Este es el blog de algunos de nuestros últimos viajes (principalmente, de los largos). Es la versión de bolsillo de los extensos relatos, que se encuentran en la web, que se enlaza a la derecha. Cualquier consulta o denuncia de contenidos inadecuados, ofensivos o ilegales, que encontréis en los comentarios publicados en los posts, se ruega sean enviadas, a losviajesdeeva@gmail.com.

martes, 27 de septiembre de 2022

Roma, once años después

           Pues sí. Hacía más de una década, que no íbamos a Roma y como esperábamos,nada ha cambiado. En realidad, la ciudad sigue igual de caótica y de decadente, que cuando la conocimos por primera vez hace más de treinta años. Nada tiene, que ver, con la elegante Italia del norte. Es la ciudad eterna (mente) igual.

          Bueno. En realidad, algo sí ha cambiado y es para mal. Obras, hordas y gordas. Las primeras tienen levantada media urbe -especialmente, en la zona del Coliseo y del Foro, que casi están inaccesibles, debido a la construcción de la línea 3 del metro - y las segundas -fundamentalmente españolas-, lo han tomado todo. Y cuando digo todo, es todo. Y eso, que era mediados de septiembre, ¡Que no me quiero ni imaginar en agosto! Me río yo, de la masificación de Dubrovnik o Praga. De las terceras que os voy a contar, que no sepáis.

          Para recibir los primeros dos impactos letales no tuvimos, que salir de la estación de trenes de Termini, adónde habíamos llegado en autobús, desde el aeropuerto, de Fiumichino. El baño de la terminal -seas pasajero, o no- cuesta un euro y el plano de la ciudad en la oficina de turismo, 1,50. Por supuesto, no lo compramos y nos manejamos con nuestros recuerdos y con el móvil.

          Calor, calor y calor extremo, lo que no era ninguna novedad en este viaje. Perdimos la humedad de Montenegro, Albania y Corfu, pero ganamos el impacto demoledor del sol del cielo despejado. 

          Cuando vamos a Roma solo uno o dos días, solemos llevar a cabo siempre el mismo itinerario y esta vez, no iba a ser menos, a pesar de haber dormido en el aeropuerto,al haber llegado a las dos de la madrugada, de Corfu.

          Empezamos el recorrido por la calle Cavour, para llegar, a San Pietro Invincole, iglesia fea, que alberga el Moisés de Miguel Ángel. Seguimos hasta el Coliseo y el Foro, que como se ha dicho y en la actualidad, están hechos un desastre. Toca acercarse a la plaza Venecia y al Campidoglio.

          Por las estrechas y abarrotadas aceras de vía del Corso, se llega al Panteón y la plaza Navona, a la izquierda y a la Fontana de Trevi y la plaza de España, a la derecha.

          Toca volver a la plaza de la máquina de escribir, para enfilar una calle, que conduce al Castillo de San Angelo, el Vaticano y media hora después y siguiendo el río, al maravilloso, aunque agobiante, Trastevere.

          Allí, se hizo de noche y comenzaba nuestra andadura nocturna sin hotel. ¿Sería tan enrevesada y peligrosa, como la de un año atrás, en Milán? ¡Lo veremos en el siguiente post!

          Al día siguiente y durmiendo en los fugaces trenes de ida y vuelta, visitamos Tívoli. Una pena, no haberlo hecho antes en el pasado, porque es una localidad monumental bellísima, aunque algo decadente. Además, estaban en fiestas medievales y el ambiente era mágico.

          Lo que pasó después, ya lo sabéis. Nos refugiamos toda la tarde en el aeropuerto y mi pareja perdió la cámara con todas las fotos del viaje.

lunes, 26 de septiembre de 2022

Cotos (II)


 

Cotos (I)


 

Corfu

           Nuestro objetivo inicial siempre, fue retornar por esta isla y no deshacer el camino por Albania y/o Montenegro. Pero, como no llevábamos billete de vuelta, la intriga duró hasta casi el final. Corfu resulta bastante interesante, aunque no cumplió plenamente nuestras expectativas, que eran elevadísimas. Vinimos más contentos hace dos años,  tras visitar Chania, en Creta. También, porque en aquella época en plena pandemia, no había casi visitantes.

          En el aspecto logístico indicar, que existen dos líneas de ferries, que conectan Sarande, con Corfu:. Finikas Lines y Ionian Seaways . Ambas, disponen de barcos rápidos y lentos -una hora y cuarto y media respectivamente - y los precios oscilan entre los 20 y 25 euros, dependiendo la agencia, donde los compréis.

          Desde el puerto, hasta el centro hay una media hora, caminando. Los hoteles en la ciudad son escasos y muy caros. En concreto, nosotros preguntamos en cuatro y todos estaban llenos. No habíamos preparado nada y al consultar en Booking -por fin, después de unos cuantos días, teníamos roaming - nos dimos cuenta, de que la mayoría de la oferta está entre 10 kilómetros y treinta.

          Nos pusimos las pilas y constatamos, que las zonas más recurrentes para pasar la noche eran Gouvia y Kavos. A la primera, más cercana, llevan los autobuses azules, que parten del centro y a la segunda - a unos 35 kilómetros -, los verdes, que tienen su estación propia, camino del aeropuerto. Por cierto, que a este se puede ir andando en unos tres cuartos de hora.

          En Kavos hay alojamientos más baratos, pero el precio casi se compensa, porque, a Gouvia, cuesta menos el autobús -4,40 euros, por 1,50- e incluso, se puede ir andando en unas dos horas. Nos quedamos con la segunda opción y por 53 euros conseguimos una extraordinaria y enorme habitación con baño, aire acondicionado, terraza, excelente piscina -el único baño del viaje- y copioso y variado desayuno buffet.

          La playa de Gouvia es pedregosa y algo fea. Para mi, que son mucho mejores los arenales de Kavos, pero lo digo sólo por las fotos.

          El centro de Corfu tiene agradables callejuelas, llenas de tiendas y restaurantes, aunque algunos edificios en las calles más aisladas están en ruinas o casi para caerse. Las hordas turísticas toman la ciudad, especialmente por la mañana, cuando desembarcan los cruceros. No son un buen negocio, porque los barcos contaminan donde atracan y los turistas gastan poco, porque tienen todo incluido a bordo.

          Corfu tiene dos impresionantes fortalezas -una de pago y otra gratuita y de horario muy reducido- y decenas de iglesias, que decepcionan un poco, porque no tienen nada de especial y muchas de ellas, están incrustadas en los edificios colindantes, por lo que resaltan poco. También existen bellos edificios civiles.

          Los precios de todo en Corfu -también de la comida y todas las bebidas alcohólicas sean de los grados que sean - son estratosféricos. El agua, mejor embotellada, porque sabe mal. La oficina de turismo funciona bien, aunque la chica, que nos tocó, eran tan guapa, como borde y desagradable.

          ¿Es Corfu una isla del tercer mundo? Si hubiéramos llegado desde España, diríamos que si. Pero, procediendo de Albania, la vamos a dejar en el segundo y medio.

Gyrocaster

           Pues no. No visitamos Gyrocaster y todo fue, por una desastrosa acumulación de malentendidos. Y el caso es, que llegamos a estar físicamente en esta ciudad, para más desesperación.

          Al llegar a la estación de Berat, solo vimos horarios por escrito, para Sarande: dos al día. No había casi nadie en la aceptable terminal y preguntamos, a quien pudimos, asegurándonos, que desde allí no había autobús directo, a Gyrocaster. Nos fuimos a visitar la ciudad, tan decepcionados como resignados (la resignación siempre está presente en Albania).

          A la mañana siguiente, tomamos el bus de las ocho de la mañana, porque el otro, nos venía mal, al salir a las dos de la tarde. El vehículo era viejo, mugriento y llegamos a tener una avería, en la que hubo, que desmontar el motor. Unos cuantos guiris a bordo. Habíamos decidido la noche anterior viajar, a Sarande y al día siguiente, retroceder, a Gyrocaster. Según la guía, los servicios eran frecuentes.

          Dormimos hasta las once y un cuarto de hora después, sorprendidos, llegamos, a Gyrocaster. Bajaron todos los extranjeros y nosotros dudamos si hacerlo, pero finalmente, mantuvimos la decisión, porque vimos un cartel con horarios frecuentes, a Sarande. La carretera entre estas dos localidades es la más bonita, que hemos visto en Albania. Pero, antes de llegar al destino, casi tenemos un grueso accidente. Si no llega a ser por la pericia y reflejos de nuestro conductor, se nos empotra por mi lateral del vehículo un loco, que había salido a toda velocidad sin respetar un stop.

          Llegamos a la estación de Sarande -es un decir-, donde solo está anunciado el bus, a Tirana, de horarios intempestivos. Nadie informa, así, que preguntamos en la cafetería de al lado, donde nos confirmaron, que desde las ocho de la mañana había servicios cada hora. Nos despreocupamos del tema.

          Tras visitar la ciudad y tomar alojamiento, compramos los billetes del ferry, a Corfu, para dos días después. A última hora, fuimos a reconfirmar los horarios de los autobuses, a Gyrocaster y la sorpresa fue mayúscula. Resulta, que solo hay dos al día y salen por la mañana, por lo que suponemos -nadie lo sabe alli-, que los de vuelta parten en esta misma franja. Y estos datos, los confirmamos hasta en tres agencias de viaje de la zona.

          Con rabia, pena y nuevamente, resignación, decidimos no jugarnosla. Entre unos y otros, en dos días, habíamos recibido cuatro versiones diferentes sobre los autobuses, que conectan, con Gyrocaster. No podíamos arriesgarnos a no poder volver al día siguiente, perder la noche de hotel reservada, la cita con Martín y el ferry de la mañana siguiente, a Corfu. ¡Con lo que nos había costado en dinero y esfuerzo reservar el vuelo entre esta ciudad y Roma!

          A la desesperada, tratamos de contratar una excursión organizada, que incluyera, además,  el Ojo Azul. Nos pedían 30 euros a cada uno, que dábamos por bien empleados, pero era ya tan tarde, que no había plazas para la jornada venidera.

          Si vais por Albania, os digan, lo que os digan, tenedlo claro: EXISTEN AUTOBUSES DIRECTOS ENTRE BERAT Y GYROCASTER.


domingo, 25 de septiembre de 2022

viernes, 23 de septiembre de 2022

El encuentro con Martín, en Sarande

           La vida es extraordinariamente caprichosa. A veces para bien y otras, para mal. Nunca pensamos, que íbamos a conocer en persona, a Martín. La verdad es, que moviéndonos, como hacemos él y nosotros por el mundo, casi constantemente, era muy difícil, que pudiéramos llegar a coincidir en algún punto del planeta y menos en un lugar tan discreto a nivel de trotamundos, como es Albania. Habría sido algo más fácil en países más emblemáticos, como Brasil, Indonesia, Japón -nación, que tanto el admira-, en Egipto... Pero no. Ha sido en Sarande, el pasado 7 de septiembre.

          Martín nació en Argentina y pronto va a cumplir los 36 años. No recuerdo muy bien, la fecha exacta en la que entramos por primera vez en contacto con el, aunque es bastante posible, que se remonte a unos quince años atrás. Desde entonces, hemos mantenido una relación epistolar digital sobre viajes, que ha resultado bastante fluida, aunque también con algún periodo más o menos largo sin contactos.

          En aquella época, los tres frecuentabamos el convulso foro de Lonely Planet, hoy prácticamente, sin actividad. Nosotros acabábamos de montar una web de viajes el año anterior (el blog vino, en 2010- y Martin se empezó a interesar bastante por nuestros relatos de los viajes por el mundo. A los largo de este tiempo, él también nos ha aportado mucha información sobre algunos destinos, especialmente, sobre Japón, donde ha estado en dos ocasiones.

        Martín es un viajero impenitente, al que le gustan los periplos  de mediana y larga duración, aunque el recorre el mundo a una .velocidad algo más lenta, que la nuestra, porque cada trotamundos tenemos un ritmo distinto. En el pasado, intentó obtener la nacionalidad italiana a través de unos antepasados transalpinos, pero eran tan lejanos, que la cosa se puso demasiado burocrática y complicada.

          Parece, que ahora sí, va a tener más éxito con la española. Entre otros requisitos, debe contar con una pareja de residencia en nuestro país y pasar algunos periodos  fuera de la Unión Europea. Este es el motivo principal actual de su estancia en Albania.

          Martín nos escribió a mediados de agosto y nos comentó, que ha leído en nuestro blog que los primeros días de septiembre, íbamos a estar, en Albania y nos proponía una cita, en Sarande, donde pretendía despedir a una amiga, que iba a coger el ferry, a Corfu, para el día 7 de septiembre.

          No costó mucho cuadrar las agendas, porque la fecha casaba bastante bien con nuestros planes y no nos adelantaba o retrasaba nuestro periplo. Así, que ya por WhatsApp, fuimos concretando los detalles, durante los días anteriores.

          Y el encuentro llegó en un parque, al calor de unas amargas  -la birra albanesa no es de nuestras favoritas - y fresquisimas latas de cerveza de medio litro. Fueron dos horas, como en los encuentros de alto nivel. Allí supimos, entre otras muchas cosas, que Martín proviene de una familia del mundo de la judicatura -aunque él no ha heredado esos gustos-, que tiene una hermana viviendo en Barcelona, aunque de forma ilegal; que le encantan las criptomonedas y ha obtenido buenos beneficios con ellas o que anhela -como era de esperar -, grandes propósitos viajeros para el futuro.

          ¿Habrá un segundo encuentro en tiempos venideros? No lo sé, pero en cualquier caso, las probabilidades son bastante más altas, de que se produjera el primero.

Shkoder, Tirana, Berat, Sarande y Ksamil

           Nuestra visita al país se circunscribió a estos cinco lugares, no incluyendo en el recorrido, Gyrocaster, por los motivos, que se expondrán en un próximo post. Hace quince años, habíamos visitado los dos primeros lugares citados, junto, a Durres.

          Shkoder ha lavado mucho su cara, desde 2007,cuando era una ciudad polvorienta y deprimente. Solo estuvimos allí un par de horas, pero fueron suficientes para empaparnos de su zona peatonal, donde se ubican iglesias, mezquitas y algún otro edificio interesante. Estaba muy animada, al ser domingo por la mañana.

          La principal estación de autobuses de Tirana se encuentra a unos cinco kilómetros del centro, pero no es difícil hacer esa distancia andando, dado que la acera es buena. En esta ciudad nos costó mucho encontrar alojamiento y al final lo hallamos en un barrio algo deprimente, aunque pintoresco. Los.principales y escasos atractivos turísticos están, fundamentalmente, en torno a la enorme plaza central.

          Berat ha sido la auténtica joya del viaje. Resulta tan impresionante, como decadente, dado que parte de algunos barrios de la ciudad están en estado de semi ruina, incluido, a veces, hasta el asfaltado. En torno  a su modesto río y a un bonito puente antiguo, se sitúan los tres cascos históricos . Todos ellos van en cuesta y resultan muy atractivos. Son el Mangalem, el Gorica y el de la fortaleza, a la que se accede por empinadas cuestas. Cabe destacar también, la emblemática iglesia de la Trinidad, a la que se llega con mucho esfuerzo.

          Sarande es un lugar de paso, hacia tierras griegas, aunque tiene una aceptable playa pedregosa, un paseo marítimo bien cuidado y algunas callejuelas agradables, aunque algo descuidadas. También tiene bastantes cuestas.

          Al no poder ir a Gyrocaster, pasamos una mañana en Ksamil, como otros tantos albaneses y extranjeros, que se amontonan allí. Las bonitas playas son semi privadas, como en cualquier país del tercer mundo (hay una pública, si se camina más de media hora). No te cobran entrada, pero te ponen las tumbonas y las sombrillas ocupando todo el espacio disponible, por lo que si quieres ubicarte, debes alquilar una de cada (los precios pueden llegar a 20 euros). La mayoría están construidas sobre plataformas de madera, aunque algunas lo están encima de pequeñas superficies de arena/piedras.

          Ksamil es un sitio idóneo para darse un chapuzón y después, salir corriendo. Y es, que el lugar se divide a casi partes iguales, entre espacios para tumbonas y sombrillas, horribles e invasivos aparcamientos y chiringuitos de precios inasumibles. Si comparamos con Benidorm, este último resulta el paraíso.

jueves, 22 de septiembre de 2022

Cosas de Albania

           Cuando de manera muy fugaz visitamos el país, en Julio de 2007, nos pareció un absoluto desastre, dominado por escombros, calles sin asfaltar, descampados eternos y mucha basura ( sobre todo en las playas). Este último aspecto sigue vigente en muchos lugares de Albania, pero en el resto de las cosas, la mejoría es notable, aunque no equiparable a la media europea. Al menos, en lo estético, en lo que se ve a simple vista, se les puede dar un aprobado raspado.

          Porque en cuanto al carácter y forma de ser de los ciudadanos y a la organización de la vida cotidiana, las cosas siguen, casi igual. Los albaneses continúan tan indomables, como entonces y hacen del caos diario su forma de existencia. Esto se ve de forma muy evidente en el poco respeto, que le tienen a las normas de circulación y a los peatones.

          El transporte público resulta muy escaso, sobre todo, desde Tirana, hacia el sur. Por ejemplo, solo hay dos autobuses de Sarande, a la capital y parten a horas intempestivas (cinco y media de la madrugada y nueve de la noche). Es muy difícil, fuera de Tirana, encontrar los horarios completos en las estaciones y cuando preguntas, te pueden dar diversas versiones, lo que lleva a la confusión. Al menos, podemos asegurar, aunque estando siempre muy atentos a los acontecimientos, que el eje Skhoder - Tirana - Berat - Gyrocaster - Sarande, funciona con cierta regularidad. Las terminales pueden estar en el centro o a las afueras, no hay una norma general.

          Los vehículos suelen ser viejos y no es raro, que no dispongan de aire acondicionado, lo que hace insufribles los viajes en verano. El precio de los billetes resulta razonable, aunque no disminuye proporcionalmente, a medida, que aumentan las distancias, como ocurre en casi todas partes.

          Mejores noticias podemos dar en el apartado de los alojamientos, que resultaron estar mejor que los de Montenegro y salieron bastante más baratos. No es difícil encontrarlos por unos 2000 leks diarios - unos 17 euros - y en los tres que estuvimos, todos tuvieron el baño dentro de la habitación. Eso sí: las alcobas económicas no abundan y a veces, cuesta dar con ellas, aunque no tanto, como en su vecino del norte.

          El número de restaurantes en los lugares turísticos es menor, que en Montenegro, donde salen a casi uno por cada guiri, aunque resultan más económicos. La comida en ambos países es muy similar, pero los precios aquí son más ajustados para el bolsillo.

          Existen muchos menos supermercados, que en Montenegro, especialmente, en el centro de Tirana. Muchos productos son caros, principalmente, la cerveza, el vino y las bebidas alcohólicas, aunque si se selecciona y no se opta por una cesta de la compra caprichosa, se puede vivir por no demasiado dinero. El agua en el país no es potable, por lo que deberemos añadir este gasto a nuestro presupuesto. Como en Montenegro, las frutas saben mucho mejor, que en occidente.

          Por todo lo expuesto anteriormente,  se puede decir, que Albania es uno de los países  más baratos del viejo continente.

          Aunque las debió de haber en algún momento del pasado, no encontramos una sola oficina de turismo, a lo largo del país. Para colmo, la última edición de la Lonely Planet de Albania, confunde más, que ayuda.

          Todas las playas, que vimos, fueron pedregosas, salvo las de Ksamil, de aguas cristalinas azules y verdes, estando la mayoría montadas sobre plataformas de madera.

          ¿Es Albania un país del tercer mundo? Definitivamente, sí