Lima (Perú)
Pintorescos resultan ser los taxistas peruanos. Su
estrategia habitual, nada ilegítima, consiste en ofrecerte una tarifa muy atractiva
para la carrera, para después, tratar de colocarte un alojamiento de tarifa
elevada. Tienen muy mala fama, pero la cosa no es para tanto. Recomiendan no
tomar los taxis en la calle. Pero, nosotros lo hemos hecho así y no hemos
tenido problema alguno.
Arequipa (Perú)
El que nos transporta en
Arequipa, lleva puesto a todo volumen, un programa matutino, tipo el de Jiménez
Losantos, en el que el locutor va despotricando contra todo, a grito partido.
El que nos acerca al centro, en
Lima, tiene 88 años y va vestido con ropa bastante moderna, dentro de su
minúsculo coche, que apesta a gasolina quemada (debe de ser de los años 60).
Parece, que vamos en una cafetera urbana, debido a todo lo que nos movemos
hacia ambos lados y al humo que echa.
Ha sido
marino y ha servido en el ejército de Estados Unidos, por lo que conoce medio
mundo. Dice –desconozco el motivo y si algo así puede suceder, aunque lo dudo-,
que puede entrar en todos los países del mundo sin visado, con la excepción de
Rusia. Se emociona, hablando de Sara Montiel, el Cordobés y Frank Sinatra y
como le seguimos la conversación con pasión, acaba poniendo a Celia Cruz a toda
pastilla, en un cassette, que lleva adosado en el salpicadero del taxi. A pesar
de la edad, tiene una mentalidad y un espíritu más joven, que muchos de 20 años
Descartamos,
hacer el tour al cañón del Colca. El más corto es agotador, porque sale a las
dos de la madrugada y retornas de noche. El de dos días es demasiado relajado y
se visitan unas cuantas cosas insustanciales, supongo, que para inflar el precio.
Desde Arequipa,.iremos a la cercana Yura y al día siguiente, tiraremos hasta
Lima, en un autobús nocturno.
También
descartamos, hacer las Líneas de Nazca, por resultar caro y considerar, que no
ofrecen demasiado interés. Alguien nos ha llegado a decir, que las aran
continuamente, con artilugios mecánicos, para que estén más marcadas. En las
zonas de Perú, donde no disponen de atractivos turísticos, los exageran o
sencillamente, se los inventan.
Sería el
caso de las huacas del Sol y de la Luna, en Trujillo (norte del país). El
paisaje es bonito, pero las huacas, apenas tienen nada, casi ni siquiera, para
los friquis de la arqueología. Es una vergüenza, que cobren más de 4 euros, por
entrar a ver cuatro restos, tapados con uralitas y llenos de andamios. La
excursión es, obligatoriamente, guiada, porque si la hicieras solo, no
aguantarías ni cinco minutos. Así, te la adornan un poco y te sacan más
cuartos.
No iremos tampoco, a Ica y
Paracas, aunque sentíamos más curiosidad, por ver si perduran los efectos del
terremoto en este último lugar, que por sobrevolar las referidas Líneas de
Nazca desde el aire, en avioneta.
Arequipa es
una ciudad caótica, donde los conductores no respetan a nada y a nadie y de la
que esperábamos más. La mayor parte de sus casas y edificaciones monumentales
son blancas y precisarían de una buena mano de cal, para recuperar el encanto perdido.
Está llena de iglesias y patios. Las vistas son caras. En el Convento de Santa
Catalina, se descuelgan pidiendo 30 soles. El resto tampoco, se quedan muy
atrás y a veces no son ni siquiera, sitios interesantes.
Lo que si
nos encanta, es la gastronomía peruana, de Lima hacia abajo. La del norte es
mucho más cansina, pobre y repetitiva. Caldo blanco, rocotos rellenos, salto de
lomo, papas a la huancaina, charque, ceviche…, merecen sentarse a la mesa con
calma. Sobre todo, para degustar este último
El camino
hacia Lima se hace algo pesado, a ratos y las interminables películas
violentas, que nos ponen a todo volumen, no ayudan mucho a concentrarse en
otras actividades. Nos damos cuenta de que, al contrario que los bolivianos,
los peruanos son menos resignados y al menos protestan, cuando creen que algo
está mal. Y es, que nos han vendido el viaje como un servicio directo y solo lo
es a medias. “¡Que querrán ustedes por 30 soles!”, replica el descortés y
malhumorado conductor. La atención al cliente, sigue brillando por su ausencia,
también en Perú.
En algunas
guías, se habla de determinadas líneas rojas en la capital, que resulta
peligroso traspasar, señalando el área comprendida entre la avenida Tacna y la
Avancay, como las fronteras seguras de la ciudad. Dicen, que incluso la propia
zona monumental, es insegura de día, pero según constatamos y nos comentan
varias personas, la seguridad en esta urbe ha mejorado bastante en los últimos
tiempos. Caminando con cautela y sin ostentación, no es arriesgado visitar la
zona centro. De noche es otro cantar y se hace recomendable, fuera de las
calles comerciales, moverse en taxi, a todas partes.
Tres son
los peligros fundamentales, a los que se expone el viajero en Lima, según nos
comenta un amable empleado de nuestro hotel.
-Robo por
descuido del equipaje en la calle o los garajes de los autobuses, mediante a
veces, incluso, sofisticadas tramas de varias personas, que escenifican
complejas maniobras, para desorientar al desamparado turista.
-Tirones,
fácilmente evitables, no llevando bolsos.
-Las
pandillas de “pirañitas”. Se trata de grupos numerosos de adolescentes, que
actúan en equipo. Tiran a la víctima al suelo, la desvalijan y se van tan
tranquilamente, andando, conscientes de que como son muchos, no te vas a
enfrentar a ellos.
Lima nos gusta bastante, aunque menos que otras
capitales, que ya hemos visitado, como La Paz o Santiago. Llegados aquí, nos
siguen sin atraer los peruanos, que en términos generales, siguen siendo tan
maleducados y poco atentos, como en las zonas del sur y de Cuzco
Además de
su basta zona monumental, plagada de Iglesias y conventos, se puede transitar
por Miraflores, que es un barrio elegante y urbanísticamente bien trazado No
parece Sudamérica. Todo es de mucho mayor nivel aquí que en el centro de la
ciudad y eso también, se nota en los precios. Damos un paseo por los Óvalos, la
avenida principal y finalmente, llegamos al mar. Ahí también reside el encanto
de este núcleo residencial: en las bonitas, anchas y abiertas playas, que lo
acercan al océano Pacífico.
El complemente final, que ya lo
hace magníficamente agradable, son sus cuidados parques, entre los que destaca
el del Amor, inaugurado un día de San Valentín y lleno de frases “tontitas” y
algo horteras, que le dan un toque –discutiblementne- romántico. ¡Llevamos sin
ver el mar, cerca de un mes, desde que estuvimos en la bonita Valparaíso!.
Con las
visitas a las discretas Chiclayo y Piura, ponemos punto final, a Perú.