Sorprendentemente, los Media Distancia de ida y vuelta a Madrid iban abarrotados, pero no de gentes con destino a la marcha del Orgullo, sino al concierto de Luis Miguel, en el Bernabéu. La mayoría, chonis de la periferia, entradas en años y en carnes y portadoras de rudeza y escasa educación. Muchas de ellas, no dudan en jactarse de haber pagado 1500 euros por un espectáculo, sin trato VIP, sin contacto alguno con el cantante y sin ni siquiera bebidas o merchandising gratis.
Y yo pienso, " van de farol" y miro en internet y no mienten. Algunas de las entradas de pista tienen ese precio. Alucinamos aún más, al comprobar, que la localidad más cara para un concierto de Bruce Springsteen ronda los 125 euros.
Aunque ya peinamos canas, iba a ser nuestra primera asistencia a las actividades festivas del colectivo LGTBIQ+ y nuestras sensaciones han sido, a la vez, de severa indignación y de maravilloso disfrute.
Empezamos por lo chungo: es una vergüenza sin igual, que las autoridades fascistas, que gobiernan la capital en la actualidad, conviertan Madrid, sin justificación alguna, en una ciudad policial, durante el día más populoso del Orgullo. No se hace en ninguna otra festividad o festival de los numerosos, que se celebran a lo largo del año en la principal ciudad española.
La premeditada misión de esta actuación no es otra, que incomodar a los asistentes o paseantes con rigurosos registros de las mochilas -taponando las calles adyacentes -, en todos los lugares, donde se celebran eventos o actividades y se ve, que muchos de los maderos disfrutan de lo lindo con esto.
Afortunadamente, solo consiguen su objetivo en una pequeña parte, porque el ambiente festivo es tan brutal, participativo y de buen rollo, que estás enormes molestias, fruto de intransigentes sin escrúpulos quedan muy mitigadas
En un Madrid central, casi cortado totalmente al tráfico y lleno de incómodas vallas azules, por todas partes -obstaculos para la movilidad-, se llevó a cabo un completo programa, en lugares, como Chueca, Sol, Plaza de España...
Se habla de una participación cercana y total de un millón de personas, distribuidas por todas partes y que desde luego, ninguno pasamos sed. Un 90% de gente pertenece a asociaciones o colectivos orgullosos de serlo y nosotros, como heterosexuales, en pocos sitios nos hemos sentido más cómodos.
El acto central es la marcha desde la Glorieta de Carlos V hasta Colón, con un interminable desfile de personas -incluidas las ministras de Igualdad y Trabajo-, banderas y sonidos de batucadas a los que siguieron 51 carrozas. Debemos decir, que era tal la multitud y el calor tan asfixiante, que nosotros solo aguantamos en el Paseo del Prado, hora y media. Aquí, la policía fue más comedida. No por gusto, sino por la imposibilidad de poder controlar este amplio lugar.
Tras un último mes lleno de eventos diversos y de constantes idas y vueltas, a Madrid -en plan Óscar Puente -, mañana comienza nuestro undécimo viaje largo, que nos llevará a India -sexto periplo-, a través de Italia, Albania, Grecia, Emiratos y Omán.
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