Esta y las cinco siguientes son, de Mojácar (Almería)
En invierno, España dispone de una
gran variedad de climas. Mientras en Valladolid hace 4 grados, por
ejemplo, en Almería o Melilla tienen 17, diez en Oviedo y 21 en
Tenerife. Pero, hay algo que no falla y podéis comprobarlo en
vuestros viajes: durante esta estación: todos llevamos las mismas
prendas de abrigo, independientemente de la temperatura, que haga. Es
tan curioso, como real.
Son las 11 de la mañana, cuando
llegamos a una soleada Almería. Los termómetros marcan 18 grados y
mientras nosotros paseamos distraídamente en manga corta, los
lugareños portan parkas y chambergos gruesos, como si nos halláramos
en Groenlandia. Algunas chicas, incluso -sobre todo, jóvenes- cubren
sus cabezas con gorros de lana y caminan medio encogidas o
castañeando los dientes.
Como digo, no se trata de un hecho
aislado. Aún recuerdo a una canaria, en Las Palmas, decirnos, que
estaba llegando el invierno, cuando un luminoso marcaba 19 grados. O
a una señora mayor, en Melilla, quejarse del frío, estando a
dieciocho.
Aunque la gente es muy amable y
hospitalaria, no se debe perder demasiado tiempo en Almería capital
y si en la provincia. Encadenamos dos post sobre ella. Este de
núcleos urbanos y el próximo, de parajes naturales.
El mayor atractivo turístico de
Almería es su bella y elevada Alcazaba. Dos buenas noticias: es
gratuita y está muy bien cuidada. Además, destacan la catedral y la
plaza del ayuntamiento, con sus zonas de bares, donde tapear sin
prisa y tomar unos vinos. El alojamiento resulta algo caro, razón de
más para largarse pronto de aquí.
El otro núcleo urbano, que visitamos,
fue Mojácar, que se convirtió en la decepción del viaje. No,
porque esté mal en sí, sino porque mis recuerdos de infancia de
hace 39 años atrás, lo hacían mucho más bonito.
Dispone de dos zonas, separadas por
unos 3 kilómetros. Abajo la playa, llena de una hilera de
interminables hoteles, apartamentos y restaurantes -vacíos en esta
época-, diseñados para el disfrute turístico de los poco exigentes
veranetontos, donde pasan su vida de mierda estival, una vez dejan
atrás su mierda de vida de invierno.
Dado, que la visita coincidió con un
agresivo y furibundo temporal, sus aguas estaban embravecidas y de
color muy marrón. Creo recordar, que esta desoladora fila india de
despropósitos, no existía hace casi cuatro décadas.
Esta y las dos siguientes son, de Almería
Visto el panorama y al mismo precio,
decidirnos alojarnos en el pueblo, en el peor
establecimiento del
viaje. Viejo, parcialmente inundado, caro -35 euros-, con baño
compartido, sin televisión y con la wi-fi caída. Vamos, que resulta
más difícil entretenerse dentro de la habitación, que en la propia
Bangladesh.
El pueblo se ubica en lo alto de una
colina y está compuesto por una bonita iglesia principal -de pórtico
trasero arqueado-, rodeada de calles estrechas y serpenteantes, de
casas blancas en diferente estado de conservación. También, vimos
un par de cuevas, deliciosas vistas sobre el mar tricolor -marrón
cagalera, azul claro y oscuro, por este orden y de dentro a afuera- y
una curiosa fuente -de agua insípida y caliente-, donde vienen a
coger agua desde muchos puntos de los alrededores. No permiten
llevarse más de 100 litros por persona, pero nadie controla este
posible hecho.
A diferencia de Granada, las
comunicaciones por bus con la provincia, no resultan demasiado
frecuentes, así, que se hace necesario planificar mucho de antemano
y a veces, pegarse buenos madrugones, porque sólo existe un servicio
de transporte al día. La cosa empeora, durante los fines de semana.
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