Harar
Harar
El último día en Etiopía, fue realmente estresante. Todas las circunstancias, que no nos habían ocurrido por separado durante el viaje, se alinearon a lo largo de esa jornada: avería del bus, varios accidentes por la carretera, severos controles policiales, un atasco eterno entre Adama y Addis...
Este asunto, nos descuadró bastante, porque en el resto de Etiopía, incluida la cercana Dire Dawa, los niños son afables y maravillosos.
En Harar, hay gente viviendo de forma permanente en las medianas y las aceras. La lamentable organización del transporte público, estuvo a punto de propiciar que perdiéramos nuestro enlace aéreo, entre Addis y Barhein.
Harar
El último día en Etiopía, fue realmente estresante. Todas las circunstancias, que no nos habían ocurrido por separado durante el viaje, se alinearon a lo largo de esa jornada: avería del bus, varios accidentes por la carretera, severos controles policiales, un atasco eterno entre Adama y Addis...
El peor acontecimiento de todos –aunque, afortunadamente, quedó solo en un susto-, ocurrió casi nada más salir de Harar. Por las intensas lluvias del día anterior, una enorme avalancha de rocas gigantes, acabó estrellándose contra el techo de nuestro autobús. Cuando, irremisiblemente, nos íbamos directamente al barranco y la gente gritaba de forma histérica, milagrosamente, el conductor pudo controlarlo y salvarnos de una muerte segura.
Dire Dawa
Previamente a estos sucesos, habíamos pasado unos días en Dire Dawa y más tiempo del deseado, en Harar, al no encontrar plazas para el transporte deseado. Del primer sitio, no esperábamos nada y nos recompensó con una bonita iglesia y un palacio. Tras cruzar un puente sin río, se desliza la zona histórica, con sus coquetas calles y casas de colores y cierta rugosidad en sus paredes y un mercado muy auténtico, encerrado entre bellas arquerías. ¡Un lugar fantástico y muy genuino!
Harar, tampoco está mal, aunque no cumplió, ni colmó nuestras expectativas. La bella y descendente calle de los cosedores, está flanqueada, por otras de casas de diversos colores y mezquitas de distinto fuste. La desmejorada muralla, no recuerda precisamente a la de Jerusalén.
Harar
Aquí, el ambiente a veces resulta bastante hostil. Los niños son tan agresivos, que tienes que acabar pegándolos, para defenderte y marcar territorio. Nos tiraron piedras, agua y nos llamaron de todo y a todas horas. Especialmente, "farangio" (, que aunque solo significa extranjero, repetido hasta la extenuación y con ánimo de ofender, desquicia al más calmado). De nada sirvió - ni de desahogo siquiera-, responderles "hijo de puta", a cada una de las provocaciones
Dire Dawa
Previamente a estos sucesos, habíamos pasado unos días en Dire Dawa y más tiempo del deseado, en Harar, al no encontrar plazas para el transporte deseado. Del primer sitio, no esperábamos nada y nos recompensó con una bonita iglesia y un palacio. Tras cruzar un puente sin río, se desliza la zona histórica, con sus coquetas calles y casas de colores y cierta rugosidad en sus paredes y un mercado muy auténtico, encerrado entre bellas arquerías. ¡Un lugar fantástico y muy genuino!
Harar, tampoco está mal, aunque no cumplió, ni colmó nuestras expectativas. La bella y descendente calle de los cosedores, está flanqueada, por otras de casas de diversos colores y mezquitas de distinto fuste. La desmejorada muralla, no recuerda precisamente a la de Jerusalén.
Harar
Aquí, el ambiente a veces resulta bastante hostil. Los niños son tan agresivos, que tienes que acabar pegándolos, para defenderte y marcar territorio. Nos tiraron piedras, agua y nos llamaron de todo y a todas horas. Especialmente, "farangio" (, que aunque solo significa extranjero, repetido hasta la extenuación y con ánimo de ofender, desquicia al más calmado). De nada sirvió - ni de desahogo siquiera-, responderles "hijo de puta", a cada una de las provocaciones
Este asunto, nos descuadró bastante, porque en el resto de Etiopía, incluida la cercana Dire Dawa, los niños son afables y maravillosos.
En Harar, hay gente viviendo de forma permanente en las medianas y las aceras. La lamentable organización del transporte público, estuvo a punto de propiciar que perdiéramos nuestro enlace aéreo, entre Addis y Barhein.
Después, de llegar al aeropuerto con la lengua afuera, nuestro vuelo al golfo Pérsico, se demoró durante bastantes horas. Adiós a Etiopía, sin lugar a dudas, el país, que merece más la pena –junto a Marruecos-, de los 16 de África, que conocemos hasta ahora.
1 comentario:
Esta entrada fue escrita, originariamente, el 21 de julio de 2.011
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