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martes, 27 de diciembre de 2011

¿Así empezó todo? (parte I de II)

                                                                            Dubai
Erase una vez un sultán. que vivía en su palacio rodeado de muchas riquezas. Todos los días se bañaba en una inmensa piscina, que tenía agua del mar, comía deliciosos manjares preparados por más de cien cocineros, a su servicio y por la noche, se deleitaba con la música y las caricias de sus más de mil concubinas. Pero, el sultán no era feliz. Su corazón suspiraba por algo más, pero aunque buscaba dentro de si mismo, no sabía encontrar aquello que anhelaba.
Sharjah 
 Un día, el visir le despertó con una terrible noticia. Nuredín, el sultán del país vecino, le había declarado la guerra. Unos territorios, que llevaban litigando desde tiempos de sus padres, eran otra vez el  motivo. Un pequeño emir los pretendía par sí y Nuredín le apoyaba. Había, que buscar una solución pacífica y que satisficiera a todas las partes. Como siempre, el visir se ofreció voluntario para ir a parlamentar con los contricantes. Pero, nuestro sultán decidió ir en persona. Se disfrazaría de mercader y acudiría a la corte de su rival. Se uniría a una caravana, que partía al día siguiente.

Durante el viaje estuvo, escuchando todas las conversaciones del resto de mercaderes. Así, se enteró de que a él le consideraban distante y poco preocupado por lo que les ocurría a sus súbditos. Pensaban, que vivía en una burbuja de cristal, sólo atento a sus propios caprichos.
                                                             Dubai
                La llegada a la corte fue sorprendente, al menos para él. Las calles resplandecían bajo el sol, los campesinos vendían sus productos en los puestos del mercado, los niños correteaban de aquí para allá y por todos los lados, se respiraba un aire de opulencia y alegría. Dentro de palacio, la situación no pintaba igual. Aunque, todo estaba limpio y ordenado, no se sentía la misma alegría  que en las calles. Pronto, Alí se enteró de la tragedia: la hija pequeña y más querida del sultán, se encontraba gravemente enferma. Este había prometido toda clase de riquezas, a quien fuera capaz de curarla.

     Muchos querían hacer el intento, a pesar de que no fueran médicos, pero una razón muy poderosa se lo impedía: aquellos que no lograran sanar a Zoraida, serían inmediatamente, ejecutados. Lo más sensato, sería volver a casa y dejar que el visir, como siempre había ocurrido, se hiciera cargo de la situación. Pero, el corazón de Alí siguió sus propios dictados. A los pocos minutos, ya estaba ofreciendo sus servicios como médico y sanador. Antes de entrar en la cámara privada de la princesa, se le advirtió del riesgo que corría. si no conseguía curarla. Alí aceptó el reto.
                                                                                             Al Ain



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