Este es el blog de algunos de nuestros últimos viajes (principalmente, de los largos). Es la versión de bolsillo de los extensos relatos, que se encuentran en la web, que se enlaza a la derecha. Cualquier consulta o denuncia de contenidos inadecuados, ofensivos o ilegales, que encontréis en los comentarios publicados en los posts, se ruega sean enviadas, a losviajesdeeva@gmail.com.

lunes, 5 de febrero de 2024

Día de gestiones y paseos

           Aquí seguimos, en Gangtok, la ciudad de las interminables escaleras y cuestas, de los no constantes pitidos del tráfico rodado; de la gente, que se para o te rodea, cuando te ve haciendo una foto o te ven grabando un vídeo;  de las aceras protegidas del tráfico por unas vallas metálicas; de la niebla eterna invernal...y en el último día, también de la lluvia torrencial: desde ayer, a las seis de la tarde hasta hoy, a las diez de la mañana. 

          Al menos paró, para dejarnos llevar a cabo algunas gestiones logísticas para los próximos días y para dar nuevos paseos.

          Nuestra idea, después de visitar Gangtok y sus alrededores, era recorrer otros territorios de Sikkim, como Namchi -con sus dos estatuas gigantes de Buda y Shiva enfrentadas- y Pelling, desde donde se disfrutan de bellas vistas  del Khangchendzonga, la montaña más alta de India, compartida con Nepal. Después de ello, volveríamos a Siliguri, para poner tumbona Darjeling.

          Para organizar el periplo, nos acercamos a la estación de autobuses y recibimos malas noticias. Solo existen -al menos, en esta época del año-, autobuses a Siliguri, por lo que nuestros deseos quedan truncados. Si hay vehículos desde Siliguri a Pelling, pero ya no nos valdrían los permisos para volver a Sikkim.

          Después, decidimos buscar un nuevo hotel para mañana, porque estamos hartos, del que estamos. Sin pedirlo y a horas muy intempestivas aporrean la puerta de la habitación para que les compremos el desayuno o la cena. Estos dos hoteles, en los que hemos estado, además, cometen fraude con Booking, pero eso os lo contamos otro día. El caso es, que está gestión también fue infructuosa, porque ven todos los que preguntamos, eran de características similares -sin calefacción, por supuesto - y al menos, un 50% más caros.

          Sí encauzamos bien la tercera gestión, para contratar para mañana una excursión con conductor, para visitar diez puntos interesantes de los alrededores: dos mil rupias en total (si hubiéramos querido añadir, a mayores, el monasterio de Rumtek, llevaba un suplemento de coste desconocido). Incluye varios miradores - por Dios, que por fin levante la niebla, como prevé la aplicación del tiempo del móvil -, templos, cascadas, centro budista, jardín de flores...¡Mañana os contamos!.

          El cambio de divisa aquí, es más desfavorable, que en Delhi (88 rupias, por 91 de allí).

A las tres 🕒 de la tarde, empieza a caer la niebla, en Gangtok


 

domingo, 4 de febrero de 2024

Sikkim, capital Gangtok

           La anécdota negativa de nuestra primera mañana en Sikkim -la única, hasta el momento -, la protagonizó el cambio de hotel. Habíamos dejado el antiguo y reservado uno nuevo en la misma calle -Tibet Road, paraíso de los guiris, aunque hoy solo hemos visto a dos chicas- y resultó, que el dueño era el mismo, del de ayer y nos lo tiró a la cara, como si de un nuevo rico se tratara, intentando mostrar superioridad.

          Pero, en realidad, lo que le había molestado era otra cosa: que no cenáramos la noche pasada en su establecimiento, ni desayunáramos está mañana. Las habitaciones en esta ciudad son baratas -aunque te mueres de frío-, por dos razones: es temporada baja y casi todos los hoteles disponen de restaurante y esperan, que hagas las comidas en ellos, cosa que nosotros no hacemos nunca. 

          Algunos, incluso y con muy escasa capacidad comercial y empatica, directamente, prohíben introducir alimentos, sabiendo de antemano, que es algo, que no pueden controlar.

          Pero, hablemos de Sikkim, primero y después, de Gangtok.

          ¿Por qué decimos que Sikkim no es India? La cuestión daría para escribir diez entradas, pero vamos a unos cuantos titulares: la gente es amable, no te van avasallando -ni siquiera en los bazares o mercados -, se preocupan por complacerte y porque te lleves una buena impresión de donde viven, existen calles peatonales y negocios muy bien montados, no circulan autoricksaw y las motos son muy escasas, no hay basura alguna o vacas por la calle, visten mejor, han renunciado al plástico en cuanto a las bolsas, han producido las primeras naranjas ecológicas de India...

          Y, ¿Qué hemos hecho hoy, en Gangtok? Pasear, por su extraordinaria calle peatonal, llena de negocios bien montados; visitar el bazar, que discurre a través de una escalera; recorrer con calma un centro comercial tradicional de cinco plantas, donde se vende desde fruta y verdura, hasta muebles, pasando por lo que quieras y subir a un promontorio, donde se encuentran un templo y un palacio, no pudiendo ser visitados por dentro. Junto a la calle peatonal, emerge el bellísimo Thakurbari Temple, de filiación hindú.

          ¿Lo que si nos hubiera gustado hacer y no hemos podido? : ver las vistas sobre las montañas, pero de momento, la niebla -y ahora, la intensa lluvia -, no nos abandonan.

          Gangtok tiene muchos atractivos en sus alrededores, pero son inasumibles andando, por lo que planeamos un tour organizado para el martes (10 € por persona)

          Para la felicidad del viajero, en Gangtok se come de miedo, a base de las cocinas tibetanas, nepalís e India. Momos, chow mein, masala dosa, samosas, potato chili, tukpas...y se bebe cerveza o licores a unos precios muy razonables, fundamentalmente, comprados en las numerosísimas tiendas espirituosas.

Tortura diurna, llegada nocturna: un día más en la oficina (parte II)

           Tras la media hora del almuerzo, en la que por lo menos pudimos estirar las piernas, seguimos viaje. La carretera se volvió algo menos ascendente y con escasas curvas, pero no pudimos mejorar nuestros registros de velocidad, porque el tráfico -formado fundamentalmente por todoterrenos y camiones de obras-, era intenso.

          Sobre las cuatro menos cuarto de la tarde y tras 80 kilómetros de tortura, llegamos a la frontera de Sikkim, en Rangpo. Somos los únicos extranjeros en el vehículo y por tanto, solo nosotros deberemos bajar en el control de pasaportes. Afortunadamente, el bus nos espera y no, como nos ocurrió una vez en el cruce entre Turquía y Georgia. Entregamos a un policía los pasaportes y el permiso -uno para los dos- y en menos de cinco minutos tenemos colocados los sellos de entrada. Pero el retraso aumenta en diez minutos más, porque nuestro conductor desaparece, sin decir a donde.

          A la legua se ve, que está ciudad, nada tiene, que ver, con los núcleos urbanos, que hemos atravesado antes, pero tardamos mucho tiempo en cruzarla. Ahora ya es seguro, que llegaremos de noche.

          Continúan las constantes subidas y bajadas, pero ahora resulta más difícil acceder o descender del cacharro, porque un joven se ha quedado dormido sobre parte de la escalera con los pies colgando hacia afuera y así seguirá, durante mas de hora y media, sin caerse y sin que nadie -salvo nosotros - se sorprenda 

          Varias chicas jóvenes, que acaban de subir, se sientan junto a nosotros. Son simpáticas y se interesan por nuestra nacionalidad y por si nos sentimos a gusto en Sikkim. Semejantes cosas no le interesan a nadie en el resto de estados de India.

          Desde que hemos cruzado la frontera, la carretera, los edificios y muchos vehículos, tienen banderolas naranjas, rojas y verdes, con las letras SKM. Hay muchísimas, aunque todavía no sabemos si se deben a motivos identitarios nacionalistas.

          El viaje comienza a hacerse interminable y los once últimos kilómetros, sencillamente, eternos. Cruzamos otras localidades, como Singtam, Ranipol y Tandog, donde la carretera se vuelve muy curva y ascendente. Los comercios muestran luces y rótulos despampanantes, no vistos en el resto de India. La llegada a Gantok, nos recuerda bastante a la de Katmandú. Hemos empleado seis horas y quince minutos para completar unos 115 kilómetros.

          Otra vez a caminar de noche y a afrontar algunos peligros como los días de Delhi y New Jalpaiguri. Al fin, tras veinte minutos caminando nos ponemos en nuestro hotel, con un check in muy largo y con un trato no muy adecuado. Cambiaremos de establecimiento al día siguiente.

¡Sikkim no es India!