Este es el blog de algunos de nuestros últimos viajes (principalmente, de los largos). Es la versión de bolsillo de los extensos relatos, que se encuentran en la web, que se enlaza a la derecha. Cualquier consulta o denuncia de contenidos inadecuados, ofensivos o ilegales, que encontréis en los comentarios publicados en los posts, se ruega sean enviadas, a losviajesdeeva@gmail.com.

lunes, 15 de enero de 2024

Al fin, en Halong Bay, pero no encontramos nada de lo esperado

           Cada día en Vietnam vives dos perfiles opuestos. Con la luz del sol, a partimos el cobre con los planes de la jornada -nunca sabes o puedes prever, los problemas, que te acontecerán-, mientras que con la llegada de la noche en los hoteles, pasas a disfrutar de tu momento casi balneario. Si todo en Vietnam fuera como sus alojamientos económicos, serían sin duda primera potencia mundial. Por entre 10 y 15 euros, habitaciones recién reformadas y pintadas, todas con baño privado, televisión, wifi con repetidor propio, aire acondicionado y nevera.

          El día de la partida de Haiphong comenzó como el rosario de la aurora. Dos motos estuvieron a punto de atropellarnos y en el banco, donde ayer nos aseguraban cambio, hoy nos dijeron,que no, sin mas explicaciones . ¡Vietnam en estado puro!. Así, que comenzamos una larga peregrinación por varias entidades hasta conseguir canjear nuestro dinero.

          Los problemas siguieron, con un par de microbuses, en la parada, hacia Bay Chai, que nos querían cobrar más de la cuenta. El pan nuestro de cada día. A la tercera llegó la vencida y con dos días de retraso llegamos a Bay Chai, punto de entrada a la bahía de Halong, no teniendo si más remedio, que pagar el importe del vehículo entero, aunque regateado. A todo esto, nos hemos gastado algo más de dinero, por enredar tanto, que si nos hubiéramos sometido a las exigencias de los estafadores y hubiéramos tomado el transporte directo.

          Nada de lo que hemos visto se corresponde con lo esperado. Imaginábamos un lugar lleno de guiris, de terrazas, de puestos callejeros, de agencias con comisionistas dando la brasa, de oficinas de cambio... Pues, no. Nada de eso hay, al menos en esta época del año.

          Desde la estación de buses y en una hora, llegamos caminando al centro de la ciudad, que no es demasiado caótica. Arribando a una rotonda, comienza una auténtica ciudad fantasma. A la derecha, hoteles de lujo, que culminan en una cuidada plaza, donde se ubica un centro comercial con todos sus negocios cerrados y abandonados desde hace tiempo.Hay un cartel, que anuncia un mercado nocturno. Alguien se olvidó de quitarlo, cuando desapareció no se sabe cuando.

          De frente y tras una hora de camino, se encuentra la oficina internacional de cruceros donde se pueden comprar a dos precios distintos y en su unico mostrador las excursiones por la bahía. Son baratas, pero el sablazo te lo pega el gobierno, que lo ha catalogado como parque nacional y te cobra 11 euros de entrada. A esta zona se llega a través de un cuidado paseo marítimo, que deja a la derecha al mar y una larga playa plagada de palmeras. Ni en uno ni en la otra hay nunca nadie.

          Cabe destacar, que viajar por libre a la bahía de Halong resulta infinitamente más barato, que hacerlo de forma organizada, desde Hanoi.

          Las posibilidades de alimentarse en Bay Chai son escasas y estamos pasando más hambre, que los pavos de Manolo.

          Desde aquí, hay bus directo a Sapa,por lo que no tendremos, de momento, que volver a Hanoi 

domingo, 14 de enero de 2024

Como preveíamos, una jornada movidita (por ser tan testarudos) . Parte II

          Pero la jornada movidita,aún tenía carrete para rato 

          9. EL CENTRO COMERCIAL. Con el hallazgo casual de este extenso complejo, en tan solo un par de minutos, la probable tragedia se convirtió en un resurgimiento meteórico. El wifi funciona a medias, pero nos da para localizar un no muy lejano hotel de tipo económico (en Vietnam son muy buenos)

          10. EL HOTEL. Se nos apareció Dios, porque no logramos encontrar otro de características similares, a lo largo de todo el día. De nuevo, habitación nueva, muy confortable con buen baño, televisión y aire acondicionado (aunque hoy es poco necesario).

          11. EL BANCO. A la vuelta al centro comercial, encontramos una entidad, que cambia dinero (la única). Es peor, incluso que el del aeropuerto, pero no es muy lesivo.

          12. COMER Y BEBER. Al volver al centro comercial y visitar su supermercado, encontramos un montón de especialidades recién preparadas. Por poco más de un euro cada uno, nos llevamos un pesado bandejón con espaguetis a la boloñesa, cordero, muslo de pollo y patatas fritas. El plato más suculento y barato, que hayamos comido en este viaje hasta la fecha. Además, compramos un vodka local, que dejó por los suelos, a todas las guarrerías alcohólicas de Tailandia. Nos zampamos la comida en un parque, mientras varios  torpes operarios montan un árbol de Navidad.

          13. LA SIESTA. Con la barriga llena, los pocos atractivos de esta ciudad - no es muy caótica, como Hanoi-, y el desagradable tiempo, nos llevaron a la habitación donde la siesta fue bastante larga.

          14. LA ESPERANZA. No tenemos sobrados motivos, pero si esperamos, mañana llegar de una forma razonable a la bahía de Halong, a que nos desplumen como Dios manda.

          15. LA INCOMUNICACIÓN. Y es, que intentamos de diversas formas, comunicarnos en la parada con los pocos miembros del gremio del transporte. Para facilitar las cosas, habíamos escrito en el Sayhai y con el wifi las preguntas en vietnamita. Ni siquiera así, nos entendieron, sospechamos que ni siquiera sabían ni leer, ni escribir. 

Como preveíamos, una jornada movidita ( por ser tan testarudos). Parte I

           Y llegó el día. Cronológicamente, así se desarrollaron los acontecimientos. Cuando salimos a la calle, sobre las 7:30 de la mañana, llovía a cántaros. Menos mal, que habíamos pernoctado al lado de la estación.

          1. EL PRIMER AUTOBÚS. Lo tomamos con normalidad. Buen precio, pocos viajeros y excelente carretera.

          2. EN EL MEDIO DE LA NADA. Se cumplieron nuestros pronósticos. Nos dejaron en una calle bulliciosa de Van Thean, lejos de cualquier estación. Nervios y desconcierto.

          3. EL MINIBUS COMPLEMENTARIO. Tras unos minutos -algo nos había dicho el cobrador, en vietnamita -, caímos en la cuenta de que había un minibus gratuito que nos llevaría hasta la estación de Haiphong, un edificio muy nuevo.

          4. CAMBIO DE ESTACIÓN Y LOS TAXISTAS MALOS. Un empleado nos informa que debemos cambiar de estación. No existe  transporte público para tal fin. Entonces empieza el acoso de un par de taxistas sinvergüenzas, que utilizan sus tretas -sobre todo, los numerosos ceros de la moneda vietnamita-, para tratar de estafarnos. Como no lo consiguen, se rien de nosotros, que mostramos indiferencia. En Vietnam es muy común, que cuando se enfadan, en vez de gritar, les entra la risa floja

          5. EL TAXISTA BUENO. Como los anteriores no acceden a negociar, usamos el plan B de siempre: salir de la terminal y buscar en los alrededores. Cuesta un poco, pero al final, nos aborda un hombre amable. Tardamos más de diez minutos, con traductor incluido, en que entienda, donde queremos ir. A la estación de donde salen los buses a Bay Chai.

          6. EL DESCONCIERTO Y EL HORROR. La otra estación no es tal, sino un cruce, donde hay tres microbuses de 16 plazas. Como es media mañana, no existe demanda, por lo que pretenden alquilarnos el vehículo entero a un precio astronómico, ligeramente negociable.

          7. EL PÁNICO. No sabemos dónde estamos, no tenemos wifi -no solemos comprar tarjetas locales -, no encontramos hoteles más allá del Meliá o el Sheraton y contamos con escasa liquidez en moneda local, no encontrando ningún banco, donde cambiar moneda.

          8. EL FRIO Y LA LLUVIA. Ayer nos abrasaba el sol y nos moríamos de calor a 32 grados. Hoy apenas hace 17 y cae agua. Hemos pasado del más radical aire acondicionado de la habitación al calor del interior del primer centro comercial no de lujo, que hemos visto en este país.

sábado, 13 de enero de 2024

Retando a los estafadores

           Con el fin de evitar la estafa, que han montado para los autobuses entre Hanoi y la Bahía de Halong decidimos buscar una alternativa, que era partir el camino en dos, sumando casi los mismos kilómetros, en transportes más baratos. La escala sería en Haiphong, una ciudad a unos 120 kilómetros de Hanoi con más de un millón de habitantes.

          Éramos conscientes de que se trataba de un plan de riesgo, porque existe muy poca información al respecto, tanto en internet, como en la Lonely Planet y es muy confuso. Barajamos varios escenarios: 

          1- Que en el cambio de transporte nos dejarán en mitad de la nada, de un país, donde resulta imposible entenderse con la gente, ni siquiera con los traductores.

          2- Que tuviéramos, que cambiar de estación, cosa muy habitual en el sudeste asiático, por lo que el taxi nos absorbería la ganancia.

          3- Y muy improbable, cambio de transporte sin Transfer de terminal.

          Otra opción habría sido irse a Sapa, proyecto más sencillo, pero hubiéramos perdido el día hasta el único bus de las ocho de la tarde. Hacia tiempo, que no estábamos tan preocupados. Y todo, por no querernos someter a los mecanismos de desplume que cada vez imponen más países 

          En la próxima entrada, comprobaréis que nuestras pesquisas no iban muy desencaminadas.

Entre el caos y las sorpresas

           En Vietnam, no hace falta, que busques aventuras . Las encuentras seguro, con solo salir a la calle. En este país, no existen los días de trámite o de transición.

           Hoy domingo, queríamos ir a la Bahía de Halong. Vimos en Google Maps, que la estación del norte estaba a unos 4 kilómetros y estudiamos como llegar andando. Moverse por el interior de las ciudades en transporte público es complicado, porque no hay oficina de turismo donde preguntar y entenderse con la gente es difícil por los problemas con el idioma y porque la mayoría de los vietnamitas tiran a bordes. 

          El camino resultó ser una pesadilla y al menos, la distancia es el doble. Tras dejar la zona del lago, nos metimos por calles con las aceras llenas de todo tipo de cosas, obligándote a ir zigzagueando por la carretera, esquivando los cacharros o puestos aparcados y los frenéticos y peligrosos cruces. Pinteaba y patinábamos por buena parte del firme. Debimos acometer más de dos kilómetros por un viejo puente lleno de obstáculos. Nos equivocamos varias veces, pero al final y después de casi tres horas, llegamos.

          Y para seguir en la línea de siempre nos llevamos una sorpresa. El bus, a Halong, ha multiplicado por más de tres el precio que pone en la guía Lonely Planet. Como son tan listos, lo han convertido en un servicio turístico, de tal forma que cuesta lo mismo -300.000 dongs- que el viaje a Sapa, cuando a este destino hay el doble de kilómetros y el triple de horas. Nos negamos a participar en dicha estafa. Así, que decidimos perder el día para poder pensar. Cuando íbamos a volver al centro, encontramos un fantástico, barato y nuevo hotel.

          Las emociones opuestas se suceden en Vietnam, sin lapso de tiempo. Nos pasó lo mismo con la comida: estábamos desesperados por no encontrar nada, cuando aparecieron los helados más grandes, ricos y económicos del viaje. 

          La jornada no podría finalizar sin un nuevo incidente. Al comprar cerveza nos cobraron por cada una, 800 dongs más del precio que ponía en la etiqueta. La cajera alegó, que era por enfriarlas, pero es que nosotros no las habíamos cogido de la cámara, porque nos la había de esa marca en concreto. Después de discutir, nos tuvimos, que tragar el sapo. Ellos ni se inmutan. 

         Durante la mañana y en un restaurante callejero, vimos un perro recién asado y a punto de ser troceado. Eso sí: ni lo habíamos visto en 2008, ni lo volvimos a contemplar a lo largo de este viaje. Pero parece, que este tema, no es solamente una leyenda urbana.

Vietnam, sin apenas cambios, en los últimos quince años

          Para llegar desde el  aeropuerto  al centro de  Hanoi, tardamos más de una hora. Eran las 6:30 de la mañana -en una carretera de varios carriles y el atasco resultaba tremendo. Y eso, que la mayoría de vehículos, eran motos. ¿ A dónde va toda esta gente a estas horas, sino tienen vida? Era un interrogante retórico, porque no tenemos respuesta ni la vamos a encontrar. Ya habíamos visto muchas veces esto, en nuestro primer viaje al país en 2008.

          A la mañana siguiente y por una casualidad, rara en Vietnam, vivimos una experiencia inédita. En la zona del lago central, -hay unos cuantos más en la ciudad -habían cortado el tráfico, para desarrollar diversas actividades y los lugareños parecían hasta normales: padres con cochecitos, jóvenes con balones, runners, gente tranquila -comprando en los puestos -, parejas paseando... Eso sí, sin ninguna mascota. Y vas y piensas: ¿si son capaces de ser bestias y personas civilizadas a la vez, porque no optan por lo mejor? Pues, sencillamente porque resulta imposible.

          En la vida cotidiana vietnamita, las personas son bastante salvajes. Si algo iguala a las mujeres y a los hombres de este país son las barbaridades que cometen con las motos, poniendo en riesgo su propia vida y la de los demás, sin importarles ni lo uno ni lo otro. La última anécdota fue esta mañana: entre las decenas que nos ocurren cada día. Estamos en una acera esperando,a que cambie el semáforo para poder cruzar y un motorista se enfada y se enfrenta, porque nos nos quitamos, para que él pueda aparcar su moto. Como no nos callamos y le llamamos gilipollas, muestra extrañeza y se limita a repetir la palabra una y otra vez.

          Casi nada ha cambiado en Vietnam en quince años y nada se transformará en los próximos cien, para suerte o desgracia de los futuros visitantes al país, que hoy en día ni siquiera han nacido. Los vietnamitas -en general - y al volante, manillar o en la vía pública, son la gente más desagradable, que hemos conocido en los casi 150 países visitados a lo largo de nuestras vidas. A parte de las atrocidades cometidas en la conducción, te molestan solo por fastidiar o por reirse de ti y te tratan de engañar, siempre que pueden, aunque sea por míseras cantidades.

          De lo poco que ha cambiado es, que hay menos mujeres con pijamas y sombrero cónico por las calles y tampoco llevan balanzas con frutas, aunque no se si es para bien o para mal. Al menos y en un mercadillo junto al lago, disfrutamos de diversas degustaciones gratuitas, incluidos varios licores de muchos sabores y de gran calidad.

          Seguimos preparando próximos países. Descartados India y Myanmar, Japón, Indonesia y Maldivas ganan pujanza.

jueves, 11 de enero de 2024

Arribando a Hanoi

           Salimos de Tailandia cabreados y ninguneados y es que no nos olvidemos, de que aunque este no sea un país hostil y predominen las sonrisas en casi todas las partes, no deja de ser una dictadura, que ha sufrido varios golpes de estado en los últimos años (en uno de ellos estuvimos presentes, en 2014). Y liderado por un peculiar y excéntrico rey septuagenario, que durante la pandemia se rodeó de 20 concubinas , a las que drogaba, para satisfacer sus más bajos deseos sexuales y que además, nombró a un caniche ministro de defensa. Lo digo, para contextualizar.

          Entramos en Vietnam con una facilidad pasmosa, a diferencia de hace quince años: ni formulario -lo están quitando en casi todas las naciones, afortunadamente -, ni visado, ni fotos, ni huellas, ni preguntas...y para, ni mas ni menos, que 45 días, si asi lo queremos. Y pensamos: esto es de lo poco, que habrá cambiado para bien, desde nuestra visita del 2008 y hasta ahora -cinco días después -, hemos acertado. Todo lo demás sigue igual o peor.

          Como llegamos tarde, a Hanoi, dormimos plácidamente en el aeropuerto, tumbados, sin ruidos y sin ser molestados. Pero ahí, acabó nuestra buena racha inicial. Para empezar ya nos engañaron con el precio y el número del autobús a la ciudad. Nos metieron en un bus privado, en vez de en el público, número 86. Estos engaños consisten normalmente, en  pequeños importes, pero constantes y ese panorama, de que te tomen por tonto, desgasta y agria mucho.

          Después, fuimos nosotros solos, los que nos sumimos en el desconcierto. Primero, porque empezamos a ver precios de las cosas -tren a Sapa, comida, agencias, hoteles...,-y nos parecieron tirando a caros, más que en Tailandia -lo recordábamos al reves- en un país y donde los ingresos medios mensuales son de 277 euros

          Más tarde, porque embadurnados por el insoportable calor y el caos de la ciudad vieja, tardamos -con la mochila a cuestas- más de cuatro horas en encontrar alojamiento. Por haber pocos, por encontrarse unos cuantos llenos, por ser caros y por ser víspera de fin de semana, cuando según nos dijeron en varios de ellos, los precios se disparan sin control. Al final, hubo premio y encontramos una correctísima habitación con baño propio, wifi, aire acondicionado, nevera potente, televisión y una atención muy agradable. ¡Lo suyo había costado!

          Asi, que tras unas pocas visitas cercanas y no muy peligrosas, decidimos retirarnos del asfalto, hacer las compras del día y tirarnos parte de la tarde a la bartola. Al menos, preparamos los próximos días en la bahía de Halong y en Sapa. Hay muchas agencias que ofrecen esas excursiones, aunque a un precio muy elevado. Nosotros, como es costumbre, las haremos por libre.

          ¿Es bueno tener una habitación con aire acondicionado? (en Tailandia no dispusimos de ninguna). Pues, en clima tropical es un arma de doble filo, porque estás tan a gustito dentro, que pasas menos tiempo trotando por las calles.

Impotencia y vulneración de derechos en el aeropuerto de Dong Muang

           Después, del que hemos cogido ayer tarde, 9 de noviembre, desde Bangkok, a Hanoi, llevamos 27 vuelos este año, lo que supone una cifra bastante relevante. Dado, que en algunos aeropuertos -Kuwait, por ejemplo-, hay que pasar más de un control de seguridad, habrán sido unos 40 registros en total. En torno a un 70% de ellos no hemos tenido ningún problema, porque somos muy cuidadosos con lo que llevamos en los bultos de mano (ya nunca facturamos equipaje, desde al menos, hace tres lustros). Pero las experiencias negativas, que hemos tenido, han sido realmente terribles. Me da la sensación, de que el personal del escáner -que en la mayoría de los casos son niñatos y niñatas, muchos de ellos inmigrantes y no policías o personal realmente formado para su trabajo-, cada vez están más crecidos y han decidido, que tienen licencia para no respetar ni uno solo de los derechos inalienables del pasajero, que se encuentra tan cabreado, como vendido.

          Pase, que te retengan y registren por una cámara de fotos de tamaño medio o por una lata de sardinas de 90 gramos -hasta donde yo se, son menos de cien mililitros-, sin explicarte el motivo.  Pero es, que en Tánger, no hace mucho, llegaron  al acoso sexual y en Kuwait, hace unos días, nos hicieron pasar una mochila seis veces por el escáner, incluso vacía y además, de muy malas maneras.

          La última y desagradable experiencia la hemos tenido en el aeropuerto de Dong Muang de Bangkok. Sin dar más detalles, ya fue muy penoso el control de pasaportes para la salida del país. Al llegar al escáner habíamos llenado cuatro bandejas, que aumentaron a seis, porque nos obligaron a quitarnos los playeros, cosa que no nos había ocurrido nunca (si  en el caso de botas).

          Nos retienen una de las mochilas y hay que negociar con una displicente y mandona jovencita de unos 20 años. Hoy el problema son cuatro de los seis botes de alcohol, que llevamos y que hasta ahora y durante décadas, habían pasado por todos los aeropuertos del mundo. En los dos permitidos pone 80 centilitros y en los restantes, que son un pelín más grandes, no se certifica la medida exacta, pero es evidente, que ni de lejos, superan los 100.

          Pues nada, que la desagradable señora se pone en plan cabeza-buque y quiere retener los frascos. Pues no. El alcohol lo tiraremos, pero los envases nos los llevamos nosotros, con tan buena suerte, de que al tirarlos, gran parte del líquido cayó sobre sus zapatos, poniendo ella una cara de asco, digna de ser retratada al oleo.

          Lo más irritante fue, que en la otra mochila iban otros cuatro botes similares con líquido de las lentillas -transparente, como el alcohol-, también sin etiquetar y no dijo, ni mu.

          Algún convenio internacional debería acabar con estos atracos a los sufridos viajeros. Y, enrabietados  dijimos: "pues ahora nos compramos una botella en el duty free y te jodes". Desistimos. El güisqui más barato, era más caro, que en las calles de Dinamarca o Noruega: más de cincuenta euros

miércoles, 10 de enero de 2024

Los días "plof"

           En los viajes largos hay días de todo tipo: excitantes, alegres, cortos, dilatados, perdidos, esforzados, peligrosos, problemáticos, de socialización, de soledad, de rabia, de frustración, de superación, de experiencias irrepetibles, de salvarte por los pelos , de reír, de deprimirte, de discutir, de ser generoso... Todos ellos están dentro de lo previsible y normalmente, llegan y pasan sin dejar casi huella, a la jornada siguiente. Pero los días, que a nosotros nos dan más pánico, que miedo, son los que llamamos "plof".

          Un día "plof" puede tener causa justificada -por ejemplo, que estás estancado y no consigues avanzar de ninguna de las maneras, como nos ha ocurrido a veces en lugares, como Bangkok, Kuala Lumpur, Calcuta o Johannesburgo, como grandes "plof" de nuestra historia viajera -o sencillamente, no responde a circunstancias conocidas algunas.

          Uno de los mayores potenciadores de los días "plof" injustificados suele ser el calor extraordinario. Es difícil tener un día "plof" en Noruega o Islandia. Otro de los síntomas sin causa aparente suele ser, despertarte bastante antes de lo estipulado por el despertador. En ambos casos, ducharse varias veces resulta un alivio, pero solo momentáneo. Lo siguiente es, ineludiblemente empezarte a plantear todas las cuestiones del modelo de viaje: que si ya no merece la pena tanto esfuerzo para el resultado, que si vas estando demasiado mayor para estos trotes, que si el riesgo para la salud, que si las emociones no son ni la  mitad de intensas. Y entonces, empiezas a sentir angustia, simplemente, por tener, que superar esa jornada en concreto, aunque no preveas grandes contratiempos o desgracias.

          Los "plof days" -quizas así, suene un poquito mejor-, pueden durar tan solo 24 horas - dejan secuelas- o te puedes ir-no es lo más frecuente -, hasta casi una semana, en la que el estado del hundimiento moral es evidente e incuestionable. Todo puede empeorar, si las condiciones de tu alojamiento son adversas o de si el lugar en cuestión no ofrece una alimentación adecuada y variada.

          Parar y poner el cuerpo en modo ahorro de pensar, puede ser el principio de la solución. Pero no siempre. Nunca tuvimos días "plof" en unas vacaciones o viaje corto. Porque todo va tan milimetrado, que no tienes tiempo de plantearte nada más, ni de pensar más allá del día a día.

          Dos cuestiones más: los días "plof" son hiper contagiosos para el resto de los miembros del periplo y suelen producirse, casi siempre, durante las primeras semanas, las de consolidación del viaje largo. Es raro, que surjan a partir del mes de trajinar por ahí, donde todo se vuelve más mecánico.

          Esta mañana, en Lopburi empezé un día "plof", que parece haber terminado por la noche. Mejor así, porque pasado mañana y tras abandonar Bangkok deberemos estar atentos en nuestro regreso, después de quince años, a Vietnam 

¿Con la pata quebrada o explotada en el mercado nocturno?

           ¿Qué es mejor: estar en tu casa con la pata quebrada, como les ocurre a las mujeres en Kuwait o dejándote la vida, literalmente, a veces, con tu hija menor en un puesto de un mercado nocturno del sudeste asiático? Ambas cosas las hemos visto en este viaje con pocos días de diferencia -y en casi todos los largos- y yo, no sabría muy bien, que responder. Y no vale la trampa salvadora de decir, que las dejarán elegir a ellas o una situación intermedia, porque eso no va a ocurrir nunca. Ni lo uno ni lo otro.

          Hay, que quedarse, con una de las dos opciones y yo, que opino en casi todos los temas, tengo muchas dudas y más preguntas, que respuestas. ¿Para que traer una hija al mundo, si lo que le espera es la misma vida de mierda, que a ti? ¿Como se puede afrontar con esa quietud, orden y simpatía, el metódico y esmerado trabajo, cercano a la explotación, que esas chicas hacen cada tarde, poco antes del anochecer? Siempre con una sonrisa y un gesto amable, con unos productos muy bien presentados y expuestos, con un margen comercial ajustado (salchichas grandes o trozos de pollo, a 25 céntimos o bandejas de arroz, carne y tortilla, a medio euro).

          Además, te llenan la vida de colorido. Siempre hemos sido unos fanáticos de los mercados nocturnos de Tailandia.

          En Phisanulok, tuvimos que cambiar nuestros planes por motivos logísticos. La ventaja en los viajes largos de esas variaciones es, que eres dueño de tu tiempo y no supone una agonía, como en los que tienen fechas cerradas y en los que perder un día resulta un auténtico drama. Desde Phisanulok, queríamos ir a Kampaeng Phet, pero desistimos, porque los buses y para menos de cien kilómetros, tardan cuatro horas y son poco frecuentes. Así y de forma inesperada, decidimos volver a Lopburi, la ciudad de los monos -macacos-, en donde ya estuvimos en 2017 y que pilla camino de regreso, a Bangkok, desde donde dentro de un par de días y con Air Asia, tomaremos un vuelo a Hanoi.

          En Vietnam, podemos estar 45 días sin visado, aunque no prevemos pasar allí más de 20, recorriendo el norte, porque en el centro y el sur de esta nación, ya estuvimos en 2008. Después, vendrá Japón, Myanmar, Indonesia o India, países ya visitados en el pasado (los dos últimos varias veces).