En Azerbaiyán y en otros cuantos países del mundo, termina pasando siempre algo, hasta en los días más anodinos, en los que parece, que no va a ocurrir nada.
El noveno día de estancia en el país, nos levantamos con los pocos deberes de visitar Kish, tomando una abarrotada y frecuente marsustka y habiendo descartado llegar hasta otros pueblos de esta zona.
El primer susto de la jornada nos lo da el amable recepcionista del hotel, de Sekhi. Nuestra habitación está reservada para hoy...¡Suspense!. Pero, nos buscarán otra diferente y entre la incertidumbre, nos preguntamos: "¿Por qué no le dan esa otra a los nuevos huéspedes, nos quedamos donde estamos y no hacemos tantos cambios de equipaje?".
La segunda "alegría ", nos la llevamos al tratar de cambiar dinero. Para nuestra contrariedad y misteriosamente, siendo martes, todos los bancos están cerrados a cal y canto. Investigamos y entramos en pánico. Así será desde hoy y en los próximos tres días, debido a la festividad religiosa de Eid-El-Adha. Nos domina la histeria, pensando en cómo manejar un cajero automático en el idioma azerí -no disponen de ningún otro -, al margen de la abultada comisión, que nos meterá nuestro banco.
Kish es un lugar agradable y tranquilo con un casco histórico pavimentado a lo grande. Las casas de piedra y una bonita iglesia albanesa de hace 1500 años, constituyen el principal atractivo de este lugar. Se encuentra a tan sólo diez minutos, de Sekhi. Tras algo más de una hora, retornamos.
El día es algo menos caluroso, que ayer, está nublado y a ratos llueve. Los perros callejeros son un problema, en Azerbaiyán y especialmente, en Sekhi.
Salvo los puñeteros bancos, todo lo demás está abierto, funcionando con normalidad absoluta y lo único novedoso es, que con motivo de la fiesta musulmana - y eso, que aquí, la religión importa un pimiento - han colocado en los negocios banderolas ancladas al suelo, por lo que si ya se caminaba mal por la ciudad, contamos con otra dificultad añadida.
Antes de almorzar, volvemos a ascender al casco histórico, por las interminables escaleras y los tramos sin aceras. Las bien montadas tiendas de artesanía y Galván -dulce con mucha almendra y miel, típico de la zona -, no tienen demasiados clientes. Hay menos gente, que ayer, visitando los distintos monumentos.
Al final, las aguas vuelven a su cauce. Nos topamos con la única casa de cambio, que hemos visto en todo el país, que sí está abierta.
Mañana, si nada lo impide, volveremos a Baku, a pasar el último día y medio en esta interesante nación. Después y habiendo rizado el rizo para cuadrar la vuelta, nos espera una buena aventura por lugares desconocidos de Cerdeña.
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