martes, 6 de febrero de 2024
lunes, 5 de febrero de 2024
Día de gestiones y paseos
Aquí seguimos, en Gangtok, la ciudad de las interminables escaleras y cuestas, de los no constantes pitidos del tráfico rodado; de la gente, que se para o te rodea, cuando te ve haciendo una foto o te ven grabando un vídeo; de las aceras protegidas del tráfico por unas vallas metálicas; de la niebla eterna invernal...y en el último día, también de la lluvia torrencial: desde ayer, a las seis de la tarde hasta hoy, a las diez de la mañana.
Al menos paró, para dejarnos llevar a cabo algunas gestiones logísticas para los próximos días y para dar nuevos paseos.
Nuestra idea, después de visitar Gangtok y sus alrededores, era recorrer otros territorios de Sikkim, como Namchi -con sus dos estatuas gigantes de Buda y Shiva enfrentadas- y Pelling, desde donde se disfrutan de bellas vistas del Khangchendzonga, la montaña más alta de India, compartida con Nepal. Después de ello, volveríamos a Siliguri, para poner tumbona Darjeling.
Para organizar el periplo, nos acercamos a la estación de autobuses y recibimos malas noticias. Solo existen -al menos, en esta época del año-, autobuses a Siliguri, por lo que nuestros deseos quedan truncados. Si hay vehículos desde Siliguri a Pelling, pero ya no nos valdrían los permisos para volver a Sikkim.
Después, decidimos buscar un nuevo hotel para mañana, porque estamos hartos, del que estamos. Sin pedirlo y a horas muy intempestivas aporrean la puerta de la habitación para que les compremos el desayuno o la cena. Estos dos hoteles, en los que hemos estado, además, cometen fraude con Booking, pero eso os lo contamos otro día. El caso es, que está gestión también fue infructuosa, porque ven todos los que preguntamos, eran de características similares -sin calefacción, por supuesto - y al menos, un 50% más caros.
Sí encauzamos bien la tercera gestión, para contratar para mañana una excursión con conductor, para visitar diez puntos interesantes de los alrededores: dos mil rupias en total (si hubiéramos querido añadir, a mayores, el monasterio de Rumtek, llevaba un suplemento de coste desconocido). Incluye varios miradores - por Dios, que por fin levante la niebla, como prevé la aplicación del tiempo del móvil -, templos, cascadas, centro budista, jardín de flores...¡Mañana os contamos!.
El cambio de divisa aquí, es más desfavorable, que en Delhi (88 rupias, por 91 de allí).
domingo, 4 de febrero de 2024
Sikkim, capital Gangtok
La anécdota negativa de nuestra primera mañana en Sikkim -la única, hasta el momento -, la protagonizó el cambio de hotel. Habíamos dejado el antiguo y reservado uno nuevo en la misma calle -Tibet Road, paraíso de los guiris, aunque hoy solo hemos visto a dos chicas- y resultó, que el dueño era el mismo, del de ayer y nos lo tiró a la cara, como si de un nuevo rico se tratara, intentando mostrar superioridad.
Pero, en realidad, lo que le había molestado era otra cosa: que no cenáramos la noche pasada en su establecimiento, ni desayunáramos está mañana. Las habitaciones en esta ciudad son baratas -aunque te mueres de frío-, por dos razones: es temporada baja y casi todos los hoteles disponen de restaurante y esperan, que hagas las comidas en ellos, cosa que nosotros no hacemos nunca.
Algunos, incluso y con muy escasa capacidad comercial y empatica, directamente, prohíben introducir alimentos, sabiendo de antemano, que es algo, que no pueden controlar.
Pero, hablemos de Sikkim, primero y después, de Gangtok.
¿Por qué decimos que Sikkim no es India? La cuestión daría para escribir diez entradas, pero vamos a unos cuantos titulares: la gente es amable, no te van avasallando -ni siquiera en los bazares o mercados -, se preocupan por complacerte y porque te lleves una buena impresión de donde viven, existen calles peatonales y negocios muy bien montados, no circulan autoricksaw y las motos son muy escasas, no hay basura alguna o vacas por la calle, visten mejor, han renunciado al plástico en cuanto a las bolsas, han producido las primeras naranjas ecológicas de India...
Y, ¿Qué hemos hecho hoy, en Gangtok? Pasear, por su extraordinaria calle peatonal, llena de negocios bien montados; visitar el bazar, que discurre a través de una escalera; recorrer con calma un centro comercial tradicional de cinco plantas, donde se vende desde fruta y verdura, hasta muebles, pasando por lo que quieras y subir a un promontorio, donde se encuentran un templo y un palacio, no pudiendo ser visitados por dentro. Junto a la calle peatonal, emerge el bellísimo Thakurbari Temple, de filiación hindú.
¿Lo que si nos hubiera gustado hacer y no hemos podido? : ver las vistas sobre las montañas, pero de momento, la niebla -y ahora, la intensa lluvia -, no nos abandonan.
Gangtok tiene muchos atractivos en sus alrededores, pero son inasumibles andando, por lo que planeamos un tour organizado para el martes (10 € por persona)
Para la felicidad del viajero, en Gangtok se come de miedo, a base de las cocinas tibetanas, nepalís e India. Momos, chow mein, masala dosa, samosas, potato chili, tukpas...y se bebe cerveza o licores a unos precios muy razonables, fundamentalmente, comprados en las numerosísimas tiendas espirituosas.
Tortura diurna, llegada nocturna: un día más en la oficina (parte II)
Tras la media hora del almuerzo, en la que por lo menos pudimos estirar las piernas, seguimos viaje. La carretera se volvió algo menos ascendente y con escasas curvas, pero no pudimos mejorar nuestros registros de velocidad, porque el tráfico -formado fundamentalmente por todoterrenos y camiones de obras-, era intenso.
Sobre las cuatro menos cuarto de la tarde y tras 80 kilómetros de tortura, llegamos a la frontera de Sikkim, en Rangpo. Somos los únicos extranjeros en el vehículo y por tanto, solo nosotros deberemos bajar en el control de pasaportes. Afortunadamente, el bus nos espera y no, como nos ocurrió una vez en el cruce entre Turquía y Georgia. Entregamos a un policía los pasaportes y el permiso -uno para los dos- y en menos de cinco minutos tenemos colocados los sellos de entrada. Pero el retraso aumenta en diez minutos más, porque nuestro conductor desaparece, sin decir a donde.
A la legua se ve, que está ciudad, nada tiene, que ver, con los núcleos urbanos, que hemos atravesado antes, pero tardamos mucho tiempo en cruzarla. Ahora ya es seguro, que llegaremos de noche.
Continúan las constantes subidas y bajadas, pero ahora resulta más difícil acceder o descender del cacharro, porque un joven se ha quedado dormido sobre parte de la escalera con los pies colgando hacia afuera y así seguirá, durante mas de hora y media, sin caerse y sin que nadie -salvo nosotros - se sorprenda
Varias chicas jóvenes, que acaban de subir, se sientan junto a nosotros. Son simpáticas y se interesan por nuestra nacionalidad y por si nos sentimos a gusto en Sikkim. Semejantes cosas no le interesan a nadie en el resto de estados de India.
Desde que hemos cruzado la frontera, la carretera, los edificios y muchos vehículos, tienen banderolas naranjas, rojas y verdes, con las letras SKM. Hay muchísimas, aunque todavía no sabemos si se deben a motivos identitarios nacionalistas.
El viaje comienza a hacerse interminable y los once últimos kilómetros, sencillamente, eternos. Cruzamos otras localidades, como Singtam, Ranipol y Tandog, donde la carretera se vuelve muy curva y ascendente. Los comercios muestran luces y rótulos despampanantes, no vistos en el resto de India. La llegada a Gantok, nos recuerda bastante a la de Katmandú. Hemos empleado seis horas y quince minutos para completar unos 115 kilómetros.
Otra vez a caminar de noche y a afrontar algunos peligros como los días de Delhi y New Jalpaiguri. Al fin, tras veinte minutos caminando nos ponemos en nuestro hotel, con un check in muy largo y con un trato no muy adecuado. Cambiaremos de establecimiento al día siguiente.
sábado, 3 de febrero de 2024
Tortura diurna, llegada nocturna: un día más en la oficina (parte I)
Las noches de New Jalpaiguri y de Siliguri las pasamos cerca de la estación de trenes, por lo que el pitido constante de los convoyes siguió resonando en nuestro cerebro, como si sun siguiéramos a bordo
Hay una constante, que últimamente y no solo en India, nos persigue: salgamos a la hora, que salgamos, siempre llegamos de noche, lo que supone una angustia tremenda al tratarse de lugares desconocidos, mal iluminados y rodeados de peligros. Lo fácil sería tomar un taxi o un autoricksaw, pero es, que la mayoría de las veces, no sabemos nuestro destino exacto,val no tener alojamiento reservado.
Ineludiblemente, nos ha vuelto a ocurrir. Nos levantamos a las nueve menos cuarto, queriendo tomar el bus de las diez a Gantok. Nos han dicho, que son cinco horas, por lo que a las tres, estaremos en nuestro destino. ¿Porque somos tan ingenuos y nos seguimos creyendo, lo que ellos dicen que duran los viajes, si nunca se cumple?
La primera en la frente. No hay boletos, ni para el de las diez, ni el de las once, por lo que deberemos esperar hasta el de las once y media.
El bus es viejo, cochambroso, poco espacioso y no tiene guarda equipajes, por lo que estos viajan arriba, en la baca. Los estrechos e incómodos butacas van numeradas, sí, pero una vez, que se llenan y en cada recoveco y parada van colocando nuevos pasajeros, por lo que el aforo, se duplica y más. Es imposible,cqyevlos pues no sé te duerman antes de la primera media hora de viaje.
La primera alerta es, que salimos veinte minutos tarde. La segunda y más preocupante supone, que el mismo conductor y sus ayudantes, que son los que han hecho el recorrido opuesto,verde las seis de la mañana, serán los que nos transporten. ¡Doce horas de trabajo sin tregua, por las carreteras de las faldas del Himalaya.
El atasco para salir de Siliguri es monumental y la maniobra nos cuesta más de media hora. Después, otros treinta minutos de vía muy transitada hasta, que se empieza a ascender por un na carretera de montaña con muchas curvas y en estado diverso: partes nuevas, partes medio derruidas y tramos en obras eternas, de tal forma que cuando los acaban, ya se han vuelto viejos los anteriores. Vamos tan enlatados que llevo a parte de una chica encima de las rodillas .
El paisaje -bordeando el río Teesta, es bonito, aunque no espectacular y lo afea bastante la niebla. No conseguimos sacar media de más de 20 kilómetros por hora, debido a los atascos intermitentes, a las reparaciones del firme y a que el bus para, para subir y bajar, cuando cualquiera lo pida. La parada es más larga si se debe bajar el equipaje por uno de los ayudantes, que seguro, desciende del mono. Sobre las dos de la tarde nos detenemos para comer en un socorrido restaurante de thalis, aunque la mayoría nos aferramos a los snacks y a los dulces. Y nosotros, a cada rato, recalculando el tiempo de trayecto y pidiendo a Dios, que por favor, lleguemos de día.
Y eso, que pie primera vez, a través de Booking, hemos reservado un hotel en India y el camino no parece muy difícil para llegar a él.
De New Jalpaiguri a Siliguri: obteniendo los permisos para Sikkim
Se nos olvidó comentar sobre el periplo en el tren, que después de pasado Patna y yendo al baño, el suelo de los vagones se había llenado de gente tumbada, que ocupaban toda la superficie, obligándote a pisarlos sin querer, al trasladarte. No llevaban ningún equipaje y tenían mala pinta, por lo que intuimos que eran mendigos, que huían del frío nocturno. Nunca habíamos visto algo similar y eso, que a lo largo de cinco viajes a India hemos cogido más de cincuenta sleepers. Por supuesto, en toda la noche -a diferencia de la anterior -, el revisor ni apareció.
Pero bueno, que bajamos del tren, aunque nos empujaron -no sabemos, si intencionadamente -, cuando esté estaba frenando. Noche cerrada y frente a nosotros, una explanada sin asfaltar, llena de cacharros de todo tipo y solo con las pocas luces de los puestos. Pero, con nuestras tablas y algo de suerte, en una hora habíamos resuelto todos nuestros problemas, que eran tres.
El hotel: habitación básica, aunque aceptable, pero cara. Debimos buscar otra cosa, pero el agotamiento y la oscuridad de un sitio desconocido nos paralizaron.
La cena: bandejas de rico y picante chow mein vegetal.
La cerveza: preguntando, dimos con la tienda -no era fácil- y en menos de una hora, nos metimos para el cuerpo un litro de strong (8 grados).
A las nueve, ya estábamos arriba, con buena temperatura. Habíamos visto anoche un bus urbano, a Siliguri. Preguntamos, pero como nadie nos supo explicar, tomamos un autoricksaw, que regateamos, desde 200 rupias, a 120. Nunca he visto a un tucktuckero más tranquilo y dando menos volantazos en mi vida así, el viaje fue casi de placer, a pesar del denso tráfico.
Siliguri es una ciudad fea y caótica donde las haya, pero cuenta con una ventaja inesperada e impresionante: en un radio de doscientos metros cuadrados cuenta con la estación de tren, las dos de autobuses, la oficina de permisos para Sikkim, numerosos restaurantes, hoteles buenos y baratos -como el nuestro - y tres tiendas de cerveza y bebidas alcohólicas. ¡Quién da más!
Siliguri es el mejor sitio para obtener los permisos para viajar, a Sikkim, porque el trámite se hace de una sola vez y no en dos, como ocurre en Darjeling. La oficina está dentro de la propia estación de SNT -autobuses a Sikkim - y tardamos menos de un cuarto de hora, atendidos por una amable chica de ojos bonitos. Ahora los dan para veinte días y no para quince. Son gratis y la documentación que se necesita es el pasaporte, una fotocopia del mismo y de la visa, una foto y el formulario.
En India, no sabes nunca, por mucha experiencia, que tengas, lo que será fácil o difícil. De hecho, la sorprendente facilidad para obtener los permisos contrastó con la imposibilidad en todo el día de encontrar unos chapatis o una Cocacola mayor de 750 centilitros.