Este es el blog de algunos de nuestros últimos viajes (principalmente, de los largos). Es la versión de bolsillo de los extensos relatos, que se encuentran en la web, que se enlaza a la derecha. Cualquier consulta o denuncia de contenidos inadecuados, ofensivos o ilegales, que encontréis en los comentarios publicados en los posts, se ruega sean enviadas, a losviajesdeeva@gmail.com.

lunes, 27 de diciembre de 2021

Entrar en Cerdeña y México y regresar a España

                               Tres de Cerdeña y dos de México
         La situación es realmente cambiante. Nosotros, desde la apertura de fronteras hemos hecho cuatro viajes al extranjero: uno a Grecia y Creta, otro a Italia y estos dos que acaban de terminar y en cada uno de ellos, han acaecido unas circunstancias diferentes. En general, cada vez se piden más requisitos y los controles son más severos. Así, que lo nos ocurrió en la franja entre el 11 de octubre- 14 de noviembre y que escribo, hoy, 17 de este último mes, puede dejar de estar en vigor dentro de unos pocos días. No obstante y como orientación, os dejo la información plasmada aquí. Vamos con ello 

          -Tramo Madrid- Alguero: ni las autoridades del aeropuerto, ni la compañía aérea nos pidieron un solo documento, más allá de la tarjeta de embarque. Habíamos rellenado por internet, el cuestionario obligatorio de inmigración, pero tampoco en Italia, nos solicitaron nada.

          -Tramo inverso: las cosas se complicaron, inesperadamente. Desde Ryanair se advirtió, que no permitiría embarcar a nadie, que no cumpliera con estos cuatro requisitos: identificación, tarjeta de embarque, certificado de vacunación y formulario QR para el acceso, a España. Al llegar a nuestro país, solo nos requirieron este último documento.

        -Tramo Madrid-Ciudad de México: control de pasaporte -hoy lo haces tú mismo, a través de una maquinita, que también, te hace foto (es necesario quitarse la mascarilla). En el avión, debimos rellenar un formulario de inmigración y un cuestionario de salud pública. Pero este último, nunca nos lo pidieron. Entramos, con el primero y el pasaporte.

          -Tramo Ciudad de México-Madrid: para acceder al interior del avión nos solicitaron el pasaporte, la mitad de la tarjeta de inmigración -la otra media, se la habían quedado ellos a la llegada-, la tarjeta de embarque -que habíamos cumplimentado en la web de Iberia- y el certificado de vacunación. Van tan en serio, que a una chica -que encima era bastante maleducada-, le negaron el acceso a la aeronave por no estar vacunada o estar en posesión de una prueba PCR o test de antígenos reciente.

        Tras nueve horas y media -una hora antes de lo previsto por llevar viento de cola-, aterrizamos en la capital de España y la entrada nos llevó una hora. Eran las cinco y media de la madrugada, pero varios vuelos de Centroamérica y Sudamérica habían llegado a la misma hora. Treinta minutos para insertar el pasaporte y sacarte la foto en la maquinita, después el código QR -se puede rellenar a mano en el propio aeropuerto, pero nosotros ya lo traiamos- y por último, a mi, me solicitaron el certificado de vacunación, otra vez. A mi pareja no y nos explicaron, que es aleatorio.

sábado, 25 de diciembre de 2021

viernes, 24 de diciembre de 2021

viernes, 17 de diciembre de 2021

En la edad de piedra (II)


         En la Edad de Piedra están -o han vuelto a ella- también, buena parte de los mexicanos (sobre todo muchos políticos). Yo no sé, si porque los tiempos pasados y futuros -esa pinta tienen- fueron tan chungos, mezclado con la pandemia, que yo en mi vida había visto tanta mala hostia, tan poca empatía, tanto odio acumulado sin motivo, tanto enfrentamiento, tantos malos caracteres... 

            Mientras el país se encuentra lleno de corrupción o cada día hay decenas de manifestaciones en la Plaza del Zócalo de la capital, se alienta el odio hacia todo lo que no sea indigenista desde muchos sectores y mucha gente cae en ello. Hace no mucho y como muestra de ello, a la alcaldesa del DF, no se le ocurrió mejor idea, que tirar la estatua de Cristóbal Colón situada en la calle de la Reforma.  

       r digo, que los españoles llegados allí, no cometieran barbaridades y tropelías. Los peninsulares no fueron unos santos, pero los aztecas tampoco ( solo hay, que leer, sobre los diferentes sacrificios humanos, sobre todo con mujeres). Ningún imperio es santo y reto a quien quiera, que me diga un solo conquistador, que fuera amable.

          Aquello ocurrió hace más de 500 años. Muchos quieren cerrar la guerra civil española, de la que todavía hay supervivientes, hijos o nietos y resulta, que otros siguen a vueltas con la conquista allende los mares de los españoles. Después, cada época tiene sus cosas y entonces los pueblos en expansión, actuaban así. Hoy se conquista de una forma más sutil, aunque también, agresiva.

        Es como si nosotros empezáramos a dar la murga ahora, con la invasión romana o árabe de la península. Cometerían barbaridades, pero los unos nos dejaron muchísimas construcciones diversas - que fueron utilizas muchos siglos después-, de que fueran expulsados y los otros nos trajeron el agua a todas partes, porque los cristianos no eran, precisamente, muy limpios.

          Como ciudadano del mundo, pocas sospechas doy yo de ser un patriota. Pero lo cierto y verdad es, que nuestros lejanos antepasados, también dejaron muchas cosas beneficiosas allí: preciosas ciudades coloniales -que ahora explotan turísticamente-, un idioma común para casi un continente, que vertebra unas relaciones sociales y económicas más fluidas y favorables, una religión... 

        Seamos más tolerantes, sobre todo con el pasado y más optimistas -aunque no tengamos muchos motivos-, sobre todo con el futuro.

jueves, 16 de diciembre de 2021

En la edad de piedra (I)


          En materia de coronavirus, en México se encuentran todavía en la Edad de Piedra. Protocolos, usos y costumbres, que aquí en Europa han decaído o desaparecido hace al menos un año,  allí siguen plenamente vigentes. Es comprensible -aunque discutible-, que en exteriores más del 90% de los ciudadanos sigan usando la maldita mascarilla, porque solo hay un 48% con la pauta de vacunación al completo. De todas formas, no se han debido enterar, de que el virus se trasmite por aerosoles, que en la calle se diluyen enseguida, salvo en grandes concentraciones.

         Lo que ya rechina es, que aún sigan con las puñeteras alfombras desinfectantes para el calzado en todas partes. Lo del gel de manos es allí puto vicio. No exagero si digo, que si pasas unas cuantas horas por la calle, en un solo día te lo pueden llegar a dar hasta 25 veces. Y si no lo aceptas, no entras en ninguna parte. La mayoría de las veces, yo lo frotó contra una parte del edificio.
 
       Lo de la toma de la temperatura es todavía peor. Los primeros días me negaba, pero acabas tragando. La mayoría son cacharros imprecisos de tal modo, que a nosotros siempre nos daba rondando los 35 grados y una vez, hasta 34,2 ( es decir: técnicamente, estábamos muertos). En una sola jornada de viaje he pasado por más termómetros, que en toda mi vida anterior. Y tengo 54 años. Otra frecuente anécdota relacionada con este asunto es, que muchos de los dispositivos medidores dan los mismos grados y centésimas para todo el mundo.

          En no pocos establecimientos, aún siguen poniendo carteles en los que solo permiten entrar a un miembro de la unidad familiar. Y a fe, que se cumple, cuando en España dejó de estar vigente hace año y medio.
 
        Lo que aquí llamamos distancia física, allí lo denominan sana distancia. Pero eso sí, en México no la guarda nadie, ni en interiores, ni en el exterior. Lo del metro resulta exagerado y va en horas puntas mucho más lleno, que el de Tokio. Una tarde, después de dejar paso a cuatro convoyes, entramos en el quinto y viajamos tan apretados, que corríamos riesgo de asfixia. Menos mal, que para quien lo quiera, existen vagones exclusivamente para mujeres y niños. ¡Ah!, y allí, nada de limpieza o desinfección: la palabra adecuada y omnipresente es sanitizacion.
 
        Yo llevo viajando casi 35 años y, por suerte, nunca he padecido jet lag, ni hacia el este, ni hacia el oeste. El día de la llegada y el siguiente me sentí estupendamente, pero los dos consecutivos empecé a encontrarme muy cansado y con dolores musculares por todas partes. Naturalmente, uno le da vueltas y hasta pensé en el coronavirus, aunque era improbable por los síntomas. Y entonces, me pregunté: ¿que ocurriría si salta un positivo en un avión, que iba lleno, ocupado por 300 personas, de tal vez, veinticinco nacionalidades diferentes?. ¡Menudo jaleo para llevar a cabo el correspondiente rastreo!

miércoles, 15 de diciembre de 2021

Terminando el viaje


       Y fuimos matando las horas en la calurosa y húmeda Acapulco, paseando por el centro y por los magníficos acantilados, que tan famosos hicieron las numerosas estrellas del cine norteamericano, que pasaron por aquí o que se compraron casa en este lugar.

          Abandonamos la ciudad en un autobús nocturno, que nos dejó en la capital azteca de madrugada. Menos mal, que en este país, siempre te puedes quedar en las salas de espera dormitando, hasta que te plazca.

       Empezamos a sentir, esa ya nada extraña sensación, que nos abate siempre en los viajes de varias semanas o meses. Básicamente, consiste en la saturación, el ver el final cerca -pero ahora pasan las horas muy lentas-, el no querer estropear el viaje en los instantes finales. Y lo que solemos hacer para combatirla es, comprar todo lo necesario para el día y encerrarnos en el hotel. Y esta vez, no lo hemos hecho de forma distinta.

          Cruzamos los dedos para que ya no ocurriera nada - ni siquiera bueno-, pero no empezamos con buen pie. Haciendo tiempo y mientras mi pareja cambiaba a euros el dinero sobrante, yo me estaba tomando una cerveza en una de las puertas del aeropuerto, cuando apareció una policía muy borde y se puso a gritarme. Al instante, se incorporaron otros cuatro gendarmes más, como si fuera el delincuente más buscado de México. 

        Cuando ya me temía lo peor, el más calmado de ellos me indicó, que no se puede consumir alcohol en una vía federal. Que por ser la primera vez, harían la vista gorda. Me detalló también, lo que me pasaría si me cazaban una segunda o tercera vez y no parecían consecuencias muy suaves, aunque mi mente se evadió, dado que nos íbamos al embarque en una hora.

          Pero, si me quedé con un dato importante: lo malo no es beberte una birra, sino donde la consumes. Así, que me mandó a una terraza interior de la terminal aérea, junto al Seven Eleven y me terminé esa y dos más.

       Pasamos los controles con facilidad y agilidad -no nos han abierto el bulto en ninguno de los dos vuelos- y no tuvimos problema alguno en el embarque. Aunque sí, una chica española, que no paraba de dar excusas absurdas y además con muy malos modos. Iberia le había denegado el embarque por no estar vacunada y no llevar -al menos- un test de antígenos.

          La siguiente noticia fue buena. Íbamos a tardar una hora menos de las previstas, por llevar viento de cola. La aerolínea española cada vez da peor - y menos- de almorzar. Una escasa comida principal y antes de llegar, un bocadillo sin casi nada dentro y una pequeña magdalena de las que hacen bola. Además, han quitado los complementos -quesitos, mermelada, mantequilla...- y dicen, que es por protocolo del coronavirus. Y luego, todos comiendo juntitos y sin mascarilla, durante media hora. ¡Tendrán jeta!

        A pesar de haber dormido en el hotel y muy bien, caí en los brazos de Morfeo,durante el vuelo entre cuatro y cinco horas, mientras mi pareja se veía la serie "Antidisturbios", al completo (seis capítulos).

          El ingreso  en España -que ahora llevas a cabo tú en una máquina- fue lento y tedioso. Más de media hora para presentar la documentación, esperando en una larga cola de las que van dando interminables y mareantes vueltas. Después, otra, para que te lean el formulario de ingreso con código QR. Y, finalmente, a mi me tocó mostrar el certificado de vacunación, asegurandome que era algo aleatorio. Pensé: "claro, como a mí pareja le tocó el control de explosivos a la ida, pues para compensar".  

martes, 14 de diciembre de 2021

Últimos días de calor


      Me despierto y todas las pistas me indican, que me encuentro en el sudeste asiático, especialmente, en Malasia o Indonesia. Es salir del hotel -mejor o peor climatizado- y aspirar espantos en forma de olor dulce, calor asfixiante y numerosos trazos de basura. La ropa que lavas no se seca, ya que el ambiente no puede absorber tanta humedad.

          Vamos acabando el viaje y ya estamos agotados, como siempre y sin ningún objetivo más que aguantar el check out en el hotel hasta el límite, y el final va a ser difícil porque aún nos toca sufrir otra noche de autobús, con llegada temprana a una estación desconocida del DF.

    Dentro de su decadencia y de su asfixiante calor, Acapulco no ha estado tan mal. Es relativamente accesible, a través de la Costera y, tiene buenas vistas de la bahía y como premio especial, puedes disfrutar de los acantilados de la Quebrada, desde donde saltan los clavadistas desde 30 metros -incluso con antorchas- tras un pago de 70 pesos mexicanos.

      La parte derecha de la avenida solo tiene una playa decente, pero es más tranquila respecto al tráfico. Nos dimos cuenta tarde -o no-, pero hace ya casi una semana, que descubrimos, que hay compañías de autobuses de segunda clase -algo peores, aunque no la mitad- y otras buenas, que ofrecen promociones si compras el boleto con antelación. Para volver al DF no nos funcionó en la página web de Primera Plus, pero si en la oficina de la compañía.