Pues si. Ya va quedando menos para explicaros, porque consideramos a Grecia un país con características del tercer mundo y no lo hacemos con intención peroyativa. Pero, de momento, vamos a hablaros de algunas otras cosas, que hemos percibido en nuestra visita al país.
Los griegos son, en general, desenfadados, alegres y cordiales,aunque también muy poco adaptables a cumplir las normas más básicas. El tráfico para nosotros, es el más caótico de toda Europa. Es impensable, que un conductor se detenga en un paso de cebra -ni siquiera la policía- o que lleve puesto el cinturón de seguridad. De sillitas para los niños nada: las madres con el crío en brazos en el asiento de delante. Las motos van por la acera, campando a sus anchas y se puede aparcar en cualquier parte, siendo la acera el lugar más elegido. Por supuesto, los motoristas conducen sin llevar el casco.
Nos llamó la atención, que los policías en Atenas -en el resto del país, casi ni los vimos-, vayan de dos en dos en una moto, bien abrazaditos, en vez de tener ciclomotor propio. Da una imagen de país cutre y de poco respeto a la "autoridad".
La importancia de los peripteros -kioskos- en la vida cotidiana de las grandes ciudades. Allí se han reciclado, a diferencia de España y cumplen la función de tiendas de la chinos, pero en plena calle (de hecho estos bazares asiáticos, apenas los hay). Venden de todo lo imaginable, tras la crisis de la prensa escrita y la subida de los impuestos del tabaco, que les ha bajado el margen de beneficio. Desde refrescos, cervezas, combinados, sombreros, imanes de frigorífico, linternas, herramientas, camisetas, dulces, gominolas, estampitas de santos... Bastantes de ellos están abiertos las 24 horas del día.
Nos sorprendió, que en pleno siglo XXI y en lugares, como la plaza Monastiraki, aún haya gitanas vendiendote flores o subsaharianos, tratándote de colocar pulseras con muy malas artes, en ambos casos. Parece el Retiro de los años ochenta, donde si no te leían la mano, te trataban de endosar cualquier cosa.
La agresividad de los captadores -me niego a llamarles camareros-, en los restaurantes de las distintas zonas turísticas, salvo en el denominado y vibrante Soho griego. En algunas ocasiones nos llegaron a pedir, suplicando y por favor, que nos sentaramos a cenar.
A mi no me disgusta la música griega, parecida a la turca, pero después de tres semanas escuchándola, de forma repetitiva y en todas partes -supermercados, restaurantes o tiendas-, termine odiandola y agradeciendo la aportación internacional de los músicos callejeros.
Nos resultó curioso, que a lo largo del país, solo vieramos una unica marca de casas de apuestas. Nos da que pensar, que este negocio, está bajo control estatal, aunque no lo sabemos seguro.
No vimos un solo esclavo de Globo, aunque si, motos con enormes portaequipajes, sin marca empresarial alguna.