Pampaneira (Granada) y debajo, seis seguidas de la capital
Hay ciudades, que se agotan en una sola
visita y son la mayoría. Otras, aguantan dos y son las menos, a las
que nos gusta volver una y otra vez, sintiendo siempre las mismas
emociones y hasta descubriendo lugares y aromas nuevos. Luego está,
el retornar a una población en diferentes momentos de tu vida, lo
que puede llevar a sensaciones curiosas, poderosas y enriquecedoras.
Y es, que una ciudad no es sólo lo que se ve o percibe por otros
sentidos, sino también nuestro estado de ánimo el momento vital,
por el que estemos transitando.
La primera vez, que fuimos a Granada,
corría el ya lejano 1.990 y pasamos nuestro tiempo, por este orden,
follando, bebiendo cerveza y comiendo tapas y paseando. Por supuesto,
conocimos la Alhambra -casi gratis, con nuestro carnet de
estudiantes- y no perdimos detalle de las numerosas calles donde se
encontraban los abarrotados bares.
La segunda, en el año 2.000 y tras
una fatalidad laboral de ambos, el drinking y el tapeo se destacaron
en la primera posición. Aún follábamos, entre paseo y paseo,
montadito de lomo y cubatas. Puedo recordar, que hasta recalamos en
el increíble Albaicín.
Tuvieron que pasar trece años para
que retornáramos a esta fantástica urbe, en un largo puente de
diciembre. Fue apenas medio día, sin dormir en la ciudad, camino de
Guadix y de Jaén. Apenas nos dio tiempo a refrescar la memoria de
sus lugares más típicos y de sus acogedoras y hospitalarias gentes
(cuando uno sale de la arisca y gélida Castilla, todo el mundo
parece más amable).
Esta vez, de nuevo en diciembre, hemos
dedicado el día entero a los paseos, ascensos y descensos, porque
Granada está llena de empinadas cuestas. De lo de follar, las tapas
-tapones, como ellos dicen, muy justamente-, las cervezas y los
cubatas, ya no queda ni rastro. Eso sí, hemos disfrutado, por
primera vez y como enanos, del maravilloso Sacromonte, que se ha
convertido en nuestro lugar favorito de la ciudad.
Y eso, que esta zona, si la conocíamos
de nombre. ¿No os acordáis de aquella canción de 091, llamada
“debajo de las piedras”, donde se referían a este barrio. Por
cierto: el mítico grupo granadino dio su concierto final, sólo dos
días después de que abandonáramos la provincia, el 17 de
diciembre. ¡Una lástima, el no haber podido vivir este inolvidable
momento!. Por cierto: la gira lleva el simpático nombre de,
“maniobra de resurrección”.
Aparte de revivir viejas sensaciones y
disfrutar de otras nuevas, el motivo fundamental de la visita, esta
vez, era recorrer las Alpujarras. Como el transporte público en esta
zona del sur funciona muy bien y resulta muy económico, decidimos
acercarnos a cuatro de sus pueblos en una misma jornada, madrugando y
retornando tarde.
Lanjarón tiene fama por su balneario
y sus deliciosas aguas minerales, pero aparte de esto, poco más
ofrece al viajero. Un casco histórico discreto, aunque agradable,
teñido de Navidad en esta época y los lejanos restos de un Castillo
en ruinas.
Órgiva subió el nivel de nuestro
periplo, siendo este lugar la capital de las Alpu8jarras. Su zona
antigua es más bonita y animada, destacando su iglesia principal, el
ayuntamiento, una elevada y bella ermita de siglos atrás,
restaurada y su decadente mercado de abastos, que vivió tiempos
mejores.
Pampaneira (Granada)
Capileira se muestra como uno de los
puntos más elevados de Andalucía y lo notamos en la menguante
temperatura. Se trata de un pueblo ascendente y descendente, de casas
blancas, interesante iglesia y magníficas vistas del entorno, si el
día lo permite. Resulta un magnífico lugar para iniciar y completar
varias rutas de senderismo.
Y, nuestro enclave favorito:
Pampaneira. Cercano a la anterior población, aunque a menos altitud,
este tranquilo pueblecito ofrece calles blancas y serpenteantes
-algunas, con canalizaciones de agua descendente a gran velocidad en
su mitad-, una iglesia y otros edificios de relumbrón y la famosa
fuente de San Antonio “Chumpaneira”.
Órgiva y debajo, Lanjarón (Granada)
Dice la leyenda, que los hombres que
beben sus deliciosas y frescas aguas, encuentran mujer esa mima
noche. Parece ser, que los efectos vasodilatadores de determinados
minerales de sus aguas, la convierten en la viagra de Sierra Nevada.
“Dos buenos tragos al anochecer, se convierten en un polvo para
enloquecer”.
Nuestro alojamiento en la capital
granadina nos salió por 15 euros la doble, cada noche. Así, que ya
no tenéis ninguna excusa para acercaros y disfrutar de la ciudad y
de la provincia, plagada de atractivos turísticos. Nos hubiera
gustado acercarnos a Baza, pero era difícil encajarla en el
itinerario y su visita, nos impedía acercarnos al imprescindible
desierto, de Tabernas. ¡Otra vez tendrá, que ser!.
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