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domingo, 2 de junio de 2024

Los cuatro alojamientos de Atenas

           En Atenas tuvimos cuatro alojamientos y no nos sentimos decepcionados -salvo el  último -, porque estábamos en Navidad y los precios tiraban al alza. 

          El primero, fue el Sparta, lugar decadente -como el barrio en general -, donde ya estuvimos en 2020. Al menos, la calefacción funcionó mejor, que el aire acondicionado de entonces. Los baños, seguían igual de asquerosos y además, necesitas tarjeta para dar la luz. El dinero, que se ahorran en electricidad no lo invierten en mantenimiento.

          El segundo fue una joya increíble y más, reservando el mismo día. Un apartamento en una zona residencial, con dos habitaciones, salón, cocina, wifi y calefacción, donde nos hicimos nuestra cenita y todo.

          El tercero estuvo muy bien, aunque pagamos 25€ y no 21 como en el anterior. Calorcito, baño propio y buen desayuno.

          El cuarto y por ser sábado -los precios se disparan como un cohete-, fue el propio aeropuerto de Atenas. El de Bali ha sido, el peor del viaje, indiscutiblemente. Obtiene la medalla de oro. El de Kuwait, consigue la de plata. Y Atenas, muy desagradable merece la medalla de bronce. Todos ellos en la categoría de hostilidad con el viajero.

          Ya habíamos dormido dos noches en 2020, de forma grata, porque fue en verano y en los bancos del exterior. Está vez y en el interior, dos carteles amenazantes rezan: "No se puede dormir tumbado en el suelo,ni tampoco, en las sillas" (es un decir, porque todos tienen reposabrazos). Para conciliar el sueño, no queda otra, que esforzados ejercicios de contorsionismo, además, de escuchar la insoportable música ambiental por la megafonía, que directamente, suben de volumen para molestarte y hacerte la estancia hostil.

En Atenas, tres años después

           Y, sin más novedad, llegamos a Atenas dejando atrás el sofocante calor de los dos últimos meses y medio, aunque tampoco ingresando, directamente, en el duro invierno. En la primera hora de estancia en Grecia, tuvimos, que enfrentarnos, a dos super gilipollas: el del control de pasaportes y el conductor del autobús al centro. Sus madres y parejas deben estar encantadas con ellos. Afortunadamente, la inercia no siguió y empezamos a disfrutar de la estancia.

          Pocas cosas han cambiado desde nuestra última visita a la ciudad, hace tres años y medio. Encontramos más turistas y viajeros, pero es que en aquella época y tras nuestra entrada, obligaron a presentar PCR negativo a todo el mundo y sus costes, frenaron el ingreso de muchos extranjeros. Tanto, que desde la mayoría de los restaurantes, nos suplicaban, que nos sentáramos a comer o beber algo.

          El alojamiento en esta ciudad, sigue sin ser demasiado caro, pero en estas fechas el problema es, que es casi imposible juntar dos fechas consecutivas en el mismo hotel, por lo que cada día hay que llevar a cabo un check in y un checkout, con las molestias, que conlleva.

          Nos ha sorprendido, la poca Navidad, que hay en Grecia y los escasos -y cutres- motivos, que vagamente, adornan sus plazas principales. En las calles, nada y en las tiendas, poca cosa. Cierto es, que los ortodoxos celebran la Navidad, el 7 de enero, pero teníamos entendido, que la iglesia griega si lo hace el 25 de diciembre. Seguiremos investigando.

          Grecia es, más o menos, el eslabón perdido entre el tercer y el primer mundo,por lo que no  nos ha costado casi nada adaptarnos, salvo por los precios. En cierta cosas -y no son pocas-, Malasia en concreto -no Tailandia, Vietnam o Indonesia -, es más evolucionada y menos salvaje, que la Hélade.

          Ha resultado más chocante, en apenas doce horas, haber pasado del aire acondicionado a tope, a la imprescindible calefacción. No nos quedaban apenas sitios nuevos, que visitar en la ciudad, aunque sí, el acceso a su colina, más elevada, la Licabeto, desde donde contemplas bonitas vistas, un campanario y una iglesia. No fuimos en el verano del 2020, debido al tremendo calor e hicimos bien, porque la sudada a finales de diciembre ha sido bestial.

          En Nochevieja, volaremos, a Bolonia. En Año Nuevo, Flix Bus a Roma. El día 2, Fiumicino- Asturias y Oviedo - Valladolid. La extrema movilidad durante las fiestas y el disparatado precio de los vuelos europeos nos ha deparado una vuelta diabólica y rocambolesca.

Iglesia en ruinas de Sola


Bahía de Ormen Lange


 

Esculturas en Austerheimvegen


 

Sendero marítimo y forestal de Ormen Lange y Austerheimvegen


 

Con Scoot, hacia Atenas

          Malasia  nos derritió hasta el último minuto y creo que dada la pequeñez y la austeridad de la habitación, aún no hemos sido capaces de estar contentos y asumir, que su aire acondicionado nos ha facilitado mucho la vida durante cuatro noches, en una ciudad, donde por naturaleza, el alojamiento económico es hostil 

          No perdimos el tiempo, ni siquiera el último día, en el que visitamos el bonito templo chino de Thean Hou. No viene en ninguna parte, ni en guías, ni en internet. Nos sirvió para compensarnos de la visita a la Mezquita Nacional de Malasia, del día anterior, fea de narices y de escaso gusto.

          No hubo problemas con los vuelos de Scoot. Obtuvimos las tarjetas de embarque con amabilidad y rapidez. Los controles si fueron algo más pesados. En Kuala Lumpur, liviano, el de la aduana y el habitual de equipajes más contundente, en el que me registraron a fondo, no se bien, en busca de que, aunque fueron amables.

          En Singapur, un control en la zona de tránsito y otro más exigente, en la propia puerta de acceso (cosa que cada vez, está más de moda en el mundo, para desgracia de los pasajeros). Allí había una cola tremenda, para coger agua de una fuente industrial. Al subirse a vuelos de bajo coste de duración tan larga, se hace necesario entrar con una botella vacía y llenarla para mitigar la sed del camino.

          El de hoy, se ha convertido en nuestro vuelo de bajo coste de más larga duración, 12 horas, cuatro más, que los trayectos, que en 2018, llevamos a cabo entre Kuala Lumpur y Gold Coast y entre Sidney y Singapur. Organizarnos nuestra alimentación a bordo no ha supuesto ningún problema. Más bien todo lo contrario, porque comes cuando te da la gana, duermes cuando quieres y no cuando te dicen. Y vas hidratado organizándote las bebidas tú mismo, porque en muchos vuelos de aerolíneas de bandera te regatean el café, la cerveza y hasta el agua.

          Estamos encantados, con que nos hayan cobrado ciento cincuenta euros por casi diez mil kilómetros de vuelo y más de que ni siquiera nos hayan entregado un mendrugo de pan. Es otra forma de hacer negocio: buena para ellos y mejor para nosotros, para tener acceso a más viajes transcontinentales y encima con puntualidad y cómodos asientos.