Este es el blog de algunos de nuestros últimos viajes (principalmente, de los largos). Es la versión de bolsillo de los extensos relatos, que se encuentran en la web, que se enlaza a la derecha. Cualquier consulta o denuncia de contenidos inadecuados, ofensivos o ilegales, que encontréis en los comentarios publicados en los posts, se ruega sean enviadas, a losviajesdeeva@gmail.com.

viernes, 3 de octubre de 2014

Tras casi cinco meses, ¡este viaje se acaba!

                                                             Todas las fotos de este post son, de Jerusalén (Israel)
          Desde la nada transitada -que no, intransitable- frontera de Israel, hasta Eilat, hay unos 10 kilómetros, de acceso peatonal fácil, sino fuera porque hace 47 grados y no tenemos ningún tipo de líquidos, para variar (este último inconveniente, lo resolvemos, pidiendo llenar una botella de litro y medio en una fuente de agua fresca de un club de buceo). Y es, que el camino debemos hacerlo andando, dado que no tenemos shekels y no hay un solo cajero, hasta abordar el centro.

          Eilat es una ciudad tranquila, agradable -si no fuera por el desértico calor-, algo dispersa eso sí, pero cuenta con un transitable paseo marítimo, lleno de tiendas de todo tipo y de paseantes (esa figura tan extraña, durante nuestros últimos meses). Aunque, han sido solo unos pocos kilómetros, se nota que hemos cambiado de país: los pantalones minimalistas de las chicas; los coches de gama media-alta; los centros comerciales; los cochecitos y demás inservibles e infinitos trastos de niño, que acompañan cada tarde a cualquier peque occidental; las innumerables tienda 24 horas (qué no sé de que vivirán, dado que son caras y no tienen clientes)...

          Aunque en lo que más se advierte el cambio, es en la diferencia de precio, sobre todo en los productos de alimentación y consumo diario. No es, que cuesten bastante más, que en Egipto, sino que muchos, se venden al doble o al triple, que en Europa. Qué te pidan por un shawarma 10 ó 12 euros, no es infrecuente o por una Coca Cola de dos litros, casi 3. Y esto, no es particularidad de Eilat, sino de todo Israel (durante nuestra anterior estancia en el país, no lo detectamos, dado que entre la Semana Santa, la Pascua Judía, que traíamos alcohol y que nuestro hotel ofrecía un copioso y variado desayuno, apenas consumimos nada en la calle).

          Lo que es más económico -aunque, en todos los casos, muy incómodo- es el transporte público. Y además, en este sentido, tenemos suerte: tal como habíamos leído en internet -al igual, que en Egipto, no tenemos guía del país-, hay un bus nocturno a Tel Aviv, que circula a gran velocidad y por mucho mejores carreteras, de las que estamos acostumbrados en los últimos meses. Al menos, nos ahorramos una noche de hotel. Aunque, más bien y en las próximas jornadas, lo que tenemos previsto es pernoctar en dormitorios compartidos de hostels, porque la cosa pecuniaria, no da para más.




          Y, para nuestra sorpresa, la experiencia en este sentido, no ha sido mala. En Tel Aviv, nuestra habitación compartida de ocho camas estaba completa y el escaso desayuno nos sentó fatal a los dos (ya es difícil agarrar diarrea con té y/o café, mermelada, nocilla y tostas de pan integral, pero así ocurrió). Pero, el lugar está muy acondicionado y pensado para una estancia muy satisfactoria: wi-fi, agua caliente, cocina de uso común, parrilladas nocturnas de pago -no caras-, agradable terraza con bar y tranquilo jardín en la planta baja, con minúscula piscina portátil y sugerentes sofás.

          Por cierto y hablando de desayunos, tengo una inquietud existencial. ¿Por qué unos tipos tan canijos y flacuchos, como son los japoneses, desayunan en los hostel/hoteles, dos o tres veces más, que cualquier fornido europeo?. Lo llevamos constatando, durante 25 años y esta vez, no fue menos: siete tostadas del ala, se metió para dentro un discreto nipón. Y además, ¡siempre suelen tener tendencia a quemarlas!.

          El hostel de Jerusalén resultó algo más básico, aunque como contrapartida, estuvimos solos en un dormitorio de 12 camas y disfrutamos de baño interior. El dueño resultó, muy agradable y de cierto espíritu libre: no hace falta registro de entrada, wi-fi sin contraseña, puedes irte y dejar el equipaje, hasta la hora que te de la gana del día siguiente... ¡Se agradece, enormemente!.

          Sobre Tel Aviv, ninguna queja: una sugerente y accesible ciudad, con su interminable corniche y una casco antiguo espectacular (llamada Jaffa, aunque a los efectos de pronunciación sea, “Yafo”).

          En cuanto a nuestro retorno a Jerusalén, ya ampliamos un poco más en el próximo post, más genérico, dedicado a los retornos a sitios anteriormente, ya visitados.

          Estaba previsto, acercarnos a la no muy alejada Haifa, pero el tiempo se nos vino encima y el transporte -como al aeropuerto- es muy caro. Además y una vez investigado el asunto, los atractivos no son tantos, como algunos indican.


Entrando en Israel por tierra, desde Egipto

                                                        Todas las fotos de este post son, de Tel Aviv (Israel)
          “¿Venís de Egipto?”, dice entre extrañada y aterrada, la chica del hostel, de Tel Aviv, que formaliza nuestro ingreso en uno de los abarrotados dormitorios compartidos del establecimiento. “¿Y, habéis llegado volando o por tierra”, indaga, con mayor curiosidad. “Por tierra, cruzando la frontera entre Taba y Eilat”, respondemos, mientras engullimos vasos y vasos de agua fresca de la fuente/garrafa, que por su adecuada gentileza, proporcionan a los huéspedes.

          “¿Y no habéis tenido ningún problema, ha sido fácil?”, investiga la amable mujer. “Muy sencillo, tan solo tardamos en cruzar la desierta frontera cincuenta minutos, con las habituales molestias y comprobaciones. Pero, en 2007, la cosa se demoró por 3 horas y con peor pinta”, aseguramos. “Really, only fifty minutes in the border?”, espeta toda sorprendida.

          Y es que Israel, es un país complejo. Las experiencias, que uno tiene, pueden ser diversas y no valen como norma general. Donde menos te lo esperas, puede surgir un decepcionante y frustrante contratiempo y cuando vaticinas dificultades, todo se resuelve sin demasiado esfuerzo.

          Solo debes guiarte por un principio: los israelíes son desagradables por naturaleza o por necesidad, que también puede ser. Tal vez, las personas más hostiles del planeta, pero si no te tomas las cosas en plan personal y te muestras tranquilo, tienes mucho ganado (o menos perdido).

          Y, sobre todo, cuando entiendes, que están cagados de miedo, ante no se sabe muy bien qué amenaza, dado que podrían aplastar a sus vecinos en poco tiempo, en caso de conflicto y como ya ocurrió, durante la nefasta guerra de los seis días. Pero, les encanta sentirse importantes y hacerte de menos.

          Lo de entrar a Israel, puede impresionar y agredir a los más novatos. Preguntas indecentes y excesivamente personales, diseñadas por maquiavélicos protocolos de mentes insanas, sacan de sus casillas a casi cualquiera. Valgan como ejemplo estas dos: “¿así, que dices, que eres español y no te gusta el fútbol? O El agua, que llevas en esa botella, ¿la has cogido de forma integra en Israel?. Pero, con el tiempo, aprendes que nada tienen contra ti y menos, si no llevas un visado de los países malignos (los árabes de oriente medio, con la excepción de Egipto y Jordania).

          Son, simplemente, estúpidos y aprovechan a reclutar a niñas, niños e inmigrantes -muchos de ellos latinos -, para colocarles una metralleta al hombro, hacerles creerse Rambo y llevar a cabo -supuestamente-, todas estas tareas de “limpieza fronteriza”. Pero luego, cualquier israelí vaga por la Unión Europea, sin que ni siquiera le hagan una sola pregunta. ¡No es justo!.

          Esta vez y con una estancia bastante tranquila, el problema surgió en la explanada de las mezquitas, de Jerusalé. A un obeso y malhumorado funcionario de policía y sin dar razones -solo gritos en hebreo-, se le ocurrió, que éramos inadecuados o peligrosos para visitar ese lugar y así nos dejó sin poder hacerlo, después de persistentes intentos (menos mal, que ya accedimos al recinto en 2.007).

          Lo de la explanada de las mezquitas merece mención aparte. A los guiris, solo nos dejan acceder por la puerta de ingreso, que hay desde el Muro de las >Lamentaciones, donde a las mujeres, les endosan un pañuelo para que cubran sus hombros. Luego, los controladores palestinos, como el pañuelito tiene letras en hebreo, te lo obligan a quitar y a ir como una descocada, cuando nunca lo permitirían en cualquier otra mezquita. Y finalmente,, el funcionario israelí, que cuan portero de discoteca, desequilibrado mentalmente, decide o no tu acceso.

          Pero, tres cosas nos encantaron de nuestra segunda estancia en Israel: 1) lo educados, que son los conductores, que paran en todos los pasos de cebra. 2) Fuentes de agua fría por todas partes. 3) Wi-fi gratuito en la mayoría de los lugares de concentración pública. Sorprende todo esto, en uno de los países más caros del mundo (sobre todo, en materia de alimentación, donde las cosas cuestan el triple, que en España).

          Y una cuarta y una quinta, también. Estuvimos toda nuestra estancia, sin padecer sus molestos y encadenados días festivos (al contrario, que en nuestra semanasantera estancia anterior). 

          Y la más importante: ya no hace falta pedirles, que te pongan el sello de entrada en una hoja aparte, como antaño. Ahora, te sacan una especie de pegatina/visa, que debes conservar hasta la salida, donde te entregan un papelujo con tu foto, que a modo de ticket de metro, debes validar en las máquinas del aeropuerto. ¡Todo un fructifero regate a sus vecinos árabes!, que se afanan en buscar sellos israelíes en los pasaportes, compulsivamente, para no dejarte entrar.


Días de buceo, calor y relax

                                                             Todas las fotos de este postt son, de Dahab (Egipto)
          A Dahab, ya le teníamos ganas, desde el viaje a Egipto de 2006, pero en aquella ocasión, las cosas se torcieron.

          Tras arribar de madrugada, la primera mala noticia es, que la estación de autobuses -privada- está lejos del centro. La segunda, que hace un calor espantoso y el sol cae como un cuchillo sobre la cabeza. La tercera, que los restaurantes son inaccesibles -3,5€ por un caldo de pollo o 7,5€ por un shawarma, son claros ejemplos. Y, la cuarta, que todo lo que hay que hacer aquí -buceo, snorkel y el Monte Sinaí- se encuentran a una distancia variable, que te supone invertir más dinero, bien por libre o a través de las voraces agencias.

          Pero, a partir de aquí, comienza lo bueno, que no es poco. El alojamiento es barato y casi todas las habitaciones disponen de aire acondicionado. Existe un sublime paseo marítimo -de más de cinco kilómetros-, que da soporte a un pequeño pueblo, tranquilo, accesible y formado de edificios -la mayoría, hoteles y restaurantes- de estructura diversa, pero casi siempre, muy agradable y con culto al buen gusto. Lástima, las decenas de negocios, que están a medio hacer y nunca más se supo o los abandonados, aunque mayormente, se encuentran en las afueras.

          Y, el mar aquí tiene un color tan bello, que pocas veces he visto, aderezado por la rosácea tonalidad de las anárquícas, escarpadas y juguetonas montañas del desierto. El problema de Dahab no es otro, que el de la mayoría de las playas del tercer mundo: un sólo pollo, para varios kilos de arroz. O lo que es lo mismo y para que se entienda mejor,: cada guiri tocamos aquí, a dos hoteles y cuatro restaurantes por cabeza. Da pena, contemplar toda esta infraestructura y a la gente, que ha arriesgado su dinero, siendo los protagonistas de una ciudad fantasmal, donde pareciera, hubieran lanzado una bomba neutrónica (sólo destruye a las personas y no, las edificaciones).

          Tras muchas vueltas y después, por fin, de comprar los billetes de retorno a España -desde Tel Aviv-, descartamos hacer la excursión del Sinaí y el monasterio de Santa Catalina, por varias y poderosas razones, a saber:

          1ª.- . Incomodidad de la hora de salida y noche al raso: de 23:30 horas, a 12:00 de la mañana.

          2ª.- Calzado deficiente y escasa ropa de abrigo, para tal ascensión.

          3ª.- Tener que subir, por la noche, cosa que no nos agrada (otra cosa hubiera sido ascender por la tarde, hacer noche y después, madrugar).

          4ª.- Espera nocturna de varias horas, sin hacer nada, en el Sinaí, hasta ver amanecer.

          5ª.- Incipientes y amenazadoras almorranas.

          6ª.- Estar sin hotel durante doce horas, padeciendo el insoportable calor.

          Total: demasiado esfuerzo, a caro precio, y ya nada necesario, a estas alturas delo viaje.


          En cuanto al buceo o smorkel, tres son los sitios más típicos de los alrededores de Dahab: el blue hole -interesante, bonito y agradable, aunque con tubo no se ve ni un sólo pez- el canyon y las tres piscinas, de estas últimas ya os hablaré, porque todavía no hemos ido. Y, tampoco a Sharm el Seik. La poca frecuencia del servicio de autobuses y su precio, nos desanimó (East Delta Travel, mafiosos donde los haya),

Las posturas del "Callesutra"

Mcleod Ganj (India)
          Los indios inventaron tantas cosas, que sin su aportación, no sería comprensible nuestra vida diaria, dado que de ellos proviene nuestra escritura y los números. También, las posturas del kamasutra, que nosotros, ya tan poco practicamos. Con cierto sentido del humor -y espero, que sin apelar al mal gusto-, el objetivo es resumir otras posturas en India, las del “Callesutra” o en la vía pública. Aunque, en verdad, ya el post no nos hace la misma gracia, escrito desde Egipto, una semana después de abandonar India.

          De todas formas, vamos “pa'lante”, que es gratis escribirlo y no hay obligación de leerlo.
Haridwar (India)
          1ª.- Postura esencial del Kallesustra: abierto de piernas y con los codos extendidos, en el sitio donde más se moleste o donde más difícil es el acceso en la vía pública (es un decir, estas dos últimas palabras)

          2ª.- Estar tirados en el suelo -más frecuentemente en el sur-, al lado de la basura y de charcos infectos

          3ª.- Reposando en cualquier transporte privado; en el tuck-tuck, lo habitual es, tumbado, con la pierna para arriba y en la moto, en posición de espera, de que pase algo -que nunca pasa- y con la mirada pérdida (esta postura incluye una peligrosa y frecuente variante: ojos al infinito, hablando por el móvil y arrancando hacia adelante, hacia atrás o hacia...).
                                                       Manali (India)
          4ª.- Empotramiento de cacharro contra el puesto de las samosas apestosas, que van a degustar, sin reparar lo que hay por en medio (sean peatones u otros vehículos).

          5ª.- Hurgarse en los pies -especialmente en los trenes-, en postura de piernas cruzadas -meditativa o no- y sentada.

          6ª.- Fila india horizontal. Qquién os contó el cuento indio de la fila india vertical? Pues no. Aquí es horizontal. En una sola ventanilla, una persona solicita su pedido y otras dos por cada lado, la escoltan a la espera.
Tanjavour (India)
          7ª.- Postura fetal en la India: madre tumbada en camilla hospitalaria y mecánico haciéndole la ecografía, para conocer el estado de la moto, que lleva dentro.

          8ª.- Sacando el pito para orinar, en cualquier parte y situación.

          9ª.- Ir arrollando a todo lo que esté por el medio, salvo que sean objetos o animales, a                               los que sí, se respeta.
                                                  Varkala (India)
          10ª.- Enormes y amenazantes bultos sobre la cabeza.

          11ª.- Nudillosis: irte clavando los nudillos en la espalda, para que avances a su ritmo, en la atestada vía pública.

          12ª.- Lucir el amuleto festivo correspondiente cada día, de las cincuenta mil festividades religiosas, que hay cada año.

          13ª.- Moviéndose a culazos, en cualquier situación de congestión (ellas).
Kanyakumari (India)
          14ª.- La oostura del pedigüeño -suelen ser mujeres-, ante el guiri: siempre altanera, como de me debes algo, es tu obligación, tengo niños... Mientras, hacen el gesto, de que es para comer. Y, van mejor vestidas, que tú, más limpias y con mejor dentadura (es un misterio, lo de los dientes, en India). 

Mantener, como una joya reluciente, tu miserable equipaje de dessperdicios

                                                     Camino de Bagkok (Tailandia), en Zurich (Suiza)
          A punto de poner ya casi los pies en España, antes de afrontar los últimos días de nuestro sexto viaje largo, te das cuenta perfectamente, de que todos los periplos de este tipo, siguen los mismos patrones. Da igual, duren cien días o doscientos cincuenta, siempre, que al menos, superen los treinta.
Bangkok (Tailandia)
           Las primeras dos o tres semanas se pasan de manera muy lenta. Cada día parece dar de si, hasta el infinito y el tiempo, que llevas, se insinúa como mucho mayor, al real. En este periodo, aún sigues pendiente, de todos los asuntos y personas, que has dejado en España (sobre todo, cuando te aburres en el transporte público).

          Pero, a partir del mes, todo se transforma. Empiezas a perder cierta consciencia, por el propio espíritu de supervivencia. Te olvidas de todo lo que te atormentaba o te hacía disfrutar en tu país. En realidad, pones en marcha el mecanismo defensivo, basado en el desconocimiento. Si hay noticias de España, a esas alturas, probablemente, no sean buenas, así, que mejor huir hacia adelante e ignorar todo, lo que no sea el día a día. Ya no sabes -ni siquiera te importa- si es miércoles o domingo, o la jornada 43, 57 ó 78 de andadura.
                                                                                                       Sangkhlaburi (Tailandia)
        Vives para el momento. Lo que hoy resulta absolutamente prioritario, mañana, una vez resuelto, cae en el pozo del olvido. ¡Qué se te rompe la cámara! -como nos ha ocurrido-,, alarma total. Una jornada después, es absolutamente intrascendente, después de haber hecho cualquier apaño, para poder seguir haciendo fotos.

          No es nuestro caso, aunque hay personas, que a partir de esta fase, relajan sus costumbres higiénicas. Aunque lo que si es una obsesión general, es tratar de aguantar con lo que se tiene, hasta el final del viaje y luego, tirarlo todo. Así, puedes portar un calzado con tantos remiendos y arreglos, que no verás ni por asomo, a ninguno de los mendigos del país del tercer mundo, que estás visitando. Coses y recoses la mochila, sus asas, las cremalleras, la ropa interior... Todo, para mantener como una joya reluciente, tu miserable equipaje de desperdicios.

           Petchaburi (Tailandia), arriba y Phimai (Tailandia), debajo
          Otra cuestión a tratar, es la de los dolores en este tipo de aventuras. De repente, sientes alguna molestia física, sea en un pie, en el estómago o en un oído. Se encienden todas las luces rojas, que encaminan a lo más siniestro y fatal. Dos días más tarde, ni siquiera recuerdas, tan inquietante malestar.

          Los viajes largos son como el fast food, en todos los sentidos: pides con prisa y sin pensar demasiado, comes rápido y al poco, lo olvidas. ¡Que sabía es la mente humana!
Bundi (India)
          Y llegamos al desenlace, que generalmente ocurre, cuando en el ciber de turno, clickas sobre el vuelo de vuelta. Entonces, vuelven las preocupaciones e inquietudes de tu vida normal y el temor al regreso, que a su vez, ya es ansia.

          Cuentas a cada instante los días, que faltan para el retorno e incluso, puedes llegar a darte cuenta de la mierda de vida, que has llevado durante meses (temperaturas de 50º, ciudades inhóspitas, mala alimentación, transportes lamentables e insufribles...).

                                                          Margao (India), arriba y Bombay (India), debajo
          Otra característica, imposible de evitar y que aparece durante los últimos días, es la alta e incontrolable iiritabilidad.

          Pero, sobre todo, lo que más anhelas en ese periodo, es el momento de deshacerte de todos tus bienes “materiales”, tan largamente custodiados. He visto casos -excepcionales-, de alguien que después de llevar durante semanas la misma ropa, guardaba una muda limpia y una camiseta para el vuelo de vuelta.


                          Bhubaneswar (India), arriba y Rishikesh (India), debajo
          Lo que siempre sobrevive a la destrucción masiva, es la vetusta guía Lonely Planet, de hace diez años, que has usado en varios viajes y que desencuadernada, yace mugrienta, con olor a especias y a otras cosas menos mencionables, en el fondo del atijo de vuelta (que ya no, mochila).¡Y es que da una penita tirarla!

miércoles, 1 de octubre de 2014

El Cairo: ¡Bendito balneario!

                                     Esta es de Port Said (Egipto) y todas las demás, de El Cairo (Egipto)
          Marcharte de la India ofrece muchas ventajas. La primera, evidente, imprescindible y después de tres meses es, el propio hecho de largarte del país. Y la mejor -aunque sea al África más profunda-, que a cualquier sitio que vayas, te vas a sentir de maravilla (para ser justos, habría que decir, que entre los múltiples viajes que se pueden hacer a India, el nuestro ha sido de lo más exigente y austero)

          Pero, sí, El Cairo, que en 2006 nos pareció un caos ingobernable, ha resultado ser esta vez, un apacible balneario. Los conductores de esta ciudad -desaparición milagrosa de rickshaws, tuck ucks, cacharros varios y anárquicos- son verdaderas monjitas ursulinas y las aceras permanecen majestuosas, anchas y pobladas, casi exclusivamente, por personas.

          ¡El calor, no problem!. Qué son los 38 grados de El Cairo, comparados con los más de 50 de India, en su versión Agra-Jaipur-Delhi (triángulo de oro, aunque derretido por las altas temperaturas). Y, ¿la comida?. Se nos ha abierto el estómago y devoramos, sin parar. Qué si un Koshari -pasta, arroz y legumbres, en plan todo junto y con salsa de tomate especiada-, que si una tamiya -falafel con verduras varias, dentro de un rico pan-, que si un ful -lo que quiera el cocinero dentro del pan, pero siempre rico y variado-, que si un shawarma, que si un sandwich de queso y tomate...

          Redescubrimos El Cairo -sin museos, ni pirámides, que sal carísimo- y a mi, me gusta más, que la primera vez. Pero, repito: viniendo de India, cualquier sitio parece maravilloso. A mi modo de ver, la ciudad ha ido a mejor -limpia, relativamente tranquila y con escasas obras, a diferencia del pasado- y nosotros, después de ocho años, hemos debido evolucionar, como viajeros (no sé, si para bien o para mal, pero hemos evolucionado, en cualquier caso).

          Tampoco nos desagrada Port Said, aunque si su calor húmedo agostero y lo antipáticos -racistas, es el término-, que son en los hoteles, donde nos niegan el alojamiento. Iglesias, mezquitas, balcones señoriales, un ferry gratuito a la vecina Port Fuad -de agradables vistas- y un supermercado -el primero en dos viajes a Egipto-, llenan nuestro tiempo. El problema mayor y para nosotros desconocido es, que desde aquí, no hay bus directo a Dahab.




          Se debe ir, a través de Ismailia, cercana ciudad, a la que vale un pastón llegar (7 euros, para hora y media de bus, desconociendo el motivo de tal atraco). Así, que volvemos a El Cairo y pasamos un nuevo día sin hotel, entre cervezas, policía y ejercito, que hoy han tomado -ellos sabrán- las calles. Montoneras de arena limpia y baldosas insuficientes, pueblan la calle comercial, donde el asfaltado de las aceras, es bastante correcto y reciente. ¿Que harán con ello?. Otro misterio, que nos da pereza resolver.

¡Hasta el rabo todo es toro (o vaca, que para eso es India)!

                                                                Todas las fotos son de Delhi o su aeropuerto (India)
          Salimos de la India con más alivio, que de una agonía prolongada, después de pasar un último día y medio en Delhi, dándonos hasta pereza y estrés, ir al restaurante del chow mein y los rollitos o a la tienda del alcohol -por callejuela caótica-, a por el whisky y la cerveza. Creo, que si lo que hubiéramos necesitado fueran medicamentos, por dolor que tuviera, no me hubiera movido del hotel.

          El aeropuerto de Delhi es nuevo y moderno, como el de Calcuta y Bangalore (no así, el de Chennai). ¿Cómo tan buenas infraestructuras en un país tan pobre?. Muy sencillo: a base de que el 76% de la propiedad y la explotación de los aeródromos, quedé en manos de empresas extranjeras, durante más de 30 años (es decir, hasta su obsolescencia). Me temo, que algo así, terminará sucediendo en España. Tiempo al tiempo.

          Después de haber superado  más de 50 ciudades, con sus correspondientes cacharros de todo tipo, estoy a punto de que me atropelle, una musulmana suicida, con su carrito aeroportuario, cargado de enormes bultos. Como, se suele decir, ¡hasta el rabo, todo es toro!.

          Y aún hay más: antes de abandonar India -en este país, hasta el minuto final hay partido, sea cual sea el resultado-, sufrimos el último percance, que pudo ser traumático. El rígido empleado de turno -y eso, que son las cuatro de la mañana-, se niega a facturar nuestras mochilas, si no las envolvemos en plástico. Nos negamos en redondo y nos salimos con la nuestra, pero vuelve a la carga: que si qué pensamos hacer en Egipto y que si tenemos el vuelo de retorno a nuestro país. ¡Grrrrrr!.

          Le explicamos, lo más tranquilamente, que podemos -que no es mucho-, que podemos hacer la visa “on arrival” en El Cairo y que ahí, es donde termina la responsabilidad -además de la curiosidad-, de su compañía, Royal Jordanian. Le hacemos saber, también y sin tener obligación, que saldremos hacia Israel en bus. Y ahora, ¡erre que erre!, nos pide esos billetes.

Añadir leyenda
          Cuando la tensión ya es insoportable y a punto de perder el control, decide llamar a uno de sus jefes, que más o menos, le debe decir, que nos deje de tocar los huevos, porque cambia, automáticamente, su gesto.


          Siendo el personal de inmigración, mucho más amable, abandonamos India, después de 87 días -en dos estancias partidas por Bangladesh-, sanos y salvos -¡Oh milagro!, que se vuelve a repetir-, camino de Ammán. Prevemos, que durante muchos años, no volveremos por aquí, pero nunca se sabe.

India: una losa sobre nuestras espaldas

                                                                     Esta y las dos siguientes son, de Chittorghar (India)
          India empieza a pesarnos sobre la espalda, mucho más de lo necesario. Cada día, hacer lo mismo o similar, nos cuesta más esfuerzo, entre el tráfico ingobernable, las charcaleras del monzón -mezcladas con basura- y los animales diversos, que vagan, sobre todo, por el norte de este país. Y no hay forma -tampoco lo intentamos mucho-, de encontrar un vuelo a precio razonable, que nos saque de aquí. A pesar de todo, y de nuestra pésima alimentación rajasthaniana, recomponemos el gesto y hacemos el sacrificio de llegar hasta Chittorgarh.

          Su fortaleza se muestra esplendida y mucho mejor conservada, de lo que pone en las guías. Hay bastante turismo local de peregrinación -dado, que en el interior moran varios templos-, pocos viajeros independientes y un par de nórdicas, en potente coche de alquiler con conductor y que van del coche al monumento, de este a la cafetería y vuelta al vehículo. Después se pasarán todo el invierno hablando en su país de lo mucho, que conocen India.

          Nuestro intento de volver a Delhi en sleeper. por la vía rápida, fue frenado por la fiesta del 15 de agosto -día de la Independencia- y dry day, a efectos alcohólicos. Por lo que conviene prevenirse y proveerse de bebidas alcohólicas. Este año es puente, al caer en viernes y este hecho nos impidió encontrar, cualquier plaza de tren sentada disponible, hasta el día 19.
Jaipur (India)
          Tiramos de la vía lenta: vuelta a las ya visitada en el anterior viaje, Udaipur, Jaipur y Amber, con emociones desiguales. La primera -llena de franceses- nos pareció, que no valía ni la mitad, que la primera vez. Al menos, ello nos sirvió para pasarnos decenas de horas –y no exagero- enganchados al wifi -con móvil y tablet-, para tratar de gestionar vuelos a cualquier parte, menos a Europa, donde el precio está por las nubes, en estos días de alta demanda. Estambul, Dubai, Kuwait... El mundo a nuestros pies.

          Jaipur, sin embargo, nos cautivó mucho más, que en la anterior visita. Y Amber, nos causó la misma impresión.
                                                                                                        Amber (India)
          Seguimos encima de los 40 gracos, porque en este viaje no hay forma de librarse del calor. Ni parece, que lo vaya a haber en el futuro inmediato , dado que va a ser, que acabaremos en Egipto, a hacer el norte y el Sinaí, antes de matar el viaje -o que nos liquide él, a nosotros- en Israel.

En Concreto, nuestra hoja de ruta, queda: Delhi-Aman-El Cairo (Royal Jordanian) y Tel Aviv-Barcelona (Vueling).