Este es el blog de algunos de nuestros últimos viajes (principalmente, de los largos). Es la versión de bolsillo de los extensos relatos, que se encuentran en la web, que se enlaza a la derecha. Cualquier consulta o denuncia de contenidos inadecuados, ofensivos o ilegales, que encontréis en los comentarios publicados en los posts, se ruega sean enviadas, a losviajesdeeva@gmail.com.

viernes, 13 de diciembre de 2024

Kayakoy y Oludeniz

           Paralelamente, a buscar alojamiento y visitar la ciudad el día anterior, habíamos cambiado mentalmente el recorrido del viaje varias veces. La realidad es, que nada de lo que pone en nuestra guía hoy tiene sentido -no sabemos, si lo tuvo alguna vez- y la escasa información, que hemos encontrado en internet, tampoco. Vayamos por partes: desde Fethiye, se puede llegar en caros minibuses locales, a Kayakoy, Ulodeniz y Faralya. Descartamos este último lugar, que comunica con una bella playa y el valle de las mariposas, porque según todos los indicios, el descendente trekking es altamente complicado.

          Por otro lado, volvemos a valorar -y ya hemos cambiado de opinión veinte veces -, llegar hasta Antalya. Dos son los motivos: en temporada baja no hay forma de llegar hasta Ucagiz y Kekova y  además ahorraríamos dos noches de hotel,  viajando en buses nocturnos .

           Al fin, empezamos el día en manga corta, con el cielo despejado y cayendo el sol sobre nuestras cabezas, que faltamos hacia. No tarda demasiado en pasar el micro hacia Kayakoy, donde nos plantamos en poco más de media hora. A un lado de la carretera, minúsculo pueblo. Al otro, las impresionantes y ascendentes ruinas. En un cartel se indica, que debemos pagar 115 liras si queremos visitarlas y después continuar por el sendero, que a largo de seis kilómetros, conecta con Oludeniz. Preguntamos a la chica de la taquilla, si resulta difícil afrontarlo y nos dice que no. Algo igual aunque de manera poco detallada habíamos leído en internet, así, que nos animamos  a pesar de qué somos conscientes , por experiencias anteriores, de qué hay mucha gente que escribe por lo que ha leído en otros blogs o solo de oídas .

          Pues bien: os vamos a dar todos los detalles y vosotros valoráis si hacerlo aunque advertimos, que el grado de dificultad es elevado y solo lo recomendamos para personas experimentadas y en buena forma física. En nuestro caso, aún lo cosa se complicaba más, porque había llovido copiosamente los tres días anteriores, los barros eran eternos y muchas rocas estaban resbaladizas.

          Tras cruzar la puerta, el camino siempre es ascendente. Primero se observan estás edificaciones de una antigua ciudad griega -entre dos mil y cuatro mil- y poco a poco, se van dejando atrás. Nosotros teníamos la idea, de que el ascenso sería breve. Después, transitariamos por una pista de pinares, pero la realidad es que el kilómetro y medio, que hicimos hacia el infinito, es un conglomerado de rocas muy desiguales -a veces, de un pie a otro, debes dar pasos de más de medio metro hacia arriba-; sorteando enormes piedras, que ruedan o se desprenden y mucha vegetación y maleza. Lo peor, las desproporcionadas ramas, que se te enganchan al cuerpo o las raíces, que se te enredan en las piernas y los pies. 

          El camino, que empieza a estar bien señalizado con flechas rojas, deja de estarlo una vez se acaban las casas licias. Google Maps tampoco sirve de mucho, porque su bolita azul te ubica en mitad de la nada

          Sin tener más indicios de donde y cuando acabaría ese peligroso y vertiginoso ascenso, decidimos abortar el plan y acometimos un descenso de altísimo riesgo, resbalando varias veces. Con mucho esfuerzo, llegamos hasta la base, pero las enormes agujetas en las piernas no tuvieron, que esperar al día siguiente. Decidimos entonces, que iríamos hasta Ulodeniz caminando por la carretera. Son 4 kilómetros más y hay muchos tramos rompe piernas, pero menuda diferencia. 

          Se va todo recto hasta la localidad de Hisaronu y después, se desciende una larga carretera hacia la derecha.

          Oludeniz, no es, que este a medio gas, sino que en temporada baja, se le agota todo el butano. El 95% de los negocios están cerrados y solo permanecen muy activas las agencias de parapente. A través de un funicular se sube al monte Baba y desde allí, se lanzan junto a un monitor, aterrizando en la playa, que es muy normalita, aunque es extensa y con un buen marco paisajístico montañoso. Tiene bastante mierda y parece raro, porque en esta zona las ciudades y pueblos suelen estar bastante limpios.

           Además, tiene otra playa de pago con -algunos servicios que podríamos llamar premium -, que está dentro del Parque Nacional de Oludeniz. Lo mires por donde lo mires Oludeniz es una mierda.

Media jornada de mierda, antes de la remontada

           La agradable temperatura y la tranquilidad interior hicieron de la noche en el aeropuerto de Dalaman, la más reparadora del viaje hasta el momento. A las 8:30 de la mañana tomamos el primer bus para Fethiye, de los cinco o seis, que suelen partir cada día. Parece, que nadie se detiene en Dalaman y nosotros tampoco, entre otras cosas, porque allí no hay nada que hacer, ni tampoco circula transporte público. En una hora, nos pusimos en nuestro destino. Comenzó a llover con fuerza y ya no lo dejaría, hasta pasada la una de la tarde.

          Justo al lado de la estación se encuentra un Carrefour y empezamos a constatar los altos precios de las cosas en este país. Especialmente, los de la cerveza y el alcohol, pero también, los de los productos alimenticios más básicos, salvo el pan. Comenzamos a andar por la calle principal hacia el alejado centro y en tan solo diez minutos, nos topamos con otros tres supermercados. Todos casi vacíos o con compras pequeñas. No recordábamos, que hubiera tantos, en nuestra última visita al país, en 2012.

          Los planes previstos para hoy, pasaban por visitar los diversos lugares de interés de la ciudad y de camino, iríamos preguntando en los diversos hoteles, que encontráramos. La lluvia nos lo puso cada vez más difícil, pero no paramos. A la media hora, estábamos completamente empapados, porque no habíamos traído paraguas. Resulta, que nos venimos a la zona de más días de sol de Turquía y aquí ayer y hoy, está diluviando.

         Con la ropa chorreando, el estrés va aumentando y la moral baja casi hasta el suelo, al preguntar en la primera decena de hoteles. En la mayoría de ellos, nos piden más de 50 euros por noche. Solo encontramos dos,que rondan los 40. Pero el problema es, que no estamos dispuestos a gastarnos más de 25.

          El precio de los kebabs, casi triplica el de nuestra última visita y del resto de la carta, mejor ni hablar, porque hemos visto patatas fritas con queso a casi diez euros y platos de espaguetis con pollo a cerca de veinte. En una modesta pastelería, compramos un supuesto bocadillo de queso, cuya loncha no pesará ni veinte gramos.

          Al menos, la tasa de cambio, que hemos encontrado ayer en el aeropuerto y hoy aquí, resulta bastante favorable. Llegamos a la oficina de turismo y está cerrada, porque es la hora de comer del personal. Volveremos más tarde. A medio kilómetro y subiendo por una colina, hemos localizado en el plano de la Lonely Planet, un par de pensiones. Creemos, que podrán ser más baratas, pero cuando llegamos, no hay un responsable atendiendo. Muchos de los servicios turísticos están cerrados, dado que estamos en temporada baja. La mayoría de ellos solo abren entre abril y septiembre.

          Estabamos absolutamente desesperados y decidimos, comenzar las visitas, olvidandonos de momento del hotel. Mientras tanto, el cielo se fue abriendo y dejo de llover. 

          Fethiye,  tiene un old tow peatonal, aunque no es muy antiguo. Cuenta con decenas de bares y restaurantes, pero casi todos estaban chapados. Comenzamos, acercándonos a las ruinas del anfiteatro y después, las de la fortaleza. Desde allí y de camino a la enorme plaza principal, visitamos una tumba licia. En el ágora que da al paseo marítimo y aun más lleno de barcos, se encuentran varios conjuntos escultóricos, además de las letras con el nombre de la ciudad.

          Después y con más calma, nos relajamos en el cercano mercado, donde se vende un pescado fresquísimo, aunque a precios no muy económicos. Dejamos el plato principal, para justo después del almuerzo: las impresionantes tumbas de Amintas. Se puede subir hasta ellas, pagando tres euros, aunque las vistas mas espectaculares se contemplan desde abajo, gratis.

          Eran ya las cinco y aún seguía sin resolverse el capítulo del alojamiento. Recordamos, que en Booking, habíamos visto uno por 24 euros, gestionado por un particular. No teníamos conexión a internet, pero al menos habíamos anotado su nombre y dirección. Nos pusimos a buscarlo y lo encontramos, después de bordear durante un rato, un canal plagado de patos. 

          Pero nuestro gozo, en un pozo.Al llegar no había nadie. Dimos una vuelta por la zona, para hacer tiempo, pero no hubo éxito. Decidimos, que nos iríamos media hora a un centro comercial, que habíamos visto de camino y volveríamos a intentarlo. Aunque la verdad era, que no teníamos demasiadas esperanzas. Se avecinaba una noche complicada, después de otras tres seguidas en aeropuertos.

          Pero, como a nosotros los milagros, se nos dan como a nadie, al regresar y ya siendo casi de noche, encontramos al propietario en la recepción. Nos empezó pidiendo 30 euros, pero al decirle que lo habíamos visto en Booking por seis euros menos, aceptó el precio.

          Por último, contaros una curiosidad: resulta imposible en Turquía reservar hoteles turcos en Booking, porque el portal debe estar capado por el gobierno o por quien sea. Desconocemos el objetivo, pero es así. Sencillamente, te dicen, que no existen. Si pones, por ejemplo, Estambul, te sale una ciudad llamada así, pero en Colombia.

Kalkan


 

Kalkan, en la costa turquesa


 

Kalkan, en Turquía


 

jueves, 12 de diciembre de 2024

¡Cualquier noche los gatos...! (Loquillo)


 

Un entretenidísimo y trepidante día de mierda

           Los controles de seguridad de equipajes y de objetos personales en Stanted, son dinámicos y amables, aunque muy estrictos. Aunque no pites debes colocarte sobre una plataforma con las piernas abiertas y los brazos en cruz, que literalmente, te desnuda. Habíamos visto algo parecido en Copenhague y Bali. Nosotros tenemos por costumbre, no sacar nunca el bolsillo interior, donde llevamos las tarjetas, el dinero y a veces, los propios pasaportes. Decidimos, hacer lo mismo esta vez. Mi pareja consiguió engañarlos y cruzó sin problemas.

          En mi caso, aparecieron dos manchas negras bajo el abdomen. Un segurata me registro a fondo y solo a la tercera pasada consiguió detectarlo. Empezaba un amable calvario. Despiece minucioso del bulto sin detecciones anómalas, pero me redirecionaron a otra simpática máquina, que es similar al tacataca de las personas mayores. Agarras fuertemente con tus manos un manillar y en la parte de abajo introduces alternativamente los pies. No contentos con eso, requisaron mi mochila y analizaron minuciosamente con otro dispositivo el contenido de los más de diez botes de líquidos,  -fundamentalmente, vodka-, que llevábamos en ella. ¡Al fin dentro!

          En el vuelo a Dalaman, no viajábamos ni siquiera cincuenta personas . A pesar de ello , nos habían puesto a catorce filas de separación. Salimos puntuales, mientras diluviaba y el aparato soportaba un viento huracanado. Toda Europa Central llena de gruesas nubes negras y más de hora y media de fuertes turbulencias. Al contrario de casi siempre, no conseguí pegar ojo.

          Al sobrevolar Grecia se despejó durante un rato y contemplamos el mar desde lo alto . Pero de repente,el avión se vio inmerso en la peor y más densa niebla, que hayamos visto nunca en un vuelo. Chocamos contra una feroz tormenta y pasamos un miedo nunca vivido. Ni siquiera en el aterrizaje de emergencia de hace dos años en Abu Dabi.

          Entre enormes tambaleos,el piloto realizaba las maniobras de descenso, cuando bruscamente, el avión viro en picado hacia arriba. Fueron momentos de aliento contenido, hasta que dejamos atrás la tormenta y la neblina.

          Al aterrizar, nos sentimos salvados. Se había empleado una hora más de lo previsto en el vuelo. Cuando abrieron la puerta delantera e íbamos a bajar,nos mandaron sentar, de nuevo. Entonces, el comandante nos espetó, que habíamos aterrizado de emergencia en Bodrum y no en Dalaman.

          Tuvimos, que esperar, más de media hora, a que trajeran personal de control de pasaportes y aduanas, porque el aeropuerto estaba cerrado. Salimos al exterior. Por sms nos indicaron, que enviarían autobuses para llevarnos a nuestro destino situado al este, a unos 250 kilómetros.

          Los vehículos tardaron más de hora y media. Mientras esperábamos su llegada debajo de una marquesina, cayó la mundial.  Ni un solo sitio para comer o beber algo, ni dentro, ni en los alrededores. Tan solo un chiringuito con una buena tasa de cambio.

          El viaje por una sórdida autovía, muy típicas en Turquía desde hace algunos años, resultó ser una calamidad. Casi cuatro horas con dos paradas largas en gasolineras con tiendas y el autobús acabo haciendo de transporte local en los últimos kilómetros, dejando a cada turco donde lo pedía .

          Cuando llegamos eran las ocho de la noche y no había transporte alguno hacia Fethiye, que no fueran caros taxis. Por tercera noche consecutiva nos iba a tocar dormir en un aeropuerto. Al menos en este, existen bancos corridos de láminas, donde te puedes tumbar y nadie te molesta. Eso sí: wifi gratuito durante media hora, solo presentando DNI o pasaporte.

          El Madrid ganó al Atalanta por los pelos y pensamos, que nuestra mala suerte se revertiría al día siguiente. Acertamos. El miércoles resultó solo un día de mierda a media jornada.¡Os vamos contando!.


No a las escalas largas en Stanted (parte II)

           El aeropuerto de Stanted también tiene sus cosas neutras. Es decir: aquellas que funcionan más o menos, como en la mayoría de aeródromos europeos. Entre ellas podemos destacar, por ejemplo,los precios de la comida, que son incluso inferiores a las zonas de tránsito en Turquía; la vigilancia o la información adecuada y actualizada para ver el  estado de los vuelos.

          Y para nuestra suerte y la vuestra, está terminal londinense cuenta con algunos cuantos aspectos muy positivos:

          -La mucha  cantidad y variedad de comida y bebida intactas y en buen estado, que la gente va dejando por todas partes, especialmente, en el acceso a los controles de seguridad y zona de embarque.

          - La libertad para tumbarte en el suelo o en las sillas a cualquier hora del dia o de la noche, sin ser molestado.

          -Muy al estilo ingles, la extraordinaria educación del personal del aeropuerto y de la mayoría de los pasajeros, cuando no llevan prisa o no van estresados.

          -La variedad de formulas de transporte para trasladarse a Londres, aunque todas sean caras.

          -La alta velocidad en los trámites de equipaje de mano, objetos personales y pasaportes, durante los estrictos controles de seguridad, cuando accedes a tu vuelo.

          -La facilidad de encontrar por todas partes bolsas gratuitas para separar los líquidos.

          Y ahora, os hacemos un resumen detallado de nuestra estancia en Stanted:

          Llegamos a las 7:15 de la mañana a la terminal. Tuvimos un pequeño problema para entender el funcionamiento de la máquina automática de lectura de pasaportes. Pero a diferencia de Barajas, aquí no te agobian, no te gritan y te dejan desenvolverte a tu ritmo. Sin problema alguno en la aduana.

          En tan solo media hora de paseo por salidas y llegadas, ya habíamos recopilado lo siguiente: unos cascos inalámbricos y una batería externa en perfecto funcionamiento, tres muslos de pollo cocidos en una fiambrera, una caja de doce quesitos, seis quesos mini babybel, seis piezas de shushi en una bandeja, dos plátanos , un cuenco de sandía, galletas cookies,un kefir, un yogur de cereales, diez latas de Cocacola, dos combinados espumosos...

          Tras el opíparo desayuno, nos fui mos a dormir a las butacas de listones rayados, haciendo una torre con las dos mochilas para apoyar las cabezas. Bastante éxito.

         El resto del día y hasta las diez de la noche, alternamos los paseos con las sentadas. Tan solo rompimos la rutina, para asistir a la actuación de un magnífico coro de villancicos.

          El aeropuerto de Stanted, lo transitan mayoritariamente viajeros londinenses. Las conversaciones de los transeúntes nos recuerdan bastante a una enorme clase de inglés, a cuando estudiábamos con las cintas de Planeta Agostini o cuando practicábamos a través de cursos de internet ¡Que bien habla inglés está gente! Y no los australianos o los americanos. Y para que decir, de la forma de pronunciarlo en el sudeste asiático, en Sudamérica o en la propia España.

          Nos fuimos a dormir a la zona de salidas, junto al árbol de navidad, pero nos levantaron a medianoche,por qué la cierran. Hacia frío. Nos trasladamos entonces, a un pasillo más protegido junto a los baños, con otra mucha gente. Los secamanos automáticos no dejaron de sonar un solo segundo, hasta que nos levantamos y nos taladraron el cerebro.

Plaza principal de kas


 



Kas, en Turquía


 


Playa 🏖️ de Kas

 



Calle empedrada de Kas


 

Tumba del Rey, en Kas


 

Península de Kas


 

Península de Kas, en la costa turquesa


 

Anfiteatro de Kas


 

Oludeniz en temporada baja


 

Playa 🏖️👙 de Oludeniz


 

Kayakoy, en ruinas


 

Ciudad antigua 🗝️ de Kayakoy


 

Ruinas de Kayakoy


 

Kayakoy, en Turquía


 

Antigua ciudad griega de Kayakoy


 

martes, 10 de diciembre de 2024

No a las escalas largas en el aeropuerto de Stanted (parte I)

           Partimos hacia Stanted en hora, sin tener problema alguno -es costumbre desde hace tiempo-, en los controles de equipajes de Barajas. En el avión había bastantes huecos, pero ni nos cambiamos, dado que, apretaba el sueño y solo ibamos a una fila de distancia.

          Aterrizamos, después de un periplo aéreo, que había resultado bastante turbulento, debido a los fortísimos vientos, que sacudían el sur de Reino Unido. Cuatro grados de temperatura y bastante frío.

          Nos esperaban 23 horas de escala, en las que no solo no bajamos a Londres, sino en las que ni siquiera salimos de la terminal. El cielo grisáceo oscuro y asqueroso permaneció igual, desde que amaneció a las 7, hasta que oscureció, a las 16 horas.

          Os vamos a explicar, porque no resulta nada recomendable hacer una escala tan larga, en Stanted -a la vuelta son otras 19-, atendiendo a los puntos desfavorables, neutros y favorables de este aeródromo en relación con la media:

          -Aeropuerto muy pequeño -caja de cerillas-, que se termina de recorrer enseguida y te aburres pronto. Hay que añadir, que está superpoblado, por lo que cuando te mueves, debes ir regateando los bultos mal llevados por los ansiosos pasajeros, que corren hacia la zona de embarque. ¡Estrés total!

          -Muchas puertas exteriores, abriéndose y cerrando, constantemente, que lo convierten en un recinto muy frío y con corrientes letales en invierno y flujos de asqueroso humo de tabacazo.

          -Nada, que hacer en los alrededores y carísimos precios para bajar a Londres.

          -Sillas suficientes en la terminal, pero muy incómodas, dado que son de listones separados de madera y te destrozan el culo tras un rato sentado. No son corridas y si para sentarse son malas, para tratar de dormir,resultan siniestras.

          -Aunque tengas vuelos de conexión, no hay zona de tránsito, por lo que debes salir y volver, a entrar. Para lo primero, te enfrentas a un auto ingreso, frente a una máquina, que chequea tu pasaporte y te fotografía. Para lo segundo, te dejan irte sin límite alguno y sin control de documentación.

          -El wifi es correcto, pero solo es gratis dos horas al día y por el resto, debes pagar dos libras. Afortunadamente, hay una tienda de Boots, que te ofrece este servicio sin coste, pero no cubre todo el espacio de pasajeros.

          -Apenas hay tomas para cargar el móvil y las pocas existentes, no sirven para nuestros cargadores. 

          -Como ya explicaremos, los controles de equipaje y pertenencias a la salida son rigurosisimos, aunque amables, prevaleciendo el amistoso talante inglés (menos cuando beben)

          -Pocas zonas cálidas para dormir, por lo que hay aglomeraciones junto a unos baños, donde los secamanos no dejan dormir en toda la noche y te taladran el cerebro. Para colmo, en horario nocturno cierran toda la zona de salidas, que es algo más abrigada.

          -Pocos baños y distantes entre sí, aunque no suele haber colas. Muy limpios.

¡Sufrimiento contenido en el principio del viaje!


 

Ni el viaje será como pensábamos, ni Barajas es un aeropuerto seguro

           A través de una Lonely Planet de 2013, obtenida en la biblioteca pública, habíamos seleccionado a toda prisa unos pocos días antes los destinos de nuestro viaje por la costa turquesa de Turquia y de una semana de duración. No indagamos más, porque estábamos pendientes de otras cosas.

      Fue en el Media Distancia, que nos llevó de Valladolid a Madrid, en casi tres horas, donde profundizamos en el itinerario, para encontrarnos con dos cosas, que no nos gustaron nada. Este periplo está pensado para hacerse en coche de alquiler por la complejidad del recorrido y no en transporte público, como va a ser nuestro caso. Y de llevarlo a cabo así, deberíamos haber elegido el verano -y no diciembre -, cuando todos los medios de transporte están a pleno rendimiento.

          Y también nos dimos cuenta, de lo complejo que iba a ser, llegar a Ucagiz y Kekova, en tan poco tiempo,además de descartar Antalya, por suponernos 320 kilómetros a mayores -ida y vuelta- con tan solo ese destino de interés por el camino.

          Todo parecía claro sobre el papel, pero dos jornadas después, al llegar a Fethiye y constatar la realidad actual -y no la de la guia-, el viaje se volvió a dar la vuelta, bruscamente, como ya veremos más adelante.

          Llegamos a Madrid en pleno puente de diciembre y literalmente, fuimos fagocitados por el caos hirviente y generalizado del centro, en el fin de semana mas populoso del año. Tras saldar algunas promociones gratuitas en máquinas y stands de Samplia y visitar el ángel madrileño de Colón, nos fuimos despepitados, agotados y estresados, hacia el aeropuerto, donde haríamos noche, dado que, nuestro vuelo a Londres, saldrá a las 6 a.m.

          Son 51 los vuelos, que vamos a acumular este año, por lo que hemos pasado muchos días en este aeródromo. Y debemos decir, que su seguridad es bastante preocupante. 

        No hace mucho tiempo y estando en un baño de la T1, aporrearon la puerta en tres ocasiones, ordenándome salir. No lo hice, asi que me ahorré saber, que buscaban.

          Y hoy, hemos tenido dos incidentes. Estando sentados cenando y tomando una cerveza, nos han acorralado dos hombres y una mujer, que decían querer ayudarnos, por ser personas vulnerables, que vivimos en el aeropuerto. Los paramos en seco y también nos quedamos sin conocer sus intenciones. ¿Una secta? ¿Un timo?... El caso es, que teníamos buenas viandas y yo había estrenado esa tarde unos playeros de Puma, las suelas estaban intactas y se veían a la legua, al estar sentados con la planta de los pies hacia arriba.

          Más tarde, un pedigüeño nos acosó, requiriendo cincuenta céntimos y nadie actuó. Quizás los más normales en Barajas sean los mendigos de siempre, que no suelen meterse con nadie y a los que ahora -cada vez hay menos sillas en la T1-, han aglomerado en la T4.

Tumbas licias en Fethiye


 

Sarcófago en Fethiye


 

Fortaleza de Fethiye


 

miércoles, 4 de diciembre de 2024

Último viaje del año: Riviera turca

 


         El próximo domingo 8,  comenzamos el último viaje de este año fuera de nuestras fronteras, que nos llevará hasta los albores de Navidad, a la costa turquesa de Turquia. En este caso, los pocos más de 250 kilómetros, que separa Dalaman, de Antalya.

          Volamos a Londres Stanted, con Ryanair (20€). Allí, permanecemos unas veintidós horas, aunque no bajaremos a la ciudad, debido a los imposibles precios del trasporte. Aunque sí saldremos de la zona de tránsito, dado que hasta el 2 de abril de 2025 no es obligatoria la ETA-visado encubierto -, que saldrá por unas 12 libras.

          Desde Stanted y el lunes, pondremos rumbo, a Dalaman, también con Ryanair (22€). La vuelta es algo más complicada, aunque con la misma compañía: Dalaman -Londres y desde allí, a Castellón, la única opción asequible para volver a España en esas fechas (22 y 16€, respectivamente).

          Existe un vuelo entre Antalya y Londres, con Wizzair, que es bastante económico, pero llega a Gatwik. El cambio de aeropuerto para regresar, saldría casi tan caro, como todos los vuelos juntos.

          Desde el aeropuerto de Dalaman, iremos hasta Fethiye, donde abordaremos un bus nocturno de Flixbus, a Antalya, para ahorrarnos el hotel.

          Después, toca ir volviendo con un itinerario parecido al siguiente: isla de Kekova, Ucagiz, Kas, Kalkan, Valle de las Mariposas y Faralya, Ulodeniz y retorno a Fethiye.

          Ouigo y por 9€, nos transportaría de regreso a casa con un tren directo entre Valencia y Valladolid.

Navidades anteriores, en Bali, Puglia, Madrid...


 


Los camellos de El Corte inglés, en Preciados (Madrid)


 

Puerta del Sol de Madrid, en Navidad 🎄


 

Plaza de Canalejas en Madrid, por Navidad 🎇🎄


 

domingo, 1 de diciembre de 2024

Polos de naranjafresa y samosas de fideos

           En Tiznit, volvimos al alojamiento de 2010, algo básico -sin ducha -, pero sensiblemente más barato, que el de mayo. La ola de calor nos siguió acompañando.

          Valoramos, porque teníamos tiempo de sobra, pasar unas horas en Massa, a mitad de camino de Inezgane, pero no lo hicimos por vagancia logística. En Inezgane, regresamos al mismo hotel, donde ya nos habíamos alojado cuatro veces este año, en tres viajes distintos. Ya no trabaja allí el chico de siempre, tan amable -nos invitó incluso a su casa en Talouine-,como extraordinariamente pesado 

          Después de tres días, nos volvimos a encontrar con la cerveza en el Atadacao. El acceso a esta tienda, más bien se parece al de una cárcel de alta seguridad. Solo le falta el portalón tétrico y sonoramente contundente, que se cierra tras de ti. Para acceder al alcohol hay que caminar entre planchas metálicas de altura y pasillos canalizados con cintas e hierros 

          En Inezgane, hay un tenderete, que vende polos a un dirham y cuyo dependiente es muy simpático. Tanto que cada vez, qué vamos, nos agasaja con grandes abrazos y midiendo casi dos metros, la cosa resulta aparatosa. Lo curioso es, que cuando te paras al lado a chupar esos hielos de fresa naranja, se van postulando niños y mayores, a qué les invites a uno. A veces y durante el mismo polo, superan la decena y nos han llegado a entrar hasta ancianos .

          Los tacos mexicanos y las samosas se han abierto un hueco importante en los restaurantes y tenderetes del Marruecos turístico, aunque con precios desproporcionados. De estas últimas, las encontramos de carne, de marisco o de vegetales. Algo más baratitas, las encontramos en el zoco cubierto de Inezgane, que sorprendentemente, están rellenas de fideos cocidos  con restos de cebolla frita.

          Y es, que son tantas las veces, que hemos ido a Marruecos, que nos olvidamos, que es un país muy pobre, donde no es infrecuente ver a la gente comiendo solo masas fritas de harina o a los niños con un pan redondo y un solo quesito.

          Cuando miréis a la cara a un inmigrante marroquí, pensad lo siguiente y entenderéis, por qué se fue de su país. El salario medio mensual es de 500 euros, 3,5 veces menos, que en España. Los precios en los supermercados - no lo básico, en las calles-, doblan los nuestros. Y de largo, las familias duplican la tasa de hijos. Sí multiplicamos 3,5x2x2 significaría, que al menos, un marroquí lo ha tenido 14 veces más difícil, que cualquiera de nosotros para salir adelante en esta vida.

          A los que odian a los inmigrantes, más les valdría viajar un poquito más y ver los mercadillos de la tarde-noche, donde personas de todas las edades venden casi a oscuras cosas inservibles. No sé, que legitimidad tenemos los demás, en impedir, que prosperen, dejando atrás sus arraigos más queridos.

          Se acabaron los viajes a Marruecos por largo tiempo. Ya no podemos exprimir más el limón. El próximo domingo nos vamos a Londres -no nos hace mucha gracia el Reino Unido - y al dia siguiente, a Dalaman, en el sur de Turquía. Nos esperan diez días por la costa turquesa de este país, hasta Antalya.

          

miércoles, 27 de noviembre de 2024

¡Y los planes salieron mal!

           En el segundo hotel de Tafraoute dejamos de oír los molestos coches de la carretera, para ser machacados desde la madrugada por los gallos cercanos.

          A las 9, ya estábamos junto a la parada de taxis compartidos, para recibir la primera y mala noticia del día: había habido un malentendido y no existen vehículos con plazas sueltas. Sí pretendemos llegar a Taroudant de forma directa, debemos pagar el coche entero y eso supone unos 36€ para 150 kilómetros. La única propuesta con otros pasajeros es Tiznit, el tramo contrario de nuestra venida. ¡Gran contratiempo, pero no nos queda otra!

          Abandonamos Tafraoute con mala cara, mientras contemplamos los numerosos campings, que la rodean. Es extraño, que aún costando en su opción más baja de tienda pequeña, lo mismo que un hotel -más, si quieres ducharte - es la forma de alojamiento elegida por mucha gente. Será por la parrillada que vimos ayer tarde en uno de ellos, en la que participaban más de veinte guiris. ¿Habría cerdo?

          Tenemos la sensación, de que Tafraoute ha cambiado bastante en estos tres lustros transcurridos desde nuestra anterior visita. Como otras zonas del sur de Marruecos, está mucho más limpia y cuidada, aunque todavía le queda para ser un lugar sostenible.

          Especialmente, ha evolucionado la condición de las mujeres. Todas vestían de negro y muy tapadas y ya solo lo hacen algunas ancianas, que se cubren la cara entera al paso del extranjero. Las de mediana edad, van de colorines y muchas jóvenes con largos cabellos sin pañuelo y pantalones y camisa relativamente ceñidos.¡Algo es algo, aunque todavía queda mucho por andar!

          Por cierto: se me olvidó comentar, que las rocas de colores no están indicadas. Solo hay un cartel, que lleva a la confusión, que asegura, que las pinturas están a siete kilómetros de Aghard Ouad. No sabemos a que se refiere, pero los coloridos pedruscos están mucho antes.

         De camino a Tiznit, nos fuimos convenciendo de no ir a Taroudant, donde ya estuvimos en 2010. El cambio de taxi supone muchas horas de incómodo coche y  15€ a mayores.

          El problema es, que en Tiznit, ya estuvimos el pasado mayo por segunda vez, cuando visitamos también los bonitos pueblos y playas de sus alrededores.

          Aún así, nos hemos dado cuenta, de que no conocíamos su Kasbah, ni el complejo de cascada y estanque artificiales, que se ubican enfrente.

          Salvo en los hoteles Tiznit y Mauritania de Tiznit, no hemos podido encontrar ni un solo lugar, donde vendan alcohol o cerveza en nuestros dos últimos destinos. Nos lo han ratificado los propios lugareños .

Frente a la kasbah de Tiznit


 

Kasbah de Tiznit


 

martes, 26 de noviembre de 2024

Segundo día, en Tafraoute

           La primera tarde en Tafraoute, ocurrieron tres hechos relevantes: uno malo y dos bastante favorables. Por un lado, me resbalé con la arena de un pequeño terraplén. No caí al suelo, porque conseguí sujetarme sobre los nudillos de la mano, pero el esfuerzo muscular fue tal, que acabé con todo el cuerpo dolorido, más, que si hubiera golpeado el suelo. Hoy, me levanté bien, pero en los últimos viajes a Marruecos, van uno o dos incidentes por cada uno: caída en Marrakech; golpe en la cabeza, en Fez; choque en Ouarzazate en la tibia con un somier...

          Las dos alegrías llevaron por marca la eficiencia y el ahorro. Descubrimos -nos costó averiguarlo, porque casi nunca hay nadie en la parada de los taxis compartidos-, que hay un servicio directo desde aquí a Taroudant, que simplifica mucho nuestro viaje en tiempo y dinero. Después, al preguntar, por mera curiosidad, la tarifa del hotel de nuestra anterior visita en 2010, nos llevamos la sorpresa: cuesta una tercera parte, que en el que estamos. Ni lo pensamos.

          Empezó el segundo día en Tafraoute y después del cambio de alojamiento y con una temperatura similar a la de ayer, comenzamos el camino hacia las rocas de colores. Las llamaremos así, porque no solo son azules. Tomamos la carretera 107 y caminamos largo rato sobre la bien cuidada acera contemplando bonitas montañas, como la del finger, el elefante o la gorra de Napoleón. Después, se gira a la derecha, para llegar al pueblo fantasma - no hay nadie por la calle, como en casi todos aquí -, de Agherd Ouad  sin embargo, es bonito, está perfectamente asfaltado y limpísimo 

          Desde la salida del hotel, habíamos activado la bola azul de Google Maps -no hacen falta datos-, como forma más segura de llegar a nuestro destino. En el camino, solo nos cruzamos con dos guiris en moto y otro andando y en el pueblo solo existe una tienda, que si estaba abierta a la ida y a la vuelta.

          En la plaza de Agherd Ouad , se debe tomar una pista hacia la izquierda, que va zigzagueando durante unos cuatro kilómetros, pasando por montañas magníficas, que llevan hasta las rocas de colores. Varias aclaraciones, que no habíamos leído en ningún sitio: no son solo azules, sino de muchos colores, predominando,este y el rosa. No están solo en una ubicación, sino en unas cuantas. Debió haber unas originales, que se fueron replicando con el paso del tiempo en varios lugares.

         Según Google Maps y en total, son 6,7 kilómetros, pero nosotros creemos, que rondan los ocho, aunque con buen calzado -no como yo-, todo es muy sencillo.

          Íbamos con la idea, de que lo de las "rocas azules" iba a ser una turistada, pero no: hemos quedado encantados por el contraste cromático paisajístico y la gloriosa soledad.

     En 2010 no llegamos a ellas y solo hasta la zona del sombrero de Napoleón, debido a que se nos hizo de noche y a los cuarenta grados de temperatura.

¡Colosal Tafraoute!


 


Gorro de Napoleón, en Tafraoute


 

Rocas azules y rosas, en Tafraoute


 

Rocas de colores 🌈, en Tafraoute


 

Rocas del Elefante, en Tafraoute


 

Desierto 🐪🐫, de Tafraoute


 

Montaña ⛰️ coloreada, en Tafraoute


 

Nuestro hotel 🏩, en Tafraoute


 

lunes, 25 de noviembre de 2024

Primer día, en Tafraoute

           Nos despertaron los cánticos de la mezquita, pero no a las cinco de la mañana, como es costumbre, sino a las siete. Pensamos, irónicamente, que se habría quedado dormido el muecín.

          Cuando partimos para Tiznit, aún era de noche. Autobús regular, pero suficiente para seguir dormitando. Al fin y al cabo este recorrido es un clásico para nosotros.

          En diez minutos y tras llenarse rápido, partimos para Tafraoute en taxi compartido. Tres hombres, tres mujeres y el conductor. A la salida contemplamos un severo accidente: un coche destrozado, otros dañados, mujeres por el suelo, dos vehículos parados y un camión de bombonas de butano. No había llegado aún, ni la policía, ni la ambulancia, aunque nos cruzamos con esta última.

          El paisaje está lleno de curvas y de montañas. Es bonito, pero el trazado resulta incómodo y mal mantenido. Antes de llegar, dejamos al lado la carretera de los valles de Ameln y sus palmerales. A la entrada de la ciudad, hay numerosas obras en la vía, sin que nadie esté trabajando en ellas. Al menos, el conductor ha sido mucho más prudente, que el que nos trajo hasta aquí, en 2010.

          Nos alojamos por catorce euros en un hotel con piscina y buena habitación, después de regatear. Desdeñamos el de la vez anterior y por la tarde, nos arrepentimos. Cambiamos dinero a buena tasa.

          Tafraoute, sin mucho interés en el casco urbano, debe ser explorado en ambas direcciones de la carretera y hoy hemos optado -dejando las rocas azules para mañana-, por volver hacia Agadir. Tras centenares de metros de acera, empiezan a salir numerosas pistas a los lados, donde se divisan las montañas con fascinantes colores ocres y caprichosas formaciones. Nosotros elegimos recorrer un par de ellas a la vuelta.

          Seguimos la carretera caminando, en una excursión, que se puede hacer en bicicleta, aunque hay mucha gravilla. El paisaje es de aldeas sin actividad, palmeras, algunas ruinas y las espectaculares cumbres, hasta llegar al fantástico Aday Tafraoute.

          La mañana había empezado ventosa y calurosa. Al llegar a Tafraoute, teníamos trece grados menos que ayer. Y por la tarde, nos comieron las moscas, tan vorazmente, como en nuestro último viaje, a India. Anocheciendo, encontramos una pared, donde alguien había pintado: "visca el Barça". Pero otro hincha lo había tachado para escribir: "hala Madrid" ¡Esto es Marruecos!

Por tercera vez en este año, en Inezgane

           El vuelo de Ryanair, a Agadir, salió y llegó puntual, aunque con poco pasaje, por lo que pudimos sentarnos juntos, aunque caímos rendidos, después de la noche regular en Barajas, donde habíamos pasado algo de frío.

          Al aterrizar, poco después del mediodía, nos sobrecogió la esperada ola de calor: 34 grados, cuando habíamos dejado  Madrid, a 10.

          Se cumplieron de lleno nuestros malos augurios y el bus 37 del aeropuerto -5,5 dirhams- no circula los domingos. La alternativa, el ALSA caro, que cuesta 50 o un taxi. Como otras veces, nos pusimos a andar a ver, que pasaba. Nos separaban 15 kilómetros de Inezgane. La suerte estuvo de nuestra parte y a los diez minutos paró un coche con dos amigos y nos llevaron gratis. ¡Menos mal, porque solo llevábamos medio litro de agua y nada de comida!

          Lo que menos nos gusta de Inezgane es su caótica estación de autobuses y que pululan por la ciudad muchos pedigüeños, algunos  muy agresivos. Lo que más, contar con un hotel barato -aqui y en Agadir son caros -, los platos de pescado y mariscos variados y frescos -a 25 dirhams- y los polos de hielo o leche a un dirham, de una tienda que vende de casi todo.

          Como no teníamos ganas de ir a Agadir -ni en bus ni andando-, le preguntamos a su dueño, donde podíamos comprar cerveza (el alcohol lo traemos de casa y del aeropuerto) y nos indicó el Atacadao, un supermercado, que está camino del Marjan, a unos dos kilómetros.

          El super es grande, aunque parece más un almacén. En él ni rastro de alcohol. Tuvimos que preguntar, para descubrir, que la mercancía etílica se ubica en otro almacén al lado. Lo han disfrazado tanto, para ocultarlo, que más bien parece un búnker militar. Lo que si lo delata todo, son las decenas de marroquíes -todos hombres-, que van corriendo alocadamente para adelantar sus dosis ( no hay guiris).

          Lo peor y como siempre en el sur de Marruecos, el transporte: caro y escaso. Solo un bus directo, a Tafraoute y en un horario malísimo. Otro, a Tiznit, con madrugón  incluido y después taxi compartido de dos horas. También, nos han dicho, que no existe autobús directo entre Tafraoute y Taroudant, proponiéndonos un plan inverosímil, por lo que no sabemos, como nos buscaremos la vida para este tramo. O quizás, lo cambiemos por Sidi Ifni.

          El dinero se nos escapa, porque el dirham está cada vez más fuerte.

Tafraoute (VI)


 

Tafraoute (V)


 

Tafraoute (IV)


 

Tafraoute (III)


 

Tafraoute (II)


 

Tafraoute (I)


 

domingo, 24 de noviembre de 2024

Alemanes, alertas y una ola de calor con violentos vientos

           Aquí estamos: en el tren, en uno de esos viajes recurrentes, entre Valladolid y Madrid, que de forma gratuita, llevamos realizando sin desánimo, durante casi los dos últimos años y medio y que en enero, según ha dicho el ministro de transporte -nuestro anterior alcalde- nos quieren quitar.

          En el trayecto, está habiendo más incidencias de las habituales. Nos cambiamos de asiento, porque no funcionaban los enchufes para cargar los móviles y al pasar Ávila, recibimos la visita de un segurata para desalojarnos de mala manera. Las butacas pertenecían a una pareja de alemanes. Lamentablemente, está gente funciona así, con lo fácil, que habría sido, que nos lo hubieran dicho a nosotros.

          Previamente, el tren había salido con veinticinco minutos de retraso y RENFE nos había freído a alertas al móvil, algunas de ellas, mal redactadas. No lo habían hecho nunca antes. ¿Tendrá algo que ver la catástrofe de Valencia?

          Alertas, concretamente dos, también nos ha remitido la aplicación del tiempo, que hablan de ola de calor y de vientos violentos en nuestros destinos de la próxima semana. ¡Volveremos al verano salvaje y con piedras en los bolsillos!

          Y es, que en esta tarde de sábado, no viajamos a Madrid para recoger -o degustar - muestras gratis de Samplia, para ver interesantes exposiciones o para contemplar el montaje de las luces de Navidad. Nos dirigimos a Barajas para tomar un vuelo mañana temprano e iniciar el decimocuarto viaje a Marruecos y último en mucho tiempo, dado que tenemos el país trillado 

          En esta ocasión toca el triángulo formado por Agadir, Taroudant y Tafraoute. Hemos estado en los tres sitios, pero en los dos últimos hace mucho y durante poco tiempo debido al axfisiante calor de agosto de 2010.

          Nos apetece mucho este periplo, porque venimos de una situación personal de incertidumbres todavía no resueltas y necesitamos desconectar. ¡Manda narices, buscar Marruecos,como destino relajante!

viernes, 1 de noviembre de 2024

De Taourirt al aeropuerto de Nador

        Tras el temporal y con los pies escupiendo agua y espuma, dos eran los modestos objetivos de la tarde en Taourirt. Aunque lo aparentemente fácil, se fue tornando en casi imposible. Se trataba de buscar un hotel y un wifi imprescindible para poder llevar a cabo la facturación on line del vuelo de vuelta con Ryanair, a Madrid, para la noche siguiente.

          En Booking, solo aparecía un alojamiento, a 40 euros. Y en Google Maps, dos distintos a este. Constatamos, que uno está abandonado. En el otro, no había nadie atendiendo y callejeando, no encontramos ninguno más.

          Finalmente y tras mucho esperar, nos atendió una señora de la limpieza, que solo hablaba árabe. Nos pidió 100 dirhams. Cuando vino el tosco dueño -obsesionado con nuestros pasaportes -, nos exigió 20 más y no le mandamos a la mierda, por no tener alternativa.

          Como otros tantos, en los que nos hemos alojado en Marruecos, este hotel tuvo tiempos mejores y gloriosos. Tiene interminables pasillos y habitaciones y baños grandes (dentro de la propia alcoba). Pero, hace 20 o 30 años, lo dejaron de mantener y todo lo que se ha roto o deteriorado -que es mucho-, lo han dejado de reponer. Por supuesto, tampoco se han gastado un solo dirham en montar una red wifi.

          Nos planteamos -porque la estación de tren de aquí, no dispone de él-, sentarnos a tomar algo en uno de los numerosos cafés, que si lo tienen, pero como siempre tenemos suerte, encontramos una potente red gratuita y libre a la puerta del hotel.

          Taourirt puede llevar a confusión, porque su nombre coincide con el de la bella Kasbah de Ouarzazate. La realidad es, que no tiene nada de interés. Bueno, sí: un supermercado de tamaño medio y sin precios, llamado Mercadona. En la plaza principal montan puestos de comida al atardecer, destacando uno de olorosas y asquerosas cabezas cocidas de oveja.

          A la mañana siguiente y a la hora señalada, tren a Zeluan, mucho más tranquilo, que el de ayer. Una hora de trayecto y otra caminando, desde la estación, al centro. Desde allí y por cuatro dirhams, el bus urbano 22 y 22b, te llevan a Alaaourin, desde donde ir andando al aeropuerto (15 minutos desde la rotonda). El 21 y el 26, te transportan a Nador, por lo que desmentimos, que no haya transporte público entre este lugar y la terminal aérea. 

          El aeropuerto es pequeño y desde sus cristaleras vimos caer otra densa tromba de agua.

El reencuentro con el tren

           Salvo algún tramo corto -entre Tánger y Asilah-,  no tomábamos un tren en Marruecos, desde nuestro primer viaje al país, en 2005. La estación de Taza tiene un potente wifi libre y suele tener colas en las ventanillas, casi durante todas las horas del día.  Agradecimos dejar este lugar, dado que la tarde anterior, habíamos mantenido una fortísima y desagradable discusión con un par de mendigos toca huevos.

          El convoy, con final en Nador, iba abarrotado y no tardamos nada en entrar de lleno en la primera pelea. Los asientos, en compartimentos de ocho, son numerados y los nuestros estaban ocupados. Fue sencillo levantar al niño, que ocupaba el mío. Pero la vieja y gorda, vestida de negro hasta las orejas, cargada de enormes maletas, que ocupaba el de mi pareja se negaba en redondo, a gritos y con aspavientos, a abandonar la estrecha butaca. Tuvimos, que emplearnos a fondo para echarla de allí y verla alejarse con todos sus bultos y echando pestes en árabe.

          El tren salió y llegó puntual. En el colorido compartimento, íbamos siete adultos -seis mujeres y yo- y siete niños. Una madre con su hija adolescente. Otra con dos churumbeles y una tercera -en edad de poder tener más - con cuatro críos y seis maletas, viajando sola. Para que os hagáis una idea de las condiciones de vida de la mujer en el tercer mundo.

          En Taourirt estaba lloviendo a cántaros. Constatamos, que solo hay dos trenes , al día, a Nador. Pero nosotros no queríamos llegar hasta allí, porque el aeropuerto está 30 kilómetros antes y la ciudad ya la conocemos.

          Como el tren, que nos venía menos  mal parte a las 06:41 y no queríamos madrugar, nos empapamos haciendo a pie los cinco kilómetros, que hay hasta la terminal de autobuses y taxis compartidos. Ambas no están en muy buenas condiciones, permaneciendo semi abandonadas y hoy, plagadas de goteras. Las alternativas, que nos ofrecieron no fueron mejores y resultaban más caras.

          Al fin y retornando al centro dejó de llover. La ciudad estaba vacía y absolutamente anegada.

Taza

           Durante la noche de nuestro segundo alojamiento de Fez cayó la mundial, lo que supuso un cambio en el tiempo, en el inicio de la segunda mitad del viaje. La temperatura descendió unos diez grados hasta marcar los veinte, aumentaron los vientos fuertes y llegaron las lluvias abundantes, en vísperas de la gota fría valenciana.

          Ya notamos esa nueva situación, cuando partimos, camino de Taza (dos horas). En el norte, los autobuses son más baratos, que en el sur de Marruecos, aunque el estado de mantenimiento y confort de los vehículos es tan diverso, como allí. A partir de este lugar, empezaría a tomar protagonismo el tren, algo, que agradecimos, aunque también aumentó más el componente colorido y aventurero de este decimotercer periplo por el país alauita.

          En Taza, ya habíamos estado en febrero de 2012, al inicio de nuestro quinto viaje largo, rumbo a Sáhara Occidental, Mauritania, Senegal y Mali.

          La estación de trenes -la de buses no sabemos dónde está, porque no nos dejaron en ella-, está a casi una hora caminando de la elevada, no muy grande y coqueta medina. A unos veinticinco minutos andando y cerca de una tienda de licores, cerveza y vino, encontramos el único hotel barato de la zona nueva (sigue existiendo el de la vieja, donde nos alojamos y morimos de frío la vez anterior).

          La habitación fue aceptable, aunque el baño compartido no dispone de agua caliente, por lo que no hubo ducha. Los pasillos están bastante abiertos, por lo que se generan virulentas corrientes, que te empujan, como si fueras en una alfombra voladora. Fue aquí, donde asistimos al descalabro del Madrid con el Barça.

          Para llegar a la medina hay, que subir doscientas setenta y tres escaleras. Tiene una plaza rectangular y arqueada, bastantes calles estrechas de tonos azulados y verdosos  y con arcos, un elegante zoco cubierto y numerosos puestos de mercado, donde predominan las frutas y verduras, los encurtidos y aceitunas y el pan.

          Al día siguiente y por primera vez en el viaje, no teníamos que madrugar, dado que el tren, a Taourirt, no partía hasta después del mediodía. Hoy habíamos hecho 117 kilómetros. Mañana, 123. Y el lunes, camino del aeropuerto de Nador, donde finalizaremos el periplo, otros 100, que suman los 340 totales desde Fez.

Sefrou e Ifrane

           Nuestros planes pasaban por llegar hasta Sefrou en el autobús de las once de la mañana, dado que era jueves y ese día de la semana se celebra un mercado bereber. La cosa se complicó bastante, porque el vehículo estaba lleno y tuvimos, que recorrer unos cinco kilómetros hasta la medina nueva, para dar con la parada a ese destino de los taxis compartidos. Salimos de inmediato, en un coche nuevo. Por el camino -de 29 kilómetros - numerosas obras. Tercer día en Marruecos y los tres de notable calor, aunque no asfixiante.

          La estación de autobuses y de taxis compartidos de Sefrou está junto a la medina amurallada, a la que se accede por dos puertas (norte y sur).  La zona intramuros está dividida por un río, sobre el que cruzan cuatro puentes. A un lado, hay tenderetes y puestos de fruta y verduras y al otro, la medina en si, con sus calles llenas de casas y tiendas, muchas veces protegidas por enormes portalones  de color azulado verdoso. Resulta muy bonita y animada, en algunas de sus partes y casi derruida, en otras. No destaca por su limpieza, desde luego.

          Al parecer, todo lo que les sobra -menos mal, que en Marruecos no es mucho-, lo tiran directamente al río. Así, se puede ver una maleta, un casco de motorista, el asiento delantero de un coche, ropa y calzado viejos... Y es una pena, porque este entorno, bien cuidado y conservado, sería bastante agradable para la vista y el paseo, ya que el zigzagueante y estrecho afluente, tiene pequeñas cascadas y rápidos. 

          En relación con esto, nos ocurrió una curiosa anécdota. Después de comer, hemos comprado un melón y estamos tranquilamente sentados, comiéndolo al lado del río. Se acerca un niño de poco más de un año y cuando hemos terminado, pretende hacerse con la bolsa de las cáscaras. Se la damos, expectantes por saber, que es lo que quiere hacer con ellas. ¡Por supuesto, tirarla al río!.

          Antes de retornar a Fez, comimos en una terraza de un bar de la plaza de la medina, medio pollo, con sus verduras y patatas fritas, por 20 dirhams. La verdad es, que en los restaurantes marroquíes, son tremendamente generosos y siempre ponen raciones enormes. Nunca te quedas con hambre y a veces, con un solo plato, almuerzas. De postre, nos metemos para el cuerpo, el referido melón.

          En la parte sur de la medina, está el llamado mellah o barrio judío. Aún se conservan un par de sinagogas 

          Preguntando y preguntando, conseguimos llegar hasta el bellísimo salto de agua, que se recomienda en la guía Azul, que hemos traído, de Marruecos. Volvemos a Fez.

          En Fez, ya de vuelta, reservamos una habitación en el corazón de la medina, más cercana a la puerta azul y verde. La realidad era, que ya no aguantábamos más en el Riad Dar Diwan, pero tampoco ellos tenían disponibilidad de habitaciones para esa noche. Aquí, casi no había clientes y los dueños del alojamiento son más normales.

          Para llegar a Ifrane, también es posible hacerlo en autobús. Son 63 kilómetros y una hora y media de trayecto.

          Ifrane, es uno de los lugares más frescos de Marruecos (se le llama la Suiza marroquí). Para nosotros, se convirtió en un auténtico oasis, después de la climatología, que hemos padecido, durante los últimos días. Incluso en verano, la temperatura es muy agradable y hace, algunos grados menos, que en Fez, Sefrou y Azrou.

          Ifrane -a 1700 metros de altitud-, además, tiene un trazado rectilíneo y está, extraordinariamente limpio. Dos características, no muy habituales en Marruecos.

          En las casas predominan los tejados a dos aguas, de tipo alpino. No hay bullicio en la calle, ni zocos, ni algo que nos dé pistas de que estamos en el reino alauita. Lo que resulta más agradable aquí, es pasear por los parques y lagos. En uno de ellos, se encuentra la Cabeza de León, que es el símbolo de la ciudad.

          Nos acercamos al mayor atractivo de la zona, a unos tres kilómetros del pueblo, que es, la Cascada de la Virgen. Hay otras más alejadas, pero a esas, ya no llegamos. 

          Tomamos el bus para Fez, con la misma compañía, con la que llegamos. Los bosques de cedros y el frescor, van desapareciendo del paisaje y dejan en su lugar, tierras secas y plagadas de olivos.


jueves, 31 de octubre de 2024

El infernal Riad Dar Diwan (parte II)

           Amin y su familia -la real- son una auténtica secta mafiosa, aunque esta última se limita a obedecer sus constantes órdenes. Es difícil escapar de sus garras, porque que sepamos, habla árabe, español, inglés, francés e italiano. La mejor manera de evitarlo es huir del alojamiento o permanecer encerrado en tu alcoba, donde es verdad, nunca te molesta. Amin es machista hasta el extremo y cuando se trata de atender parejas heterosexuales, a la mujer le niega su existencia.

          La primera con él, la tuvimos antes de bajar, tras el "té de bienvenida"de la terraza. Le explicamos, que no teníamos dirhams y que le pagaríamos a la tarde, ante lo que me dió un envolvente y asqueroso abrazo y espetó: "no pasar nada, todos familia y si tú no tener dinero, dormir gratis". Le tuvimos, que parar y decirle, "que si poseer peculio".

          No pasaron ni cinco minutos, hasta confrontarle de nuevo. El wifi no funcionaba -no lo hizo hasta medianoche de ese día y bastante mal- y al hacerle la observación, nos dijo, que era cuestión de nuestros teléfonos. Al indicarle, que teníamos tres y ninguno estaba operativo, se llenó de ira y sentenció: "si no estar a gusto con familia bereber, podéis iros de aquí ahora mismo". Lo habríamos hecho de no ser, porque en la reserva tenía atrapado el número de una de nuestras tarjetas de crédito.

          A las ocho de la tarde llegó una zaragozana -al día siguiente, charlamos bastante con ella- y su hijo, que habían contratado una habitación con dos camas. Amin le dijo, que solo disponía de una de matrimonio y la señora aceptó, con la única condición, de que le mantuviera el precio. Y la frase volvió a saltar con contundencia: "si tú querer dormir gratis aquí, no hay ningún problema con familia bereber". Rezamos, para que ella aceptara la envenenada propuesta pero no lo hizo.

          Tras una noche tranquila, en la que el único jaleo provino de la terraza, donde algunos huéspedes y el propietario se atiborraban a shishas de hachís, llegó el  momento del desayuno. Después de casi una hora esperando y de aguantar constantes molestias, recibimos un recipiente de tajine con humus muy líquido, tan solo por la mitad y para los dos. Lo demás: zumo, té a la menta, café, un yogurt y toneladas de harinas fritas en forma de masas bolosas, aderezadas por una minúscula tacita de miel. Es verdad, que por 14 euros la noche es, hasta generoso. Ni una servilleta. Pensamos, que era una estrategia intencionada: con las manos empapadas del líquido de las abejas, nos pagaríamos a la barandilla de la escalera demoníaca al bajar y no caeríamos al vacío.

          A un huésped, que se iba ese día, le aseguró : "mañana, huevos y carne, para ofreceros una muestra de la cocina bereber". Lo cierto fue, que al día siguiente, ni humus siquiera. Solo fritanga.

          Como habíamos sido poco receptivos a su tabarra y algo díscolos, se pasó el segundo desayuno dándonos la brasa, con que le hiciéramos una buena crítica en Booking.

miércoles, 30 de octubre de 2024

El infernal Riad Dar Diwan (parte I)

           El acontecimiento principal de este decimotercer periplo marroquí no ha sido una visita, un encuentro, un momento, una comida, un paisaje... Ha resultado ser nuestro primer hotel en Fez: el Riad Dar Diwan. No sabía muy bien, como ordenar este post, así, que lo haré por orden cronológico.

          Reservamos en este establecimiento debido a la buena puntuación en Booking -8,5-, las opiniones y su situación céntrica, en Talaa Sghira. Entre los comentarios, mucha confusión, sobre su ubicación o sobre si son dos hoteles distintos: uno Riad Dar Diwan y otro, sin la palabra de en medio. Aclaramos este aspecto. Efectivamente y como señalan algunos huéspedes, el lugar aparece mal ubicado en Google Maps, pero está bien señalado en Talaa Sghira. Se debe ingresar a la derecha al final de la calle, por un callejón estrecho y parcialmente cubierto, después de la indicación. Se trata de un único alojamiento, tan lleno y rentable -sobre todo, plagado de españoles-, que su gestor deriva a algunos huéspedes a casa de su hermana.

          Para más confusión, en Booking exponen, que solo se puede pagar con un sinfín de tarjetas de crédito, cuando la realidad es, que solo aceptan efectivo.

          Al llegar y encontrarlo sin problemas, casi me abro la cabeza, al golpearme con el borde superior de la puerta de entrada. Todo el establecimiento está lleno de marcos bajos y ni se han molestado en poner unos mullidos para evitar accidentes. La escalera que asciende a las plantas y a la terraza es cerrada e infernal. Nosotros estamos en forma, pero algunos llegan extenuados. No fue un problema constante, porque nos alojaron en la planta baja.

          La alcoba era grande, aunque muy básica y sin ventana -como la mayoría -, porque es un edificio con pocas salidas al exterior y el cercano baño resultaba aceptable y con agua caliente.

          El primer trámite, que ya conocíamos por las opiniones, es subir a tomar un té con pastas a la terraza. No se trata de un acto de hospitalidad o generosidad, sino de saber de que pie cojeas, para ver, que te pueden colocar. Al decirle, que era nuestro decimotercer viaje al país y detallar nuestro itinerario, nos dejaron bastante tranquilos, no sin insistirnos, que alli todos funcionaríamos, como hermanos, como una gran familia, desayunando -está incluido-, comiendo y cenando juntos. El problema es, que el mismo tajine, que en la calle cuesta entre 35 y 70 dirham, allí vale 140. No quiero ni imaginarme, que cobrarán por la cerveza, que ofrecen o por las shishas bien bendecidas y santiguadas.

          Quien nos había recibido desde el principio era Amin. Bajo su exagerada amabilidad, se esconde un despiadado chantajista emocional, que no duda en usar cualquier treta para conseguir sus objetivos. Todo va bien, hasta que le llevas la contraria o algo no le cuadra. Entonces, estalla con reacciones furibundas, que dependen del momento en el que se haya fumado el último porro (está todo el día a la labor, dado que no lo esconde y sus ojos lo demuestran). A los dos minutos, te abraza y te vuelve a llamar hermano o familia.

El gran reencuentro con Fez (parte II)

           Hace un par de décadas, uno sabía que se acercaba a la zona de los tintoreros por el nauseabundo e impactante olor. Nos llegaron a contar, que entre algunos desagradables componentes,los tintes llevaban hasta heces de paloma. Hoy en día -sea por lo que sea y que desconocemos-, el hedor es casi imperceptible. Igual, que ha desaparecido la basura en el pavimento y la medina está pulcra o que el parque automovilístico se ha remozado notablemente. Y todo ello, a pesar, de que la mayoría de la población sigue basando su alimentación en productos compuestos por harinas fritas. Como siempre dijimos, la dignidad y la limpieza no están reñidas con la pobreza.

          Pero, hablemos de los tintoreros, que no solo se encuentran en la zona descrita en la entrada anterior, sino en otras áreas colindantes menos conocidas, menos espectaculares, pero más accesibles, porque allí no te molesta nadie.

          En nuestra primera visita y llegando casi solos hasta el patio de los tintes, fue un niño el que nos terminó de guiar a cambio  de diez dirham. Afortunadamente, hoy en día ya no se les permite practicar esta actividad. Nos limitamos, a subir a una terraza y contemplar el panorama desde lo alto.

          En la segunda, en 2010, llegamos a la calle de acceso, donde estaban -y están - los escoltas del llamado "guardián". Tras una larga y desagradable discusión, conseguimos bajar hasta abajo -aunque sin poder hacer fotos -, una vez, que derribamos verbalmente sus intolerables argumentos. Según nos decían, los occidentales éramos unos seres caprichosos, que solo queríamos ver la pobreza y los trabajos indignos de Marruecos, de los que teníamos toda la culpa. Sin embargo, todo quedaba en nada, si les dábamos 10 euritos para acceder. Conseguimos convencerlos, de que ni éramos euros con patas, ni íbamos a sentir ninguna culpabilidad por la situación laboral en Marruecos y de que no hay trabajos indignos, sino muy mal pagados o con condiciones indeseables. Hasta que llegó otro mafioso mayor y nos echó de allí.

          Es de lo poco, que no ha cambiado en Fez, dado que esta vez, intentamos entrar y nos ocurrió lo mismo. Con la diferencia, de que no quisimos discutir y nos fuimos.

          En otro orden de cosas, os recomendamos, que si podéis, evitéis visitar Fez, en viernes. A diferencia del resto de Marruecos, la actividad en la medina se reduce muy notablemente, estando casi todo cerrado. Sin embargo, el número de pelmas y buscavidas se duplica ese día.

          Hasta chapan el zoco principal, por lo que volver desde el interior del casco viejo se hace mucho más difícil, debiendo dar muchas vueltas para retornar a la puerta azul y verde. Esto puso en juego nuestra pericia con éxito. Nunca jamás nos hemos perdido en esta medina y está vez, tampoco.

          Como norma general, la mejor manera de ubicarse es sabiendo, si estás paralelo o perpendicular a las dos calles principales. Después, conocer, que debes tomar la dirección contraria al sol, si es por la mañana o ir hacia él, por la tarde. Y por último, siempre cuesta arriba. En cierta ocasión, jugamos a perdernos por este enjambre de 9400 calles y no lo conseguimos.

          Una última información de servicio: para comprar licor, cerveza o vino, id hasta "La Cueva" del Carrefour en el centro comercial Borj Fez. Encontraréis más guiris -lugareños también-, que en la propia medina.

domingo, 27 de octubre de 2024

El gran reencuentro con Fez (parte I)

          Finalmente, no nos afectaron las incidencias ferroviarias patrias y llegamos a Madrid con tiempo y sin angustia. El repleto vuelo a Fez, llegó puntual. Nos recibieron con veinte grados, pero con un potente viento. Menos mal, que el aeropuerto no cierra por la noche y pudimos dormir de forma incómoda sobre sillas con reposabrazos en el medio.

          El autobús 16 te lleva hasta el centro en cuarenta minutos, por cuatro dirham, pero el primero, que vino olía a motor quemado y no prestó servicio. Mal inicio. Desde la estación de trenes fuimos andando hasta la Medina -unos cinco kilómetros - con el severo sol de las diez de la mañana cayendo de plano.

          Como hasta la una no podíamos acceder al alojamiento, nos dedicamos a recorrerla, constatando grandes diferencias con nuestra última visita, en 2012. Y todo son buenas noticias. Por un lado y en las dos calles principales -Talaa Kebira y Talaa Sghira-, se han llevado a cabo labores de reconstrucción importantes. No sabemos de dónde ha salido el dinero, pero lo que era decadencia y anclajes de edificios, se ha convertido en armonía suprema.

          Por otro, han desaparecido las mulas, que cargadas hasta las cejas, con todo tipo de cosas, trotaban por la parte vieja, convirtiendo en un caos está zona, que es el centro peatonal mas grande del mundo. ¡Se acabó con su sufrimiento y con el de los viandantes!

          Y, por último, la mayoría de los vendedores se han civilizado algo y resultan menos agresivos, aunque no han cambiado su repertorio de chistes malos. Solo nos hizo algo de gracia uno, que nos espetó: "os vendo una alfombra voladora".

          Para llegar caminando desde la medina nueva de Fez a la parte vieja se bordea la amplia extensión del Palacio Real, para acceder a la puerta de la animada calle de Moulay Ismail. Se cruzan un par de zocos, una explanada de venta callejera, las gruesas murallas y se deja a un lado la bonita Kasbah, para otro rato. Se continúa por una larga calle y tras una diáfana plaza enorme se llega a la puerta azul y verde (un lado de cada color).

          Talaa Kebira y Talaa Sghira son dos arterias casi paralelas, que se entrelazan entre si con otras mas cortas, estrechas y perpendiculares. La primera lleva más recto al zoco principal -toda la medina es un sinfín de tiendas-, a la Medersa y a la Mezquita Kairouan. Rodeándola se termina en la plaza Sefarine.

          Desde aquí, por una calle se llega a una gran extensión -actualmente en prometedoras obras-, que alberga la Mezquita Andaluza. Por otra y girando dos veces a la izquierda, se accede a los tintoreros. Este lugar, merece capítulo aparte, como veremos en el siguiente post.

domingo, 20 de octubre de 2024

Viaje decimotercero a Marruecos

           Mañana por la tarde -hay que transportarse con tiempo, dados los constantes y diversos caos ferroviarios- nos vamos, a Madrid, para el martes 22 comenzar nuestro decimotercero viaje a Marruecos, hasta el 29 de octubre 

          Arribaremos a Fez, por cuarta vez en nuestras vidas, donde no recalamos desde hace doce años.

          Visitaremos también, las cercanas localidades de Ifrane -la Suiza marroquí - y Sefrou, en las que estuvimos de paso y deprisa en 2010, justo el día después, de que ganáramos el Mundial de Fútbol, cuya final vivimos en Midelt. Por cierto: los títulos de España, siempre nos han pillado en el extranjero y nunca hemos podido ir a celebrarlos, a Cibeles. Las Euros de 2008 y 2012, en Bangkok y en Kiev -in situ-, respectivamente. Y la de este año, en Tirana.

          Posteriormente, iremos camino de Taza, también conocida, llegando más adelante hasta Taourit.

          Volveremos desde Nador, pero no llegaremos hasta la ciudad, dado que el aeropuerto está ubicado en la localidad de Al Aoroui -Monte Arruit-, a 30 kilómetros .