En Atenas tuvimos cuatro alojamientos y no nos sentimos decepcionados -salvo el último -, porque estábamos en Navidad y los precios tiraban al alza.
El primero, fue el Sparta, lugar decadente -como el barrio en general -, donde ya estuvimos en 2020. Al menos, la calefacción funcionó mejor, que el aire acondicionado de entonces. Los baños, seguían igual de asquerosos y además, necesitas tarjeta para dar la luz. El dinero, que se ahorran en electricidad no lo invierten en mantenimiento.
El segundo fue una joya increíble y más, reservando el mismo día. Un apartamento en una zona residencial, con dos habitaciones, salón, cocina, wifi y calefacción, donde nos hicimos nuestra cenita y todo.
El tercero estuvo muy bien, aunque pagamos 25€ y no 21 como en el anterior. Calorcito, baño propio y buen desayuno.
El cuarto y por ser sábado -los precios se disparan como un cohete-, fue el propio aeropuerto de Atenas. El de Bali ha sido, el peor del viaje, indiscutiblemente. Obtiene la medalla de oro. El de Kuwait, consigue la de plata. Y Atenas, muy desagradable merece la medalla de bronce. Todos ellos en la categoría de hostilidad con el viajero.
Ya habíamos dormido dos noches en 2020, de forma grata, porque fue en verano y en los bancos del exterior. Está vez y en el interior, dos carteles amenazantes rezan: "No se puede dormir tumbado en el suelo,ni tampoco, en las sillas" (es un decir, porque todos tienen reposabrazos). Para conciliar el sueño, no queda otra, que esforzados ejercicios de contorsionismo, además, de escuchar la insoportable música ambiental por la megafonía, que directamente, suben de volumen para molestarte y hacerte la estancia hostil.