Yogakarta (Indonesia)
De milagro, hemos vuelto al
hemisferio sur, donde pasamos tan lindos momentos en el anterior viaje por
Sudamérica. Sin embargo, el reencuentro con la mitad inferior del planeta, no
ha sido el esperado., porque Jakarta, donde nos encontramos, ha desplazado a
Phnom Penh, como la ciudad más inhóspita por nosotros conocida.
Indonesia
es el 23º país del viaje y el 73º de nuestra andadura viajera. El lunes a las 8
de la noche, tomamos un vuelo desde Kuala Lumpur a la capital de este enorme
archipiélago. Íbamos realmente acojonados, porque sabíamos que en inmigración,
nos iban a pedir un boleto de avión para salir del país, que de momento no
tenemos, por el puto problema de las tarjetas de crédito, que nos vuelven a dar
error, para reservas pasajes por internet. Y para colmo, en nuestro banco se
están portando como unos cerdos, escurriendo el bulto y dejándonos tirados a
casi 15.000 kilómetros de casa.
Después
del primer desconcierto en el aeropuerto de Jakarta, accedimos a la oficina de
visados. Pagamos los 25 dólares cada uno por la visa de entrada única y de
máxima estancia de un mes y seguidamente, nos empezaron a interrogar por el
boleto de vuelta. Nosotros nos habíamos puesto de acuerdo en responder un vuelo
concreto (Surabaya-Kuala Lumpur, 10 de septiembre, 12,25 horas), para salir del
paso y en este primer punto lo conseguimos, sin excesiva dificultad. Pero en el
puesto de inmigración, donde ponen el sello de entrada, las cosas se tornaron
muy complicadas. Nos había tocado un funcionario de los estrictos, que se
negaba a dejarnos pasar si no le presentábamos el maldito boleto impreso.
Y nosotros
haciéndonos los tontos, como que no entendíamos nada. Y el tío "print,
print (impreso)". Y nosotros respondiendo "cibercafé, internet, only
e-ticket" (billete electrónico solo). Nos la estábamos jugando, porque si
nos hubiera llevado a un ordenador a que lo imprimiéramos nos hubieran pillado
en la mentira y las cosas habrían sido bastante más chungas. Pero,
afortunadamente, no ocurrió así.
Cuando
nuestra deportación, como la de cualquier cayuquero del Senegal, parecía
inminente, debió ser nuestra fingida y exagerada cara de pena, lo que
reblandeció su áspero y duro corazón y a pesar de que nos parecieron horas,
fueron en realidad un par de segundos, los que desde ese momento, tardamos en
escuchar el ruido del sellador sobre el pasaporte. Y más buenas noticias,
porque Air Asia no nos había perdido los equipajes.
La
situación había sido tan jodida y la tensión acumulada era tanta, que hasta nos
hicieron gracia los pesadísimos taxistas que hay a la salida de la terminal
aérea y comenzamos a vacilarles. En el sudeste de Asia,a siempre te entran de
las dos mismas formas:
-Where are you from? (de donde
eres?)
-Where are you going? (adonde vas?)
Tan cansados de estos
soniquetes, ya hace tiempo que contestamos dos respuestas, que les dejan
descolocados o les hacen reír.
A la
primera: We are from Cambodia, and we
are very, very poor (somos de Camboya y realmente somos muy pobres).
A la
segunda: And you, where are you going (y tu, donde vas tu)
Como el
vuelo llego con bastante retraso y debido también a los largos y duros tramites
de inmigración, había entrado la madrugada, con lo que nos resultaba imposible
llegar a Jakarta –a 37 kilómetros- y buscar alojamiento. Pensamos quedarnos
unas horas en la terminal, pero temíamos que apareciera por allí el de
inmigración y nos dijera que si además de no tener vuelo de retorno, tampoco
pensábamos tomar alojamiento.
Así que
cogimos el bus hasta la ciudad y nos echamos a dormir en el suelo de la
estación de trenes. Esto nunca se podría hacer en Hispanoamérica y es
arriesgado en Europa, pero el sudeste de Asia es muy seguro y te puedes dormir
tranquilamente, aparcando tu equipaje al lado. La prueba es que en el
aeropuerto de Kuala Lumpur, dejamos olvidado el paraguas que robamos en el
templo hindú de Singapur en el hall, durante dos horas y al volver estaba allí.
Por otra
parte, la poca policía que hay, no te dice nada por verte tirado en el suelo.
Tienes que cumplir a rajatabla sus estúpidos tramites de inmigración, pero
luego puedes andar tirado por ahí sin problemas, como un mendigo.
Como no
nos dormíamos, nos dedicamos a practicar el deporte nacional de esta zona del
planeta, que no es el badminton, sino la caza de mosquitos a palmadas. Se le
acaba cogiendo vicio. ¡Como pican los jodidos. Son casi del tamaño de
garbanzos!.
Al
amanecer, nos deleitamos con los cantos del muecín de la cercana mezquita y nos
pusimos en marcha, para buscar alojamiento. Entramos en cuatro cajeros
automáticos, para sacar dinero con la tarjeta de debito, pero en ninguno de
ellos conseguimos obtener la plata solicitada. La desesperación se hizo total.
Estábamos con las tarjetas de crédito no operativas y ahora con las de debito también inhábiles. Y solo
en efectivo, con el equivalente a 10 euros en rupias indonesias, cambiadas en
el aeropuerto……..
Atardecer en la balinesa, Khuta (Indonesia)
……Menos
mal que en esta ocasión, el problema resulto ser de los bancos y no de las
tarjetas y al quinto intento, logramos un buen fajo de billetes.
PD: La
frase del viaje, la escribió el otro día mi chico en su diario y es: “Y a pesar
de todo, nosotros seguimos como si nada”.