Sharjah
Me comentaba un lector, por
correo electrónico, después de enterarse de que estaba escribiendo desde un
ciber de Emiratos, que menudo dineral nos estaríamos gastando. Tópicos y más
tópicos, de los que no logramos deshacernos, hasta que visitamos los destinos.
Una hora en cualquier internet de Dubai, sale por unos 0.50€. Una habitación de
un hotel de tres estrellas, superior, por unos 23€. Comer, cuesta poco más de
1€ y hasta el transporte es barato y eficaz, circulando por autopistas
interminables y magníficas, de hasta cuatro carriles por sentido.
Por lo hasta aquí expuesto, no
es necesario ser un viajero petrodolárico, para visitar esta zona del planeta.
Tampoco y para –en este caso- vuestra desilusión, os encontraréis con un jeque
por la calle y la vida del esparcimiento, el despiporre y el show
permanente, estará concentrada en otros sitios, supongo. Vamos, como en todas
partes, porque nosotros, tampoco la hemos visto. Tópicos y más tópicos, que
encierran a nuestra mente entre barrotes.
Al contrario de lo imaginado,
no siendo feos los rascacielos de Dubai - bastante dispersos entre sí y muchos
de ellos en abandonada construcción -, no son el principal atractivo de
esta trepidante ciudad. La tranquila y agradable zona monumental de Bastakia,
nos muestra junto al río, algunos de los edificios más monumentales del país.
Cruzando en “abra” (embarcación tradicional), se llega a Deira, donde el casco
histórico de diluye y muere, tras un ramillete de calles caóticas, aunque
agradables. Nos decepciono, enormemente, Palm Jumeraih, que desde el cielo debe
resultar mucho más interesante, si la incesante bruma deja ver la bahía con
nitidez (cosa extraña).
El emirato de Abu Dabhi no
merece siquiera una visita, pero sí Al-Ain, próximo a la frontera con Omán
y sobre todo, la bellísima Sharjah, que cuenta con una preciosa mezquita,
tranquilos paseos junto al lago y uno de los centros históricos más bonitos y
acogedores, que hemos visto en lo que llevamos de viaje.
Durante nuestra estancia en el
golfo Pérsico, el cuerpo ha ido mutando, hasta convertirse en un ente extraño,
que debía adaptarse sin dilación, a contrarrestar los 45º del exterior con los
17º, que proporciona el aire acondicionado de los centros comerciales y de los
hoteles en los que nos refugiamos a las horas de más calor. ¡No hay término
medio: o te asas o te congelas!.
Creo, que la próxima vez, que
visite este país, será en los meses de diciembre o enero.