Al final, el roce hace el cariño y nuestra inicial enemistad con Sekhi, se fue diluyendo, como los azucarillos de colores, que tanto usan en este país para endulzar el té y el café. La bajada de las temperaturas también ha contribuido a la causa.
Entre sorbos de combinados de vodka -omnipresentes aquí - y sueñecitos plácidos, la vuelta a Bakú fue más tranquila y rápida de lo esperado. Aunque aburrida, porque transitamos, constantemente, por el habitual paisaje desértico.
Comprobamos, que al mundo rural azerí llega incluso, una furgoneta con el logo de La Casa de Papel y sus máscaras dalinianos -en la capital están plasmadas en muchas camisetas - y que aún siendo un hábito residual en todas las edades, hay más mujeres de veinte años con el hijab en la cabeza, que de cincuenta. Ya sabemos, que el mundo está viviendo la etapa más destructiva y desastrosa en el último medio siglo, pero no nos gusta reafirmarnos cada día.
Como resulta imposible pasar una jornada en Azerbaiyán sin incidentes, tuvimos un desagradable encontronazo con un estúpido vigilante de seguridad del metro de la estación de autobuses. Esta alberga un desangelado y fallido centro comercial,más fantasma, que la madrileña estación de Chamberí.
El día terminó tranquilo, paseando por el borde del Caspio, porque en nuestro alojamiento de la anterior estancia había sitio y fuimos calurosamente recibidos, incluso, por Fátima, la niña de tres años, hija de los propietarios. También, nos saludaron efusivamente, al pasar por la puerta de la agencia, donde contratamos la excursión a Gobustan. ¡Empezamos a ser famosos aquí, ahora, que nos vamos!
El jueves, nuestra última jornada completa, en Bakú, nos lo tomamos con calma, como ocurre siempre, al final de nuestros viajes. El calor era asfixiante y no corría ni una gota de aire, algo muy raro, en la capital azerí.
Sin embargo, tuvimos tiempo para llevarnos otra decepción. Quisimos visitar por dentro los bajos de las Torres Llama. Pero, todos sus negocios han cerrado y se encuentran valladas, vigiladas e inaccesibles desde fuera. Otra muestra más de los gigantes con pies de barro, que construyen algunos países del tercer mundo con ciertos posibles, normalmente, ligados al petróleo.
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