Zipaquirá (Colombia)
En cuanto a los colombianos, nada malo podemos decir. Son,
extraordinariamente, amables y ponen en práctica el mejor español de todos los países de
habla hispana.
Bogotá es s
una bonita ciudad, con los impresionantes Andes al fondo. La plaza Bolívar es
el corazón de la misma y a mi me recuerda, ligeramente, a la del Obradoiro, en
Santiago de Compostela. En ella se encuentran la Catedral, la capilla del
Sagrario, la iglesia de San Ignacio, el Capitolio Nacional, la Alcaldía Mayor,
la iglesia de Santa Clara, el palacio de Mariño y la Corte Suprema de Justicia.
¡Casi nada!.
El barrio
donde se ubica se llama la Candelaria, que cuenta con otros muchos lugares de
interés, como la iglesia de San Francisco, la de Veracruz, la de la Tercera
Orden, santa Bárbara, la casa de la Moneda y Donación Botero y la plaza del
Chorro de Quevedo.
Luego,
está la zona donde se ubican los edificios gubernamentales. Para acceder a
ella, hay que traspasar controles de seguridad, en los que registran los
bolsos. Existe bastante vigilancia y suelen pedirte que no te detengas mucho y
que circules por el centro de la calle. “A la orden” y “si tiene la bondad”,
son dos frases, que están todo el día en la boca de los simpáticos y apacibles
colombianos.
En muchas
localidades de Colombia, como es el caso de Bogotá, las calles y las avenidas
-carreras- tienen nombre de número. La principal aquí, es la carrera Séptima y
–en una decisión que me parece genial- los viernes por la tarde, entre las seis
y las doce, la cortan parcialmente al tráfico, con lo que su calzada se llena
de puestos de comida y actuaciones improvisadas, además de actividades varias
de ocio –encestar en sacos, saltar a la comba…- al calor de la gente, que la
ocupamos de forma masiva.
Bogota por
el día y tomando las precauciones habituales, no parece una ciudad peligrosa,
pero por la noche, mejor no salir de esta almendra comercial, en torno a la
Carrera Séptima y los aledaños de la calle Jiménez. Nada de quedarse por el
vació casco histórico y mucho menos, ir a la zona que da acceso al bonito cerro
Montserrat (importante centro de peregrinación, que visitaremos el domingo,
dado que es el día en que sube más gente agrupada y no se producen asaltos).
También, hay que tener cuidado en los cajeros automáticos.
Bogotá
Dos
excursiones de media jornada desde la capital, son casi obligatorias: Zipaquirá
y Villa de Leiva.
En la
primera, se visita la Catedral de Sal, que en la actualidad, tiene solo 12
años, porque la original, construida en 1.952, se hundió, 40 años después. La
visita es obligatoriamente guiada y se va deprisa, pero una vez termina, te
puedes quedar en el interior, todo el tiempo que quieras, haciendo fotos o
simplemente, paseando. Nuestra guía se llama Greis y resulta bastante agradable
y competente.
La mina
está muy bien acondicionada, así que el tour no entraña peligro alguno.
Primero, se entra por un túnel algo oscuro, reforzado en su techo y laterales,
con troncos de eucalipto y luego se circula por un ancho corredor, a cuyos
lados se sitúan las 14 estaciones del calvario de Jesús. A unas hay que bajar,
mientras otras, se encuentran al mismo nivel. Aquí, llegan miles de peregrinos,
sobre todo en Semana Santa e incluso puedes celebrar tu boda, aunque el precio
que se debe abonar, está bastante lejos de lo que nos podemos permitir la mayoría
de los mortales (12.000€) Hasta la fecha, solo se han celebrado 5 bodas.
Finalmente, se llega a la catedral en sí, que es espectacular.
Junto con la de Wieliczca, en
Polonia, son las dos únicas del mundo que están en una mina de sal y nosotros,
desde este momento, ya conocemos ambas. Dispone de una gran nave central y dos
laterales. En 2007, mediante un concurso para elegir las 7 Maravillas de
Colombia; obtuvo la mayor votación. Cabe destacar también, su rica colección
artística, especialmente de esculturas de sal y mármol.
Villa de
Leyva es un bonito lugar, de calles empedradas y lindas plazas, casas e
iglesias, pero no se tarda mucho en visitar. Llegar hasta aquí merece la pena,
pero es una auténtica paliza, porque son más de cuatro horas en total y para
colmo, no podemos ir desde Villa de Layva directamente a Medellín y por la
tarde, tendremos que desandar el camino, hasta Bogotá.
Lo más
destacable de Villa de Leyva, es su amplia plaza Mayor, donde se encuentra la
alcaldía. No hay ni un solo turista, así que pasear por aquí, es una auténtica
delicia, gracias eso sí, a que hemos dejado las mochilas en una tienda, porque
si no, tendríamos machacados los pies, con este sinuoso empedrado.
Al día
siguiente, llegamos a Medellín y al recoger nuestro equipaje, constatamos que
está empapado. Parece, que debido a las intensísimas lluvias, ha entrado agua
en el maletero del bus. Nos enfurecemos con el conductor, que elude toda
responsabilidad y nos manda a la oficina de la compañía, donde nos atiende una
chica. Según las condiciones del boleto, lo máximo que podríamos pelear, es una
indemnización de 20.000 pesos cada uno. ¡Y a cobrar Dios sabe cuando!.
Escribimos una reclamación y
solicitamos que nos devuelvan el importe del billete. La joven nos dice, que
eso no puede ser, porque nosotros ya hemos viajado, pero ante nuestra
insistencia, llama a un superior y en dos minutos, tenemos de vuelta en nuestro
bolsillo, los 70.000 pesos de los boletos. ¡Chapó. Esta empresa no solo tiene
unos autobuses muy nuevos y confortables, sino que mima a su clientela!. Los
70.000 pesos, que aparentemente han perdido, los van a recuperar con creces,
solo con la muy buena publicidad, que nosotros vamos a dar aquí y a otros
viajeros, en etapas posteriores de nuestro periplo.
Medellín es más interesante de lo
que cabría pensar o de lo que se lee en la guía. Como Cali, resulta muy
animada, sobre todo en sus plazas, entre las que destaca por encima de todas,
la que acoge a las gigantescas y corpulentas estatuas de Botero, llamada con el
nombre de este escultor. También, dispone de algunas bonitas iglesias como la
Catedral Metropolitana –que se encuentra en el Parque Bolívar-, la Catedral
Vieja, la iglesia de la Veracruz, la de San José y la de San Ignacio Medellín (Colombia)
Pero como siempre, son los puestos callejeros, que aquí son fundamentalmente de riquísima fruta y los viandantes, los que dan una alegría especial a esta vibrante ciudad. Abundan los vendedores de tinto, que no es un vino, sino un rico café negro.
Como nos
sobra tiempo, queremos retornar a la estación andando, pero nos damos la
vuelta, tras recorrer cuatro cuadras, por una calle llena de garitos infectos, niños
drogándose en plena calle -a base de pegamento y otras substancias- y tiendas
protegidas por gruesos barrotes, que solo atienden a través de estos. ¡¡Qué
miedo!!. Y todo esto, a escasos 200 metros de la plaza Botero. Y es, que en
Sudamérica hay, que estar siempre alerta, porque se puede pasar de una zona
segura a una insegura en un plis plas y sin advertencias aparentes
Medellín
3 comentarios:
Con más dificultades de las previstas, en una compañía de autobuses lamentable, donde casi nos criogenizan, con el aire acondicionado y acumulando siete horas y media de retraso. Llegamos a Cartagena de Indias.
El golpe de calor, al bajar, casi nos tira al suelo.
Solo queda un post más, sobre Sudamérica, referido a Cartagena y sobre todo, a las dificultades, que tuvimos, para atravesar el Tapón del Darien.
Esta entada, como la del crucero en velero y como las de Centroamérica y México, pertenecientes a este mismo viaje, deberán esperar.
El lunes, emprendemos un nuevo viaje, por Bulgaria, Turquía, Armenia, Georgia, Macedonia y Kosovo.
Antes de irnos, publicaré un post de nuestros planes de viaje.
Saludos.
Hola.
Os deseo lo mejor en vuestro próximo viaje!!
Lo que no has puesto es el nombre de la compañía de buses, que eos devolvió el dinero. Supongo, que se te ha pasado.
Gracias y saludos.
Sara.
Tienes razón. Se llama, Magdalena. Y la nefasta, que nos llevó a Cartagena de Indias, Uniteusco.
Saludos
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