No encontramos billetes nocturnos desde Vapi, a Ujjain y debimos hacer las diez horas de camino por el día, aunque con plaza de litera reservada. Se hizo algo largo, pero no fue mala opción, porque se pasó el día diluviando, como no habíamos visto nunca y eso, que ya llevamos muchos monzones a las espaldas. Así están todos los ríos, que cruzamos: desbordados y de color marrón cagalera.
La estación de Ujjain estaba muy animada y colorida, con grupos de gente sentados y tumbados sobre el suelo, que pasarían en ella la noche. Dadas las horas, que eran pensamos, que tendríamos, que acompañarlos, pero de forma inesperada apareció, justo enfrente, un hotel estupendo con precio de chollo y no lo pensamos más. Para contrarrestar, cenamos las peores samosas, que hayamos comido jamás, en India.
A la mañana siguiente, nos las prometíamos muy felices, queriendo renovar la habitación, pero nos dijeron, que el precio había sido especial por haber llegado tarde y nos pidieron el doble. Así, que a buscar nuevo hotel, lo cual no es muy costoso, porque los hay a cientos, aunque no tan buenos, como el de ayer. Resulta, que nos encanta vivir aventuras, pero luego nos enfadamos, cuando las sorpresas son desagradables.
Hay que decir, que el centro de Ujjain es un caos terrorífico y que tanto aquí, como en el templo principal, abundan como en casi ninguna otra parte del país los pertinaces pelmas de los distintos gremios: los del transporte, los pedigüeños -hombres y mujeres por igual y niños y niñas-, los comisionistas de los hoteles y restaurantes, los pintacaras de rojo y amarillo para los devotos, los vendedores de ofrendas, los desagradables vigilantes del templo central... Y claro, siendo los dos únicos guiris del lugar, sufrimos lo nuestro.
Salvo unos pocos templos ubicados en los inundados ghats del río, la mayor parte de los atractivos de Ujjain de distribuyen en los cuatro lados de un enorme estanque.
El complejo del templo de Mahaleswar Jyotirlinga es espectacular y estaba abarrotado de gente en un día entre semana, así, que no me imagino, como estará en el Kumbh Mela (próximo enero). Tiene estilizadas e imaginativas esculturas de Shiva y otros dioses y la música es rayante y estridente, durante toda la visita. No permiten el uso de cámaras de fotos, aunque sí de móviles.
El resto de lugares de interés son básicamente, otros templos. La ciudad es chula , no pensábamos, que en un sexto viaje al país, nos quedará por visitar , un lugar de semejante envergadura.
Hay, que destacar, lo difícil, que resulta encontrar refrescos y fritanga. El mercado es impresionante, concurrido y casi eterno, pero fundamentalmente, está dedicado a toda la liturgia de ámbito religioso, especialmente, a la pintura de la cara y las ofrendas.
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