotel y raudos, nos encaminamos a la ventanilla de reservas de la estación de trenes. El taquillero nos indica, que necesita fotocopias de nuestros pasaportes. Salimos a hacerlas y nos cobran diez veces más que de costumbre. ¡Eso nos pasa por no preguntar!. Y todo, para llevarnos un chasco y un cabreo, porque asegura, que el no puede gestionar ese billete y que debemos hacerlo mañana en Guwahati . ¿No es posible o no le da la gana? Ahí quedará la duda, pero el problema es, que el día siguiente ya no existe esa tarifa.

          Día dando repetitivos paseos y sentados en la estación hasta las siete, hora de la partida de nuestro tren, que resultó, el más vacío, que hayamos cogido nunca en seis viajes por este país. De las ochenta plazas de un vagón de slepeer no llegaban a veinte las ocupadas.

          Partimos en punto, pero a las tres de la mañana, ya íbamos con cuatro horas de retraso, tras dos largas paradas. Tuvimos un amago de problema con un buscavidas. No es seguro viajar en trenes con tan poca gente.

          Empleamos dos horas y media para los últimos cincuenta kilómetros y llegamos cinco horas tarde. Consultamos en las ventanillas, aún sabiendo por la aplicación, que no había Takhal para ninguno de nuestros destinos (New Japalguri, Patna, Gorakhpur y Varanasi)

          Acabamos en el hotel de la última vez aquí, después de que nos tomaran el pelo por duplicado. Nos cobraron cien rupias más y nos querían despachar con una habitación individual, con una cama de no más de medio metro de ancho. Protestamos y nos devolvieron a la del otro día. Echamos de menos nuestro alojamiento de Agartala.

          Con el wifi descubrimos, que hay plazas de litera para mañana, a New Japalguri. Otra vez a la estación y resulta, que en realidad no existen y nos mandan a la wait list, elección, que nunca aceptamos.  Ya os lo explicaremos en un próximo post.

          Vuelta al alojamiento desesperados y deprimidos. Hay buses a Siliguri, pero no nos apetece volver allí y además, cuestan el doble.

          Comprobamos ahora, que han salido billetes Takhal para todos los trenes a New Japalguri para mañana. Y corre, que te corre, de vuelta a la terminal. Eso nos pasa, por no haber comprado a la llegada una SIM india en el aeropuerto de Bombay (después no las hemos visto).

          A otra ventanilla -ya nos conocen en casi todas- y la chica, nos manda otra vez a la lista de espera. Debemos enseñarle la foto de la Takhal en el móvil, para que caiga en la cuenta. In extremis, ¡tenemos los boletos para New Japalguri! para las seis de la tarde de mañana.

          Ahora queda el asunto del cambio. No habíamos tenido problemas en Shillong a una muy buena tasa en una tienda de electrodomésticos y aquí, el único sitio de canje de moneda, que hemos encontrado, nos ofrece 84 rupias por euro, cuando está a 94. ¡Para robos así no estamos!. Así que mañana y por primera vez en este viaje, tiraremos de cajero. Hay, que elegir bien el banco, porque algunos cobran elevadísimas comisiones.

miércoles, 21 de agosto de 2024

Cuatro semanas en India, mes y medio del undécimo viaje largo

         Mañana, cumplimos cuatro semanas en India, después de otros diecisiete días por Italia, Albania, Grecia, Emiratos y Omán. En total, ya, mes y medio.

          La primera parte en el subcontinente indio fue trepidante. Aterrizamos en Bombay, volvimos a Daman y nos pegamos auténticos chutes de felicidad en Madya Pradesh, con las imprescindibles visitas de Mandu y Maheswar, que debimos haber hecho bastante antes.

          Llegamos con esfuerzo a Utar Pradesh y Lucknow, otras veces ignorada, nos sorprendió, muy positivamente.

          Con esfuerzo, arribamos a Gorakhpur, que no aportó ninguna visita interesante, pero si, un par de situaciones límites, que porque salieron bien, recordamos con cariño. A partir de ahí, se inició la semana ominosa, con la dificultad para llegar a Siliguri y New Japalguri y el escape extraño a Darjeeling.

          Fueron tiempos vacíos y de bajón, que nos metieron en un remake calamitoso de nuestras propias vidas de hace seis meses. 

          Conseguimos huir, aunque costó y Guwahati fue nuestro purgatorio, con reencuentros buenos y otros  repetitivos, que nos frustraron algo.

          Reemergirmos con el tránsito a Megalaya y la visita de Shillong, una de nuestras ciudades favoritas del viaje por su vitalidad, convivencia afable y vibrante mercado de casi todo.

          Acabamos en Agartala, en Tripura, con mucha pereza, porque el viaje es largo y había que volver por el mismo camino. ¿Ha merecido la pena? Para nosotros sí, porque somos más de movernos y de experiencias, que de monumentos.

          Pero, hay que reconocer, que hacer más de mil kilómetros -ida y vuelta - para ver un solo palacio y un templo, suponen un esfuerzo hasta para el más activo. Porque en Agartala, volvió la India sórdida, la de la basura, los barros, los charcos, las zanjas, los baches... Y ni un atisbo de un bazar, más allá de los multicentros (embrión de centro comercial de ropajes).

          Llegamos al punto más lejano de India e iniciamos la vuelta, con la misma incertidumbre,  que al venir. 

         Nos hubiera gustado llegar a Impal, en Manipur, pero son más de 400 kilómetros en bus, si lo hay -no sabemos , ni donde está la terminal -y no tenemos ya él cuerpo para eso.

El rugir del monzón

           Hoy ha sido el día más lluvioso del viaje y tenía muy difícil conseguir ese record, porque menos ayer, ha sido una semana fatal en este sentido. Estamos teniendo suerte, porque las mayores trombas nos han pillado de viaje, durmiendo o en una jornada con escasos objetivos, como hoy.

          Comenzó el intenso jarreo a las cinco de la mañana y así estuvo sin parar, durante nueve horas, para retornar después de otras cuatro. El ruido del agua era tal, que apagaba el del ventilador de la alcoba. La riada por las calles era intensa e imparable, con el agua a toda velocidad, llevándose por medio objetos ligeros. Los charcos y los barros son rojizos, por causa del polvo de las cercanas fábricas de ladrillos.

          Debido a la intensidad del monzón muchos de los negocios, cercanos al hotel ni abrieron -incluso, dentro de la estación - y los restaurantes cerraron pronto. El chico de la fritanga, de las croquetas, de la pakora y el pollo crujiente, ni siquiera montó su puesto. Por lo que nos ha tocado cenar snacks y galletas, con la poca variedad con la que cuentan aquí.

          Es nuestro séptimo monzón en Asia y nunca habíamos visto algo parecido. No tanto por la intensidad de las trombas, que siempre han sido bestiales, sino por el gran aumento de la duración de cada una y de la frecuencia. 

          La jornada la habíamos comenzado regresando a la estación de tren. Es tranquila en tiempos de paz, pero se vuelve caótica con las lluvias, con gente tirada, que no dispone de otro sitio donde refugiarse.

          Se había ido la luz de todo el edificio y la pantalla -con generador autónomo - anunciaba la cancelación del próximo tren de la mañana. Menos mal, que no es en dirección Guwahati, adonde regresamos mañana. Dos viajeros de ese convoy estaban furiosos y asediaban la ventanilla, por lo que preguntar por nuestros trenes resultó heroico. El resultado, el que esperábamos, así, que tendremos que esperar a mañana o pasado, a la cuota Takal (inmediato, en hindi)

          Nos fuimos al hotel y con mucho tiempo por delante, nos pusimos a enredar y para nuestro regocijo, dimos con una aplicación , que te da los asientos libres en cada clase. Se llama Confirmtkt y así, ya no tendríamos, que depender, de los casi nunca amables emplead@s de las taquillas.

          De momento, solo nos ha servido para trazar cuatro planes y los dos primeros siguen dependiendo de la cuota Takhal, porque van los trenes abarrotados, durante días. Es ridículo, que para gestionar el viaje por India, tengas, que manejar, mínimo, cuatro apps diferentes.

          Cada día y sobre las ocho y media de la tarde, el dueño del hotel nos trae un par de botellitas de agua mineral. Esperamos, que mañana no lo regalen, porque significaría, que habrían cancelado nuestro tren.

martes, 20 de agosto de 2024

Agartala

           Renovamos la fantástica habitación de hotel por una noche y nos fuimos a la cercana estación de tren, a por un nuevo intento de reservar billetes, desde Guwahati, a Patna o New Japalguri. Teníamos pocas esperanzas y las previsiones se cumplieron. Habrá que esperar, al día de antes y a la cuota Takal. Y si no, la infernal clase general o los autobuses. En cualquier caso, la vuelta va a ser complicada y lenta.

          Iniciamos el camino hacia la tienda del alcohol, situada a unos tres kilómetros andando. La habíamos localizado en el Maps y está de camino al palacio, el atractivo más importante, de Agartala. Había caído un tormentón dos horas antes y las calles estaban impracticables y anegadas, chapoteando en los charcos y resbalando con los omnipresentes barros 

          Llegamos en unos treinta y cinco minutos, siendo las 10:10 y estaba cerrada. Preguntamos y nos dijeron, que abría a las 11:00. Así, que a esperar, porque las reservas de güisqui de Shillong están casi agotadas. Nos quedamos de pie, porque en India hay pocos sitios para sentarse y menos, durante la época de lluvias. Al lado una gasolinera para tuck tuck -los coches van por otro lado -con una hilera de cacharros verdes y amarillos, esperando para repostar. Bastantes conductores venían empujando su vehículo, sin una gota de gasolina en el depósito.

          Al final, la wine Shop abrió a las 11:30. El alcohol, al doble de precio, que en Shillong. El vendedor se hizo unas cuantas selfies con mi pareja. Aprovechamos para preguntarle, cuanto valía el autoricksaw, desde allí, al palacio. Nos dijo, que cien rupias, que fue lo que pagamos, porque coincidió, con lo que nos pidió el driver. Por ese trayecto, los indios pagan menos de la mitad, pero para que discutir por cincuenta céntimos, si no hay otra forma de abordar el objetivo (ni buses públicos, ni privados, ni trastos compartidos).

          El palacio es hoy un museo, que podríamos habernos saltado, pero es, que el edificio no se ve desde fuera, por lo que pagamos a regañadientes -primera y última, en este viaje-, las 250 rupias, que piden. Ya sabemos, que son 2,50 euros por persona, pero eso supone las 2/3 partes, de lo que cuesta la habitación cada noche o tres veces, lo que nos vale comer y cenar.

          El palacio es muy bonito por fuera y del interior del museo no se pueden hacer fotos ni vídeos. Resulta interesante, porque en un rato, te empapas -y nunca mejor dicho, en esta época- de la historia, cultura, tradiciones y demás, de este estado donde conviven tanta diversidad de tribus.

          La verdad es, que en un radio de cincuenta kilómetros de aquí hay unas cuantas cosas interesantes, pero esa distancia, aquí en India, te lleva dos horas y no todo se encuentra en la misma dirección. Tampoco hay una infraestructura de tours de un día organizados, que te puedan facilitar las cosas. 

          Entre los atractivos, unos grabados de dioses en una pared de roca con su río y sus canoas locales, varios sitios arqueológicos, una catedral, un palacio enclavado en un lago ...

         A la vuelta y como no llovía, ni hacía sol, nos hicimos en dos horas los siete kilómetros de regreso, caminando, sin excesivas tensiones, pasando la tarde paseando por el entorno absolutamente rural de los alrededores del hotel. Un perro sarnoso, nos quiso disputar la comida.

        Mañana esperamos un día tranquilo -mucho decir - y el jueves por la tarde regresaremos a Guwahati.

Templo en Agartala (Tripura)