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miércoles, 25 de agosto de 2021

¡Hoy va a ser la noche de que te hablé! Masterclass de la vida nocturna de Milán (parte II)

 
         Tras reposar en la plaza e indiñarnos el suficiente combustible alcohólico, nos dirigimos a la cercana puerta Ticinese y cruzando una amplia avenida, accedes a la zona de Navigli, donde también habíamos estado de día, ¡pero vaya usted a comparar!

          Existen varios canales, que se entrelazan, pero para explicarlo de una forma básica diríamos, que la estructura principal tiene forma de "L". En la parte larga de halla una calle extensa partida por un canal. En el segmento de la izquierda se celebran numerosos botellones, entremezclados con algunos bares. El ambiente es bastante crispado, fruto del alcohol. 

        Sin comerlo, ni beberlo, vivimos varios momentos de tensión. El más importante ocurre, cuando una mujer insulta a otra, llamándola "gorda, cornuta y putana"

 Quien ofende, pesa bastantes kilos más, que la mencionada víctima. Un vigilante de seguridad de un garito cercano, trata de poner paz, mientras nosotros tratamos de continuar. Entre el remolino, un imbécil con un patinete y ajeno a todo, trata de pasar entre gritos y entre medias, sin importarle nada.

          El otro lado del canal, ya de vuelta, resulta más reconfortante. Menos gente, menos borrachera y más nivel intelectual, a tenor de las pausadas conversaciones.

        La parte estrecha de la "L" es otro mundo y los acontecimientos se suceden. Cuando vamos por la parte derecha nos sobrecogemos: decenas de personas persiguen a un joven con intenciones de linchamiento y van en serio. El corre y termina lanzándose al agua. ¡Confusión!

          Lo siguiente, que observamos es, a numerosa gente partiendo botellas de vidrio contra el suelo, para supuestamente, atacar o defenderse de algo, que no llegamos a ver. Por la forma, que lo hacen, tienen más posibilidades de herirse en las manos, que de conseguir su objetivo.

          La escena gira unos 45 grados. Un chico está tumbado en el suelo y sangrando por la cabeza con virulencia. No podemos asegurar, si es el que han rescatado del agua u otro. Una multitud se arremolina alrededor, mientras nosotros mantenemos la distancia.

          El primer coche de policía tarda mas de veinte minutos en llegar, aunque i pareja de agentes no se implica demasiado y ni se acerca al lugar de los hechos. Una chica, algo alterada, les cuenta lo sucedido o al menos su versión. En otros diez minutos más, llegan otras cinco patrullas y no es hasta pasados casi tres cuartos de hora, cuando aparece una ambulancia para atender al herido.

        Nosotros seguimos nuestro camino por el otro lado de la dársena, dónde conviven parejas inofensivas, con jóvenes algo alborotados y númerosos árabes con sus musicas típicas y rebosantes de sonoridad a todo volumen. El islam prohíbe el alcohol, pero la mayoría van mamados.

          Uno de ellos y en lamentable estado, muy corpulento, se me acerca, supuestamente, a saludarme. Lo esquivo, pero estoy a punto de caerme al canal. Se produce un rifirrafe, que no pasa a mayores.

          A todo esto, solo son las tres y media de la madrugada. Compungidos, retornamos a la plaza de San Lorenzo Maggiore, donde como si nada, sigue el tranquilo botellón multitudinario. Reponemos fuerzas etílicas, durante hora y media y planificamos la jornada siguiente. ¡Iremos a Vigevano, que dicen, cuenta con la plaza más bella de Italia!

        Para llegar hasta allí, deberemos tomar el tren rn la estación de Porta Génova, cercana a los canales, por lo que debemos volver por ls dársena. De repente y sin verlo, aparece el mismo hijo de puta anterior, que trata de apresarme y agredirme, aunque me zafo sin demasiada dificultad, pero no consigo esquivar su escupitajo, que cae sobre mi cara. El amago de enfrentamiento, tras mucha tensión e incertidumbre y sin que nadie de los alrededores haga ni caso, termina en nada, afortunadamente.

          Ya amaneciendo, llegamos a la estación en cuestión. En la plaza colindante y sentados en un banco, ajenos a todo, varios subsaharianos esnifan cocaína de unos billetes de veinte y cincuenta euros.

          ¡Comienza un nuevo día!

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