sábado, 10 de diciembre de 2022
miércoles, 7 de diciembre de 2022
Candolim
Cerramos una semana casi perfecta, desde que el domingo pasado llegamos a Bijapur. Hoteles asequibles y fáciles de conseguir; lugares atractivos, que son patrimonio histórico; playas y algún wifi, que otro, que nos ha permitido conocer, dos victorias consecutivas del Madrid y del Valladolid.
El día comenzó con pereza, por dejar nuestra coqueta cabaña y esta deliciosa playa, ahora con la marea alta y casi desaparecida. Nos esperaba un rosario de cuatro autobuses en un entorno de calor abrasivo, cada día, más.
Primero y tardando en venir a Canacona. Luego,a Margao por una carretera lamentable y en un vehículo cacharro. Queríamos ir , a Chandorm, una cercana ciudad colonial, pero nadie nos supo decir, cómo. Así, que optamos por otra playa, la de Candolim, para la que primero, tuvimos que llegar a Panaji, por una flamante autovía y con un autobús con aire acondicionado. Y, después, sufrir de pie, en una dificultosa sauna rodante, hasta llegar agonizando a nuestro destino.
Si en Palolem, eran deliciosas cabañas en la playa, aquí son alojamientos más tradicionales. La ciudad tiene unas cuantas aceras vacías, lo que es de agradecer y cuenta hasta con dos supermercados muy concurridos y bien abastecidos, que venden cerveza y alcohol, cosa, que no habíamos visto nunca, en India, en los viajes anteriores.
No sé, si por ser domingo, pero el núcleo central de la playa está masificado y plagado de tumbonas y sombrillas. Oleaje más fuerte y arena muy fina, pero nosotros echamos de menos el día de ayer.
Seguimos bebiendo cervezas, como si no hubiera un mañana y hasta nos hemos encontrado un combinado de vodka y naranja, que hemos enfriado en el frigorífico de nuestro alojamiento -el primero en el país -, al igual que la ducha de agua caliente, cuando en el exterior estamos a 35 grados y con un 95 por cierto de humedad.
Empieza la última semana, con cierta incertidumbre, aunque esperamos, que con menos sufrimiento, que la primera. Por cierto, hoy nos evitaron las tormentas y comimos snacks y galletas, porque aquí los restaurantes tienen precios desproporcionados y estratosféricos.
martes, 6 de diciembre de 2022
Empezamos Goa, en Palolem
Pues, podíamos haber empezado por aquí y nos habríamos ahorrado una parte del sufrimiento del principio del viaje. Parece, que después de una semana de zozobra, hemos enderezado el rumbo, desde que llegamos, a Bijapur. Nosotros hemos puesto algo de nuestra parte, pero India y en este caso Goa, aún ha puesto más.
Después de trece días a través de Maharastra y Karnataka, en Palolem, además de con una fantástica playa de las tercer mundo -mucha oferta y poca demanda-, nos hemos reencontrado con la cerveza, que dicho sea de paso cuesta aquí el doble, que en un Mercadona patrio. ¡Pero, había ansia! Y eso, que salvo la Foster y hasta las de marca, cualquier cerveza India es asquerosa - no sé, si por la glicerina -, en cuanto se calienta un poco.
Los problemas irresolubles de los primeros días, en territorio hostil, ahora se resuelven en cinco minutos y con la sartén por el mango. Y es, que llegamos a Palolem muy pronto y con muchas cabañas vacías, por lo que no nos costó bajar el precio a nuestro antojo y que nos mejorarán las condiciones del alojamiento. El único inconveniente, el alto precio de los restaurantes, aquí. Así, que con snacks, galletas y unas latas de sardinas, que nos quedaban de España, salvamos el día. Era más importante beber y atiborrarse a alcohol -cuesta aquí una cuarta parte, que de donde venimos-, que alimentarse.
Entre dos virulentas tormentas, nos pegamos un buen chapuzón en aguas extremadamente cálidas y sin peligro alguno. Aunque, aquí, viaje tras viaje y vayas al arenal que vayas, siempre hay bandera -trapo- roja desteñida y deshilachada. Supongo, que la mayoría de la gente no sabe nadar y más vale prevenir. En el puesto elevado de un socorrista, a este, le había sustituido una vaca. Al atardecer, los lugareños salen de paseo y también algún guiri, mientras montan terrazas, que llegan hasta el borde del agua, aunque la oferta, supera por mucho a la demanda.
Llevamos ya unos días, en los que no nos toca caminar por calles caóticas y eso nos desestresa un poco. De todas formas y después de cuatro viajes, a India, que suman casi un año no logro entender la base de todo: por qué los vehículos pitan, cuando en la mayoría de los casos pueden esquivarte, sin más y por que ante tales amenazas, ni peatones, ni vacas, hacen caso. Reflexiones aparte, no nos vendremos arriba, porque sabemos, que dentro de poco, tendremos que volver a Marahastra y nuestra vida, sí o sí, volverá a ser muy dura.
lunes, 5 de diciembre de 2022
Cuatro historias de Gokarna
1.- EL HOTEL. Cansados y tras siete horas de viaje, nos decidimos por el Guest House Jayalaxmi, porque era la primera opción que encontramos desde la estación de autobuses, tenía un buen precio y en seguida nos dieron una mejor habitación, sin ponernos ninguna pega. Pero nunca debimos ir a ese alojamiento. Está gestionado desde una colindante tienda de joyas y viajes, que solo atiende en horario comercial, que aquí es muy reducido. No hay recepción, ni puerta exterior, ni nadie vigilando. Sobre las 19:45 un individuo, supuestamente acompañado, empezó a golpear nuestra puerta de forma muy sutil y hablando bajo y de forma incomprensible. Quería confundirnos, como si fuera alguien del establecimiento. A la quinta, le gritamos que se fuera, pero aún insistió en una sexta y ya tuvimos, que ser más expeditivos y amenazar con llamar a la policía. Ya no volvieron . Pero pasamos unas horas muy desagradables y con miedo. Es muy probable, que nos hubieran seguido durante la tarde. Por supuesto, nunca se nos pasó por la.imaginación abrir, porque somos dos perros viejos y ya habíamos tenido tres experiencias similares: en Karonga, en Malawi, en Kars, en Turquía y en Cox Bazar, en Bangladés ; pero en estas dos últimas, si había recepción. Evidentemente, a la mañana siguiente, cambiamos de hotel, con excelentes resultados.
2.- EL WIFI. Nuestro primer alojamiento no tenía wifi, como el 80% de los económicos de India. Encontramos la red de un banco y como tantas otras veces, simulamos la contraseña 12345678. Nunca nos había funcionado, pero está vez, sí. ¿ Cómo puede tener una entidad financiera nacional, una contraseña tan sencilla? Nuestro gozo en un pozo: a la media hora cerraron la sucursal y apagaron el cacharro. Noche sin wifi, hasta las diez de la mañana del dia siguiente.
3 .- EL CAMBIO. En nuestro primer hotel nos ofrecieron 80 rupias por euro,cambio muy razonable, teniendo en cuenta que la cotización estaba a 80,90, pero en una agencia cercana, nos daban 84. Imaginábamos, que era un timo, pero la avaricia, no tiene límites y probamos. La realidad fue, que lo entendimos mal el dia anterior y la tarifa era 80,40.
4 .- EL RICKSAWH. Estábamos tan obsesionados con la seguridad, que decidimos, que la día siguiente apuntariamos todas las matrículas de los rickshaws, que nos parecieron sospechosos de algo, así, sin criterios muy claros y especialmente la del vehículo, que nos llevara a las playas de las afueras, la de Kudle y la de Om. El paso de las horas nos hizo entrar en razón y afortunadamente, no lo hicimos.
sábado, 3 de diciembre de 2022
Gokarna y playas cercanas
Nada más bajar del autobús nos cogieron en el primer hotel, donde preguntamos y lo agradecims, porque estábamos agotados. Y más, cuando nos cambiaron de habitación y nos dieron una mejor por el mismo precio. Gokarna nos pareció raro, aunque agradable desde el principio, a pesar de que el calor húmedo -mayor cada día -, no nos dejaba, ni pensar. Extraño, porque nos chocó, que no hubiera casi gente, ni tráfico, ni basura, ni perros, ni sitios de fritanga o snacks en en centro... Y, agradable, porque no es una de esas típicas ciudades cacharro, que encontramos casi cada día en este país. Tiendas de especias, monedas antiguas, tatuajes, joyería.., no es lo normal, que sueles hallar en todas partes.
La playa es gigante y no está tan mal como dice la Lonely Planet. Hay paseo marítimo, dos templos cercanos y un estanque sagrado. Al borde de la arena se encuentran unos cuantos restaurantes caros y vacíos -manchurian y arroz frito, como especialidades-, como ocurre en todas las playas del tercer mundo.
Nos gusta este sitio de calles de agentes, aunque con cierto glamour, de buen asfalto y pocos charcos. Lastima, que tuviéramos que acabar comiendo snacks y galletas, por la falta de fritanga, phakora o sabrosos platos económicos. Casi todo lo que hay, cierra a mediodía, aquí. Pero. al segundo dia, nos pusimos las pilas y disfrutamos de un exquisito thali de arroz con pescado; pollo al tandori, con cebolla y además, en nuestro hotel nos invitaron -en una celebración de las tantas, que hay siempre en este país -, a merendar, ricas bondas y dulces.
En Gokarna, es la primera vez en este viaje, que hemos visto el lungi blanco, esa especie de faldamento, que se ponen los hombres y que se sube y se baja con un mecanismo elemental: enrollarlo a la altura de las caderas. Pero, como nada permanece, ni siquiera en India, aquí también ha llegado el velcro para asumir estas funciones.
Los hombres, por cierto, son más religiosos en este lugar, que las mujeres y abarrotan los numerosos y bonitos templos de diferentes estilos, extraño, porque no suele ser lo más frecuente en el mundo hinduista.
Gokarna es la segunda ciudad de nuestra India visitada, donde hay más plastas de vaca por el suelo y no resulta fácil esquivarlas. También, hemos visto llover sin haber nubes y la primera puesta del sol del viaje.
A cinco y a seis kilómetros y pagando 200 rupias por trayecto, en un rickshaws, de encuentran las bellísimas playas de Kudle y Om. Como el resto de las famosas playas del tercer mundo: mucho arroz para tan poco pollo.
viernes, 2 de diciembre de 2022
Siete horas y media para 250! kilómetros
Lo bueno de levantarte a las siete de la mañana, en India es, que las aceras están despejadas de todo tipo de cacharros y puestos y puedes caminar por ellas siendo de día pero, nosotros no madrugamos por eso, sino por aprovechar parcialmente la jornada, tras un largo viaje.
La mala noticia en India del sur es, que para la mayoría de tus destinos de tamaño medio y pequeño, tienes que hacer uno o varios transbordos. La buena -siempre la suele haber-, es, que, normalmente, resultan bastante rápidos.
Así, nuestro día parece una vuelta ciclista por etapas. Primero, bus de Badami, a Hubli, 2,50 horas. Después, dura negociación con un conductor de autorickshaw, para cambiar de estación. Siguiente tramo, 3,20 horas, hasta Ankola y otros cincuenta minutos -con cobradora femenina y joven en el bus-, hasta Gokarna. Salvo los primeros tramos, tocan carreteras infernales
En el camino, da tiempo a pensar y a acordarse de cualquier anécdota. Por ejemplo, el día, que en Badami, dos motoristas se enfrentaron en una pequeña calle y ninguno de los dos quería ceder el paso. Al final, obligaron a una mujer de un puesto a quitarse, para poder pasar los dos. O el día, que en Kolhapur, habíamos negociado un plato de arroz con verduras, a 30 rupias y sin titubear, el tendero nos cobra 50 y alega, que ha sido por echar un poco de salsa. Solo cuando protestamos, nos devuelve la diferencia, pero sin vergüenza alguna.
En nuestros primeros andares por Gokarna, descubrimos a varios guiris. Esto sería un dato insignificante, sino fuera, porque en todos los días de la primera mitad del viaje, solo nos topamos con una.
Dos noticias nos contrarían y preocupan para el futuro inmediato. A las playas de Kudle y Om, no hay transporte público, solo autorickshaw y a Goa, nada más existe un autobús al día y no es, ni a Palolem, ni a Margao, ni a Panaji, sino a Kadamba, que no viene en ningún mapa. Menos mal, que este estado es pequeño. De todas formas, contrastaremos mañana esa información, porque aquí no te puedes fiar de lo primero que te dicen.
jueves, 1 de diciembre de 2022
Pattadakal: a mitad del viaje previsto
Mañana será la mitad del viaje previsto y previsiblemente, pasaremos la jornada casi entera, transportandonos, hasta Gokarna. Llevaremos entonces 1.050 kilómetros -mas de un 80% en autobús - y nos quedarán otros 1.000 más para volver,a Bombay.
Lo que queda por Goa y Maharastra, va a estar más relacionado con playas y mar, que con templos y cuevas, como hasta ahora.
Hoy ha sido tal vez y hasta la fecha, el día más caluroso del viaje, así que después de haber madrugado, a las dos de la tarde ya estábamos en el hotel, protegidos del sol y del caos de las calles circundantes.
En la mañana, nos hemos trasladado a la cercana, Pattadakal, donde poder contemplar tres templos magníficos, Virupaksha, Mallikarjuna y Papanatha, este último en obras. Antes eran todos gratis, pero ahora han encerrado los dos primeros y te cobran 600 rupias. No pasa nada, porque se ven, perfectamente, desde fuera. Parece increíble, que un modestisimo pueblo de1.600 habitantes pueda albergar estás fantásticas joyas. Y, todavía más, que existan más de veinte autobuses diarios, que conectan este lugar con Badami. El que no ha estado en India, no le daría crédito. Pero es, que además van llenos, porque dan servicio a las localidades intermedias y a los sumisos escolares de los alrededores.
De vuelta, a Badami, todo sigue igual, que ayer. El mercado con su vida vibrante; las callejuelas con las actividades de la vida cotidiana llevadas a cabo por las mujeres -entre ellas, limpiar de residuos con una rejilla, las guindillas o las lentejas -, mientras los hombres reposan sentados o tumbados en la tienda del alcohol o haciendo el bestia con la moto. Aunque, si algo hay igualitario en India entre los sexos es este último aspecto.
Hay que ver, por cierto, que mal y deformados tienen los pies, los indios, por culpa de las omnipresentes chanclas y peor, las mujeres. A la mayoría se le ha agrandado el espacio entre los dedos donde se engancha el encaje y tienen los talones secos y agrietados, con durezas y callos,duros como piedras. Un callista solvente, haría negocio en éste país.
La tormenta de la tarde resulta bestial, aunque más corta, que la de ayer. En Tamil Nadul y Karnataka, el monzón se alarga hasta noviembre. Llevamos un 75% de días llovido y no son más, porque los dos primeros transcurrieron en Madrid y Abu Dhabi. Los cortes de luz, cada vez, son más frecuentes, aunque aquí, disponen de generador autónomo.