Este es el blog de algunos de nuestros últimos viajes (principalmente, de los largos). Es la versión de bolsillo de los extensos relatos, que se encuentran en la web, que se enlaza a la derecha. Cualquier consulta o denuncia de contenidos inadecuados, ofensivos o ilegales, que encontréis en los comentarios publicados en los posts, se ruega sean enviadas, a losviajesdeeva@gmail.com.

domingo, 21 de abril de 2024

Resumiendo, Flores y Sumbawa

           Y os preguntaréis -o no-, ¿qué os costó más dinero: ir en avión de Bali a Flores o volver por tierra? Como preveíamos, el gasto fue muy similar y rondó en ambos casos, los 35 euros.

          No me gustaría dejar está parte del viaje, antes de volver a Bali, sin hacer un pequeño resumen, porque nos ha costado mucho realidad sar este periplo de vuelta, por dos motivos fundamentales: las dificultades de relación con los lugareños por su no costumbre de tratar con extranjeros y la escasa información, que existe en internet sobre esta zona.

          Flores es una isla con cierta infraestructura turística, especialmente, en Labuan Bajo, desde donde se pueden contratar caras excursiones a unos cuantos sitios: la turistada de los dragones de Komodo, hacer snorkel y buceo, ver los arrozales en forma de telaraña.... El camino al este de la isla es caro y los atractivos son dudosos salvo algunas playas en el extremo oriental. El alcohol es caro, pero accesible y la comida resulta rica, como en eelql resto del recorrido.

          Sumbawa es la pura y dura travesía del desierto, aunque sale barato, porque no encuentran a quien clavarsela, dada la casi ausencia de pringados/turistas/viajeros. Los transportes son precarios, pero al menos, no te tratan de engañar en el precio. Las travesías son largas y caprichosas, dependiendo del omnipoderoso conductor que te toque. Los hoteles son muy básicos. Las relaciones con la gente son muy difíciles, incluso con los traductores digitales. Muchas personas, porque no entienden de otro idioma que no sea el suyo y otras te vacilan para divertirse, rayando lo salvaje.

          Aparte de la agresividad de la gente y el intenso calor, que nunca cesa, uno de los problemas principales, si te gusta tomarte algo todos los días o de vez en cuando es, la obligada abstinencia alcohólica -de cerveza incluso-, que se dilata desde la entrada, en Sumbawa, hasta Mataran, en Lombock, donde al menos, hay un par de supermercados, donde la venden.

          La mezcla de experiencias vitales, de incomunicación, de supervivencia constante, acaban llevando a cabo un cóctel muy sufrido, pero a la vez, excitante.

          Y, entre penas y glorias, hemos comido mejor esta vez, que nunca en Indonesia, con las deliciosas especialidades del Nasi -arroz- Kampur -a tu bola, échale, lo que te decía gana, sin dar ninguna explicación - y normalmente son bastante creativos.

sábado, 20 de abril de 2024

¡O dormir asfixiados o dormir como mendigos!

           La noche del sábado al domingo va a estar marcada por tres hechos: el insoportable calor de la habitación de Tiznit -solo dispone de una minúscula ventana en lo alto-; el alboroto constante, que montan los franceses y el cambio de hora. El día, que llegamos, eran dos menos, que en España y ahora se queda en una. Lo peor es, que la adelantan, porque la retrasaron hace un mes, al comienzo del Ramadán, para que se hiciera de noche antes y comer más pronto. ¡ Ellos se ponen sus estrictas y absurdas normas religiosas y luego, se hacen trampas al solitario!

          Después de la ya descrita visita a Mirleft y su playa, nos preparamos para volver, a Inezgane. Ayer, nos habían dicho, que cada cuarto de hora pasaba un autobús y que no había problema. Pero,la realidad es, que nos toca esperar más de horas y media, entre el intenso calor de 38 grados -seguimos inmersos en el año de los mil veranos y mil inviernos o en el verierno- y pegarnos con las gordas del faldamento, para poder conseguir asiento.

          El lunes, pensábamos volver, a Tarudant, donde ya estuvimos, en 2010, pero son demasiados kilómetros para ir y volver en el día por lo que nos quedamos paseando por el larguísimo -unos diez kilómetros - paseo marítimo de Agadir en esta última jornada de intensa ola de calor y tomando mucha cerveza en la habitación por la tarde.

          El martes y una vez regresamos a Essaouira, pudimos comprobar, que:

          -después de más de un mes, ha reabierto la tienda de la cerveza 

          -también ha reiniciado su actividad, el hotel de la primera vez 

          -todo ha vuelto a funcionar a pleno rendimiento y el caos se ha adueñado de la actividad cotidiana de esta ciudad, que a tenor de sus precios -hasta el triple, que en otros lugares del país -, se comporta como si fuera la costa azul marroquí.

          -los horarios de los buses periféricos están bien puestos en la web de la compañía y nos los dio mal la sinvergüenza del aeropuerto, que no acertó ni en el precio. De esta forma, ir a Sidi Kauki en el día y volver hasta el aeropuerto nos resulta bastante sencillo.

          Y en este lugar, vivimos nuestra última odisea. Llegamos al aeródromo a las ocho y media ya anocheciendo. Nos dicen, que ha cerrado hace cinco horas, tras el último vuelo, a Burdeos. No solo, no podemos entrar a pasar la noche -nuestro vuelo es tempranero -, sino que tampoco, podemos quedarnos en el recinto exterior de los alrededores. ¡Son las órdenes y no pueden ser incumplidas! 

          Sin embargo y está vez, los policías y el vigilante de la terminal son muy colaborativos y con el cartón del embalaje de un frigorífico y algún otro elemento, nos montan una mullida cama en una pradera cercana y prometen vigilarnos, durante toda la noche. Todo bien, aunque pasamos algo de frío.

          Mañana, domingo comenzamos un periplo de dos semanas por Dinamarca, Polonia y Noruega, por lo que de nuevo, volvemos al duro invierno 

jueves, 18 de abril de 2024

Tiznit y las playas de los alrededores

           El desagradable incidente de la estación de Essaouira nos había hecho perder un día, por lo que tendremos, que renunciar, a volver a Tafraute, el pueblo de las rocas azules, que ya visitamos, en 2010. De todas formas, no habríamos podido ir, porque hoy sábado, empieza una ola de super calor de tres días y dan 41 grados para ese lugar.

          Sobre las diez de la mañana, cogemos un barato y bien acondicionado autobus, que nos conduce a Tiznit, a diferencia del de ayer, donde nos asfixiamos de calor y no nos cabían ni las piernas en el asiento. A las doce, ya hace 38 grados. Menos mal, que nuestro objetivo está encaminado a visitar localidades con playa de los alrededores, donde la brisa alivia los sudores.

          Hoy, nos vamos a Aglou, en el bus interurbano número 1. Parece mentira, que al final de este camino pedregoso y desértico, haya un fantástico arenal, bordeado por un adecuado paseo marítimo, donde se ubican unos pocos restaurantes y hoteles. Hay muchas olas y corrientes, por eso la población local de Tiznit, que es la protagonista de este lugar, apenas mete en el agua los tobillos. Desde luego, está playa es mucho más bonita, que las de ayer.

          En Tiznit, ya habíamos estado en 2012, aunque pasamos por aquí muy deprisa, camino del Sáhara Occidental. Tiene una bonita plaza y una medina con varias calles muy animadas e interesantes, dentro de una colosal muralla.

          Tomamos habitación en todo el centro,centro un hotel de los de toda la vida, pero bien acondicionado y plagado de franceses. No dispone de ventilador, a pesar de la alta temperatura, pero esto no es novedad, porque no hemos tenido ni uno solo, en nuestros once viajes por Marruecos y eso, q la mayoría de ellos han sido en verano. ¡Es incomprensible e inaceptable!.

          El domingo, nos desayunamos con una noticia grave, pero que no nos extraña nada: han detenido en este país a seis australianos por llevar puestas camisetas con el mapa de Marruecos, pero sin el Sáhara Occidental. Hemos venido tantas veces a esta nación, que nos olvidamos, de que estamos en BANANARIA y no en un país con los derechos básicos garantizados.

          Hoy toca Mirleft y su playa, para lo que debemos coger el bus 18, desde el mismo sitio, que ayer. Se tarda una hora. La playa es abrupta, colosal y mas salvaje y tranquila, que la de Aglou. Hay, que andar un rato, hasta llegar a ella. El pueblo tiene un ambiente animado y cosmopolita, aunque no en su calle principal, arqueada, puntada de blanco y azul y con unos cuantos negocios y hoteles, que está vacía.

Al fin, conseguimos escapar de Essaouira

           El tercer día y por fin, comienza el viaje normal. Con sus aventuras y desventuras habituales, pero sin situaciones absurdas, racistas o humillantes. Aunque está a punto de no comenzar, porque nos quedamos a un instante de permanecer en el bucle maligno del día anterior.

          Y es, que al llegar a la estación, nos volvemos a topar, con el impresentable tipejo de ayer. Aún con el pantalón frotado y el jersey atado a la cintura -no se ve nada- sigue poniendo excusas para impedirnos subir al bus, de Agadir. Primero, alega, que si ca allí, pero via Tarudant. Eso es imposible, porque un destino se halla al sur y el otro, al este. Después de cuando se lo desmontamos, dice que va lleno. Solo, cuando le amenazamos con pedirle su nombre y cargo, para presentarnos en la no muy lejana comisaria, da su brazo a torcer y nos deriva a otro cobrador, que nos vende dos billetes para la cercana Inezgane. La suerte es, que circula vía Taghazoud, que es nuestro deseado destino.

          El camino es árido y ascendente en sus primeros tramos. Luego, mantiene la primera característica, pero aparece el mar al lado derecho. En total, tres horas de viaje. Para llegar al pueblo, debemos abandonar la carretera principal y descender por otra secundaria, que serpenteante y entre acantilados secos, lleva a la calle principal. Es la una de la tarde del viernes y la mezquita local está en plena actividad, como no podía ser de otra manera.

          Será, uno de los lugares más propicios para practicar el tubo surferos -dicen, porque no tenemos ni idea de esta práctica -, pero a todas luces, Taghazoud está claramente idealizado y sobrevalorado para el viajero normal. Tiene una aceptable calle principal con hoteles y negocios relacionados con el surf. Las tres o cuatro restantes, más anodinas, dejan bastante, que desear, en cuanto al asfaltado y la limpieza. La playa es discreta -para colmo, hay neblina, pocas olas y el mar está marrón, hasta el horizonte - y los alojamientos resultan carísimos (nos han llegado a pedir hasta 200€ por noche). Eso sí: hay guiris -perfil jostelero- para aburrir.

          Pensábamos dormir aquí, pero como no vamos a pagar, lo que nos piden, enfilamos por el paseo marítimo -lleno de resorts, donde ni preguntamos y de restaurantes caros-, que tras unos cinco kilómetros, une Taghazoud con Tamragth. A cada paso, la playa ver va alejando y al fondo vemos, a decenas de surferos (menos de los esperados).

          Tamragth es más pequeña, fea y deshabitada, que Taghazoud, aunque no por ello, los alojamientos reducen su precio. Tiene pinta, que tendremos, que ir a pernoctar a Iznegane, al hotel donde ya dormimos a finales de enero.

          Esperamos el autobús a Agadir. Tarda en llegar, porque es viernes, así, que resumiendo, llevamos cuatro festivos seguidos: el final del Ramadán, dos de Eid al Fitr y hoy. ¡Menudo vidorro a cuenta de la maldita religión! Al final, optamos por compartir taxi a buen precio, hasta allí.

          Nuestro objetivo principal aquí, es comprar cerveza -tres días sin probarla- y reponer alcohol más fuerte en una de las tiendas Victoria,coque si está abierta.

          Para acabar la jornada, toca bus urbano, a Inezgane. El hombre del hotel nos recuerda y se alegra de vernos. Tanto, que nos rebaja el precio de la habitación en 30 dirham y nos propone, que visitemos su localidad natal. Taliuine -ciudad famosa por el azafrán - con la comida, el alojamiento y todos los demás gastos incluidos. De tan amable, resulta pesadísimo. Para que nos sintamos, como en casa, nos brinda la misma habitación de la otra vez.

lunes, 15 de abril de 2024

El día más insólito de mi vida (parte II: el análisis)

           Resulta increíble, que -precisamente-, en Marruecos, te impidan subir a un autobús por tener en el trasero una pequeña mancha, cuando se trata de una de las naciones con la higiene más deficiente del mundo. En el transporte público por carretera -menos, en el tren - suele oler a rayos, especialmente, en el sur. Para ser justos, el calor también hace su trabajo. Y, aparte de lavarse poco y de la comida especiada, que endurece el sudor, la razon fundamental es, que se cambian aun menos de ropa. Las chilabas de ellos, contienen todo tipo de sustancias indistinguibles y los faldamentos, donde se enroscan ellas, podrían mantenerse de pie, pero sin persona dentro.

          Si los hechos ocurridos con el cobrador son lamentables y gravísimos para la dignidad de un ser humano - y sus planes, porque podríamos haber perdido un avión-, aun lo es más la actitud de la policía. Suponemos, que no quiso problemas con el vendedor, porque se verán allí todos los días, pero puede ser, que sea tan racista e inhumano, como él. Y digo racista, porque al resto de pasajeros, todos marroquíes, que compraban billetes, no se les hizo observación alguna sobre su indumentaria, más sucia, que la nuestra ¡Y de su última ducha, ni con carbono catorce se consigue datar!

        Yo he tenido una vida plácida y con pocos incidentes de discriminación o inhumanidad y por eso puedo afirmar, que está ha sido la situación más vejatoria de mi vida.

          Hoy más, que ayer, me siento Vinicius, cualquier trabajador explotado o mujer a la que atropellan su dignidad -y vida-, solo por serlo.

          Tenemos estudios universitarios, bastante cultura y formación política, conocemos más de 140 países, somos de izquierdas y cuando pasado mañana volvamos a nuestra ciudad, no miraremos a los marroquíes emigrados allí, de la misma manera. Si esto nos ocurre a nosotros, no puedo -ni quiero - imaginar, que pasa por la cabeza de la intolerante fachosfera patria.


El día más insólito de mi vida (parte I: los hechos)

           Descartada -al menos, hoy-, recuperar nuestra fallida visita, a Sidi Kauki, comenzamos nuestra segunda jornada ven la costa Atlántica sur de Marruecos, queriendo llegar hasta la mítica Taghazoud, considerada como la perla africana del surf

          Llegamos a la estación de autobuses general -hay otra de CTM- y en el medio de su explanada abordamos al cobrador de billetes y le pedimos dos para Agadir. Nos contesta, que ese autobús -que nos han indicado en las agencias-, no va a ese destino. Retrocedemos desconcertados, pero a los diez segundos nos damos cuenta, de que ese hombre vuelve a vocear: "Agadir, Agadir, Agadir". Le pedimos entonces explicaciones y nos indica, que si se dirige allí, pero que solo nos puede vender un boleto, sin darnos más aclaraciones.

          Volvemos al edificio de la terminal y un amable chico nos aconseja, que hablemos con la policía - con garita propia en la estación-, porque el vehículo no puede ir lleno. Eso hacemos. Tras hablar el agente y el cobrador, este último alega, que tengo una mancha oscura en la parte trasera del pantalón y que así, no puedo subir al autobús. Lo peor no es ese alegato, sino que el poli, inmediatamente, se va y nos deja tirados. Le explicamos al tocahuevos , que no traemos más pantalones y hasta me coloco el jersey a la cintura para taparla, pero no se baja del burro.

          Efectivamente -me lo confirma mi pareja-, tengo una pequeña mancha de color y ntre rojizo y marrón, que a simple vista, podría ser sangre, barro y con menos posibilidades, restos de heces. La respuesta correcta es la primera, porque desde hace años padezco almorranas, que por temporadas y sin motivo aparente, sangran.

          Nos quedamos alucinados y sin saber, que hacer. Empezamos, a tener, que perderemos otro día, como ese tipo siga ahí controlando la venta de billetes durante toda la mañana. Y, así terminará ocurriendo.

          Nos quedamos muy tocados y empezamos a vagar sin rumbo, dándole vueltas a esta historia tan insólita, absurda, inquietante, inoportuna, vehemente, nada empática y sobre todo racista y humillante, como se analizará en el próximo post.

          Cuando quisimos reaccionar eran ya las doce de la mañana y al encontrar la terminal de CTM, ya no nos convenían los horarios, a Agadir para este día. Además, con esta compañía cuesta casi un cincuenta por ciento más.

          Volvemos, a dormir, en Essaouira, en el sitio, que buscábamos ayer -excelente- y temiendonos, que mañana -a pesar de frotar el pantalón -, los hechos se pudieran repetir.