Con los años, que uno va teniendo y con las múltiples experiencias vividas parece, que ya estuvieras de vuelta de todo. Hemos vivido dos golpes de estado en directo -en Mali y en Tailandia-, me han pegado con resultado de borbotones de sangre en India; hemos dormido más de cien veces en la calle y hemos estado a punto de perder la vida despeñados por varias carreteras del tercer mundo. Pero, aún así,digo impresionado y no consigo olvidar los acontecimientos vividos, durante la noche del 25 de julio -mi santo, por cierto- de este año. Entre, que los hoteles el sábado estaban caros y que habíamos leído de los irresistibles atractivos de la noche de Milán, decidimos sumergirnos en ella. Mi pareja, que muchas veces, cuando habla sube el pan sentenció: "pues va a ser una noche muy aburrida". ¡Lo clavó!
Habíamos pasado la tarde en los alrededores del lago Maggiore. Concretamente, en las localidades de Stressa y Arona. Llovió algo y la temperatura fue más generosa que en los días anteriores. Quisimos tomar un determinado tren de vuelta, a Milán, pero lo cancelaron. ¡Nada sorprendente, en Italia! Así, que tuvimos, que tomar otro y llegar a la ciudad ya de noche. Y no a la estación Central, sino a Porta Garibaldi.
De ahí al centro, hay un trecho de más de una hora, caminando. Hay, que atravesar la inmensa e insoportable plaza de la República, que no fue diseñada para ser abordada por seres humanos viandantes. Y de camino y sobre la acera, estuvimos a punto de ser atropellados por un imprudente ciclista, que encima nos puso cara de ofendido.Con algo de estrés, llegamos al barrio de Brera, muy próximo a la Scala. Habíamos estado la jornada anterior por la tarde. Está más animado a horas vespertinas, que por la noche, aunque sus numerosas terrazas y los bonitos nombres de la calles -Fiori Chiari, Fiori Oscuri...- no son una mala opción para apalancarse en cualquier momento.
Acometemos la plaza del Duomo, escasamente poblada por cuatro guiris despistados. Antes y en las galerías Vittorio Emanuel, estamos a punto de caer al suelo, debido a unos chicos, que iban haciendo el gilipollas, empujándose entre ellos.Mi pareja, rebosante de hambre, se come un bocata detrás de la Logia y poco después, ponemos rumbo, hacia el castillo Sforcesco. Es una zona semipeatonal, que cruza calles de numeroso tráfico, incluso a estas horas. Estamos, a punto de ser atropellados, primero por un patinete y después y en el último paso de cebra, que te acerca a la fortaleza, por un sinvergüenza sobre cuatro ruedas, con menos sensibilidad, que una ameba y probablemente, pasado de drogas y/o alcohol.
Deshacemos el camino, no siendo aún la una de la madrugada, sin ser conscientes, de que lo mejor estaba todavía por llegar. Nos dirigimos al barrio de Ticinese, no demasiado lejos del centro. También, abundan las terrazas -mas frecuentadas de dia- sobre las aceras de una agradable calle, que va a dar a la plaza de San Lorenzo Maggiore, muy coqueta y escoltada por unas esbeltas columnas antiguas y por la iglesia del mismo nombre. A estas horas esta muy animada y se celebran sobre el asfalto númerosos botellones pacíficos, en concordia y sin estridencia o violencia.¡Esta estaba por llegar y a raudales¡
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