Nada más bajar del autobús nos cogieron en el primer hotel, donde preguntamos y lo agradecims, porque estábamos agotados. Y más, cuando nos cambiaron de habitación y nos dieron una mejor por el mismo precio. Gokarna nos pareció raro, aunque agradable desde el principio, a pesar de que el calor húmedo -mayor cada día -, no nos dejaba, ni pensar. Extraño, porque nos chocó, que no hubiera casi gente, ni tráfico, ni basura, ni perros, ni sitios de fritanga o snacks en en centro... Y, agradable, porque no es una de esas típicas ciudades cacharro, que encontramos casi cada día en este país. Tiendas de especias, monedas antiguas, tatuajes, joyería.., no es lo normal, que sueles hallar en todas partes.
La playa es gigante y no está tan mal como dice la Lonely Planet. Hay paseo marítimo, dos templos cercanos y un estanque sagrado. Al borde de la arena se encuentran unos cuantos restaurantes caros y vacíos -manchurian y arroz frito, como especialidades-, como ocurre en todas las playas del tercer mundo.
Nos gusta este sitio de calles de agentes, aunque con cierto glamour, de buen asfalto y pocos charcos. Lastima, que tuviéramos que acabar comiendo snacks y galletas, por la falta de fritanga, phakora o sabrosos platos económicos. Casi todo lo que hay, cierra a mediodía, aquí. Pero. al segundo dia, nos pusimos las pilas y disfrutamos de un exquisito thali de arroz con pescado; pollo al tandori, con cebolla y además, en nuestro hotel nos invitaron -en una celebración de las tantas, que hay siempre en este país -, a merendar, ricas bondas y dulces.
En Gokarna, es la primera vez en este viaje, que hemos visto el lungi blanco, esa especie de faldamento, que se ponen los hombres y que se sube y se baja con un mecanismo elemental: enrollarlo a la altura de las caderas. Pero, como nada permanece, ni siquiera en India, aquí también ha llegado el velcro para asumir estas funciones.
Los hombres, por cierto, son más religiosos en este lugar, que las mujeres y abarrotan los numerosos y bonitos templos de diferentes estilos, extraño, porque no suele ser lo más frecuente en el mundo hinduista.
Gokarna es la segunda ciudad de nuestra India visitada, donde hay más plastas de vaca por el suelo y no resulta fácil esquivarlas. También, hemos visto llover sin haber nubes y la primera puesta del sol del viaje.
A cinco y a seis kilómetros y pagando 200 rupias por trayecto, en un rickshaws, de encuentran las bellísimas playas de Kudle y Om. Como el resto de las famosas playas del tercer mundo: mucho arroz para tan poco pollo.
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