Esta y la de abajo son, de la Senda del Oso (Asturias)
Después de haber viajado, durante más
de 25 años por las destartaladas o inexistentes carreteras de India,
Myanmar, Etiopía, Guatemala, Mali, Bolivia, Filipinas, Mozambique,
Sri Lanka..., sin el más mínimo percance.
Tras haber dormido tirados en playas,
parques, desiertos, puertos pesqueros o de recreo, estaciones de
trenes y aeropuertos, pasajes subterráneos urbanos, a veces a bajo
cero y otras junto a los amistosos e inofensivos mendigos del lugar,
nunca nos pasó nada reseñable.
Carta de cachopos de un restaurante, en Oviedo. Debajo, la persona que nos atropelló, el 5 de noviembre
Después de haber atravesado fronteras
terrestres intimidatorias y de muy mala fama, sobre todo, en África
y Sudamérica, salimos siempre indemnes y normalmente, con una
sonrisa, por parte de los funcionarios locales o de los persistentes
buscavidas del lugar (la mayoría de las veces, eso sí, menos
agresivos, que cualquier maruja patria con prisas o chismes que
contar, que un conductor de tu ciudad despiadado, que un consentido
criajo con mal carácter -de los de hoy en día- o que una anciana
gruñona).
Tras haber comido en bares de menú
del día -o a la carta, también-, engullido tapas infames, bebido en
antros miserables del supuesto primer mundo, tuvimos mejor estómago
almorzando en puestos callejeros y modestos garitos o carromatos del
supuesto submundo en vías de desarrollo. De hecho, casi medio año
en India, no fue tiempo suficiente para coger una sola diarrea,
mientras unos pocos días en Lombardia hicieron, que mi incontinencia
intestinal fuera incontrolable cada cuarto de hora, que pasaba.
Luanco (Asturias)
Después de haber follado en el
rellano o las escaleras -en cualquier caso, zonas comunes- de la casa
de mis padres o de los de mi pareja, en servicios de bares,
restaurantes o discotecas, en parques, playas, baños de trenes...,
sin siquiera haber sido descubiertos.
Bueno. Pues después de todo eso y
más, el pasado 5 de noviembre y muy cerquita de casa -noche de
perros, lluviosa y lúgubre- fuimos atropellados en un paso de cebra
de una estrecha e inofensiva calle, a 10 kilómetros por hora, por un
señor ya entrado en años, que al parecer, tenía otra cosa más
importante, que hacer, que mirar al centro de la carretera.
Como se observa en la foto de más
arriba, esta persona tiene familia y hasta parece, que la quiere.
Pero, a nosotros, nos ha dejado dolores bastante molestos en el
cuello y hombros. ¡Y pudo ser peor, porque no nos vio y casi
acabamos debajo del coche!. Quien dijo, que nunca sabes donde la
tienes, sabía mucho de la vida y debería ir impartiendo
conferencias gratuitas por todo el mundo, a cada rato, sobre esta
inadvertida materia.
Lastres (Asturias)
Sirva todo esto para explicar, que
hemos tenido que suspender nuestro viaje a Grecia, Albania y
Montenegro y conformarnos -que no es poco- con un periplo por
Asturias de cuatro días, en los que hemos visitado Villaviciosa,
Tazones, Colunga, Lastres, Gijón, Luanco, Candás, Oviedo y la
sorprendente, poco conocida y muy acogedora Senda del Oso -a pesar de
la persistente lluvia-, que recorrimos parcialmente -actualmente, un
tramo está cortado por obras de mantenimiento- en absoluta soledad.
Tazones (Asturias)
A lo largo de los dos próximos posts,
se darán detalles de nuestro breve, aunque intenso periplo. La
lluvia no nos fastidió demasiado, el ocre desgarrado del otoño nos
lleno de energía y optimismo y vivimos rodeados de huellas de dinosaurios, osos, aguas marinas agitadas, chigres -tabernas
de sidra-, cachopos -carnes o pescados rellenos de cosas diversas,
aunque generalmente, se trata de embutidos, tipo cecina o queso de
cabra-, bugres -crustáceo del que aquí se habla:
https://ast.wikipedia.org/wiki/Homarus_gammarus-,
potes asturianos -distintos a la fabada, no confundir, aunque también
lleven alubias- y carnes gobernadas al estilo de Oviedo (o Uvieu, que
así se denomina a la ciudad en asturianu).