Murcia y debajo, Cehegin (Murcia)
Hubo, había, hay, seguirá habiendo,
durante toda la eternidad -no lo tengo muy claro- una especie de gala
casposa emitida por TVE, llamada, “Murcia, que bonita eres”.
¡Pues va a ser, que no!. Casi nada hay que ver o hacer en esta
ciudad, que no sea pasearse por sus amplias y cuidadas zonas
peatonales. Por no haber, no hay casi ni supermercados.
Las dos siguientes son, de Caravaca de la Cruz (Murcia)
Otra cosa es la muy interesante
provincia, hasta ahora, una de las más desconocidas de España para
nosotros. Ya de antemano y con dolor, descartamos con amargura
poblaciones, como Moratalla, Puerto Lumbreras o Águilas, por
cuestiones logísticas. Una vez, in situ, renunciamos a Jumilla y a
Yecla, por cansancio, estrés y saturación de actividad viajera.
Finalmente, nos quedamos con cuatro lugares, que claramente,
merecieron mucho la pena: Lorca, Caravaca de la Cruz, Cehegín y
Mula.
En cierta medida y salvando las
distancias, Lorca nos recordó a la Mostar o Sarajevo, de hace diez
años, con grúas, andamios, edificios con fachada, pero huecos por
dentro, casas abandonadas a su suerte... Han pasado casi seis años
desde el fatídico terremoto, de 5,1 grados de intensidad, que se
llevó de por medio ocho vidas humanas y dejo decenas de heridos. Las
consecuencias de aquel seísmo aún son claramente visibles, a cada
paso y parece, que las promesas de las administraciones se ralentizan
o desaparecen, como siempre ocurre en estos caos. La memoria humana
es frágil -más, incluso, que la sensiblería, ante las desgracias-
y ya nadie se acuerda de aquello, que no viva el día a día de esta
ciudad.
Las dos siguientes son, de Lorca (Murcia)
Aún así, Lorca dispone de los
suficientes atractivos turísticos para atraer al viajero. Una
robusta colegiata, un elevado castillo de esforzada subida y
magníficas vistas y el casco histórico en general, plagado de
bellas iglesias y casas antiguas, dan tranquilamente, para
entretenerse una mañana entera.
Los hermanos Lumiere inventaron el
cine con la filmación de la salida de los obreros de la fábrica,
mientas en España, se imitaba este evento, con la salida de la misa
de 12 del Pilar, de Zaragoza. No es por tanto casualidad, que nuestro
casposo y degradado país, disponga de tres de los cinco centros
mundiales de peregrinación de la cristiandad: Roma, Jerusalén,
Santiago de Compostela, Santo Toribio de Liébana y el que nos atañe
ahora, Caravaca de la Cruz. Todos ellos disponen de jubileo y el de
esta última localidad se corresponde con el ya casi entrante, 2.017
(creo, que es cada siete años, desde 2.003 y fue concedido por el ya
fallecido papa, Juan Pablo II).
Su empinado y agradable casco antiguo
resulta bellísimo, siendo quizás, el pueblo más bonito que hayamos
visto a lo largo de todo el viaje. En lo alto se hallan el castillo y
el voluminoso santuario, desde donde se contemplan magnificas y
abruptas vistan de la región y de la localidad. La Santísima y Vera
Cruz de Caravaca, da sop6rte a sus famosas fiestas patronales, que se
celebran entre el 1 y el 5 de mayo de cada año. En la actualidad,
están intentando que el festejo de los Caballos del Vino, sea
reconocido, como de interés internacional (una enorme escultura
metálica recuerda este evento).
A cinco kilómetros de Caravaca, se
encuentra Cehegin, una localidad ubicada en una colina en la que
destaca su bonita iglesia.
Mula (Murcia)
Ascender al castillo de Mula requiere
estar en muy buena forma física, para superar su curvilínea y
exigente subida. Se hace a través de un barrio humilde habitado en
su mayoría por animosa población gitana, que en cierta medida, nos
recuerda al Sacromonte, de Granada. Los accesos a la ruinosa
fortaleza son difíciles y más con las lluvias de los últimos días.
Abandonamos la región de Murcia y
pusimos punto final al viaje -en la víspera de Nochebuena-, en
Albacete, una de las ciudades de las que nunca se acuerda nadie. Y,
la verdad, que mejor que siga siendo así. Baste decir, que lo que
más nos gustó fue el interior de la estación de trenes del AVE. Y
lo que más risa nos dio fue su patética plaza Mayor, tal vez y sin
poder asegurarlo, la más cutre de España. Si el viaje, en general,
había estado impregnado por la indomable lluvia, aquí tocó frío
severo. Nos tocó esperar fuera de la estación de autobuses, a la
intemperie o recorrer la insulsa ciudad, a tres grados bajo cero.
Albacete
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