Este es el blog de algunos de nuestros últimos viajes (principalmente, de los largos). Es la versión de bolsillo de los extensos relatos, que se encuentran en la web, que se enlaza a la derecha. Cualquier consulta o denuncia de contenidos inadecuados, ofensivos o ilegales, que encontréis en los comentarios publicados en los posts, se ruega sean enviadas, a losviajesdeeva@gmail.com.

jueves, 18 de abril de 2024

Al fin, conseguimos escapar de Essaouira

           El tercer día y por fin, comienza el viaje normal. Con sus aventuras y desventuras habituales, pero sin situaciones absurdas, racistas o humillantes. Aunque está a punto de no comenzar, porque nos quedamos a un instante de permanecer en el bucle maligno del día anterior.

          Y es, que al llegar a la estación, nos volvemos a topar, con el impresentable tipejo de ayer. Aún con el pantalón frotado y el jersey atado a la cintura -no se ve nada- sigue poniendo excusas para impedirnos subir al bus, de Agadir. Primero, alega, que si ca allí, pero via Tarudant. Eso es imposible, porque un destino se halla al sur y el otro, al este. Después de cuando se lo desmontamos, dice que va lleno. Solo, cuando le amenazamos con pedirle su nombre y cargo, para presentarnos en la no muy lejana comisaria, da su brazo a torcer y nos deriva a otro cobrador, que nos vende dos billetes para la cercana Inezgane. La suerte es, que circula vía Taghazoud, que es nuestro deseado destino.

          El camino es árido y ascendente en sus primeros tramos. Luego, mantiene la primera característica, pero aparece el mar al lado derecho. En total, tres horas de viaje. Para llegar al pueblo, debemos abandonar la carretera principal y descender por otra secundaria, que serpenteante y entre acantilados secos, lleva a la calle principal. Es la una de la tarde del viernes y la mezquita local está en plena actividad, como no podía ser de otra manera.

          Será, uno de los lugares más propicios para practicar el tubo surferos -dicen, porque no tenemos ni idea de esta práctica -, pero a todas luces, Taghazoud está claramente idealizado y sobrevalorado para el viajero normal. Tiene una aceptable calle principal con hoteles y negocios relacionados con el surf. Las tres o cuatro restantes, más anodinas, dejan bastante, que desear, en cuanto al asfaltado y la limpieza. La playa es discreta -para colmo, hay neblina, pocas olas y el mar está marrón, hasta el horizonte - y los alojamientos resultan carísimos (nos han llegado a pedir hasta 200€ por noche). Eso sí: hay guiris -perfil jostelero- para aburrir.

          Pensábamos dormir aquí, pero como no vamos a pagar, lo que nos piden, enfilamos por el paseo marítimo -lleno de resorts, donde ni preguntamos y de restaurantes caros-, que tras unos cinco kilómetros, une Taghazoud con Tamragth. A cada paso, la playa ver va alejando y al fondo vemos, a decenas de surferos (menos de los esperados).

          Tamragth es más pequeña, fea y deshabitada, que Taghazoud, aunque no por ello, los alojamientos reducen su precio. Tiene pinta, que tendremos, que ir a pernoctar a Iznegane, al hotel donde ya dormimos a finales de enero.

          Esperamos el autobús a Agadir. Tarda en llegar, porque es viernes, así, que resumiendo, llevamos cuatro festivos seguidos: el final del Ramadán, dos de Eid al Fitr y hoy. ¡Menudo vidorro a cuenta de la maldita religión! Al final, optamos por compartir taxi a buen precio, hasta allí.

          Nuestro objetivo principal aquí, es comprar cerveza -tres días sin probarla- y reponer alcohol más fuerte en una de las tiendas Victoria,coque si está abierta.

          Para acabar la jornada, toca bus urbano, a Inezgane. El hombre del hotel nos recuerda y se alegra de vernos. Tanto, que nos rebaja el precio de la habitación en 30 dirham y nos propone, que visitemos su localidad natal. Taliuine -ciudad famosa por el azafrán - con la comida, el alojamiento y todos los demás gastos incluidos. De tan amable, resulta pesadísimo. Para que nos sintamos, como en casa, nos brinda la misma habitación de la otra vez.

lunes, 15 de abril de 2024

El día más insólito de mi vida (parte II: el análisis)

           Resulta increíble, que -precisamente-, en Marruecos, te impidan subir a un autobús por tener en el trasero una pequeña mancha, cuando se trata de una de las naciones con la higiene más deficiente del mundo. En el transporte público por carretera -menos, en el tren - suele oler a rayos, especialmente, en el sur. Para ser justos, el calor también hace su trabajo. Y, aparte de lavarse poco y de la comida especiada, que endurece el sudor, la razon fundamental es, que se cambian aun menos de ropa. Las chilabas de ellos, contienen todo tipo de sustancias indistinguibles y los faldamentos, donde se enroscan ellas, podrían mantenerse de pie, pero sin persona dentro.

          Si los hechos ocurridos con el cobrador son lamentables y gravísimos para la dignidad de un ser humano - y sus planes, porque podríamos haber perdido un avión-, aun lo es más la actitud de la policía. Suponemos, que no quiso problemas con el vendedor, porque se verán allí todos los días, pero puede ser, que sea tan racista e inhumano, como él. Y digo racista, porque al resto de pasajeros, todos marroquíes, que compraban billetes, no se les hizo observación alguna sobre su indumentaria, más sucia, que la nuestra ¡Y de su última ducha, ni con carbono catorce se consigue datar!

        Yo he tenido una vida plácida y con pocos incidentes de discriminación o inhumanidad y por eso puedo afirmar, que está ha sido la situación más vejatoria de mi vida.

          Hoy más, que ayer, me siento Vinicius, cualquier trabajador explotado o mujer a la que atropellan su dignidad -y vida-, solo por serlo.

          Tenemos estudios universitarios, bastante cultura y formación política, conocemos más de 140 países, somos de izquierdas y cuando pasado mañana volvamos a nuestra ciudad, no miraremos a los marroquíes emigrados allí, de la misma manera. Si esto nos ocurre a nosotros, no puedo -ni quiero - imaginar, que pasa por la cabeza de la intolerante fachosfera patria.


El día más insólito de mi vida (parte I: los hechos)

           Descartada -al menos, hoy-, recuperar nuestra fallida visita, a Sidi Kauki, comenzamos nuestra segunda jornada ven la costa Atlántica sur de Marruecos, queriendo llegar hasta la mítica Taghazoud, considerada como la perla africana del surf

          Llegamos a la estación de autobuses general -hay otra de CTM- y en el medio de su explanada abordamos al cobrador de billetes y le pedimos dos para Agadir. Nos contesta, que ese autobús -que nos han indicado en las agencias-, no va a ese destino. Retrocedemos desconcertados, pero a los diez segundos nos damos cuenta, de que ese hombre vuelve a vocear: "Agadir, Agadir, Agadir". Le pedimos entonces explicaciones y nos indica, que si se dirige allí, pero que solo nos puede vender un boleto, sin darnos más aclaraciones.

          Volvemos al edificio de la terminal y un amable chico nos aconseja, que hablemos con la policía - con garita propia en la estación-, porque el vehículo no puede ir lleno. Eso hacemos. Tras hablar el agente y el cobrador, este último alega, que tengo una mancha oscura en la parte trasera del pantalón y que así, no puedo subir al autobús. Lo peor no es ese alegato, sino que el poli, inmediatamente, se va y nos deja tirados. Le explicamos al tocahuevos , que no traemos más pantalones y hasta me coloco el jersey a la cintura para taparla, pero no se baja del burro.

          Efectivamente -me lo confirma mi pareja-, tengo una pequeña mancha de color y ntre rojizo y marrón, que a simple vista, podría ser sangre, barro y con menos posibilidades, restos de heces. La respuesta correcta es la primera, porque desde hace años padezco almorranas, que por temporadas y sin motivo aparente, sangran.

          Nos quedamos alucinados y sin saber, que hacer. Empezamos, a tener, que perderemos otro día, como ese tipo siga ahí controlando la venta de billetes durante toda la mañana. Y, así terminará ocurriendo.

          Nos quedamos muy tocados y empezamos a vagar sin rumbo, dándole vueltas a esta historia tan insólita, absurda, inquietante, inoportuna, vehemente, nada empática y sobre todo racista y humillante, como se analizará en el próximo post.

          Cuando quisimos reaccionar eran ya las doce de la mañana y al encontrar la terminal de CTM, ya no nos convenían los horarios, a Agadir para este día. Además, con esta compañía cuesta casi un cincuenta por ciento más.

          Volvemos, a dormir, en Essaouira, en el sitio, que buscábamos ayer -excelente- y temiendonos, que mañana -a pesar de frotar el pantalón -, los hechos se pudieran repetir.

Playa 🏖️👙 de Agadir


 

Cuando el Eid al Fitr se junta con la mala suerte (parte II)

           Si se viene andando desde el aeropuerto, al centro de Essaouira, se entra por el majestuoso y largo -aunque algo soso - paseo marítimo. Al fondo del mar -totalmente marrón, hoy-, hay algunos surfistas, mientras en las escasas terrazas, se ven algunos guiris tomando caras cervezas, que hasta ayer, estaban prohibidisimas en cualquier parte 

          Ambas cosas, constituyen casi la única actividad en esta ciudad durante el segundo día del Eid al Fitr. Casi todos los negocios están cerrados a cal y canto, quedando solo abiertas algunas tiendas de ropajes o de alimentación general (sardinas, snacks, galletas y refrescos). Nunca habíamos visto en diez viajes al país, un lugar así e impresiona. ¡Toda la medina para nosotros solos!

         Nos disponemos a tomar una habitación en el hotel de hace tres meses y llega la siguiente sorpresa: está chapado con todos los trancos posibles. ¿Por el fin del Ramadán o de forma permanente? No hay pistas, aunque en enero parecía que funcionaba normalmente. La consecuencia es, que empezamos un peregrinar por otros establecimientos -casi todos, a medio gas-, cuyo precio se aleja mucho de nuestras pretensiones. En uno de ellos, la clave del wifi está escrita en el mostrador de recepción, por lo que nos conectamos a ella, discretamente, en la puerta. Solo una opción apetecible en Booking, aunque nos cuesta ubicarla en el mapa.

          Justo cuando lo conseguimos, aparece un simpático chico, que nos ofrece alojamiento por 200 dirham. Para acceder a su petición le rebajamos el precio a 150. Nos lleva a toda velocidad, de un lado a otro de la medina y en los tres primeros lugares prometidos, no hay nadie. Finalmente, terminamos en una tienda, cuyo propietario lo es, también de un estudio/ático. La estancia -con dos habitaciones, baño con agua caliente y cocina - es impecable, aunque no dispone de wifi y es un quinto sin ascensor, cuya escalera de elevados peldaños en forma de caracol, parece conducir al infierno, más que al cielo.

          Milagrosamente, encontramos una oficina de cambio abierta, aunque para comer, tuvimos que tirar de pan de molde propio y media tortilla de patatas, que nos habían dejado pasar en los controles de Barajas.

          Con poca esperanza, nos acercamos a la tienda de la cerveza y evidentemente, está cerrada. Pero la sorpresa llega, cuando al día siguiente tampoco abre. Miramos en Google y pone: "cerrado permanentemente". Pero, ¡si hace dos meses funcionaba a pleno rendimiento!

          En realidad, está mañana, no pretendíamos venir aquí desde el aeropuerto, sino a Sidi Kauki, desde donde luego llegaríamos, por la tarde. El día siguiente, nos iba a deparar nuevos quebraderos de cabeza con el recorrido, debido a uno de los hechos más insólitos ocurridos en nuestras vidas.


domingo, 14 de abril de 2024

Mirleft


 

Playa 👙🏖️ de Mirleft


 

Cuando el Eid al Fitr se junta con la mala suerte (parte I)

          Adelantamos nuestra partida hacia Madrid al comprobar, que había varias e interesantes ofertas de degustaciones gratuitas a través de la aplicación de Samplia. En concreto, bombones y güisqui Ballantines en las máquinas de Príncipe Pío y centro comercial de La Vaguada y rica hamburguesa vegana en Callao. Todo me cayó bien, pero lo que me había sentado mal era la legumbre de media mañana y terminé el día agarrado a las tazas del wáter del aeropuerto de Barajas.

          Sin problemas en los controles de seguridad y de pasaportes, partimos en hora, hacia Essaouira. Llegamos a Marruecos, apenas siete horas después de haber terminado el Ramadán, en plena resaca religiosa. Sabíamos, que ayer, hoy y -en algunos casos, mañana-, se celebra la fiesta del Eid al Fitr e íbamos preparados para algún contratiempo. Lo que no imaginábamos es, las complicaciones, que esta festividad nos iba a traer, junto a un cúmulo de situaciones de mala suerte. Habíamos estado hace menos de tres meses en esta ciudad y creíamos, tenerlo todo controlado, pero...

          En el aeropuerto, la chica de información nos asegura, que aunque menos, si hay autobuses públicos para ir al centro y que el primero sale a las 10:30 (espera de tres horas y media). Nos repite varias veces la información. Mucho tiempo a entretener y un calor y un sol en el exterior -donde no hay sombras-, importantes. Nos entran, a cada rato, taxistas y particulares, pero sus ofertas no son nada tentadoras y se limitan a replicar la abusiva tarifa oficial escrita en los tablones del aeropuerto (150 dirham).

          Diversas personas -a pie o sobre ruedas- nos empiezan a decir, que no hay autobuses -algunos, hasta se ríen de nosotros -, pero seguimos teniendo fe en la chica de información.

          A las once menos cuarto y ya desesperados, volvemos a la terminal y un trabajador nos confirma, lo que ya nos había dicho tanta gente. ¡Maldita hija de puta!. Nos sugiere, que caminemos los tres kilómetros, que hay hasta la carretera general y desde allí, abordemos un taxi compartido, por 20 o 30 dirham.

          Empezamos a andar. No hay mucho tráfico, pero el arcén es pedregoso y machaca los pies. El terrible viento da de cara y el sol nos machaca la espalda. Al llegar a la vía principal comprobamos con disgusto, que si pasan taxis, pero son pequeños y van vacíos. El resultado final y resumiendo es, que debemos invertir cuatro horas -al final, casi cojos, por el lamentable terreno -, en cubrir los 16 kilómetros hasta el centro. En cuanto a los conductores particulares -nacionales o extranjeros -, ninguno de apiadó de nosotros.