Este es el blog de algunos de nuestros últimos viajes (principalmente, de los largos). Es la versión de bolsillo de los extensos relatos, que se encuentran en la web, que se enlaza a la derecha. Cualquier consulta o denuncia de contenidos inadecuados, ofensivos o ilegales, que encontréis en los comentarios publicados en los posts, se ruega sean enviadas, a losviajesdeeva@gmail.com.

lunes, 2 de enero de 2012

Tópicos algo dudosos sobre India

                                                                                               Backwaters
            Madurai es probablemente –con el permiso de Fort Cochin, en la costa oeste-, el lugar con más plastas por metro cuadrado, detodo el sur de la India, incluidos, los de seguridad, que te registran a la entrada del maravilloso templo. Mientras a los hindúes apenas les tocan, a nosotros al menos, nos sobaron y pusieron pegas, hasta que consiguieron hacernos perder la paciencia.

Menos mal, que hay dos cosas, que funcionan muy bien en este país: hacerse el loco, cuando te vienen a pedir dinero por supuestos servicios, y vociferar en tu propio idioma. El contenido del mensaje resulta indiferente, aunque te quedas bien a gusto mandándolos a la mierda o similar.
                                     Fort Kochi
            Además de mucho calor y estrés, provocado por el caos circulatorio, poco más ofrece está ciudad, salvo una bonita catedral cristiana y un discreto palacio. Se ha puesto de moda, cada vez en más países, el pagar en los lugares de visita, por el uso de la cámara o por la filmación de videos e India, en lo que sea sacar dinero al turista, va a la cabeza. Las 50 rupias en este concepto, en el templo, nos las ahorramos haciéndonos los tontos. En los 15 días que llevamos en el país, aún no hemos desembolsado dinero, por contemplar atractivos turísticos y lo hemos visto todo. ¡La economía de guerra, hace agudizar el ingenio!

            Fort Cochin nos ha encantado, con sus bellas casas coloniales, iglesias y maravillosa puesta de sol –llena de lugareños, pelmas y guiris-, contemplando las famosas redes chinas. Matacherry, tampoco está mal, siendo del mismo estilo. Al otro lado de la bahía, donde se cruza por ferry, Ennakulam es desesperadamente caótico y feo.

            Un par de días más tarde y por tan sólo 10 rupias, fuimos desde Kotayan –lugar horrible- a Allepey, por un entramado precioso de canales, lleno de paisajes caribeños y sintiéndonos los protagonistas de la Reina de África. Emocionan las estampas de la vida cotidiana y las espectaculares casas-barco que navegan por la zona, llamadas backwaters.
                                                                   Matancherry
Pueden ser alquiladas por 24 horas a precios razonables. Viendo que en los lugares de visita, nos cobran veinte, treinta o cincuenta veces más que a los lugareños, aún sigo sin entender, como nos permiten hacer este recorrido en transporte público, desembolsando el mismo importe, que los nativos.

Ya muy avanzado el periplo por el sur de la India, hay unos cuantos tópicos sobre el país –tantas veces escuchados y leídos-, que no nos cuadran.

            -“India o la amas o la odias”. Pues ni lo uno ni lo otro. Probablemente acabe siendo, de los países más interesantes que he visitado en mi vida –sino, el que más-, pero sin sentimientos extremos.

            -“Para conocer un poco India, hay que ir al menos un mes”. Sencillamente, una estupidez. Hay quien en diez días, asimila más esencias, que otros en un montón de años.
Backwaters
            -“India es durísimo”. Pues de momento, tampoco es para tanto. Salvo el insufrible tráfico, no hay muchos más padecimientos, que evitar a los pelmas. Hasta ahora, es posible que en este país, hayamos encontrado a la gente más desagradable –por encima de los judíos-, de los 107 que conocemos.

El caso es, también, que mucha gente, atraída por supuestas frases hechas, leyendas y tópicos, acude a este país, apenas habiendo salido de Europa. ¡Y entonces, si que puede ser desagradable y duro¡

            -“Después de ir a India, ya ningún destino te sorprenderá”. Lo dudo. Ya he escrito bastante más de nuestra estancia en Sri Lanka, que en India. Y cuando, nos vayamos de aquí, seguro que Bangladesh o Nepal –nuestros próximos destinos-, nos resultarán maravillosos.

            “Hay mucha gente en India, que viaja buscándose a si mismo”. No se en el norte –aunque, supongo que alguna habrá-, en Phuskar, Varanasi o poniéndose ciego a gang –marihuana-, en Manali. Pero, en el sur, no encontramos a nadie con ese perfil, hasta el momento.
                                                                                  Mysore
            Seguro que en el futuro, cambiamos de opinión sobre algunas cosas. Pero, de momento, esto es lo que podemos  aportar desde nuestro pensamiento y no adaptándonos a las opiniones de Lonely Planet, que muchos viajeros toman como Biblia.

            En este viaje, hemos visitado los dos países más llenos de tópicos, que conozco:  Myanmar e India. 

Cosas, que nos sorprenden gratamente, de la India

                                                                                               Kanchipuram
            Nuestros primeros encuentros con los lugares emblemáticos del hinduismo, fueron en las bellas Kanchipuram y Mamallapuram. Una idílica sobredosis de templos, pertenecientes a todas las épocas. La primera ciudad –uno de los siete lugares sagrados-, es caótica y estresante: de las de andar constantemente por la carretera, esquivando todo lo que se mueve. También nos tocó elear pelear, muy esforzadamente, con los “vigilazapatillas” –a la puerta de los templos- y los pelmas-guías. No consiguieron sacarnos ni una sola rupia, pero las molestias fueron tan desagradables, como notorias. Sin embargo, la contemplación interior y exterior del Sri Ekambaranathar, merece cualquier desgaste de energía.

            La segunda población, resulta más tranquila y sosegada, con una bonita playa, precedida de puestos del ramo y de pescado. Sus atractivos monumentales son tres: el templo de la playa, las cinco Rathas y Arjuna. Este último complejo sale gratis. Los otros dos cuestan 250 rupias, pero se ven y fotografían desde fuera, por lo que es una tontería pagar, salvo que se sea muy nanirroto. Si hubieran sido los chinos, los habrían rodeado de verjas y arbustos, para obligarte a pasar por taquilla. Pero, los indios y en este aspecto, son así de cándidos.

            Mamallapuram está preparada para el turismo –aunque este, brilla casi por su ausencia-, con decenas de guest houses y restaurantes. Cuenta hasta con varias librerías, de compra-venta de libros de segunda mano. ¡Regocijo¡ En una de ellas y por 300 rupias, conseguimos comprar una trillada Lonely Planet de 2009, en inglés. ¡Brahma aprieta, pero no ahoga
Mamallapuram
            Si algo tiene India, es que es una caja de sorpresas -buenas y malas-, sobre todo si vienes a la aventura y no has preparado nada antes. En la entrada anterior, hablaba de las cosas que nos rayaban de India. No quiero dejar pasar más tiempo, sin comentar algunas de las que nos han sorprendido gratamente.¡¡Los inevitables prejuicios¡¡

            Vamos con algunas:

            -Extraordinarias autovías –donde las hay-. Al menos, la que conecta Bangalore con Madras.

            -Excelente calidad-precio, tanto de los trenes expresos, como de los buses nocturnos

            -Higiene bastante aceptable de restaurantes, puestos callejeros y alojamientos

            -Casi total ausencia de fosos al lado de la calzada –tan frecuentes en el tercer mundo
                                                              Mamallapuram
            -Poder vivir divinamente por unos 225€ al mes, cada uno (moderando el consumo de los carísimos alcohol y cerveza

            -La relativa eficiencia de la policía turística y de las oficinas de turismo (aunque casi nunca tengan planos y folletos…). Conde las hay, claro.

            Y aún podría seguir, descendiendo a asuntos más cotidianos.

                                                                                      Madurai 
Cuando esto escribo, estamos camino de Mysore, casi a punto de terminar de recorrer el sur de la India. Aún nos queda el turístico norte, por lo que habrá que esperar a concluir la visita al país, para saber lo que realmente nos encanta y de lo que hemos acabado hartos. De momento, esto es solo un adelanto.

Cosas, que nos rayan de India

Chennai
            A estas alturas –cuando escribo esto, llevamos 12 días en India-, ya hemos tomado buses y trenes nocturnos y ambos nos encantan, para los largos desplazamientos. Nuestro primer viaje por el país, a Madrás (Chennai), lo hicimos en bus, en una noche aciaga, en la que cayeron litros y litros de agua.

Cuando llegamos, una de las ciudades más importantes del país estaba anegada, y caminar por los barros, charcos gigantes y basuras, entremezclados con olor a orín, resultó vomitivo para nuestros sentidos e insufrible, para nuestros poco acostumbrados pies.

            Dos problemas añadidos, además del retorno de la lluvia: encontrar alojamiento, en una ciudad  donde por puro racismo y por supuestamente –necesitar una licencia especial-, escuchamos hasta la saciedad, “is full”, no rooms” y “no foreigns” y dar con una librería, donde comprar una guía del país.

                                                                                                                                                         Chennai
En nuestra primera aventura, visitamos más de 30 guest house. En la segunda, sólo encontramos libros escolares y alguna novela, en establecimientos decimonónicos. Tampoco tuvimos suerte con la comida –hasta que por la tarde llegamos a la agradable Marina Beach y nos atiborramos de chiles rebozados- y con las tiendas de alcohol –no hallando ni una-, para aliviar nuestra desazón, en los numerosos paseos. Sólo la policía –al preguntarles en repetidas ocasiones, por ir sin plano-, puso un guiño amable, dándonos a lo largo del día numerosas explicaciones. Casi siempre, con una sonrisa y con gran curiosidad, en cuanto a nuestra nacionalidad.

            El referido problema de encontrar cerveza o bebidas alcohólicas, en la India que conocemos –salvo en la Sodoma Puducherry-, es una de las pequeñas molestias, que se encuentra el viajero en todo el país.

            Las grandes molestias, cin embargo, pueden ser recitadas de carrerilla –a diferencia de las virtudes, que se detectan rápidamente- como si fuera un mantra: tráfico infernal -sin pasos ni de cebra ni elevados-, intimidación al peatón -más si es extranjero-, formularios para todo, forma de comportarse rayando con lo salvaje -gritando, comiendo con las manos, empujándote o arrollándote en la calle, escupiendo continuamente y en cualquier lugar-, escasa  amabilidad –incluso cuando vas a comprarles algo- y obtención de la información básica con sacacorchos, tras preguntar mil veces.
Chennai
            A todo ello, hay que añadir lo pelmas que son –aunque es fácil disuadirlos- y el que te quieran sacar el dinero, hasta casi por respirar. ¿Yysi cuela?. Normalmente, haciéndote el loco, la cosa funciona, Quizás, junto a los israelitas, se trate de la gente menos agradable, que hemos conocido. Al menos, los indios del sur, dado que el norte, aún no lo conocemos

            Pero, no más reproches, ni depresiones absurdas, de las que sufren algunos viajeros. Este país es fantástico y alejado de sus tópicos. En próximas entregas, os hablaremos sobre ambas cosas.

El principio de un sueño

                                                                                      Hampi
             Recoger el visado en la embajada, fue tan surrealista como solicitarlo. Paciencia y más paciencia, para que te vayas acostumbrando a lo que te espera. Más de hora y media contemplando, como se organizan detrás de las ventanillas, esperando que acudan desde las oficinas consulares con la valija, donde duermen todas nuestras esperanzas. Con nervios, tratamos de guardar la compostura, mientras unos australianos dormitan a pierna suelta –y sin cortarse- sobre las incómodas sillas y unos japoneses, también cabecean, aunque con mayor discreción. Por fin, ¡¡la visa ya es nuestra!!

Nos afloran todos estos recuerdos, arriba expuestos y sintetizados, cuando vamos camino del aeropuerto de Colombo.

            Volvemos a desesperarnos, cuando cinco días después de esos acontecimientos y al entrar en la zona de tránsito, del mencionado y tranquilo aeropuerto, nos invitan a rellenar un nuevo formulario: India  -como comprobaríamos a los pocos días de estancia en el país-, es la nación de las “applications” y los “forms”. Bien sea para entrar, para tomar un tren expreso, para navegar en un cíber y casi para mear.

En este caso, en el maldito documento, tenemos que contestar pacientemente, a casi las mismas preguntas, del formulario de la visa, Debemos decidir por nuestra cuenta, si somos –NRI, PIO (como el papa), OCI o NONE-. Bueno, pues tendrá que colar lo más sensato. Como nuestra dirección en Bangalore, es desconocida y no podemos poner una real, al no tener guía, nos inventamos la calle –añadiendo Road- y el nombre del hotel: Nos alojaremos, en el CUTRE INN.
Cuevas de Ajanta
            Por Bangalore, la entrada no es caótica –aeropuerto nivel occidental-, ni dilatada, aunque sí, algo minuciosa. Una vez dentro, continúa el asedio: si a los minutos de salir con el equipaje, sigues en la terminal de llegadas, te rodean unos cuantos polis y militares, para disuadirte, con mil preguntas y molestias. Para quedarte en la de salidas, necesitas billete a otro destino.

            Como es tarde, no arriesgamos y tratamos de dormir en una parada de buses urbanos. Pero a las dos horas, nos despierta otro Rambo hindú, que nos somete a un interrogatorio policial, en toda regla.

Son las 2:30 de la mañana y mientras nos quitamos las legañas de los ojos y recuperamos el uso de la razón –que no la razón al uso, que es por lo que se rigen aquí- debemos responder a lo siguiente: si tenemos pasaporte –ni se nos había ocurrido-, si tenemos visa –por supuesto, que no, con lo fácil que es entrar sin ella-, nuestro propósito dentro del país –ninguno bueno- y si estábamos bebiendo alcohol –cuando hallábamos durmiendo en dos bancos-.
                                                                                       Bangalore
Tras, el primer y estresante día en Bangalore –y eso, que es domingo-, me hago la gran e incoherente pregunta: ¿Es India mejor o peor de lo que esperaba?. Por la mañana, cuando llegamos y ví a vacas y perros, compartiendo amistosamente la basura de la calles, me entró una ligera depresión –sólo aliviada por la amabilidad (cosa muy poco común en este país- del dueño del hotel, que elegimos como alojamiento.

            Después de merodear por la ciudad –con los atractivos turísticos lejanos y con problemas con todos los cajeros automáticos, menos con uno-, caigo en la cuenta, de que casi no hay niños pidiendo y de que es inexistente casi, la gente que vive en las medianas de la carretera –como nos hicieron imaginar , poscomentarios que siempre nos habían hecho otros viajeros-.

            ¡Demasiadas convulsiones, para 24 horas en India¡

Rumbo al sur: Galle, Unawatuna, Matale y Kalutara

                                                                              Playa de Unawatuna
             Aunque, no las teníamos todas con nosotros –habíamos puesto ofrendas a los dioses de las cuatro religiones, que tan pacíficamente conviven en Trincomale-, por fin, nos entregaron la visa de la India, después de esperar dos horas, sentados en una sala, junto a otras cincuenta personas. Nos fuimos a celebrarlo, a la concurrida y maravillosa playa de Colombo, donde centenares de lugareños, disfrutan todas las noches –más, durante los fines de semana-, del paseo y los puestos de comida.
Galle
Como, aún disponíamos de unos días para volar a Bangalore, nos encaminamos al sur de la isla, donde las playas son magníficas. Contemplándolas, entra casi, en un estado de éxtasis

            Nuestro destino principal era Galle –topónimo de la calle de la embajada de India-, que cuenta con una maravillosa fortificación, junto al mar, que casi se puede rodear por completo por encima de la muralla.

Y a pocos kilómetros –se puede ir andando-, se halla la playa de Unawatuna, que dicen, está entre las 10 más bonitas del mundo (se muestra excepcional, aunque no se si para tanto). Allí nos bañamos solos, constatando, como la gran mayoría de restaurantes y numerosos alojamientos, permanecen  casi vacíos. Lo de siempre: mucho arroz para tan poco pollo.
                                                                                                       Kalutara
            La llegada a Galle, fue complicada, dado que ese día –otra celebración más, que nos pilla-, visitaba el Presidente la ciudad y había más militares en el fuerte, que turistas y lugareños juntos. Creo, que hasta el último cuervo, de los miles que vagan y cagan por la isla, era atentamente vigilado y controlado. A la jornada siguiente, sí pudimos disfrutar con calma de sus encantos, que son casi eternos.

            Después, Invertimos un día para conocer Matara, ciudad de escaso valor, promocionada más de la cuenta. Sí, que nos pareció más amena, Kalutara, donde paramos unas horas a la vuelta, camino de Colombo, para comer una de las más maravillosas bondas de todo el viaje.

Continuamos, observando las maravillosas playas de camino a la capital -mejor tomar el tren, que el bus-, aunque según te acercas a Colombo, la basura y los suburbios, –sumergidos en su vida cotidiana, a la puerta de sus casas de madera y tejados de chapa-, se van comiendo al mar.

                                                                                                  Galle
            Nosotros, nos conformamos con tomar una cerveza fría, cosa que no siempre es fácil aquí, y con zamparnos unos caramelos de tamarindo, vicio que hemos cogido con fuerza, durante los últimos días.

            ¡¡¡India nos espera!!!.                        Matara


                                                                                                       Galle

Trincomalee: una bonita bahía, decenas de templos hindúes y deliciosa comida

                                                                                      Playa de Nilaveli
            Nuestro periplo por el norte, terminó en la fantástica Trincomalee, una ciudad donde predominan los hindúes, que visitan y rezan en los numerosos templos de la ciudad, al ritmo de repetitivas músicas rayantes, que amenizan sus constantes ceremonias, El más espectacular, es el que se halla, casi enfrente de la estación de autobuses, donde en uno de sus muros exteriores, existe una pintada, donde conviven juntos y en armonía, elementos simbólicos de las cuatro religiones, más seguidas, cristianismo, hinduismo, budismo e islamismo.

La bonita bahía, el Fuerte y el templo Nuevo –en esta  ocasión, dedicado al budismo- nos llenaron de gozo, en una de las localidades, que más nos ha cautivado en el país, a pesar de que nos obligaran a dejar el hotel a las 8 de  la mañana, por la llegada de los asistentes de un congreso de fanáticos religiosos, que ocuparon hasta el último rincón.
                                                              Trincomalee
            Una pequeña maldad, en forma de venganza: como en el templo Nuevo, estábamos solos, lo visitamos de arriba a bajo, pisando y repisando, sin quitarnos las sandalias

            Las bondas, variadas cada día y los rollitos –los llaman rolls, aunque se parecen más, a croquetas gigantes-, de un restaurante muy concurrido y cercano a la estación de autobuses, nos llegaron tanto al estómago, como al corazón. Pido disculpas, por haber dicho el primer día, que llegamos a Sri Lanka: “en este país, nos vamos a pasar los 17 días comiendo una puta mierda”.

            De la playa de Nilaveli, mejor ni hablamos no vaya a ser que empiece  a coger fama y la destruyan. Si me sabéis guardar un secreto, os diría, ¡qué es realmente maravillosa!.
 Trincomalee
            Hemos descartado, visitar las ruinas de Polonanaruwa y de Mihintale. En uno de los casos, por estar mal comunicadas y en los dos, por ser caras.

Por el centro de la isla: Nuwara Eiliya, Kandy y Anuradhapura

                                                                                                        Kandy
            Partimos desde Colombo hacia la fresquita –tal vez más de la cuenta- Nuwara Eliya, situada a más de dos mil metros de altitud. Durante el trayecto, pudimos comprobar, que este país dispone de maravillosos paisajes montañosos, aunque también de los peores autobuses del mundo, con diferencia, a pesar de que son baratísimos.
Nuwara Eiliya
Nada más llegar y siendo tan sólo un puesto de la calle, nos reconciliamos con la sabrosa cocina del país, que los días anteriores, nos había jugado una mala pasada. Al margen de bellos edificios coloniales tipo inglés, la localidad ofrece la posibilidad de trekkings urbanos, visitas a las plantaciones de te –salvo los domingos- y transporte directo hasta Ella, otro coqueto y recomendable pueblo montañoso.

            Más adelante, agradecimos los calores de Kandy, sólo por un rato. Nos costó bastante tiempo, encontrar un alojamiento. Kandy es una de las joyas del país. Está limpia y cuidada. Dispuestos alrededor de un lago, se encuentran varios templos, entre ellos el del diente de Buda. Es bello y se visita sin coste en su patio descubierto, aunque pretenden -y en algunos casos consiguen-, cobrar a los extranjeros la exagerada cantidad de 7€ por visitar la famosa pieza dentaria. Será, que debe recuperar el bolsillo, de algún caro empaste. No hace falta que os digamos, lo que hicimos nosotros.
                                                                                        Kandy
Cerca del lago existe una zona de edificios coloniales, bastante bien conservados. Hay partes con aceras por las que transitar y eso se agradece. No ocurre lo mismo, en el área que va desde la estación de trenes hasta el lago, donde el caos y el despiporre son absolutos e ingobernables. Desde lo alto de la colina –que hay que acometer con esfuerzo-, una gran estatua de Buda sentado, observa el ir y venir de sus conciudadanos y de los escasos guiris

            Desde Kandy, tiramos hacia Anuradhapura. Tampoco aquí es fácil encontrar alojamiento, y menos, a precios económicos. La ciudad es absolutamente desagradable, hostil y polvorienta. El núcleo principal, discurre a través de una interminable e insufrible calle, por donde el tráfico y las obras, te convierten en un sucio y gris peregrino, que va camino de las estupas.
                                                                                                Anuradhapura
Los templos –que visitamos al día siguiente-, por el contrario, son bastante interesantes y evocadores de un tiempo pasado y lejano. Son gratis o nos hemos colado. Una de dos. Pero, el problema mayor, es que caminar sin zapatos, por desnivelados y desgastados caminos de hormigón, con pequeñas piedritas y a veces, salpicados por barros y charcos, se hace insufrible. En bastantes ocasiones, te hace acordarte –y no para bien- de los padres del budismo, sin ni siquiera conocerlos.
                                                                                           Kandy
                                                                  Kandy

sábado, 31 de diciembre de 2011

Por fin, el tan deseado -y sufrido- visado de India

           Desde siempre –y casi, desde que tenemos usos de razón-, nos había dado pereza hacer el visado de India,  a  pesar de la sorpresa de muchos viajeros, que no entendían  -nosotros tampoco-, que después de haber visitado más de 100 países, aún no conociéramos tan demandado e idolatrado destino. Al comprobar la realidad, entendimos perfectamente, que nuestra desidia burocrática, estaba altamente justificada.
                                                                               Hampi
            Madrugamos y nos levantamos con buen ánimo, como no podía ser de otra forma. Caminamos hasta la bonita  -espectacular, diría- playa de Colombo, que recorremos casi entera, para llegar a las entrañas de la calle, Galle. Aquí, se haya la embajada de India, pero no es donde se hacen los visados. Hay que caminar, unos cuatro kilómetros más, hasta una agencia privada, aunque dependiente de ella, que sólo se dedica a ello.

            El primer contratiempo, consiste en el desagradable trato de la persona, que atiende al público,.tras haber sido cacheados y habernos retenido la cámara de fotos. A duras penas, logramos entender el precio de la visa -unos 34 €-, que tardan seis días laborables en concedértela y que el formulario de solicitud, hay que rellenarlo en una web, por internet y luego imprimirlo.
Varanasi
Por supuesto, han montado un chiringuito enfrente, donde a un caro precio de 350 rupias, te lo rellenan ellos, por lo que decidimos buscar un cíber –resulta esforzadamente costoso-, para responder a más de 3 páginas de preguntas: unas lógicas, otras estúpidas y la mayoría, sencillamente absurdas. Menos mal, que nunca comprobarán las respuestas y se darán cuenta, de que ni tenemos ningún amigo en India, ni somos católicos, ni actualmente, estamos trabajando.

            Volvemos a la oficina y ahora sí, nos dan un número y otro cuestionario, que hay que cubrir a mano. Llega nuestro turno y con él, nuestros problemas. Como, tenemos por costumbre, cuando reservamos vuelos, poner un solo apellido –dado, que fuera de España, es muy frecuente no tener dos-, lo hemos hecho así y resulta, que hay que poner exactamente, lo que figura en el pasaporte.

            Otra vez al cíber. Volvemos. Ahora, el inconveniente es, que hemos escrito una letra, que aparece junto al número de pasaporte. Pero, ¿no había que ponerlo todo y tal como está escrito?... ¿Y  no se puede tachar a mano?.  No, no y no y requete NO. Para colmo, nuestras fotos con fondo blanco, no presentan el tamaño adecuado, por lo que hay que hacer unas nuevas, en un tenderete lateral, que “amablemente” y pagando unas pocas rupias, han instalado al lado de las ventanillas.
                                                                             Khajuraho
            Tampoco, están conformes con que hayamos rellenado el formulario en un cíber ajeno al “sistema” y nos mandan enfrente, a su negociado. Es tarde, estamos abatidos y ya resignados, entramos por el aro. Cruzamos y nos mostramos, absolutamente sumisos y adoctrinados.

            Cuando volvemos, resulta que también se han equivocado y a uno de los dos, no  le han puesto el segundo apellido. Desesperación contenida y llanto fingido, que hace que se ablande el corazón del funcionario, que nos lleva conduciendo por la calle de la amargura, durante toda la mañana.

Afortunadamente y con súplicas gestuales –que no verbales-, ellos mismos arreglan el desaguisado. Pero, para mayor desgaste psicológico, deberemos volver a pagar la fotocopia del sello de entrada de Sri Lanka, a pesar de que han sido ellos, los que la han perdido.

            Casi una hora más tarde, tras pagar y cuadrar cuidadosamente por más de 10 veces, todos los papeles y distribuirlos en sobres distintos, nos dan su aprobación -¡aleluya¡-, tras cinco horas y media de frustrantes gestiones, que en su momento, consideramos la tomadura más grande de pelo, de nuestras vidas.¡Qué ingenuos¡
Mysore
            Si no hubiera sido, porque desde días atrás, ya teníamos comprado un billete aéreo a Bangalore, les habíamos mandado a la mierda y una vez más, no habríamos visitado India.

            Y lo peor –tras dos nuevas horas de espera-, fue comprobar al recoger la visa, que contenía defectos ortográficos, al  menos similares, a los que nos habían reprochado.

            Toca brindar con cerveza: No hay champán –ni siquiera vino-, a precios asequibles. ¡India nos espera y estamos seguros, que nos compensará con creces, todas estas auto-mordeduras de lengua, control del carácter y demás cosillas.   

Fascinados por Colombo y por Sri Lanka (Ceilán)

                                                                           Colombo
             Los escasos turistas, que visitan la maravillosa Sri Lanka, salen despepitados, como alma que lleva el diablo, de la capital – Colombo – y se pierden sin titubear, sus numerosos atractivos y su perenne  y estresante caos. Aunque, al menos y en la mayoría de la ciudad, se puede transitar por las aceras, apenas hay fosos laterales y si te aventuras, es fácil que puedas sobrevivir en los pasos de cebra.
                                     

            Esta urbe presenta varias caras. Las más amables son las de la zona de Fort – con edificios coloniales -  y donde se halla el distrito financiero y el área de la calle Galle, cerca de la magnífica, salvaje y larga playa, que muestra orgullosa un coqueto paseo marítimo –para estar en el tercer mundo– y numerosos puestos de comida, donde zamparse una bonda, un chapati relleno de vegetales o unos ricos y calientes cacahuetes fritos.

                                      Colombo

            El templo sobre el lago, hace honor  a la  fama que tiene. Mientras, los enamorados se cobijan y acurrucan en la cercana isla, a la que se accede por un puente, donde unos recién casados completan su álbum de fotos (decir reportaje de boda, sería aquí, demasiado).


            Diseminadas por varios lugares, hay unas cuantas callejuelas con encanto, donde el nativo se sorprende de ver visitantes. También, existen algunos bonitos templos, aunque en esta ciudad  y en gran parte del país, lo que predominan son los altares callejeros, ubicados en cualquier parte: desde una rotonda cualquiera, hasta introducidos entre los puestos del mercado. ¡Todo sea, para que no se enfaden los dioses, ya sean del budismo –mayoritario- o del hinduismo!. Hasta los hay cristianos, con vírgenes, jesucristos o santos, pero con las típicas ofrendas de aquí, consistentes en las coloridas flores y comida diversa



         Pero, sin lugar a dudas, la zona que más nos engancha es la de Pettah, junto a la estación de trenes. Numerosas tiendas y tenderetes, enlazan esta estación con la de autobuses. Detrás, un animado mercado de frutas y verduras y algunos puestos donde venden ropa. Es un milagro, caminar por aquí, sin ser atropellado por algo y más, cuando cae la tarde, horas en las que infinidad de carros tirados por humanos, se amontonan en las aceras, formando una bonita –y, por qué no decirlo-, molesta  composición.
                                                                                   Colombo

            Mientras, tomamos unas frescas cervezas –como en otras partes, asfixiadas a impuestos– y degustamos los ricos snacks locales (que nos acompañaran a lo largo de todo el país y también por el sur de India), buceamos en la incertidumbre: mañana vamos a tratar de intentar, obtener el visado para India y eso, nos parecen palabras mayores.

¡Bienvenidos al paraiso (de los folletos de las agencias)!

            A la vuelta de Myanmar, en un par de horas, en un cíber de Bangkok, decidimos que nuestro siguiente destino, sería Sri Lanka. Allí, trataremos de gestionar el visado de India.

                          Bangkok

            Compramos el vuelo para Colombo, en la oficina de Air Asia, en Kaosan. Como, deberemos partir desde Kuala Lumpur, decidimos hacer el viaje a tramos y no en el expreso nocturno, que conecta con Butterworth y que ya tomamos en 2008, en dirección inversa. Ponemos nuestras ilusiones en manos de las afamadas islas del sur, aunque sólo visitaremos Ko Samui, después de haber valorado todas las posibilidades, incluido Phuket.



            Antes de partir de Bangkok, rumbo a Shura Tani, nos encontramos cinco vestidos y dos guías Lonely Planet, en la calle. Todos nuevos y con los tickets de compra. El paseo que bordea el río –con muelle fluvial incluido- en esta localidad, resulta agradable. Sobretodo por la noche, cuando los puestos de comida están en plena actividad y efervescencia.

                                                             

            A una hora de aquí –que hacemos en bus-, se toma el ferry que nos conduce a la anhelada isla, donde pasaremos algo más de dos días. Lo que prometía, ser la bienvenida al paraíso, resultó ser una estancia salpicada por el iracundo monzón y playas mediocres, bordeando la costa.

                                                Ko Samui

            Cuando, llegamos a la más famosa, después de mucho caminar, nos entró un ataque de risa (menos mal, que no fue una depresión): arena fina –sí- y blanca, también- con marea bajísima y unos miserables charquitos –que no se asemejan ni a marismas-. Para que te llegue el agua hasta  las rodillas, debes adentrarte centenares de metros.



En esta zona, los alrededores están llenos  de resorts, que no de turistas. Resulta increíble, lo que pueden llegar a vender – y a que precio de oro-, en  una agencia de viajes, con cuatro fotos bien hechas.



            Así, acabó nuestra aventura insular. Aunque habíamos valorado conocer el este de Malasia –no visitado en 2008-, finalmente y de retorno en Shura Tani, nos fuimos directamente, a Kuala Lumpur, donde nos fueron a coincidir dos festivos: el final del maldito y siempre presente Ramadán y la fiesta nacional del país.



            Tales eventos, nos dejaron ante un panorama algo desolador, con las calles abarrotadas de maleducada gente y casi todo cerrado. Problemas para cambiar dinero, problemas para comer decentemente, problemas para encontrar bebidas alcohólicas… Siempre y allá donde vayamos, nos tocan todas las celebraciones. Estamos empezando, a tener complejo de feriantes.

Hat Yai
Menos mal, que siempre nos quedarán las ricas –y gratuitas- salsas picantes y de chutney del Mcdonalds, del aeropuerto de Kuala Lumpur