Ambas imágenes pertenecen a Cuzco (Perú)
Salimos a ver Cuzco, ya de noche
y después de haber peleado con los comisionistas y los dueños de los
alojamientos, durante buena parte de la tarde. Se nos está agriando el carácter. En esta ciudad -y en el resto de Perú- o sacas las uñas
o te comen con patatas. Hemos llegado desde Puno, tras un largo viaje y con
diferentes incidentes. Hemos venido en un autobús normal. De haber tirado por
lo alto, existen servicios –a 25 dólares-, pensados para turistas y que van
parando en diversas partes destacadas del recorrido, que en un largo tramo, si
muestra paisajes muy interesantes. En Perú, si tienes dinero y estás dispuesto
a despilfarrarlo, siempre te ofrecerán una solución a tu medida. ¡Imaginación,
no les falta!.
Todas las palabras que se digan
sobre esta ciudad, son pocas y no llegan a definir ni al juntarlas, su impresionante
belleza. Cuzco está lleno de restaurantes y agencias, que ofrecen excursiones
al valle Sagrado, a Machu Pichu, a la selva… y casi a Marte.
Todo es aquí, en torno a un 20%
más caro, que en el resto de Perú, aunque si te mueves y te alejas del centro,
no es difícil encontrar un sitio, donde comer bien, por poco más de un euro.
Las tasas de conversión de divisa en las casas de cambio, también son bastante
desfavorables, para el sufrido viajero.
En la
oficina turística no nos dan especiales recomendaciones en materia de
seguridad. Parece lógico, porque en Cuzco, casi hay un policía por cada turista
(somos muchos, por cierto). Ya en estos momentos, nos encontramos con la
primera trampa, de todas las que se producen en este país (especialmente, en
esta zona): Para ver las ruinas del Valle Sagrado, hay que sacar un boleto
conjunto para todas, no pudiéndose comprar las entradas sueltas. Así, te
obligan a abonar todas las visitas, las quieras hacer o no.
Lo mismo ocurre, si se quieren
ver los distintos monumentos de pago, de Cuzco. El boleto parcial para estos
últimos, cuesta 40 soles y si queremos ver el Valle Sagrado también, hay que
desembolsar 70 soles- No estamos dispuestos ni a una cosa, ni a otra, más por
principios, que por economía.
Machu Pichu y las dos siguientes de abajo, Aguas Calientes (Perú)
En Cuzco, comienza a hacerse
familiar, lo que luego nos perseguiría por otros países del continente: El
constante latiguillo: “Llamadas, llamadas, llamadas….”. Se trata de personas
–generalmente chicas jóvenes, aunque hay de ambos sexos y todas las edades-,
que visten camisetas de cualquiera de los operadores móviles del país y que
ofrecen en plena calle, el teléfono móvil para llevar a cabo comunicaciones
telefónicas, por un importe que resulta bastante económico.
Pero, en
las calles de Cuzco hay mucha más gente, que ofrece cosas. Desde los pesados
camareros de los restaurantes, a los artistas que venden su obra –generalmente,
láminas o grabados-, en plena calle, pasando por todo tipo de actividades
mercantiles, para ganarse la vida. No son especialmente persistentes, como por
ejemplo en muchos países árabes, pero son tantos, que a lo largo de un día, el
transitar por la ciudad, se acaba convirtiendo en un calvario.
Esta y la de más abajo, son de Pisac (Perú)
Empiezas por la mañana, diciendo
amablemente, “no gracias” y terminas por la tarde, con cara de mala leche y
mostrando la más absoluta indiferencia –como mínimo- hacia ellos. ¿Es así como
las autoridades de Perú, quieren hacer –como dicen- de Cuzco un lugar para el
turismo exclusivo?. O simplemente, ¿lo que el gobierno de Perú llama turismo
exclusivo, no es otra cosa, que desplumar a los turistas por todo, a cambio de
nada?. En este sencillo test de dos respuestas, marcamos la casilla b.
En el valle Sagrado, Chinchero y
Urubamba son lugares discretos. El primero, destaca por unas escasamente
interesantes ruinas y el segundo, por un animado mercado sin encanto. Un lugar
más pintoresco resulta ser, Ollantaytambo.
Al ser ya tarde y no estar
presente el vigilante, conseguimos colarnos en sus ruinas. Pero, lo más
atractivo de este lugar es su imponente y montañoso paisaje, además de las
estrechas callejuelas con casas de piedra, surcadas por sonoros regatillos de
agua, en constante fluir.
Damos también, una vuelta por el
mercado, mientras esperamos al tren a Aguas Calientes, que sale con más de una
hora de retraso, porque no hay máquina. Acaso, ¿nadie ha sido capaz de darse
cuenta, de que un tren para funcionar,
precisa de una locomotora?. No. Deben andar demasiado ocupados, contando la
extraordinaria recaudación del día. Y es, que del asunto del sangrante y
vergonzoso ferrocarril a Machu Pichu, ya hablaré en otro post.
En Pisac, también hay ruinas, no
muy destacables. Pero, lo mejor es el apoteósico mercado. Para mí, uno de los
mejores de Sudamérica y desde luego, más auténtico que el de afamado de Otavalo,
en Ecuador. Se divide en dos zonas, bien diferenciadas: las calles donde se
comercian los objetos para turistas (ropa, calzado, plata, cuero…) y la plaza
de Armas, donde se ubican los puestos para los lugareños y donde se venden frutas,
verduras, carne, salsas al peso, tientes naturales –de cactus, por ejemplo- o
minerales… y los de la comida cocinada. Este es sin lugar a dudas, el área más
genuina y animada. La otra, se halla bastante más vacía y es por la que los
guiris se pasean, a la búsqueda de gangas, que desde luego, no existen.
Al contrario de lo que ocurría en
los mercados de Bolivia, aquí resulta mucho más fácil poder, fotografiar a la
gente. Te puedes acercar y se dejan retratar, sin mayores problemas y sin
aspavientos o huidas.
Algunos dicen, que las empanadas
de Pisac tienen mucha fama. Pero, si es por las que hemos probado de postre en
una tienda especializada, es inmerecida, porque saben a pizza y están
escasamente rellenas. Aunque la masa no es mala ¡Qué se vayan a Argentina, a
aprender a hacer empanadas!.
2 comentarios:
Buenas tardes
No todos los habitantes del Perú son como usted los describe. Cuzco es una ciudad muy visitada y por eso hay mucha gente, tratando de ganarse la vida. Pero como usted deice no son muy agresivos.
Unos pocos no pueden dar forma a la imagen de un país, tan a la ligera
Atentamente
Rocío
Hola.
Gracias por el comentario.
En este post, no se pretende describir la idiosincrasia de un país. Simplemente y de forma -espero- amena, tratar de describir situaciones y de advertir al viajero, de lo que se puede encontrar en los destinos visitados.
Por supuesto, que generalizar, ni es bueno ni justo. Dicho esto, no son los peruanos las gentes más hospitalarias del continente americano, como tampoco los bolivianos o los chilenos. Y sí, los colombianos, ecuatorianos, argentinos o mexicanos, por poner varios ejemplos.
La constante actitud recaudatoria del estado, tampoco ayuda mucho en este país.
Y por otra parte, yo entinedo, que los pelmas de Cuzco, se tengan que ganar la vida. Pero también, ellos deben comprender, que somos viajeros y no animales de presa.
Saludos.
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