Esta y la de abajo son, de cabo de Gata, en San José (Almería)
Al quinto día de viaje, después de
dos llovidos y tres de tiempo variable, nos empezó a entrar cierta
confusión. ¿Nos habremos equivocado de autobús o nos habrán
drogado y trasladado a Galicia, Asturias o Escocia?. Bueno, a Escocia
no, porque como ya vimos en su día, puede estar varias jornadas con
el cielo negro negrísimo y no caer ni gota.
A los ocho días, tras cinco de
intensísimas precipitaciones, después de haber visto ciudades y
pueblos anegados -muchos, sin una sola alcantarilla, que aliviara la
situación-, desiertos inundados y con corrientes vertiginosas y
peligrosas sobre sus agrestes y lunares ramblas -no había
contemplado algo semejante en mi vida- y un mar encolerizado y
marrón, llevándose todo lo que se mueve, empiezo a tener
conciencia, de que estamos en el sudeste asiático o en India, en
plena época destructiva de monzones.
Esta y las dos de abajo son, de Mojácar (Almería)
Recapacito, después de tratar de
mover mis pies, enclaustrados en unas pesadas botas llenas y rodeadas
de agua y barro. Me cuesta más desplazarme, que si portara grilletes
o los antiguos zapatones de los buzos prehistóricos. Han sido ya
varias veces, las que hemos visitado estos mencionados territorios
asiáticos en su época de lluvias y nunca vimos nada semejante.
Buscamos lo positivo: ¡se pueden disfrutar experiencias alucinantes,
exóticas y únicas sin abandonar nuestro delirante y podrido país!.
Los efectos del agresivo temporal
sobre Andalucía oriental, Murcia y la comunidad valenciana, ya los
habéis visto por la tele, pero no es lo mismo, que vivirlo sobre el
terreno, sin paraguas -en los trekkings no nos habría servido de
nada- y con unos impermeables muy básicos. Porque, cuando uno viaja
a estas zonas en diciembre, no espera que ocurran estas cosas (y
menos, cuando había sucedido lo mismo dos semanas atrás).
Y aún, tuvimos suerte, porque, como
si se adaptara a nosotros, la lluvia casi nos permitió llevar a cabo
todo el itinerario previsto. Eso sí: ¡de noche, se cebaba!.
Todo empezó el tercer día, como la
resurreción de Cristo, pero en este caso, al revés. Durante nuestra
visita a las Alpujarras, el cielo se fue tiñendo de negro y al
volver a Granada, cayó la mundial Nos entraron ganas de estrangular
al elocuente y repipi conductor de nuestro casi vacío bus, que no
paraba de enaltecer las beneficiosas propiedades de la lluvia y de la
nieve, sobre todo, para aniquilar a los bichitos, que luego se
convierten en parásitos molestos en verano. ¿No se callará la boca
este hombre!.
Pero, si algo puede empeorar, lo hará.
Tras un día de sosiego en Almería -en el que probamos la manga
corta-, llegaron dos jornadas infernales y otras tantas de
purgatorio.
Habíamos decidido, pasara lo que
pasara -somos así de inconscientes y un día nos costará caro-,
hacer la senda, que junto a los elevados acantilados de cabo de Gata,
lleva desde San José, a Los Escullos, a traves del Pozo del Fraile.
En condiciones normales, se trata de un camino esforzado y
ascendente. Hundidos sobre el fango y tambaleantes -con riesgo de
caer al mar-, debimos darnos la vuelta, una vez cumplida la mitad de
la travesía. La tarde fue algo más benigna y nos permitió
disfrutar de la espectacular playa de los Genoveses y de las bonitas
calas urbanas, menos esforzadas.
Al día siguiente, tocaba el
desierto de Tabernas, el único del sur de Europa. Taxi desde la
localidad almeriense, hasta la entrada del patético Mini Hollywood
(caro parque temático de películas del oeste). De camino, el locuaz
conductor -que fue camellero hace un par de décadas- nos cuenta, que
ha llovido más en esta última semana, que en los seis años
pretéritos juntos. ¡Alentador panorama!, sobre todo, cuando
amenaza: “¡mirad, ahí vienen las nubes de la sierra!”.
Lorca (Murcia)
Al bajar a la rambla y ya pinteando,
fuimos incapaces de distinguir, si estábamos aquí o en la selva de
Vietnam. ¡Qué bien nos habría venido un buen machete para abrirnos
paso entre la jungla, mientras doblábamos las piernas ante el
incontrolable barro fangoso. Media ruta y vuelta, arreciendo el
temporal, pero permitiéndonos regresar al parking, antes de hacerse
efectivo el diluvio universal, que duró 18 horas, con relámpagos y
truenos sólo vistos, en las series de dibujos animados de maléficos
monstruos antisociales y vengativos.
Los días del purgatorio los pasamos
en Mojácar, Lorca y Murcia, entre lluvias y claros, aunque
acompañados de un viento feroz y veloz, que derribó varios árboles.
Nuestras pecaminosas almas debieron comportarse bien, porque el sol
nos acompañó, durante las tres últimas jornadas del viaje.
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